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José Alcántara Almánzar escribe sobre los libros de Máximo Vega:

"La reacción Phillips (2018) se interna en el submundo de la esquizofrenia en todas sus manifestaciones; la pobreza y la marginación social; ese enorme conglomerado de discapacitados, adictos, violadores y víctimas del abuso sexual y psicológico que integran nuestras clases desheredadas: tantos seres humanos golpeados con rudeza por la desigualdad social y el olvido. Has logrado un retrato múltiple del mundo «underground» urbano, con todas sus miserias e injusticias; un mundo crudamente narrado por un escritor que conoce su oficio y sabe extraer todo el provecho que le ofrecen su experiencia y su conocimiento de las técnicas narrativas. El libro es un revulsivo a la conciencia adormilada e indiferente de una sociedad volcada sobre el consumismo y el «sálvese quien pueda». Un libro de relatos fuera de serie que todos deberíamos leer."






"Más que gustarme, quedé atrapado en la lectura de Al borde del edén (2019), una novela corta realmente conmovedora sobre temas intocables en nuestro medio: la homosexualidad masculina, el sida, la xenofobia antihaitiana, la superchería, entre otros. La historia de Michelín contada por sí mismo es de una sinceridad aplastante, porque este personaje escéptico y abrumado por un presente desolador, no deja de cuestionar y cuestionarse.Es un hombre de cierta formación, lo que le permite al narrador estructurar un discurso elegante, lleno de ironías y observaciones agudas. La escritura es diáfana, hecha en un español dominicano que no hace concesiones a la vulgaridad; la perspectiva, honesta; desgarradora, pese a su belleza formal, la crónica de una vida a la deriva; dolorosa la autoconciencia del personaje ante su inminente final; y poderosamente humano y esperanzador el camino elegido. Creo que este libro ha alcanzado un estadio de madurez indiscutible. Lo único es que yo hubiera elegido otro título, porque me recuerda constantemente el de la célebre novela de John Steinbeck, East of Eden (Al este del Paraíso, 1952), llevada al cine por Elia Kazan con James Dean en 1955, pero se trata de un detalle menor sin mucha relevancia."







José Alcántara Almánzar nació en Santo Domingo, República Dominicana, el 2 de mayo de 1946. Es educador, narrador, ensayista y crítico literario. Casado con la escritora Ida Hernández Caamaño (1949) desde 1971, es padre de Ernesto (1974), Yelidá (1976) y César (1980) Alcántara Hernández. Durante siete lustros trabajó como educador en el Colegio Loyola, Santo Domingo (1969-1973), el Instituto Cultural Domínico Americano (1972-1974), la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD, 1973), la Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña (UNPHU, 1974-1984), y el Instituto Tecnológico de Santo Domingo (INTEC, 1981-2001), donde impartió numerosos cursos de sociología. Fue profesor Fulbright (1987-1988) en Stillman College, Alabama, Estados Unidos de América, donde enseñó cursos de Cultura y Literatura del Caribe. Se retiró de su carrera como profesor en enero de 2001.
Fue el primer Presidente de la Asociación Dominicana de Sociólogos (1977-1979), miembro del Jurado de Ensayo de los Premios Siboney (1980-1985) y del Consejo de Investigaciones del Instituto Tecnológico de Santo Domingo (1983-2001). Participó como colaborador del diccionario Caribbean Writers: A Bio-Bibliographical Critical Encyclopedia (1979), que tuvo como editor al catedrático e investigador norteamericano Donald E. Herdeck. Ha sido jurado del concurso de cuento de Casa de las Américas, La Habana, Cuba. Se ha desempeñado como asesor editorial de varias instituciones culturales y desde hace un cuarto de siglo es asesor de la Fundación Corripio Incorporada. El 25 de agosto de 1995 ingresó al Banco Central de la República Dominicana como subdirector de la Biblioteca «Juan Pablo Duarte» y el 16 de febrero de 1996 fue designado Director del Departamento Cultural, posición que desempeña hasta el presente.

