Historia de un cronopio fantasma



Basilio Belliard

René sabe a qué ha venido. Vino de las verdes alturas de la isla a fundar una Mediaisla virtual, como atalaya para mirar el presente de las letras nacionales desde el ciberespacio. Esta bitácora funciona para medir la temperatura letrada de la atmósfera dominicana y caribeña. Desde  Constanza conquistó la ciudad capital, a golpe de cuentos y poemas, y desde el trajín publicitario demostró que se puede sobrevivir sin claudicar a los imperativos materiales de la vida cotidiana, con sus vaivenes alucinantes.  Cargado de juegos, supo -como pocos- sacarle partido a los juguetes infantiles y los trocó en materia de ficción. Lo asimiló de Cortázar, con quien aprendió a jugar con cronopios a la fama del destino. Aprendió a jugar a escribir a dos y a tres voces, con Plinio y Ramón y Rafael, hasta conformar una tribu cómplice y sensible en la invención de tramas narrativas. Es el gran sobreviviente del grupo “Y… punto”, después de formar la trilogía de las tres R con Ramón y Rafael. René supo, como un gaviero, cuando le llegó el turno de volar -o de zarpar- a tierras americanas, a conquistar la Florida y luego el sur norteamericano, como un Billy the Kid, o a sublevarse como un Jerónimo. 
René vino al mundo de las letras con armas a tomar, pues se sabía escritor, o más bien, narrador de cotidianidades. Con inusual carga de ironía y pasión melancólica, René ha tejido una obra narrativa y poética engarzada por los hilos invisibles del juego y la parodia. Sus títulos son una tomadura de pelos a la tradición y una mueca a la seriedad del oficio literario. Sus textos obedecen a un diseño narrativo que pone las letras en juego: en vilo y en jaque. Este autor ha fundado una mitología con su personalidad creativa y una autoparodia con su estilo literario, en la narrativa y la poesía dominicanas de las últimas tres décadas.
René es uno y es múltiple. O lo uno y lo otro. Empezó a jugar a tener la influencia de Cortázar, pero ya a nadie le cabe la duda de que su temperamento lúdico lo ha conducido a formar una red de cuentos, minicuentos, minificciones, hipertextos, microtextos, novelas cortas, noveletas, poemas cortos de humor largo, que lo sitúan en la arista de los autores inclasificables de nuestro parnaso literario. Acaso René es uno de los precursores de la posmodernidad literaria, pues desde los años 80 viene experimentando con recursos intertextuales y paratextuales, y demás medios visuales y gráficos, quizás imbuidos de su discurso publicitario y su imaginario mercadológico. Como un dadaísta que deshoja todo y lo trastoca todo, o un postsurrealista en estado puro, René ha experimentado con artículos de consumo masivo, como un artista del pop art, haciendo collages que emplea como recursos extraliterarios en la búsqueda de  sentidos visuales a la página escrita.      
René pertenece por derecho propio a la tribu de René del Risco, Efraim Castillo, Enriquillo Sánchez, Pedro Pablo Fernández y Adrian Javier, esos publicistas de las letras que han cabalgado a caballo entre el mundo de las agencias publicitarias y la biblioteca personal, con una antorcha vanguardista y con miradas incendiarios.
Estas pinceladas -que pretenden ser celebratorias- buscan hacer un llamado a la crítica dominicana, en el sentido de prestarle atención con mirada de entomólogo al discurso, al habla y a la obra provocadora, irónica, paródica y cínica de René, quien ha escrito siempre muerto de la risa, aunque con cara de madera y rostro infantil. Pero la ironía que maneja, y perfilan sus páginas, destilan el vinagre de la crítica irreverente a una tradición narrativa costumbrista, folclórica y rural, y luego urbana, que bosteza ya un aliento abúlico.
René siempre se renueva. Su travesía literaria se transforma y revitaliza al son  de nuevas generaciones, a tono con la respiración de la ciudad y en diálogo productivo entre ultramar y el corazón de la mediaisla. Su impronta narrativa tiene una factura que pendula entre la nostalgia y la ironía, la melancolía bucólica y la sordidez citadina, el humor negro y el desarraigo existencial. Sus páginas son un desfile de máscaras que rinden  homenaje a la radio, la TV, el comics, el rock, el jazz, la pop music y el bolero. Así pues, nos da un tono epocal, que revelan sus gustos y aficiones, preferencias y cavilaciones de su mundo onírico, con sus fantasías lúdicas y sus vigilias melancólicas.
Melómano y cinéfilo, con estatura de jugador de baloncesto (que lo fue), René ha sabido ensartar el lápiz para dibujarnos, con pulso de músico, el mapa de los avatares cotidianos, en una travesía desde la provincia hasta la ciudad, y desde la tierra nativa hasta el país del norte. Este cuentista, novelista, ensayista y poeta es un prosista desobediente, que navega en los límites de los estilos y los géneros literarios, con una libertad proverbial, con que les hace una jugarreta a los críticos. 
