País Inverosímil

DE IMPRENTA Libro de cuentos retrata idiosincrasia dominicana 

MANUEL EDUARDO SOTO 

 El Nuevo Herald República Dominicana es un país cuya idiosincrasia tiene variadas características, algunas de las cuales se incluyen en la recopilación de cuentos País inverosímil, que acaba de salir en Estados Unidos con el patrocinio del consulado del país caribeño. El escritor y periodista René Rodríguez Soriano fue el encargado de seleccionar los 23 cuentos de que consta el libro que fue lanzado el mes pasado en una ceremonia realizada en el Teatro Tower, presidida por el cónsul Manuel Almánzar Castillo, quien dijo que el objetivo era dar a conocer a su país entre las personas de distintas nacionalidades que viven en Estados Unidos y al mismo tiempo para que los dominicanos y sus descendientes nacidos aquí sepan cómo es la gente de la isla quisqueyana. Rodríguez Soriano explicó que decidió usar la palabra ''inverosímil'' en el título de la obra, inspirado por Hay un país en el mundo, del poeta dominicano Pedro Mir, quien dijo que es un lugar ``donde la tierra brota/ y se derrama y cruje como una vena rota,/ donde alcanza la estatura del vértigo,/ donde las aves nadan o vuelan, pero en el medio/ no hay más que tierra''. Entre los 23 cuentos de Un país inverosímil se destaca La mujer, de Juan Bosch, quien en 1961 se convirtió en el primer presidente electo democráticamente en República Dominicana tras la muerte del dictador Rafael Leónidas Trujillo, el que gira en torno a una dama asesinada en un sector rural, donde el escritor ambientó varias de sus obras. El libro no sólo incluye a escritores tradicionales como Bosch, sino que también tiene representantes de la ola intelectual actual, como Rey Emmanuel Andújar, de 31 años, y Máximo Vega, de 42. Andújar, quien reside en Puerto Rico, escribió La sangre de Philippe, sobre un hombre que trata de propasarse con una bailarina erótica que bailaba en el tubo de un cabaret, pero termina sangrando tras ser golpeado con una botella por la mujer y luego por la pareja de ella y por el dueño del local. Por su parte, el cuento de Vega se titula Historia de Diego y Clásica y es sobre un mecánico que utiliza los servicios sexuales de una prostituta haitiana que usa el nombre de guerra Clásica y es ''una de las más baratas'' que merodean en su barrio. De cliente ocasional pasa a ser su pareja, pero la relación tiene un sabor amargo. Soriano, por su parte, contribuye con su cuento La radio, donde juega con las letras de canciones que escuchaba en su juventud por las noches, en las emisoras de Santo Domingo, La Habana y San Juan. Así conoció a cantantes como ``Celina y Reutilio, Marquesita Radel, La Jarocha, Los Tres Ases y si el mundo te castiga, mujer me han clavado cien puñaladas en mitad del corazón, déjame que te cuente, limeña, déjame cruzar, que mi madre enferma me mandó llamar y en El Edén fue donde comenzó la gran historia y, más tarde, después, Onda Musical, La Onda y ¿qué es lo que pasa aquí?''. Pero la fantasía también tiene cabida en la recopilación de cuentos dominicanos a través de Ruidos, del sociólogo y ensayista José Alcántara Almánzar, el que narra la historia de un hombre que se muda de una casa a un apartamento céntrico, donde es torturado por los ``ruidos infernales noche y día''. El personaje central termina espiando a sus vecinos y luego no le basta con eso y se mete en sus apartamentos para sustraer objetos de poco valor, pero más adelante descubre que los otros inquilinos también lo espiaban a él y hasta se reúnen en su vivienda cuando él está observando desde la ventana de otro apartamento.•