En su calidad de autor ha publicado cinco colecciones de cuentos, nueve libros de ensayos literarios, diez antologías personales, de autores nacionales y de temas de sociología, y en 2003 unas memorias institucionales para el Grupo León Jimenes, tituladas Huella y memoria: E. León Jimenes. Un siglo en el camino nacional (1903-2003), escritas en colaboración con Ida Hernández Caamaño, su esposa. Su obra narrativa ha sido objeto de una tesis de maestría en traducción, realizada por Luis Alejandro Guzmán Valerio (Puerto Rico), dos tesis doctorales, escritas por las académicas Nívea de Lourdes Torres Hernández (Puerto Rico) y Carmen Benítez de Morales (Estados Unidos de América).
(Tomado de Wikipedia)




Máximo Vega  nació en el año 1966, en Santiago de los Caballeros, República Dominicana. Ha publicado los libros: “Juguete de Madera”, “Ana y los Demás”, “La Ciudad Perdida”, “El Final del Sueño”. Ha sido antologado nacional e internacionalmente. Su obra ha sido traducida parcialmente al inglés, alemán, francés, italiano, y a idiomas como el ruso o el armenio. En el año 2000 el Taller Literario Virgilio Díaz Grullón de la extensión de Santiago de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (CURSA-UASD), lo reconoció como el Joven Intelectual del Año. Ha obtenido diversos premios en concursos de cuento y de ensayo: Concurso de cuentos de la Alianza Cibaeña, Concurso de literatura joven de Higüey, Concurso de ensayo de Amantes de la Luz, Concurso de ensayo sobre José Ramón López del periódico El Nacional, etc. En el 2002 obtuvo el Premio de Ensayo sobre los 200 años del nacimiento de Víctor Hugo con el trabajo “Víctor Hugo en la Historia”, traducido al francés. En el año 2005 se colocó un cuento suyo en un libro de texto para estudiantes universitarios, en México y Puerto Rico, y ese mismo año Ediciones Ferilibro publicó la antología “El Cuento Contemporáneo de Santiago”, preparada por él. En el 2005 ganó el Premio Nacional de Cuento de la Universidad Central del Este (UCE), con su libro “El Final del Sueño”. En el 2008 ganó el Primer Premio del Concurso de Novela Corta de la Fundación Global y Desarrollo (FUNGLODE), con la novela “El Mar”, publicada luego en el 2019 como “Al Borde del Edén”. Ha aparecido en antologías literarias en Puerto Rico, México, Italia, España, Colombia, Estados Unidos, Polonia, Venezuela y Rep. Dom. En el 2011 publicó “El Libro de los Últimos Días”, un volumen que recoge varios de sus ensayos, y en 2015 el Banco Central de la República Dominicana publicó su libro “Era Lunes Ayer”, que recoge toda su producción cuentística hasta la fecha. También en el 2015 participó del libro “100 años de genocidio armenio: Un siglo de silencio”, junto a intelectuales latinoamericanos y europeos, que ha sido traducido a múltiples idiomas como el armenio, ruso, francés, alemán, inglés, etc. Es presidente del jurado del Concurso de Cuentos de Radio Santa María, además de ser jurado en varios concursos nacionales, y ha impartido conferencias sobre Literatura en el país y el extranjero. Es fundador y coordinador del Taller de Narradores de Santiago. 

