HOMENAJE A VICTOR ESTRELLA RODRIGUEZ

Un Merecido Reconocimiento:

El 12 de marzo pasado, aprovechando la apertura de una exposición de sus dibujos en la pinacoteca Jacinto Domínguez, el Centro de la Cultura de Santiago decidió otorgarle un reconocimiento al doctor Víctor Estrella Rodríguez. Se aprovechó además que, casualmente, la fecha coincidió con la de su cumpleaños. El doctor Estrella, que increíblemente es pintor, escritor, gestor cultural, editor, que ha sido dirigente deportivo, clubístico, presidente del Colegio Médico Dominicano filial Santiago (en la época en que se llamaba Asociación Médica Dominicana), profesor, dirigente comunitario, que lo ha sido prácticamente todo, se merecía este reconocimiento con creces. Su labor de gestión cultural de toda una vida lo coloca en la posición privilegiada de ser tutor, mentor, ejemplo para artistas, escritores, profesionales de la medicina, personas a las que él simplemente ha ayudado, de una forma u otra.
Pero lo más importante de este homenaje, obviando por supuesto los méritos excepcionales de su receptor, es que Víctor Estrella es un hombre probo, íntegro, poco dado al bombo y al autoelogio. Un asceta, un místico. Estos son los tiempos de la fama inmerecida y del brillo que sólo se percibe en los periódicos, la radio y la televisión (en la que un cantante mediocre es más importante socialmente que aquél que salva una vida humana), como si todo lo que se hace, existe porque aparece en los medios de comunicación, como si no existiera sencillamente porque ya está hecho. He repetido innumerables veces que ser bueno, en un sentido moral, es una forma de rebeldía; en ese caso el doctor Estrella es uno de los más grandes rebeldes de nuestra ciudad. Saberse íntegro (por lo menos intentar serlo), con una conducta intachable, buen padre, buen esposo, ayudar a los demás sin pregonarlo y sin esperar recompensas posteriores; ser, en fin, un hombre feliz, satisfecho de sí mismo y de lo que ha sido su vida: es sumamente difícil encontrar a una persona, en esta época de hipocresías y de batallas cotidianas contra los demás, que posea esas características. Pero también es penoso saber que los arribistas de siempre, los corruptos, los tumba polvos y los tígueres son los que siempre progresan en nuestra sociedad. Si el doctor Estrella lo quisiera, fuera multimillonario: estudió en España, tiene los méritos intelectuales y profesionales necesarios para enriquecerse con su profesión, de forma honesta. Sin embargo, ¿qué hace?: se inventa policlínicas para los pobres, atiende a cantidad de pacientes de manera gratuita, gasta su propio dinero en editar libros, revistas, en sostener un museo y realizar tertulias literarias.
Así pues que, tal vez algún día, espero pertenecer a la liga difícil del doctor Estrella, porque también aspiro a ser un rebelde que quiere ser feliz, y espero continuar siendo un hombre íntegro, sin autovalorarme o autoelogiarme, gracias al ejemplo de Víctor Estrella. Este reconocimiento del Centro de la Cultura nos da esperanzas de que, tal vez algún día (no hoy día, por supuesto), ser bueno podrá ser redituable, y eso nos alienta un poco a los rebeldes, a los eternos pendejos, a los que mantenemos este país trabajando dignamente, velando por nuestros hijos, sin quitarle ni un centavo a nadie.

MAXIMO VEGA.

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