LOS MEJORES CUENTISTAS DOMINICANOS CONTEMPORANEOS


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   Para empezar, vamos a compartir con ustedes uno de los conceptos, uno de tantos, de la palabra “cultura”: Cultura es, en esencia, una visión del mundo, o un sistema de valores propio de una época o de un pueblo. La cultura es, por lo tanto, sinónimo de civilización. Ahora que se defiende con tanta vehemencia la educación formal, es decir la educación en las escuelas y las universidades, es bueno también reivindicar estos significados de la palabra “cultura”, puesto que, de acuerdo a esta definición sencilla y breve, sin cultura no hay educación. La educación, unida a la cultura, crea una visión de lo que somos, con nuestros defectos, virtudes y ambigüedades, y puede darnos una idea de lo que queremos ser, una idea de futuro, un plan. Es decir, así como defendemos a rajatabla la inversión en la educación, también debemos defender la inversión en cultura, puesto que no existe una sin la otra.
   Esto viene al caso debido a que en la noche de hoy se pone a circular un libro llamado “Los MejoresCuentistas Dominicanos”, una antología de cuentos compilada por Avelino Stanley con prólogo de Angel Lockward, que ya había sido editada anteriormente en Colombia con el nombre “Ruptura del Límite”, por Cangrejo Editores, una editorial colombiana, que también publicó otros libros de autores dominicanos. Recuerdo que ese volumen me fue entregado personalmente por Avelino Stanley el día de un concierto de Silvio Rodríguez, un libro bellamente editado, primorosamente impreso. En el caso de esta segunda edición nacional, se ha agregado una serie de escritores, cinco para ser exactos, que no se encontraban en la edición colombiana, como el propio Avelino y el señor Lockward, y otros más. El libro abre con los escritores a partir de la Generación del 60, empezando con un cuento de Armando Almánzar Rodríguez, que es el más viejo de los escritores, y termina con la más joven, de la llamada “Generación de la Internet”, Mercedes Cheheen. Realiza un periplo a través del cuento dominicano a partir de la generación del 60, como ya hemos dicho, y continúa con la generación del 80 y al final la generación de la Internet. En el estudio que realiza Avelino Stanley al principio de la obra, él explica los parámetros escogidos para dividir las diferentes generaciones, lo cual casi siempre genera polémica, puesto que divide las generaciones vivas en tres, obviando para los fines de esta antología, por ejemplo, la llamada generación del 65 o la generación de fin de siglo. Además, hace un estudio de la narrativa corta dominicana, empezando por los inicios en el siglo XIX, sus figuras representativas, etc., y nos explica cuáles han sido los criterios utilizados para la escogencia de los autores: Deben estar vivos, nos dice Avelino, deben estar activos, y deben tener por lo menos un libro publicado. Esta edición se encuentra dedicada a Arturo Rodríguez Fernández, quien lamentablemente falleció en el período entre la primera y la segunda edición y que, por lo tanto, su cuento fue eliminado de la antología actual.
   Lo que emparenta mis palabras iniciales con el contenido del libro es lo siguiente: a través de la visión profunda de los escritores, es decir, a través del manejo del lenguaje, notamos cómo ha ido cambiando la forma de escribir de nuestros autores, y podríamos decir también cómo ha ido variando la forma del ser dominicano en la sociedad, la vida, la realidad. Es decir, la conexión con la cultura, con su cultura, con nuestra civilización. Desde los escritores de la generación del 60, con sus historias muchas veces de contenido ideológico y de rebelión social, pasando por el inicio del desencanto en la generación del 80 y al final la aparición de las tecnologías y un lenguaje y una vida más crudos en la generación de la Internet. Podemos repasar la vida dominicana a través de estos cuentos, nuestras vicisitudes individuales y colectivas, incluso podemos hacer un simple ejercicio con la obra y notar que, mientras en la generación del 60 se tenía una visión más social y colectiva en las historias, en las que muchas veces aparece