"Jugar al Sol", antología de cuentos de René Rodríguez Soriano

I


René Rodríguez Soriano publicó un libro titulado Su nombre, Julia en el año 1991. Ese libro contiene un cuento del mismo nombre, que se ha convertido en un clásico de la literatura dominicana. René es autor de poemas, cuentos y novelas que no lo parecen; sus novelas dan la impresión más bien de ser poemas largos o recopilaciones de cuentos. Conocía su obra, llegué a verlo más de una vez leyendo sus cuentos o impartiendo una conferencia sobre la cuentística dominicana, pero lo conocí realmente durante la Feria del Libro de Santiago, en el año 2005, en la cual se le hizo un homenaje. Tuve la oportunidad de introducir su obra a un público de mi ciudad natal que ya lo conocía y que, sin embargo, no me conocía a mí para nada.
René es un caso único en nuestras letras, me parece. En este momento debemos contextualizar al lector sobre una etapa crucial de la literatura dominicana. René comenzó a publicar en revistas y periódicos un poco antes, muy joven, en la década del setenta del siglo pasado, pero fue en la década del ochenta cuando su obra empezó a tener difusión y notoriedad. Luego de una época represiva en la República Dominicana, conocida como la era de los Doce Años de Balaguer, terminada en 1978, empezó la transición hacia la democracia en el país, una época de apertura inédita luego de años de censura, de libros e ideas prohibidos, polarización ideológica y escritura panfletaria (y necesaria, no nos engañemos). La obra de René se concentra en la forma, en el lenguaje, lo cual lo acerca a la llamada Generación del 80 que surgió con los jóvenes de esta apertura democrática, con los cuales él mantiene intereses comunes. A pesar de tener una obra anterior, a René, como a esta generación, no le preocupan los contenidos políticos o colectivos. La esencia es el individuo, la existencia, la insatisfacción vital, la sexualidad, el amor. La obra debe tener un sentido en la forma, más allá del contenido en sí mismo, lo cual era insólito en la literatura dominicana, preocupada por intereses sociales arrastrados desde la Era de Trujillo, la revolución de abril del 65 y la posterior invasión norteamericana del mismo año (tenemos, claro está, una generación literaria nacional llamada Generación de Posguerra), los doce años de la dictadura ilustrada de Joaquín Balaguer.
 El escritor, entonces, se enfrenta a un dilema que comparte con autores de su propia generación, o anteriores, como Andrés L. Mateo, o poetas como Franklin Mieses Burgos: decidirse por una literatura de contenido social, debido a un humanismo intrínseco a estos autores («éramos, sobre todo, contestatarios», escribe René en algún lado), y al mismo tiempo enfrentarse al desencanto y al pesimismo de la época, que lleva al existencialismo y a lo ontológico. Por supuesto, en este caso gana lo existencial, lo individual, independientemente de que, como telón de fondo, como atmósfera, aparezca la realidad de un país en constante ebullición social. René, con sus cuentos de factura impecable, con personajes preocupados más bien por su efímera satisfacción sexual, la insatisfacción ideológica, su seguridad económica, la contemplación de la realidad sin decidirse a actuar, la insatisfacción normal por la democracia que tanto se anheló y que descubrimos de pronto su imperfección, se convirtió en profeta en esa década. Escrita con una pulcritud luminosa, el ambiente de su obra es urbano, clase media. Su lenguaje es ambiguo, no da nada por sentado, se encuentra cómodo en una relatividad que hoy día nos parece tan auténtica como en ese momento se nos mostraba tan nueva y extraña. No sabemos nada, lo que creíamos establecido y puro quizás no lo es tanto. En “Su nombre, Julia”, la única preocupación real del narrador es esa mujer que es posible que ni siquiera exista.
El mal del tiempo, una novela que realmente no lo es, es un diario en el cual los capítulos representan los días del protagonista, pero los títulos no se corresponden con los nombres de las fechas, los meses o los años: uno se llama “Cola de pez”, otro “Desmedida mesura”, otro “Madrugada remota”. Es como si el autor quisiese reducir (o ampliar) toda su vida a lo poético, al lenguaje. Aún en las entrevistas que ofrece, René trata de ser ambiguo, de que no sepamos quién es, de que cada respuesta sea prácticamente literatura llevada hasta su estado más puro, hasta el nivel del poema, que no necesita ni siquiera de la realidad para ser algo. Ya pasaron los días en los cuales sus títulos intentaban acercarse a la obra de Julio Cortázar (Todos los juegos el juego, por ejemplo); es decir, homenajear a un clásico admirado por el autor. Todos los juegos el juego es un acercamiento lúdico a los libros de Cortázar, en especial a Historias de Cronopios y de Famas, y no especialmente a aquél al que refiere su título (es decir, Todos los fuegos el fuego); no es sólo homenaje, creo yo, ni reescritura, sino juego formal que lanza continuos guiños al lector de ambos escritores. Ya pasaron los días de la juventud que se despreocupa y al mismo tiempo es rebelde sin objetivos: su obra, fiel a sí misma, mantiene una coherencia que se encuentra más bien en el lenguaje, pero al mismo tiempo ha alcanzado una madurez que no deja de recordarnos que toda literatura es poesía. Aún en los títulos de sus libros puede apreciarse este afán: Betún melancolía, Canciones rosa para una niña gris metal, Probablemente es virgen, todavía, Tizne de nubes. El placer de la lectura es total porque todo es lenguaje. La obra de René es divertimento y seriedad, compromiso y rebeldía. Sus poemas, sus cuentos, sus novelas, sus artículos, sus prólogos, sus reseñas de libros en la revista Arquitexto, sus respuestas a las entrevistas (que innegablemente forman parte de su obra literaria, creo yo), profesan un humor que transmite, al mismo tiempo, algo de tristeza, de melancolía y de desencanto. El principio de El mal del tiempo lo aclara con creces: «Comienzo el día oyendo música. A eso de las ocho de la mañana, sintonizo mi absurda existencia con Cristal Europa». Ese libro es característico en cuanto a lo que quiero explicar: la historia transcurre durante los duros doce años de Balaguer, pero aunque el autor intenta que nos interese lo que sucede fuera de sí mismo, es decir, el convulsionado ambiente social, con invasiones guerrilleras, asesinatos políticos y represión policial incluidos, lo importante es la propia existencia, el interior melancólico del personaje, que todo lo contempla pero no actúa. El escritor puro. El cronista puro.





