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Cumbres Borrascosas (Wuthering Heights), Andrea Arnold, 2011

     He visto al fin la cinta "Cumbres Borrascosas" (2011), de la directora británica Andrea Arnold, basada en la famosa novela de Emily Brontë. Había escuchado varias críticas televisivas de la película, sobre todo en programas de T.V. españoles, en donde la habían tildado de gran película, y ya la estaba persiguiendo para verla. Ayer me la encontré casualmente en la televisión.
     La historia es la siguiente: Heathcliff es un niño que deambula sin oficio ni beneficio por las calles del siglo XIX inglés. Un señor se lo encuentra y se lo lleva a vivir a su granja en Yorkshire, donde es denigrado, insultado y humillado por la familia, que lo trata como a un sirviente, exceptuando a Catherine, una joven más o menos de su edad de la que se enamora y por la que siente una extraña obsesión. Por supuesto, esta obsesión y ese amor, que es mutuo, terminará en tragedia.
     La película no se basa con total fidelidad en la novela de Brontë. Es una adaptación libre, y debemos admitir que lo agradecemos porque la novela ha tenido múltiples versiones y ya no estamos dispuestos a seguir de nuevo, sin ningún aliciente, los amores fracasados de los protagonistas. Olvidémonos de la novela, disfrutaremos más la cinta si pensamos que es una historia nueva. El cambio principal es el personaje del adolescente, que aquí es negro, descendiente de esclavos. En la novela se menciona que Heathcliff es "gitano", y que su piel es oscura, pero no se dice que sea negro. Es un cambio importante porque añade un componente racial a la aparente irracionalidad original del personaje principal, que es cruel y vengativo. Algo cambia aquí entonces, nos damos cuenta de que nos encontramos ante una visión diferente de la historia del libro, y de las versiones anteriores (incluidas las telenovelas y las películas mexicanas, una de ellas dirigida nada menos que por Luis Buñuel) de la novela, aunque sin traicionar su esencia.
    El libro es una novela romántica, perteneciente al gótico inglés. Emily murió un año después de escribirla. En un ensayo de Borges leí que todos los personajes de "Cumbres Borrascosas" viven en el infierno, pero curiosamente los lugares tienen nombres ingleses. La novela es una pesadilla, como lo es la película, una de las características del gótico. La directora se centra en la visión de Heathcliff, el personaje más atormentado del libro. Utiliza un formato 4:3, lo que significa que la pantalla se vuelve cuadrada, y entonces no vemos lo que sucede alrededor. Debido a este formato, la película es tan íntima, tan cerrada, que casi respiramos el aire que respiran los protagonistas. El filme se divide en dos partes, como se divide también la novela: los niños Heathcliff y Catherine y los jóvenes adultos Heathcliff y Catherine, luego de que Heathcliff se marcha de la casa y regresa con dinero para ejecutar una especie de venganza que todos sabemos acabará mal.
     Al convertir el personaje de Heathcliff en un negro, e involucrar el problema racial en la película, la historia contiene una serie de ecos faulknerianos, y Heathcliff se nos parece más al Christmas de "Luz de Agosto", de Faulkner, que al protagonista de la novela de Brontë. William Faulkner es un gótico tardío, que por supuesto le debe mucho a la novela única de Emily, y la violencia y la rebeldía del Heathcliff de Arnold nos recuerda demasiado al mestizo Joe Christmas, destinado a la tragedia debido a su color; a las humillaciones padecidas a manos de su padre adoptivo, un fanático religioso; a su rebeldía, y a su incapacidad para encajar su identidad en medio de dos comunidades raciales divididas que lo rechazaban violentamente.
     La película, como la novela, tiene la forma de la pesadilla. Llueve constantemente, por lo que el paisaje está lleno de barro, las ropas enlodadas. La lluvia difumina la imagen, auxiliada por la excelente fotografía, y esto da una impresión de sueño. Hay mucho viento, el cielo es brumoso. El clima se comporta de acuerdo al estado de ánimo de la pareja: si están felices habrá sol, si tienen problemas lloverá o el cielo se tornará oscuro. La pesadilla en la que vive Heathcliff no solamente la conocemos por los hechos, sino por lo que se ve: los protagonistas viven en el infierno. La muerte es una especie de escape de un mundo terrible. En toda la película no hay música, excepto al final, cuando ya Catherine muere (no podemos escucharla, puesto que no debe haberla en el infierno): la música es posible porque Catherine ha descansado, se ha liberado. Como sucede en la novela (lo cual es curioso, puesto que es una adaptación libre), el amor obsesivo lo destruye todo. La escena en la que Heathcliff tiene relaciones con el cadáver, que es obviada en las versiones anteriores debido al estilo telenovelesco de casi todas (soap-operas), refleja la brutalidad de esta historia que las demás versiones han convertido en un melodrama amoroso, cuando en realidad no lo es.
     Filmada con cámara en mano, como si fuese un documental, siempre perseguimos a los protagonistas, sobre todo a Heathcliff. Prácticamente no hay una sola escena en la que él no aparezca, por lo que es el protagonista absoluto de la historia, por encima de Catherine. Nos sentimos tan abrumados dentro de la pesadilla que él vive, que cuando empieza la canción "The Enemy", de Mumford & Sons, sentimos un alivio que ya es como una catarsis. Ya se puede llorar, y no por Catherine, la fallecida, sino por el vacío en que ha dejado al pobre Heathcliff, el personaje con el que nos sentimos identificados. Nos desespera el dolor que siente un muchacho que sabe desde el principio que jamás encontrará la paz.