Músico de las palabras, que sabe jugar con los sonidos de las frases, en la búsqueda de armonía, melodía y ritmo, en su tenaz pasión por los acordes, René huye del pensamiento como el diablo a la cruz. Prefiere jugar. O jugar a pensar. No quiere tampoco jugar a la verdad, sino jugar a las palabras, en una rayuela en blanco y negro. Nada sin mojarse la piel, y prefiere jugar a escribir en un ejercicio coqueto de lectura. Escribe con una flauta en la boca y un pincel en los ojos. Su puntuación la aprendió de los dibujos pintados de Joan Miro y los bosques naif del aduanero Henri Rousseau, tirando por la borda las leyes de la perspectiva lineal para fundar así una prosa neutra. La razón dialéctica de René radica en el apotegma que descabeza al de su tocayo Descartes, y que sería algo así como: “Sueño, luego escribo”, en lugar de “Pienso, luego existo”. De ese modo, se sumerge en la ensoñación primitiva para jugar a escribir, en una prosa degenerada, es decir, sin género, pues huye de las formas, aunque no de las palabras, a las que ama y por las que se desvela como un navegante insomne.
Sus textos narrativos son una prolongación de su poesía; su prosa de imaginación posee la elaboración de una sustancia que le insufla aliento lírico a sus imágenes connotativas. René escribe con mirada y corazón de niño, en una escritura del instante, y con los materiales que evoca con su ficción nostálgica: en cuadernos, libros, anuncios, noticias, notas, libreta de apuntes, lápices, fotos, cartas, canciones, apuntes de diarios... Sus cuentos provienen de su paleta de colores. Sus composiciones narrativas son pues conciertos de instrumentos de viento, percusión y cuerda que suenan y resuenan en los intersticios de las palabras, en medio de los silencios y los timbres de su voz literaria, irreverente e inclasificable. La musicalidad de sus textos brota de su estilo preciosista. De ahí que en todos sus libros la música ocupa el centro de gravedad de su imaginario ficcional. Ludismo, erotismo y hermetismo, en los textos narrativos de René sobrevuela la memoria, con sus efluvios, fluctuaciones y reverberaciones, que van del recuerdo a la fiesta, en una contemplación alucinante de su acto verbal.
René ha sabido pues alimentarse siempre de la música de las palabras de la infancia. Muchos de sus personajes asumen la voz del pueblo, que es, en cierto sentido,  la voz de René, mediante diálogos postizos y ficticios. Sus poemas son apuntes, esbozos, borradores eternos y tachaduras que provienen de su percepción del paisaje literario, en el que las palabras maduran en un movimiento de la ensoñación. Greguerías, escritura automática, aforismos y bocetos de presencias fantásticas y reminiscencias oníricas, la obra de René Rodríguez Soriano merodea a “tientos y trotes”, como un pez en el agua, entre la poesía y la ficción, el juego y el sueño. 
Sus malabarismos poéticos, sus fraseos, sus giros fonéticos y aliteraciones sintácticas se insertan en una poética narrativa, de tono autobiográfico, en ocasiones, y, en otras, de matices dialógicos, donde desfilan personajes reales, ficticios y familiares. De su registro sensible y de su mundo creativo de personajes nos quedan en nuestras memorias Laura, Julia, Rita, Claudia, Bianca, y un rosario de voces femeninas que pueblan su nostalgia amorosa. René nos invita a escuchar los ecos y la música de sus tambores celestes, a veces en clave mallarmeana o en tonos cortazarianos.
René explota el habla dominicana y capta así su doble sentido y su humor, y funda una intrépida jerga  de vocablos inventados, invertidos y trastocados. De ese modo, crea una gramática lúdica de la pasión y una sintaxis del sueño. Inventa un lenguaje sin lengua, es decir, una expresión verbal que transgrede la forma instrumental de escritura -vale decir: un lenguaje deslenguado. En una palabra: una prosa narrativa con voluntad de estilo muy personal, y en un ritmo vertiginoso. El sueño de René reside en escribir una prosa sin silencio, o donde el silencio ha de ser llenado por la música. Su utopía narrativa consiste en ocupar el vacío de la página con la plenitud del sonido de sus palabras.
René se fue con su música a otro lado y quedó no solo su música verbal, sino además, su musa memoriosa. Este narrador-poeta urde sus tramas y sus anécdotas en un viaje fantástico a través de la niñez para matar la soledad. Si hay un autor que escribe para conjurar la soledad ese es René, pues las letras de su escritura expresan justamente la consagración de una puesta en crisis del tiempo de lo escrito. Su empresa verbal opera aquí como mecanismo de redención de su ser temporal para abolir la angustia y negar la nada, que es la razón vital de todo estado de angustia existencial.
René goza escribir y se goza la palabra. Arma y desarma los juguetes con los que inventa y crea sus artefactos verbales. Así pues, se divierte como nadie, o como solo él sabe hacerlo: haciéndole un guiño a la forma de narrar y sacándole la lengua a la expresión poética. Sus monólogos interiores y prosa poética funcionan como compases de las anécdotas cotidianas. Su arte poético reside en un acto de construcción y reconstrucción de recuerdos temporales, con que le da sentido a su mundo narrativo. La vigilia que alimenta sus elucubraciones se bifurca en impulsos de aire que se disipan en los vericuetos de la mitología de lo real.          
A la manera de los poetas románticos, René ama la noche más que el día, siente nostalgia del pasado, de la experiencia y del paraíso. “Si el día es bello, la noche es sublime”, diría con Kant. O contemporizaría con Hölderlin cuando este sentenció: “El hombre es un dios cuando sueña y un mendigo cuando piensa”. De ahí la huída de René al pensamiento y su refugio en el mundo del sueño. De ahí además, el pavor a la verdad adulta y su reposo en las ensoñaciones de la inocencia.
 Oigamos a René, oigamos un solo de flauta suyo y vámonos con su música a oír la melodía de su prosa, que le huye al tedio.