II


Pero, al mismo tiempo, René es un adorador. Las relaciones entre parejas, su tema preferido y por lo tanto reiterativo, se nos muestra como una forma de redención. En su caso es un adorador de la figura femenina, de las mujeres cuyos nombres se repiten en diferentes libros y cuentos (Laura, Julia, Claudia, muchas más), y cuya necesidad suponemos que se encuentra más allá de una finalidad literaria. El amor como una forma de redención, pero al mismo tiempo (y quizás debido a esto) la idealización de la figura femenina, lo que podría significar que no es sólo La Mujer, sino una meta, un símbolo. Pocas veces las relaciones amorosas han tenido un perseguidor tan vehemente, hasta el punto de que ha dedicado un libro completo (El nombre olvidado, publicado por Ediciones Callejón, San Juan, Puerto Rico, 2015) a la figura femenina, del cual se han extraído tres cuentos para esta antología: “Juana”, “Nathalie” y “Keiko”, aunque estas relaciones se repiten en otros libros, como en “Con Julia en LA”, de su libro Solo de flauta (2013), “Perseguir a Rita”, de El diablo sabe por diablo (1998), “Desesperadamente buscando a Claudia”, de La radio y otros boleros (1996), “Su nombre Julia”, del libro del mismo nombre (1991), etc., de modo que podríamos hacer otra antología con los cuentos dedicados sólo a estas relaciones en las que el amor o el desamor juegan un papel central, dominadas por la figura idealizada de unas mujeres que quizás son la misma mujer con nombres diferentes en circunstancias diferentes, perseguidas por hombres solitarios que enmascaran sus vidas en las vidas de estas mujeres que, quizás (seamos osados), son inexistentes. Puesto que en realidad son, si lo pensamos bien, simplemente lenguaje.
Ya sabemos que el género principal de René es el cuento, al cual se ha dedicado con más vehemencia que la novela o la poesía, aunque sus novelas parecen unir algunos géneros como el diario, las memorias o el mismo cuento, pero René Rodríguez Soriano es, por encima de cualquier otra cosa, un cuentista. Por este motivo he querido recopilar estos cuentos que son representativos de una obra más amplia, de una forma de contar impoluta. La dificultad al escoger cuáles textos llenarían “Jugar al Sol”, residió precisamente en esto: no se escogieron los cuentos atendiendo sólo a su calidad formal, puesto que debimos entonces escogerlos casi todos, sino a su representatividad, a que transmiten una idea precisa al lector de una forma de narrar, la del autor, placentera antes que nada en la forma, independientemente de la historia que se cuenta, lo cual parece en desuso hoy día. Esperamos con sinceridad habernos acercado apenas un poco a este objetivo.
Los textos escogidos están colocados en orden cronológico, lo que al mismo tiempo sirve para mostrar al lector la evolución del escritor a través de cada uno de sus libros. Debajo, en una pequeña nota, se encuentra consignado el libro al que pertenecen y el año en que fue publicado. Empezamos con su primer libro, Todos los Juegos el Juego (1986) y concluimos con el más reciente, El Nombre olvidado (2015). En medio, cinco libros más que componen el total de una obra cuentística influida notablemente por la poesía y por lo tanto por la transmisión de emociones más que de historias. Espero que también se tome en cuenta, al leer los cuentos escogidos, esta última especulación de lector agradecido.