CRISANTEMOS Y MARGARITAS

La lectura de este libro ha resultado ser una agradable sorpresa para mí. Al principio, lo admito, pensé que iba a encontrarme con alguna obra de inspiración romántica, debido a que algo como eso presagiaba el título del libro: “Crisantemos y Margaritas”, pero por suerte no ha sido así. A Rosa Julia Vargas apenas la conocía como escritora, no sabía qué esperar, puesto que su primer libro publicado fue una novela: “El Rastro de Caín”, de 1998, y no había vuelto a publicar más. Pero no son flores las que nos lanza Rosa Julia en este volumen de cuentos, no son crisantemos, mucho menos margaritas. Este libro ha colocado a Rosa Julia en una línea común de la buena narrativa dominicana. Los cuentos están escritos con un estilo directo, crudo a veces, sin ambages, sus cuentos revelan un gran conocimiento del alma dominicana y, por supuesto, un gran conocimiento del lenguaje dominicano, de la dominicanidad.
El libro está dividido en dos partes con títulos casi irónicos: la primera, Los Crisantemos, compuesta por tres cuentos: “Tanto lo Querían”, “Herencia” y “No Fue Mi Carlitos”, y la segunda, Las Margaritas, con los cuentos: “Sábanas Dobladas”, un título muy hermoso para un cuento, “Jueves en la Tarde” y “Rearmando a Estela”, que dicho sea de paso ya se encuentra en una antología de narradores caribeños, y ese cuento yo lo conocía anteriormente de esa antología en la cual también aparece un cuento mío. Decimos que los títulos son irónicos porque nada nos advierte, mucho menos estas flores que adornan cada parte, acerca de estas historias tan vivas, tan dominicanas, actuales y reales que vamos a leer al abrir el volumen. Con un lenguaje de formas coloquiales, como si hablara con nosotros algún tíguere de barrio o un jevito santiaguero o una jamona amargada que vive de sus recuerdos, pero al mismo tiempo sin perder sus formas literarias imprescindibles y bien escritas, las historias se desenvuelven con un realismo que nos deja con la boca abierta, mientras escuchamos de fondo alguna canción de Joaquín Sabina o alguna música feliz, o infeliz, de nuestra infancia. Puesto que en estos cuentos de Rosa Julia puede aparecer Sherezada y Cien Años de Soledad, La Ilíada y el Génesis, pero también el cine pornográfico Apolo de la calle San Luis, la cárcel de Rafey o la urbanización el Embrujo. Con un lenguaje profundamente dominicano, lo que supone no una investigación léxica sino un conocimiento de primera mano del habla popular y santiaguera, las historias que nos cuenta la autora no son banales en el sentido light, ni banales porque cuentan la realidad y la cotidianidad a veces más rampante, a veces extraordinaria y atroz, no: por ejemplo, en el cuento “No Fue mi Carlitos”, que es mi preferido del libro, se nos refiere al Génesis, así como al rey griego Agamenón, a Ifigenia y a Clitemnestra, para tratar de explicar una historia filial mezclada con un crimen por motivos pasionales. Les sugiero que lean ese cuento para que comprueben directamente con la naturalidad con la que la autora aborda una historia familiar ensangrentada por un amor enfermo y una mujer fatal, bajada de su pedestal mítico hasta la realidad más verdadera y cotidiana, en un acto de desmitificación que sucede simplemente porque Rosa Julia llama a las cosas por su nombre y no trata de engañarnos con falsas promesas ni con dioses griegos que vendrán a salvarnos el día o a rescatarnos de la guerra. Pero la desmitificación es el pasado: la autora simplemente ha escrito una historia sobre una mujer fatal y dos amores corrosivos; la ha escrito desde nuestro punto de vista, culturalmente hablando, como dominicanos. En ese cuento, que tiene un final sorpresivo, se dan las claves de todos los demás cuentos del libro –como Rearmando a Estela, por ejemplo, o Sábanas Dobladas –en el sentido de que representa el estilo de la autora: es decir, la tremenda cotidianidad, con toda su carga de vulgaridad y tedio, es posible debido a que las historias están contadas con una gran naturalidad, sin juzgar a los personajes, sin estigmatizarlos como malos o buenos, sino simplemente admitiendo que son personajes que se dejan llevar por su propia naturaleza humana; es más, a veces da la impresión de que son personas reales, que podemos tropezarnos con ellos de repente caminando por la calle.
Al mismo tiempo, debemos reconocer en Rosa Julia que no escribe con ese “ojo femenino” del que se habla tanto ahora, refiriéndose a la literatura escrita por mujeres. A pesar de que la mayoría de los personajes son femeninos, no podemos decir, al leer los cuentos, que han sido escritos por una mujer, y tampoco nos importa. El erotismo intenso de algunas historias escritas por mujeres de esta época, o poemas escritos por mujeres en esta época, no se encuentra presente en este libro, también por suerte, y no reconocemos necesariamente en este volumen la pluma de una mujer, o una mirada femenina sobre las historias. Si leyésemos este libro sin saber quién es el autor, o la autora, no podríamos precisar si ha sido escrito por una mujer o por un hombre.
Entonces, debemos reconocer dos elementos importantes en este volumen de cuentos: la correcta utilización, desde el punto de vista estético, literario, de un lenguaje santiaguero que la autora escoge como propio, como parte de su estilo y de su personalidad como escritora, sin instrumentalizar ese lenguaje como sucede muchas veces con los escritores que no conocen el habla que están utilizando, sino que investigan, que buscan superficialmente, y segundo, el realismo más visceral para contar sus historias, que no dejan espacio para la fantasía ni para la metafísica. Aunque por supuesto queda algún resquicio para la invención, y esto lo demuestra el mecanismo preciso de las historias, es decir, la complicación del relato, y la precisión con que se encuentran escritas y contadas. El agradable encuentro con este libro, que posiciona a Rosa Julia dentro de las escritoras importantes de la República Dominicana, si continúa con una carrera literaria que a veces es muy difícil, casi imposible en nuestro país, ha sido el motivo principal de estas sinceras palabras y de este reconocimiento a su volumen.
Pero, a los lectores, debemos recordarles lo que les dijimos al principio: no son flores, no son crisantemos, ni margaritas, lo que nos lanza Rosa Julia con estas historias tan realistas y tan duras.

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