VII Feria del Libro Dominicano, Nueva York 2013

LOS MEJORES CUENTISTAS DOMINICANOS CONTEMPORANEOS


(también visitar: lista de cuentistas dominicanos)


   Para empezar, vamos a compartir con ustedes uno de los conceptos, uno de tantos, de la palabra “cultura”: Cultura es, en esencia, una visión del mundo, o un sistema de valores propio de una época o de un pueblo. La cultura es, por lo tanto, sinónimo de civilización. Ahora que se defiende con tanta vehemencia la educación formal, es decir la educación en las escuelas y las universidades, es bueno también reivindicar estos significados de la palabra “cultura”, puesto que, de acuerdo a esta definición sencilla y breve, sin cultura no hay educación. La educación, unida a la cultura, crea una visión de lo que somos, con nuestros defectos, virtudes y ambigüedades, y puede darnos una idea de lo que queremos ser, una idea de futuro, un plan. Es decir, así como defendemos a rajatabla la inversión en la educación, también debemos defender la inversión en cultura, puesto que no existe una sin la otra.
   Esto viene al caso debido a que en la noche de hoy se pone a circular un libro llamado “Los MejoresCuentistas Dominicanos”, una antología de cuentos compilada por Avelino Stanley con prólogo de Angel Lockward, que ya había sido editada anteriormente en Colombia con el nombre “Ruptura del Límite”, por Cangrejo Editores, una editorial colombiana, que también publicó otros libros de autores dominicanos. Recuerdo que ese volumen me fue entregado personalmente por Avelino Stanley el día de un concierto de Silvio Rodríguez, un libro bellamente editado, primorosamente impreso. En el caso de esta segunda edición nacional, se ha agregado una serie de escritores, cinco para ser exactos, que no se encontraban en la edición colombiana, como el propio Avelino y el señor Lockward, y otros más. El libro abre con los escritores a partir de la Generación del 60, empezando con un cuento de Armando Almánzar Rodríguez, que es el más viejo de los escritores, y termina con la más joven, de la llamada “Generación de la Internet”, Mercedes Cheheen. Realiza un periplo a través del cuento dominicano a partir de la generación del 60, como ya hemos dicho, y continúa con la generación del 80 y al final la generación de la Internet. En el estudio que realiza Avelino Stanley al principio de la obra, él explica los parámetros escogidos para dividir las diferentes generaciones, lo cual casi siempre genera polémica, puesto que divide las generaciones vivas en tres, obviando para los fines de esta antología, por ejemplo, la llamada generación del 65 o la generación de fin de siglo. Además, hace un estudio de la narrativa corta dominicana, empezando por los inicios en el siglo XIX, sus figuras representativas, etc., y nos explica cuáles han sido los criterios utilizados para la escogencia de los autores: Deben estar vivos, nos dice Avelino, deben estar activos, y deben tener por lo menos un libro publicado. Esta edición se encuentra dedicada a Arturo Rodríguez Fernández, quien lamentablemente falleció en el período entre la primera y la segunda edición y que, por lo tanto, su cuento fue eliminado de la antología actual.
   Lo que emparenta mis palabras iniciales con el contenido del libro es lo siguiente: a través de la visión profunda de los escritores, es decir, a través del manejo del lenguaje, notamos cómo ha ido cambiando la forma de escribir de nuestros autores, y podríamos decir también cómo ha ido variando la forma del ser dominicano en la sociedad, la vida, la realidad. Es decir, la conexión con la cultura, con su cultura, con nuestra civilización. Desde los escritores de la generación del 60, con sus historias muchas veces de contenido ideológico y de rebelión social, pasando por el inicio del desencanto en la generación del 80 y al final la aparición de las tecnologías y un lenguaje y una vida más crudos en la generación de la Internet. Podemos repasar la vida dominicana a través de estos cuentos, nuestras vicisitudes individuales y colectivas, incluso podemos hacer un simple ejercicio con la obra y notar que, mientras en la generación del 60 se tenía una visión más social y colectiva en las historias, en las que muchas veces aparece una vida sometida a la tiranía o a lo militar (es curioso que casi todos los cuentos de esta generación sucedan con personajes policías o militares), en la generación del 80 y en la de la Internet se escribe desde el narcisismo, la individualidad, la soledad extrema, casi como si el escritor escribiera para sí mismo, lo cual es más notable aún en los escritores mucho más jóvenes. Y también podemos notar lo siguiente, lo cual me parece sumamente importante: la tremenda calidad de los escritores dominicanos, lo que desmiente la idea equivocada, injusta, de que la literatura dominicana tiene problemas con la internacionalización debido a su poca calidad, incluso debido a sus escasos escritores. Y debemos recordar que en este libro no se encuentran René del Risco, Miguel Alfonseca, Virgilio Díaz Grullón, Juan Bosch, Tomás Hernández Franco, que también fue cuentista, Ramón Marrero Aristy, etc., etc., porque, como se divulga en las palabras de Avelino, han fallecido y no cumplen con los parámetros de la antología. Pero si pensamos en la cantidad de escritores que tiene este volumen, una cantidad extraordinaria con cuentistas que yo incluso no conocía, que nunca había leído, entonces debemos convenir en que realmente esta es una obra de envergadura. Me parece que pocas veces antes una obra había sido tan plural en el sentido de compilar a una cantidad tan grande de escritores. Aquí podemos encontrar narradores de la llamada diáspora, sobre todo cuentistas que viven en los Estados Unidos, sobre todo en Nueva York; escritores de las provincias; escritores muy jóvenes; cuentistas que tienen al menos un libro publicado y que quizás no han publicado más debido a las dificultades que presenta la labor literaria en nuestro país, pero que merecen estar en una antología de este tipo debido a su calidad. He leído cuentos magníficos de autores absolutamente desconocidos. He leído cuentos magníficos de autores conocidísimos y multipremiados, como Pedro Peix o José Alcántara Almánzar, cuentos escritos por jóvenes amigos como Johanna Díaz o Manuel Llibre o José Acosta, que vive en Nueva York, cuentos de Angel Lockward, en fin, de una serie de autores que forman parte ya de la historia de la literatura dominicana, o que muy pronto entrarán a ese círculo tan esquivo.
   Por supuesto, faltan nombres, como en toda antología. Varios nombres, lo que significa que existen más escritores de calidad. Y si faltan nombres significa que somos muchos. Por eso me gustaría repetir en estos momentos mis palabras iniciales, en cuanto a la importancia de la cultura. Este libro será entregado para ser leído en las escuelas, en las universidades, ya tiene un recorrido internacional importante. Si alguien quiere saber lo que somos, cómo somos, de qué forma actuamos, en este país mestizo, promiscuo, sin identidades arraigadas, entonces lo sabremos leyendo este libro de cuentos. Somos violentos, fantasmosos y brutales, como en el cuento de Pedro Peix. Habitantes de una sociedad absurda e injusta, como en el cuento de Martín Paulino. Sarcásticos e irónicos, como en el de Manuel Llibre. La cultura debe ser sostenida, como se sostiene la educación, como debe sostenerse todo aquello que nos hace mejores. No debemos estar siempre cojos de una pata. Todos estos escritores dominicanos nos definen a través de las palabras, a través del lenguaje. Representan una dominicanidad, aún aquellos que intentan ser universales. Definen nuestra sociedad, nuestra individualidad, y una forma específica de hacer literatura, que es la nuestra, en un país de gente que vive muy lúdicamente y que le gusta disfrutar de la vida, pero manifestando al mismo tiempo un fatalismo que es propio de todos los caribeños. Así que agradecemos a Avelino Stanley y a Angel Lockward que se hayan interesado en realizar la primera edición colombiana de este libro, y que ahora esta edición dominicana empiece su viaje a través de las escuelas, los colegios, las universidades y los lectores dominicanos. 