III


A veces se nos olvida que estamos ante un autor completamente maduro, un individuo de 66 años de edad que tampoco lo parece, debido a su personalidad y a su literatura, siempre fresca; un escritor que estructura sus libros de manera tal que cada uno parece un primer libro. Uno de los más recientes, Solo de flauta, está compuesto por poemas, cuentos muy breves, ejercicios de la memoria (toda buena literatura es un ejercicio de la memoria) y de la forma. Su obra refleja una dominicanidad que no tiene nada que ver con nacionalismos o intereses sociales, sino con las palabras: palabras nuevas (por lo menos nuevas para la literatura), caribeñas y dominicanas, que el autor incorpora a sus narraciones y poemas porque expresan novedad y belleza. Explica René: «Vivíamos al borde, jugábamos vistilla en las aceras, siempre cuidándonos para no ser arrollados por el tránsito. Crecimos a contrapelo de la hora y el azar. Éramos, sobre todo, contestatarios. Nadábamos contra la corriente y leíamos más que nada, leíamos en los márgenes, entre la realidad y el sueño, siempre a la espera del asueto». René no es un escritor de 66 años cuántas veces se nos olvida su verdadera edad, sino un treintañero que siempre está leyendo a recientes narradores, jóvenes o no; que siempre busca algo nuevo qué comentar o qué contar. Esta frescura es intrínseca a su propia forma de escribir.
Ahora entiendo el mensaje subliminal de una obra que, como le he confesado al propio René, es única en la literatura dominicana; única en el sentido de singular, y que al mismo tiempo es difícil de imitar debido a la calidad de su escritura. Estas palabras (ambiguas también, intentando interpretar lo inaprensible) que intentan prologar “Jugar al Sol: más de 13 cuentos de René Rodríguez Soriano”, sólo pretenden que el lector se acerque a una obra que quizás ya conoce, pero que debe ser leída como toda obra importante lo merece: sin respeto, con placer, con una sonrisa, sin piedad, con humildad y con pasión.


Máximo Vega
Santiago de los Caballeros, 2016.

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los nuevos-viejos libros de José Alcántara Almánzar

Hemos recibido los libros "Viaje al otro mundo" y "Callejón sin salida", del escritor dominicano y Premio Nacional de Literatura José Alcántara Almánzar. Por supuesto, son dos libros de cuentos, puesto que José Alcántara es esencialmente cuentista, crítico y ensayista. Y lo interesante es que estos libros tienen ya muchos años de haber sido publicados, uno de ellos más de cuarenta años, y sin embargo leemos sus cuentos y parece que hubiesen sido escritos ayer. José Alcántara Almánzar, autor de dos cuentos de culto, "La reina y su secreto" y "Con papá en casa de madame Sophie", que se encuentran en sus libros "Las máscaras de la seducción" y "Testimonios y profanaciones", respectivamente, además de ser un crítico mordaz es también muy riguroso con su obra. En este caso, estas reediciones las ha realizado editorial Santuario, y nos sentimos orgullosos y privilegiados de que José Alcántara nos haya enviado dos ejemplares, los cuales comentaremos con más detenimiento más adelante. Lo que sí queremos hacer notar es que estos dos libros se encuentran en las librerías nacionales, a precios más que asequibles, y que es bueno de vez en cuando leer a un autor de factura impecable, sobre todo para aquellos jóvenes que quieren empezar a escribir leyendo a un escritor que nunca los defraudará. Así que enhorabuena a José Alcántara, a la editorial Santuario, que está haciendo un trabajo que debería hacer el ministerio de cultura, pero que no lo hace, y a los lectores de estos dos libros, que nos han atrapado nada más abrir la primera página (claro, debo consignar que ya hace mucho tiempo, cuando era mucho más joven, leí "Las máscaras de la seducción", "Testimonios y profanaciones" y "La carne estremecida", tres clásicos de la cuentística dominicana).

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