La vida de las estrellas: novela de Máximo Vega

Debo decir que la presente obra: “La vida de las estrellas” es uno de los textos más apasionantes y hermosos que he leído en estos últimos meses, una novela entroncada en el difícil lindero entre lo puramente narrativo y la más genuina expresión poética, contando una historia en apariencia trivial debido a su sencillez y con escasos elementos melodramáticos relevantes o sucesos de cierta envergadura (salvo que parte de la acción transcurre en el último periodo de Balaguer); empero, en su subtexto la novela se enfila de manera brillante a su verdadero tema, un tema de trascendencia diría casi de orden metafísico: la historia de una familia de clase humilde que hace hasta lo imposible para sacar adelante a cada uno de sus miembros pese a la adversidad, y que a través de su personaje central, “David”, un jovencito curioso de muy acendrada sensibilidad e inclinaciones literarias, va enhebrando sus motivaciones personales e intelectuales hasta llegar a elucubrar un complejo discurso entre lo que es el individuo y su relación con el universo en donde las estrellas, esos objetos brillantes que ve en las noches oscuras junto a una de sus hermanas y sobre las cuales ha leído en un librito junto a las nebulosas y las galaxias que las contiene, poseen su exacta correspondencia con la existencia humana: nuestras particulares vidas cual frágiles y fugaces caparazones nada dispares a esos inconmensurables cuerpos celestes; elucubraciones y perplejidades en torno a la existencia como eslabones invisibles los cuales unen a la humilde criatura con la totalidad infinita del universo.

    







    Y es a través de la vida y visión de su personaje central que nos vamos enterando en la medida que progresa la lectura, de la ilimitada cantidad de temas y subtemas propuestos por su autor, desde el expresado del mundo cósmico a la situación política del país (la crisis electoral del año 94 en adelante); desde la pobreza de las clases menos favorecidas, al ansia de superación de nuestro pueblo (sin caer en ningún discurso panfletario); desde la enfermedad y posterior muerte de la madre, al descubrimiento del amor, la primera relación sexual, los libros que iba leyendo y atesorando, la poesía, el cine y esa búsqueda incesante de un sentido a las cosas emprendidas que indefectiblemente en algún momento van a declinar, para finalmente morir y desaparecer, o quizás renacer como lo hacen en sus momentos más esplendorosos las estrellas, polvo mortecino del cual emergen otras en la sideral aventura.

    Por otra parte todos los personajes tienen un muy bien logrado espesor psicológico, es decir, vida propia, al punto de poder paladearlos en su lectura como si fuesen seres de carne y hueso (...) La contraparte de David, su amigo Efriam, es un joven acomodado con quien tiene largas conversaciones y debates sobre arte, literatura y sobre todo cine, siendo este último su tema predilecto (él sueña con ser algún día realizador cinematográfico), y pone de manifiesto el autor a través de su boca no sólo su profundo conocimiento de este arte, sino que hasta establece un cierto paralelismo en su discurso poético narrativo además de filosófico en la presente novela, la cual bien podría emparentarse por la filiación totalizante y panteísta de corte spinoziana (aún sin mencionarlo) con una película hasta cierto punto similar: "El árbol de la vida", obra maestra del norteamericano Terrence Malick.

    Otra de las grandes virtudes de esta maravillosa novela es en el cómo discurre el conjunto de la obra cual hecho artístico, en donde todo es un flujo de imágenes de asombrosa sencillez de medios, lo que en manos de otro escritor con menos condiciones artísticas habría sido un fárrago incoherente, aquí cada elemento está en su sitio y tiene un porqué muy bien estructurado, sin jamás perderse el lector en recovecos conceptuales o ideas no ponderadas, siendo los sucesos narrados como los paseos emprendidos, las observaciones astronómicas, las idas al cine, las conversaciones, etc.,  tan interesantes como profundas; así nos asombramos y vemos con regocijo el nacimiento de sus hermanas, sus vidas e independencia; o el personaje de Moisés García, el caballero otoñal que dirige el centro astronómico al cual David acude para sus observaciones y que representa una especie de padre espiritual o tutor que le explica los complejos entresijos de la mecánica celeste; o el personaje de Delirio (hermana de Ruth), entre otros, que siendo un travesti con incontables problemas debido a su condición de género, se nos revela, no obstante, como un alma bella y plena de humanidad.

    En fin, señor director, desde mi humilde punto de vista creo que es una obra altamente recomendable para su publicación, y doy fe que es una pieza de excepción que engalanará la estupenda colección bibliográfica del Banco Central.

(Jurado de selección del Departamento Cultural del Banco Central para la publicación de la novela "La vida de las estrellas", de Máximo Vega).






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