(Palabras en  la puesta en circulación del libro "Los Mejores Cuentistas Dominicanos Contemporáneos", compilada por Avelino Stanley).

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La Marca de los Angeles


Ojos, muchos, que miran al espectador; un corazón colgando como un pendiente; velones encendidos y enormes; imágenes religiosas, sincréticas, que tienen que ver con la idea dominicana de nuestro angelario particular. San Miguel, Ogún Balenyó, Belié Belcán, san Santiago, algunas entidades africanas mezcladas con los reales arcángeles europeos. Serafines, querubines, ángeles, espíritus celestes, heredados de los cupidos romanos y del arte menor de la Edad Media. Claudio Pacheco, luego de aquella aventura con los Quijotes Caribeños, en la cual veíamos al Ingenioso Hidalgo y a Sancho Panza paseándose por los paisajes cibaeños, nos muestra las imágenes trastocadas de estos ángeles rodeados de ojos que miran entre las nubes, como el ojo de Dios, el triángulo que representa precisamente al Creador, encima del halo católico que también representa a un santo, a una figura religiosa. Incluso nos muestra unas alas emplumadas, una figura que simboliza la religiosidad popular, observada atentamente por esos ojos que cada vez más se nos parecen a los ojos de Dios.

Con la presencia pura, viva y caliente del color que tanto identifica la pintura del artista, estos cuadros de este pintor de Santiago que crea con una intensidad febril, obsesiva, se nos aparecen simbolizando el sincretismo religioso dominicano, o lo que es lo mismo, nuestro mestizaje ancestral, decidido desde el momento en que nos invadió el Imperio Español hace más de medio milenio. A partir de ese momento los habitantes de la isla empezaron a ser otra cosa. Cambiaron a la fuerza. Esa riqueza mestiza que nos hace tan particulares, porque después de todo nos identifica como caribeños, africanos exiliados en las antillas mezclados con europeos y uno que otro indígena que ligó su sangre hasta desaparecer por completo, nos hace precisamente más ricos. No debemos olvidar que el Caribe es identificado sobre todo por la aparición del esclavo africano, por la presencia tan fuerte de sus costumbres, su mitología y su cultura expansiva, alegre y musical, llena de pompa, sonrisa y movimiento. Porque estas preocupaciones del pintor tienen que ver además con sus intereses en otras ramas del arte, como por ejemplo en la música, a la que se ha dedicado últimamente. Y si unimos esta manifestación sincrética tan poderosa en nuestra identidad con la religiosidad popular, entonces tendremos los cuadros de Claudio Pacheco, con el triángulo de Dios como el ojo protector que nos observa, y que sabe todo lo que hacemos. 

Reflexión


Reflexión sobre la miserable estandarización del mundo, que bajo la directriz de los núcleos del poder económico, ha eliminado especies e ideologías, empobreciendo el pensamiento y las costumbres de la colectividad, hasta imponer una generalizada mediocridad planetaria

