LA TENTACION DE LO IMPOSIBLE


En el último capítulo de su libro “La Tentación de lo Imposible”, un análisis sobre la novela “Los Miserables” de Víctor Hugo, Mario Vargas Llosa convierte toda su tesis literaria inicial en un manifiesto político. Para él, en las “sociedades abiertas”, es decir, en las democráticas, la ficción literaria no es más que una forma de entretenimiento, mientras que en las dictaduras, en los gobiernos de fuerza, “fascistas, comunistas, fundamentalistas, religiosos y dictaduras militares tercermundistas”, ya no es así. Debido a un proceso sociológico exterior, por supuesto, a la propia obra, la literatura se convierte en otra cosa, muta su percepción en el lector, cambia.

A través de una crítica hecha por Lamartine a “Los Miserables”, en la que el político francés se concentra en la visión de la sociedad de su época que presenta la novela, Vargas Llosa llega a esta conclusión, en un capítulo final que tiene el mismo título que todo su ensayo. La literatura es una forma de entretenimiento “si se quiere, superior”, reconoce, que saca al lector de su propia vida aburrida por algún tiempo, llevándolo a experimentar otra vida, otras realidades, o irrealidades, o a vivir fantasías interesantes, como alguna película taquillera de Hollywood.

Hace algún tiempo, en una conferencia sobre el poeta dominicano Franklin Mieses Burgos, Diógenes Céspedes nos recordaba algo importante: el capitalismo cree que el arte es entretenimiento, mientras que el comunismo cree que es educación, pedagogía. Como ambos sistemas no son ingenuos, podríamos cambiar un verbo de la frase y afirmar: el capitalismo quiere que el arte sea entretenimiento, y el comunismo quiere que sea educación. Y concluía Céspedes que ambos sistemas están equivocados con respecto a algo tan simple, tan humano, que todo artista sabe lo que es, instintivamente, o que todo artista sabe lo que no es. Existen varios acercamientos, varias tentativas. Susan Sontag nos dice que: "...en términos muy generales: el arte (y su elaboración) es una forma de conciencia". O Jean Luc-Godard:"los novelistas y los cineastas estamos condenados a analizar el mundo, lo real".

El hecho de que este libro, muy lúcido, muy enjundioso, termine con una declaración de este tipo, indica cómo las ideas políticas de Vargas Llosa están afectando su obra. Si el libro se hubiese quedado en lo estrictamente literario –puesto que recuperar las críticas sociológicas o políticas hechas a la obra en su momento, no tiene mucho sentido más o menos 150 años después, a no ser que haya un interés arqueológico- hubiese sido un estupendo ensayo. La ficción literaria como entretenimiento puro es una aspiración de la economía de mercado –puesto que toda forma de entretenimiento es manipulable, mercadeable, reductible a estadísticas- que las propias novelas de Mario Vargas Llosa desmienten con creces.

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