¿Y Tu Abuela Dónde Está?, de Carlos Esteban Deive

Este es el libro ¿Y Tu Abuela Dónde Está?, de Carlos Esteban Deive, Premio Nacional de Ensayo 2012. Es pertinente comentar este libro en estos momentos debido a las tensiones entre Haití y la República Dominicana, que han aumentado desde hace algún tiempo. En este ensayo, Esteban Deive analiza el nacimiento de ambas naciones desde la época colonial y su separación histórica, la presencia del negro en ambos nacimientos, pero el libro nos habla de algo más, de un sentido humanístico del problema: en su condición de dominicano nacido en España, más dominicano que español, el autor trata de no recurrir a ninguna clase de etnocentrismo para explicarnos las taras que nos ha legado el pasado colonial, los choques armados con Haití, que en el siglo XIX ocupó este lado oriental de la isla por 22 años, las masacres de Dessalines y Christophe, la matanza de los haitianos por parte del dictador Trujillo, etc. Pero indirectamente, Esteban Deive describe, a través de documentos escritos por intelectuales liberales desde el siglo XVIII, la imposibilidad de los liberales de acceder al poder real, y el éxito de los conservadores para detentar continuamente el poder político. Hateros, esclavistas, amos, privilegiados, es decir, racistas, antihaitianos, ricos, hispanófilos, se han cuidado de agruparse para permanecer en el poder, examinando detenidamente a los gobernantes de turno para averiguar si pueden afectar sus intereses. El continuo acceso al poder de la clase privilegiada y conservadora, cuya única misión social es mantener los privilegios basados en la tradición, ha provocado, auspiciado por los continuos choques y problemas con Haití, que el dominicano sea racista, antihaitiano, conservador y etnocéntrico. Pero que, en una suerte de racismo inverso, el haitiano padezca el mismo problema con respecto al dominicano. Los intelectuales liberales han sido incapaces de romper un cerco conservador que es obvio en cada uno de los gobiernos dominicanos, sea quien sea el gobernante de turno. Peña Batlle y Joaquín Balaguer, los dos apólogos principales del conservadurismo político encarnado en la figura de Trujillo primero, y del propio Balaguer luego, nunca ocultaron su racismo, contenido en su hispanofilia y en la idea de que el blanco es superior al negro, biológicamente, aunque yo pienso que no son apologistas ingenuos, sino que sus ideas están sustentadas en pruebas falsas, o falsificadas, pero que ellos sabían que eran falsas; es decir: mentían para propiciar un estado de cosas que conviene al conservadurismo, que mantiene sus privilegios sociales pase lo que pase. Esa diferencia, que cae ya en un antihaitianismo cada vez menos racial, debido a los descubrimientos científicos y a que, incluso, el país más poderoso del mundo tiene un presidente de color (el presidente de los Estados Unidos Barack Obama es porcentualmente más popular en la República Dominicana que en los demás países de América Latina), ha ido derivando a lo económico: el pobre merece ser pobre, el rico merece ser rico. El dueño de una tienda por departamentos es multimillonario, pero sus empleados tienen que trajinar mucho para sobrevivir económicamente todos los días: él no trata de cambiar la situación porque esa es la ley natural, la ley del capitalismo. Los funcionarios políticos son incapaces de cambiar eso, o no les interesa. Las personalidades liberales que han sido presidentes de la República (exceptuando a Juan Bosch), al llegar al poder han dado un viraje ideológico que los coloca en la acera de enfrente, tratando de mantener la gobernabilidad. El éxito tan arrollador del conservadurismo político, que todavía hoy día pretende hacer creer al país que los negros (haitianos), son inferiores a los blancos (según ellos: dominicanos, lo más ridículo del mundo, puesto que los dominicanos somos mestizos y mulatos en su gran mayoría), nos ha colocado siempre en una posición de desventaja en el plano internacional, puesto que siempre estamos a la defensiva debido a estas consideraciones reaccionarias. Como ha sucedido en otros países caribeños, y como muy bien escribe Carlos Esteban Deive, aquí debería crearse una Instituto de Estudios Africanos, o una Casa de Estudios Africanos o un Centro de Estudios Africanos, auspiciado por el ministerio de cultura, que nadie sabe bien para qué sirve, al mismo tiempo que una serie de proyectos y actividades culturales conjuntas podrían acercar ambos pueblos, aunque, por supuesto, no exactamente ahora, sino cuando las aguas se calmen debido a todo lo que sucede en estos momentos. Pero el pensamiento liberal dominicano, las personalidades, los intelectuales liberales dominicanos, deberían hacer una profunda revisión de su incapacidad para acceder al poder, en contraposición con el conservadurismo, que siempre está en el poder (aún cuando ganen las elecciones presidentes supuestamente liberales) y que impone un modelo ideológico obsoleto y reaccionario que mete en problemas continuamente a la República Dominicana. Esta obra de Carlos Esteban Deive debería ser libro de texto obligatorio en el bachillerato y en las universidades dominicanas, si queremos empezar a reconocer de una vez por todas quiénes somos en realidad.

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