Por Gonzalo Márquez Cristo

Comenzaba el verano de 2006 en Portugal y una manifestación se tomaba las calles de Lisboa con la consigna de proteger algunos frutos proscritos por la Comunidad Europea, cuyo gobierno central determinaba cuáles productos debía proveer el país a la pretendida autosuficiencia continental. Marchamos durante algunas cuadras con el poeta Casimiro de Brito acompañando una horda de seres disfrazados de semillas y de flores. Los manifestantes sospechaban que meses después eliminarían del planeta algunas de las maravillosas ofrendas de la naturaleza a esa bella tierra, preciadas durante siglos, porque existía la imposición económica inobjetable de cultivar una sola variedad de naranja (Tangelo), o una de manzana (Red Delicious), tal como en América Latina y África fuimos condenados a sembrar extensivamente la Palma Africana cuyo vil destino es la fabricación de combustible, y que como se sabe, fue una determinación errática que ha multiplicado el hambre en Nigeria y Camerún, provocando adicionalmente un gran daño a la biodiversidad planetaria.
Cuando el mundo tiende a la estandarización y se impone un patrón global que es el del medio (léase mediocridad) es importante prepararse para un culturicidio.
Cuando todo el planeta viste jean y se alimenta de comidas rápidas, cuando hordas de turistas atraviesan el Museo de Louvre siguiendo la flecha que lleva directamente a la Monalisa –sin detenerse a contemplar ninguna de las otras obras maestras que iluminan ese templo del arte–, cuando El proceso de Kafka parece un dulce sueño al lado de la incomparable pesadilla que ha erigido la burocracia obstinada en detener el mundo, cuando el pensamiento del ciudadano común ha sido secuestrado como lo demuestra la reciente encuesta convocada por History Chanel para elegir al colombiano más destacado de todos los tiempos, donde 400 mil personas votaron por uno de nuestros más aciagos políticos –mientras solo 4.000 lo hicieron por Antonio Nariño o Gabriel García Márquez–, ya no es posible creer en el advenimiento de un tiempo mejor.
Las opiniones, las costumbres y hasta las sensaciones han sido estandarizadas. Aquellas delicias que definían el espíritu de nuestras provincias son apenas materia de las evocaciones románticas pues ya han sido abolidas. Los cultivos transgénicos arrasarán muy pronto las plantas nativas cuya selección no resultó rentable para la voracidad neoliberal, y nos preparamos para sembrar sólo cereales manipulados genéticamente (en detrimento de la calidad) y muy pronto para beber –entre otras degradaciones– tequila extraído de un agave modificado, como se informó por los medios, pese a las protestas de los amantes de la planta vivaz.
En un tiempo en que las grandes tendencias son seguidas con devoción por los cazamercados y que todo se produce en China mientras las industrias occidentales han quedado como fantasmales construcciones dedicadas a la abstracción, en un mundo donde las modas culturales se imitan y los direccionamientos del consumo conducen a todos los habitantes a poseer aparatos tecnológicos provistos de los dispositivos necesarios para abolir nuestra intimidad: Redes Sociales, GPS, y todas las herramientas que la Inquisición Virtual ejercida por las potencias o los monopolios de la información deciden imponer, es fácil corroborar que el asesinato del sujeto ha sido consumado.
El “yo soy” debe ser recompuesto. El sujeto (de saber, de poder y desde luego el psicológico) necesita reflejarse, o nacer de la diferencia, y ha sido paradójicamente convertido en espejo. El exterminio de la diversidad es flagrante. Todos los individuos se replican sin encontrar una suerte distintiva, todas las ciudades comienzan a parecerse. En todas partes encontramos similares productos. Los periódicos y noticieros privilegian los mismos insulsos y crueles acontecimientos. Y si excluimos a los ignorantes y perversos políticos que nos gobiernan y a los astros del deporte y la farándula, la única forma en que un ser humano común puede escapar de su destino clonado y acceder a la visibilidad de los medios es por la vía de la violencia, como se corrobora en el matoneo que infesta las instituciones educativas y en los crímenes múltiples que se ejecutan cada vez con mayor frecuencia en los llamados países desarrollados.
Desde el núcleo del dominio se inventó una regulación de la mediocridad que no tiene antecedentes. No en vano nuestra cultura ha sido desahuciada. Las manifestaciones estéticas esenciales agonizan siendo relevadas por el frívolo espectáculo y son los más prestigiosos museos y galerías los encargados de promover sus presencias fugaces. Las editoriales sólo publican obras que cumplen el criterio del entretenimiento o los valores de un positivismo tan perverso como naïf, y la gran industria del cine, hace décadas excluyó toda desequilibrante complejidad de sus filmes.
Y como si esto no bastara, el ensayo, un género que tuvo por ascendiente a Montaigne, también ha sido secuestrado en su medianía, pues la libertad que habita en su etimología latina (que alude a “probar” y a “pesar”), ha sido regulada en nuestros días por una norma foránea, impuesta por laAmerican Psychological Association, que estandariza la imaginación y restringe su especulación crítica, desbroza su ritmo y ocluye las elipsis de este importante género productor de pensamiento.
Todo lo que no ha sido globalizado se encuentra ad portas de desaparecer bajo la “independiente” dictadura del marketing, pero no podemos olvidar que en toda permisibilidad acecha una trampa y que el clamor de libertad siempre antecede a la guillotina. La política, que es uno de los mecanismos radicales de estandarización, impone sus fantoches de turno, su ilusoria democracia, desde un infalible sitial mediático como lo descubriera el Nacional Socialismo.
Y solo nos queda el arte, aquel que no hace concesiones, ni al comercio ni a las modas ni a las ideologías; el secreto, el insumiso...