una vida sometida a la tiranía o a lo militar (es curioso que casi todos los cuentos de esta generación sucedan con personajes policías o militares), en la generación del 80 y en la de la Internet se escribe desde el narcisismo, la individualidad, la soledad extrema, casi como si el escritor escribiera para sí mismo, lo cual es más notable aún en los escritores mucho más jóvenes. Y también podemos notar lo siguiente, lo cual me parece sumamente importante: la tremenda calidad de los escritores dominicanos, lo que desmiente la idea equivocada, injusta, de que la literatura dominicana tiene problemas con la internacionalización debido a su poca calidad, incluso debido a sus escasos escritores. Y debemos recordar que en este libro no se encuentran René del Risco, Miguel Alfonseca, Virgilio Díaz Grullón, Juan Bosch, Tomás Hernández Franco, que también fue cuentista, Ramón Marrero Aristy, etc., etc., porque, como se divulga en las palabras de Avelino, han fallecido y no cumplen con los parámetros de la antología. Pero si pensamos en la cantidad de escritores que tiene este volumen, una cantidad extraordinaria con cuentistas que yo incluso no conocía, que nunca había leído, entonces debemos convenir en que realmente esta es una obra de envergadura. Me parece que pocas veces antes una obra había sido tan plural en el sentido de compilar a una cantidad tan grande de escritores. Aquí podemos encontrar narradores de la llamada diáspora, sobre todo cuentistas que viven en los Estados Unidos, sobre todo en Nueva York; escritores de las provincias; escritores muy jóvenes; cuentistas que tienen al menos un libro publicado y que quizás no han publicado más debido a las dificultades que presenta la labor literaria en nuestro país, pero que merecen estar en una antología de este tipo debido a su calidad. He leído cuentos magníficos de autores absolutamente desconocidos. He leído cuentos magníficos de autores conocidísimos y multipremiados, como Pedro Peix o José Alcántara Almánzar, cuentos escritos por jóvenes amigos como Johanna Díaz o Manuel Llibre o José Acosta, que vive en Nueva York, cuentos de Angel Lockward, en fin, de una serie de autores que forman parte ya de la historia de la literatura dominicana, o que muy pronto entrarán a ese círculo tan esquivo.
   Por supuesto, faltan nombres, como en toda antología. Varios nombres, lo que significa que existen más escritores de calidad. Y si faltan nombres significa que somos muchos. Por eso me gustaría repetir en estos momentos mis palabras iniciales, en cuanto a la importancia de la cultura. Este libro será entregado para ser leído en las escuelas, en las universidades, ya tiene un recorrido internacional importante. Si alguien quiere saber lo que somos, cómo somos, de qué forma actuamos, en este país mestizo, promiscuo, sin identidades arraigadas, entonces lo sabremos leyendo este libro de cuentos. Somos violentos, fantasmosos y brutales, como en el cuento de Pedro Peix. Habitantes de una sociedad absurda e injusta, como en el cuento de Martín Paulino. Sarcásticos e irónicos, como en el de Manuel Llibre. La cultura debe ser sostenida, como se sostiene la educación, como debe sostenerse todo aquello que nos hace mejores. No debemos estar siempre cojos de una pata. Todos estos escritores dominicanos nos definen a través de las palabras, a través del lenguaje. Representan una dominicanidad, aún aquellos que intentan ser universales. Definen nuestra sociedad, nuestra individualidad, y una forma específica de hacer literatura, que es la nuestra, en un país de gente que vive muy lúdicamente y que le gusta disfrutar de la vida, pero manifestando al mismo tiempo un fatalismo que es propio de todos los caribeños. Así que agradecemos a Avelino Stanley y a Angel Lockward que se hayan interesado en realizar la primera edición colombiana de este libro, y que ahora esta edición dominicana empiece su viaje a través de las escuelas, los colegios, las universidades y los lectores dominicanos. 


(Palabras en  la puesta en circulación del libro "Los Mejores Cuentistas Dominicanos Contemporáneos", compilada por Avelino Stanley).

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