     Es difícil olvidar una película como esta. La poesía tan poderosa que transmite es difícil de definir. Es una poesía que se encuentra por encima de la historia, de las actuaciones, del guión; es una poesía puramente visual. Es tan gótica que parece sacada directamente del siglo XIX, y sin embargo, al mismo tiempo, nos damos cuenta de que su factura es rabiosamente contemporánea. Como ha sucedido con anterioridad, las críticas han sido disímiles, pero por suerte escuché a aquellos más benévolos. Los críticos, que siempre se equivocan, la han tildado de "larga", cuando no tiene ni siquiera hora y media; de "tediosa"; de "silenciosa". Lo que hacen la directora y la guionista es quitarle todo accesorio a la historia, dejarla convertida sólo en imagen. Los personajes, entonces, son opacos como el paisaje, oscuros. La película es seca, dura, como las actuaciones de los dos Heathcliff y lo hostil de la tierra. Los personajes casi no hablan, se comunican con gestos y acciones. Como los animales, se mueven por instinto, sin detenerse en lo que puedan pensar los demás; sus acciones son primitivas e irracionales. Viven el uno para el otro sin necesitar de nadie más, como decía Freud que pasaba con los amantes verdaderos. Este curioso instinto animal se refleja también en imágenes: a cada momento vemos animales muertos, como si el amor prohibido de los protagonistas lo corrompiera todo. También vemos a cada momento polillas que vuelan alrededor de los amantes, escarabajos, bichos, otro síntoma de corrupción. Pero también vemos animales vivos, libres, como lo es la pareja de amantes cuando se encuentra sola, y como lo somos todos nosotros, sólo que la sociedad se ha inventado una serie de reglas absurdas que nos encarcelan. Las aves vuelan, libres, Heathcliff se detiene a ver una que se aleja, como si quisiese encontrarse ante un espejo. Debido a que conocemos de antemano la historia, sabemos lo que sucederá al final, aunque la película no está basada en toda la novela, pero lo que vemos y sentimos es conciso y brutal. La película es tan auténtica que nos duele, arrastrados por la pesadilla en la que viven Catherine y Heathcliff, que nos recuerdan en cada toma que en este mundo casi nunca triunfa el amor.
     Poco a poco sucederá lo siguiente: la película se convertirá en una obra de culto. Luego, tal vez, será calificada de obra maestra. Su aliado es el tiempo, que auxilia toda obra de arte. Es curioso que, cada vez más, algunos críticos se equivoquen constantemente y no recapaciten. Sucedió con Blade Runner, con El Gran Lebowsky, con Los Duelistas,  con La Jetée, hasta con La Dolce Vita, con un largo etcétera de películas que dividieron a la crítica, pero cuyo contenido artístico al final triunfó. Por lo menos pude verla porque me la recomendaron como una cinta impresionante, conmovedora, y me dijeron: No leas todas las críticas, no les hagas caso a Ellos. Estamos acostumbrados: los demás críticos, como siempre, tendrán que reescribir una percepción para la que no están dotados.

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