Rubén Sánchez Féliz



     El libro Un Cuarto Lleno de Anguilas trata un tema común a nuestra diáspora y en sentido general a buena parte de la literatura universal, si lo pensamos bien: la historia de la novela es un viaje físico que al final se convierte en un desplazamiento existencial, un viaje iniciático del protagonista, que al mismo tiempo es el narrador de la historia, un periplo que subvierte toda su vida. El narrador nos cuenta la mudanza que ha tenido que hacer de Chicago hasta Nueva York, dos ciudades dentro de los Estados Unidos que ahora sabemos, porque hemos leído la novela, que son muy diferentes. El narrador, un estudiante que se muda de ciudad porque es necesario para continuar sus estudios, encuentra con este viaje un compromiso social que lo mueve, a la vez que mueve a sus compañeros y a toda la novela hasta el accidentado final: la necesidad de rebelarse contra la invasión norteamericana a Irak. En medio de este viaje comprenderemos las obsesiones, trivialidades y cotidianidades del protagonista, la familia que tuvo que abandonar en Chicago y sus nuevos familiares en Nueva York.
     Pero sobre todo la obra nos cuenta el hastío de un grupo de amigos que se dedican a conversar, a dialogar -prácticamente en la acepción clásica de la palabra-, sobre sus vidas, sus gustos, su pasado, sus aburrimientos y aquello en lo que creen como jóvenes académicos. La mayor parte de la novela se encuentra construida por diálogos entre los personajes, de manera tal que los conocemos muy bien a cada uno de ellos, puesto que el narrador es un oyente excepcional que se dedica a recoger cada una de las conversaciones con sus amigos para transcribirlas a los lectores. Quizás esta novela pueda representar la vida de un grupo de jóvenes estudiantes en la ciudad de Nueva York, inmigrantes o no, y debemos concluir que sus vidas no son especialmente felices. Incluso la manifestación llena de violencia al final de la novela parece tan necesaria para darle algo de excitación a las vidas aparentemente sin sentido de estos jóvenes, que pensamos que ellos se encaminan hacia esta violencia con conocimiento de causa.
     El estudiante se muda a la casa del tío Raúl, donde vive un personaje solitario y huraño llamado Alan. Aparece Amanda, sirvienta y amante. Se describe el ambiente universitario y llegan los amigos cultos. Aparece la ciudad cosmopolita como un personaje más. Por supuesto, mi función aquí no es repetir una historia que ya está contada en la novela.
     Su título original y excéntrico tiene un significado directo dentro de la obra, es decir que no es simbólico ni abstracto. En la historia se explica claramente qué es ese “Cuarto lleno de Anguilas” al cual el título se refiere. El protagonista, quizás precisamente por su ambiente eminentemente académico, se rodea de lectores obsesivos, aprendices de escritores o intelectuales jóvenes que leen a Murakami o a Philip Roth. En toda la novela aparecen una serie de citas sobre autores clásicos o contemporáneos, Dostoyevski, Niestche, Shakespeare, Kenzaburo Oé, Camus, Mishima, etc., o simplemente en algún momento se mencionan sus nombres, aunque no aparece alguna obra, alguna cita o referencia a algún autor dominicano, lo que podría significar, y en esto estoy especulando, que la diáspora dominicana en New York vive de espaldas a su reflejo literario dominicano. Edwige Danticat, por ejemplo, una escritora norteamericana de ascendencia haitiana que vive en los Estados Unidos y escribe en inglés, lo hace manifestando una rabiosa identidad que a veces incluso encuentra en la dominicanidad a un enemigo, así como Junot Díaz o Julia Alvarez que también escriben en inglés acerca de su pasado dominicano, encontrando en su país de origen y en la ruptura de su propia cultura que han tenido que soportar en el seno de la principal potencia del mundo, los temas que les han permitido tener éxito como escritores norteamericanos, pero no ocurre así con los escritores que escriben en español. En un prólogo que escribí para un libro de Rey Andujar que participó precisamente en este mismo concurso en el renglón de cuento, hacía notar cómo el dominicano que escribe en español fuera de su país absorbe la cultura que lo ha acogido, con curiosidad y con una alegría manifiesta por su nomadismo que no puede hallarse fácilmente en otros escritores latinoamericanos, que perciben el exilio económico y cultural con melancolía, incluso con dolor. En los cuentos de Rey Andujar, que apelan a la realidad dominicana tanto como a la puertorriqueña o a la de los Estados Unidos, los países que lo han acogido como ser humano, aparecen Fernandito Villalona pero también Guns N Roses, personajes puramente nacionales pero al mismo tiempo propios de la cultura pop de sus países adoptivos. En la última novela de José Acosta, La Multitud, nos encontramos con la narración de un inmigrante que ha hecho de la ciudad de Nueva York su propia ciudad, de modo que no podríamos decir exactamente si su personaje es norteamericano o latino, aunque la novela se encuentre escrita en español. Es decir, poco a poco existe un extrañamiento de su propia cultura y de su propia identidad, aunque en sus trabajos iniciales se notara la ruptura existencial ante el exilio económico en un país que no es el suyo y que nunca será el suyo. Pero de ninguna manera estoy haciendo una crítica, o estoy haciendo un juicio negativo de la novela. Yo soy un escritor santiaguero, y debo decir que en Santiago, como si se tratara de una ciudad de otro país, no hacemos referencia a escritores de Santo Domingo, lo cual se explica por razones que no son literarias sino personales, propias de un país pequeñísimo como este pero sumamente fragmentado. Más que un escritor dominicano, yo me definiría como un escritor santiaguero, así como un escritor en los Estados Unidos, en Puerto Rico o en Europa se definiría más como un escritor de la diáspora que como un escritor dominicano.
     Este extrañamiento se encuentra indirectamente en esta novela, entre líneas, lo cual parece ser entonces una constante en la literatura escrita en español por la diáspora dominicana que vive en los Estados Unidos. Debe consignarse, sí, que el autor en ningún momento ha sucumbido a la tentación de escribir en spanglish, a no ser en los diálogos, lo cual es inevitable debido a que los personajes deben conversar en una mezcla de español e inglés. Como narrador, el autor se ha cuidado de mantener la narración en español, evitando constantemente, y estoy seguro que de manera consciente, nombrar las cosas con palabras inglesas. La novela se encuentra escrita con frases cortas y descriptivas. Como mencionamos anteriormente, está escrita en primera persona. El autor se preocupa sobre todo de describir, de narrar, obviando las disgresiones innecesarias o las reflexiones inútiles, de forma tal que se encuentra garantizada la narratividad y la intensidad, más aún en una novela corta como ésta. Como lo sugiere su título diferente, la novela recorre un camino preciso hasta el final, que es abrupto, casi como un cuento largo, basado en diálogos entre los amigos, transformando situaciones perfectamente cotidianas en sucesos resaltables. Porque lo que sucede en la novela no es necesariamente extraordinario. El protagonista convierte su mudanza en un viaje existencial porque de cierta forma la ciudad en la que empieza a vivir se lo exige. Si se hubiese quedado en Chicago, lo que le sucede al final de la historia no le hubiese acontecido. La llegada a esa ciudad enorme como lo es Nueva York, la segunda ciudad con más habitantes dominicanos en el mundo, le abre una puerta que no había previsto, porque al mismo tiempo lo acerca al compromiso y a la violencia. La llegada a una casa misteriosa que debe compartir con un personaje de comportamiento extraño, aislado, huraño, provoca que se acerque aún más a sus amigos, que lo empujan hacia el acto rebelde del final, pero al mismo tiempo que se sienta atraído por el misterio intrínseco en este hombre de sesenta años que parece querer alejarse de las demás personas.
     Pero en fin, por estas y otras razones esta novela ganó el Premio Letras de Ultramar, del cual fui uno de los jurados. Saludamos esta iniciativa del Comisionado de Cultura en los Estados Unidos, recordando que este premio no es solamente para los escritores que viven allí, sino para los dominicanos fuera de su país en el mundo entero. Felicitamos encarecidamente a su autor, y saludamos la presencia de esta obra ahora publicada, que viene a enriquecer el panorama literario de la República Dominicana.

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1).- “El Libro de los últimos días”, este titulo suena un poco apocalíptico para un libro que parece recopilar escritos de diferentes períodos y temáticas.  ¿Qué te motivó a hacer este libro y por qué este título? 

