“El Lado Oscuro del Corazón” (Eliseo Subiela,
1992) es una película que contiene una trampa. Puesto que no sabemos si la
consideramos una cinta de culto exclusivamente por sus virtudes
cinematográficas, o porque cuenta la historia de un poeta maldito –pobre,
anónimo, bohemio, melancólico- cuya vida es muy parecida a la de otros
escritores anónimos (desde Juan Carlos
Onetti, desconocido en la primera mitad de su vida, hasta Oliverio Girondo, un
poeta que no ha encontrado aún, a pesar
de su tremenda popularidad entre los jóvenes, el reconocimiento de
cierta “crítica”). Si Oliverio, el nombre del personaje poeta, Oliverio a
secas, puesto que nunca conocemos su
apellido, no se pareciera tanto a cualquier poeta latinoamericano, ¿nos seduciría
tanto la película? Si el poeta no caminara por la calle como un ángel
desastrado cuya gabardina agita constantemente el viento de Buenos Aires o de
Montevideo, como las alas negras de alguien que busca una mujer que sea capaz de acompañarlo a volar, y luego
persigue a La Muerte
hiriéndola con unos versos de Girondo, ¿nos sentiríamos tan identificados con la
historia? Sin los poemas de Gelman, de Benedetti, de
Girondo –dos argentinos y un uruguayo-, que el protagonista repite como si
fuesen suyos, es posible que la película
no tuviese una atracción tan
hipnótica en nosotros. No podemos evitarlo: no podemos salirnos de nosotros
mismos y percibir las cosas desde fuera, como si no fuésemos escritores. En
este caso somos completamente parciales. Vemos en el personaje principal a
Dionisio López Cabral, a Ramón Peralta, a Pastor de Moya o a Jim Ferdinand. A
Puro Tejada, a Andrés Acevedo. Oliverio, que tiene el nombre del Girondo poeta
de la vida real, trabaja en publicidad como Juan Carlos Onetti, y, como Onetti,
viaja de Uruguay a la
Argentina , y de Argentina a Uruguay. Se detiene a escuchar
una canción de Fito Páez, le reclama a La Muerte enamorada. Del Lado Oscuro de Nuestro
Corazón hacia la luz de la poesía, desde
Subiela Mirando al Sudeste (¿qué
lugar misterioso queda hacia el Sudeste, de todas maneras?) hasta el descubrimiento de unos versos ya
inolvidables de un poeta de culto como Girondo: basta que alguien me piense/para ser un recuerdo.
Pero, al mismo tiempo, la película transmite una presencia
melancólica puramente visual: Oliverio
se saca el corazón y se lo entrega,
ensangrentado, a su amada; ambos vuelan, haciendo el amor, sobre las calles encendidas de
Buenos Aires; la fotografía en colores oscuros; los personajes que siempre se
visten de negro o de gris; la ciudad nocturna, ventosa o lluviosa. “Hombre
Mirando al Sudeste”, su película de
culto anterior, era sólo un aviso de lo
que vendría. El Lado Oscuro del Corazón –que es una película de culto, no una
obra maestra- demuestra la solidez, la originalidad, la fortaleza de un tipo de
cine latinoamericano que no debe parecerse, y que tampoco le debe nada, al cine
norteamericano, al coreano, al inglés o al chino. Un cine propio que no tiene
nada que ver con paisajes exóticos, territorios llenos de pobreza o religiones
violentas y extrañas.
http://www.amazon.com/dp/B00MWDR02O