El título tiene que ver con los últimos días del libro impreso en papel. Al principio, en un artículo que se llama “Los Últimos Días”,  yo más o menos refiero eso, y digo que me gustaría ser una especie de miembro de una secta que se dedique a guardar la sabiduría de todos los libros impresos a través del amor al libro como volumen, mientras la gente disfruta de la tecnología, de los aparatos, etc., etc., algo que ya había dicho más o menos Vargas LLosa, aunque creo que de otra manera, en no sé cuál artículo. El motivo del libro, y del título al mismo tiempo, tiene que ver con el período de decadencia en que vivimos. Un período de avaricia, de tremendas desigualdades económicas y de un gran desdén por las humanidades, porque no dejan dinero.

2).- Eres un escritor de ficciones, pero ahora tomas esta línea de pensador. ¿Cómo describes ese proceso fisiológico y síquico que se opera en ti, cuando te inclinas por un género u otro?   ¿Qué mapas mentales y  metodologías sigues,   cuando creas  ficción  o un ensayo?

Yo no creo que sea un pensador. Yo trato de decir las cosas que creo, independientemente de que esté equivocado o no. Un científico, por ejemplo, desde el principio sabe que está equivocado, porque las verdades científicas cambian con las épocas, pero a él no le importa. Yo pienso que los escritores no deberían estar tan preocupados por encontrar la verdad (no creo tampoco que los escritores estén preocupados por eso), sino que solamente deben decir lo que creen, con la mayor honestidad posible.
Ahora bien, para mí, escribir un ensayo es más fácil que escribir ficción. Razonar es más fácil que imaginar, para mí, no sé para los demás. Contar una historia es una cosa sumamente complicada, difícil, que toma mucho tiempo y mucho esfuerzo.

3).- En “El Libro de los últimos días”,  despliegas diversas críticas y razonamientos; sin embargo, muchos parecen ligados a un estado de pesimismo ante la realidad humana. ¿Se podría esperar  cambios de transformación para esta realidad?

Sí, es verdad. Soy pesimista. Pero me parece que es un reflejo de mi época. Date cuenta: tanta tecnología, tanta industrialización, y todavía persisten las desigualdades económicas, por ejemplo. Si la humanidad quisiera, nadie pasaría hambre, nadie tendría dificultades económicas, nadie tendría un poder desmedido sobre el otro. Todo eso ya se ha logrado. Pero en la realidad esto no es así. Sucede que hay un grupo de vivos que te dicen: te damos un poco, pero el que tiene los privilegios soy yo, el rico soy yo, el poderoso soy yo. Tú eres un lacayo. Y esa gente piensa, incluso, que se merece todos los privilegios que tiene.

4).-  Tú escribes:   “Un solo libro, una sola página; la muchedumbre le pertenece a la materia y al poder” (Pág. 4, Los últimos días). ¿Se podría derivar que esa “muchedumbre”  no alcanza a trascender más allá de su condición, porque no siente ni leen de la misma manera, como lo hacen ese grupo que acude a la ficción? ¿Es que esa “muchedumbre”, por naturaleza y por si misma, ya está condicionada a no sentir, a no tener inclinación por los bienes espirituales como son la cultura, el arte?

Mira, yo vi por la televisión a un artista que decía que deberíamos vivir ¨la dictadura del arte¨. No recuerdo el nombre del artista, pero él tiene razón. Augusto Monterroso tiene un cuento de un poeta que hace un recital en un parque, y nadie le hace caso, y Monterroso dice al final que al mundo le hace falta solamente una cosa para ser perfecto, para ser feliz. Claro, eso que le hace falta es la poesía. El arte te hace ver la vida de otra forma, muchísima gente ha dicho esto, y es verdad. Todo el conocimiento, la belleza, está al alcance de la gente, y la gente lo desdeña. Por muchísimas razones, no nos vamos a detener en eso ahora, pero uno sabe que el ser humano necesita del arte, de la cultura, para ser mejor. El 60% del presupuesto nacional debería estar dedicado a la cultura, al mismo tiempo que a la educación, que proviene de la cultura. Estoy exagerando, pero es un sueño agradable.

5).- Pero, ¿acaso esa “muchedumbre” no ha sido  permeada por los valores  de una clase dominante, o es que ha sido lo contrario, se podría considerar que  esta “muchedumbre” es la que impone sus criterios y valores de consumo?

Sí. Siempre será así, en mayor o menor medida, esperamos que en menor medida en el futuro. Lo que digo es utópico, quimérico. Lo que tenemos es que empujar, poco a poco, para ir mejorando, para que los criterios que se impongan no sean, por lo menos, la violencia, la criminalidad, la anomia, la estupidez, la pobreza. Te voy a poner un ejemplo práctico. En nuestro país se habla mucho de clientelismo. ¿Pero por qué hay clientelismo?, bueno, porque la gente, en un país muy pobre, quiere que le den cosas para resolver sus problemas materiales. ¿Esa gente está equivocada?, no, porque esa gente no cree en el sistema político imperante, y trata de sacarle provecho a la política. Además, tienen problemas reales, que tienen que resolver como sea. Los dirigentes políticos se aprovechan de esto, le regalan cosas a la gente (dinero, hojas de cinc, madera, cemento…) para conseguir votos y ganar las elecciones. Entonces gana el que más tiene, el que más da, o por lo menos ya cuenta con una gran ventaja. Además, circunstancias históricas propician esto. ¿Cuál es la solución a eso?, que haya menos pobreza, para que la gente no se conforme con una hoja de cinc, con una caja de muerto o con un block. Se impone un valor, que es el material, no se debaten ideas. Entonces ganan las elecciones quienes no deben ganarlas, no en todos los casos, pero en muchos casos es así. Todos somos culpables. Pero aunque la gente no lo crea, o no se dé cuenta, las cosas han mejorado, antes estaban peor. Pero no han mejorado solas, se ha trabajado y se ha luchado para que sean mejores.
Otro ejemplo, que aparece en el libro: la idea equivocada de su propia racialidad que tiene el dominicano. Ese es un criterio impuesto, que no tiene que ver con la realidad. Las élites han convencido a los dominicanos de que son lo que realmente no son.

6).- Cuando entras en esa fase  de estos cuestionamientos,  y descubres   esa realidad “sórdida” como tú mismo las estableces, ¿te golpea o tú permaneces estable, luego de agotar ese arrobamiento ante el proceso de la creación?  ¿Qué haces para tomar distancia de ella?  ¿Qué rutinas observas para liberar el estrés? ¿Realizas algún deporte o  disciplina espiritual?

Soy una persona muy metódica, muy organizada. Tiene que ser así, porque en la República Dominicana uno tiene que hacer muchísimas cosas, y además escribir. Tengo dos trabajos. Me organizo para hacer muchas cosas. Siempre me ha gustado la actividad física, y siempre me ha gustado salir, andar, ver cosas. Y me gusta mucho la televisión. Con eso me distraigo.

7).-“Una sola ficción puede salvarnos de la locura”. El hombre común que no lee, ni le interesa saturarse de ideas,  sólo intenta satisfacer sus necesidades del día del día, y que no tiene esa hambre metafísica. ¿Qué otras alternativas se le daría, como escape a la locura?

No, el hombre común no tiene salvación. Esa es la razón principal de la violencia que afecta nuestro país, nuestros países. No hay dinero, no hay trabajo, hay una cantidad de gente que te roba el dinero que tú le entregas para mejorar la sociedad, te pasa por el lado un individuo multimillonario que sabes que no tiene ni un mínimo de tu capacidad, física o intelectual, que no te da ni por los tobillos. Entonces tú quieres lo que ese individuo tiene. La policía te humilla, el poder trata de doblegarte. No existen figuras morales que den el ejemplo. Que demuestren: yo tuve mucho éxito, pero mi éxito es completamente lícito. ¿Pero por qué se ha llegado a este estado de violencia, cuando, como dije antes, tenemos el mecanismo para que todos los hombres, todos, vivan en paz y con prosperidad? No hay alternativa. Todo no es arte, todo no es literatura. Es muy difícil hablar de espiritualidad en una sociedad que no tiene resueltos sus problemas básicos: comida, salud, vivienda. Tú vas a un hospital que debería mantenerse con tus impuestos y tienes que pagarle al doctor, comprarlo todo, hasta la sangre, y gastar un dinero que no tienes, cuando todo eso debería ser gratuito: fuiste a un hospital. Esos son problemas prácticos, que son más importantes que cualquier debate artístico. Y ni eso hemos podido resolver, a pesar de que tenemos la capacidad para ello. El individuo debe ser dueño de su propio destino, y para eso sí sirve el arte. Goethe dijo que el hombre no quiere ser libre, sino tener un amo justo. Es verdad. La libertad total es el caos. Yo quiero vivir tranquilo y en paz con los demás seres humanos, nada más. Una sencillez, una tontería.
Ahora, el arte, en un mundo desvalorizado  cuya principal institución es el mercado, le da  sentido a la vida  y la llena de valores estéticos que se oponen a lo material.

8).- Planteas situaciones que muchas veces  van en relación a personajes de novelas famosas, pero por lo general son tristes, fracasados. ¿Tienes inclinación por esos personajes o  es más fácil hablar de fracasados que de seres felices?

Sí, a mí me gustan los fracasados, porque la mayoría de los grandes personajes de novela son fracasados, neuróticos. Joe Christmas, Jean Valjean, el Esteban de “El Siglo de las Luces”, José Arcadio Buendía padre y Aureliano Buendía, Juntacadáveres, Raskolnikov, los dos poetas de “Los Detectives Salvajes”, madame Bovary, Eugenia Grandet, Joseph K… Los exitosos son aburridos. Los exitosos económicamente: la gente más aburrida del mundo. Tú te encuentras con una de esas personas y te dice: Máximo, mi hermano, cuántos deseos tenía de verte, al otro día te encuentras con él otra vez y te dice lo mismo. Te encuentras cincuenta veces con él y te dice lo mismo. Un ser humano real un día te abraza y otro día te manda a la mierda. Esos son los que me interesan.

9). Por ejemplo, dedicas un capítulo al personaje de Meursault de la novela “El Extranjero” de  Albert Camus, y mencionas como su indiferencia y desprecio a dos grandes referentes culturales como son el amor a la madre y la identificación emocional con Cristo, agregado al hecho que ha matado a un hombre por defensa propia, lo condenan aún más.   Si tú como creador tuvieras que realizar una ficción con un  nuevo orden para la civilización,  ¿bajo cuáles directrices tú le ordenarías a Meursault  para que reconstruya este mundo?

No creo que yo sería capaz de hacer eso. No creo que nadie debería hacer eso. Reconstruir el mundo a mi manera: eso es lo que lleva a las dictaduras y al fundamentalismo. ¿Sabes lo que yo haría?, dejaría que cada quien creyera en lo que le diera la gana, que dijera cualquier cosa, que si quiere hablar muy mal de mí lo haga, teniendo en cuenta que no puede hacerle daño a los demás y que no puede tener privilegios que afecten a los demás. Tan sencillo como eso.

10) Meursault se podría interpretar como una especie de antihéroe. Si te fuera posible  crear un personaje, otro arquetipo o héroe que negara o compitieras con Meursault, ¿cómo lo construirías?

Me parece que el personaje mío que más me gusta es el de mi novela “El Mar”: un homosexual condenado a muerte que se encariña con un niño haitiano que también está condenado a muerte. Ese individuo no se considera una gran persona, le da asco tomarle la mano a un enfermo de SIDA, tiene grandes defectos pero no le importa, él es así y no se va a poner a quejarse por ser como es. Pero cuando le toca ayudar a una persona, en este caso a un sacerdote, él que es un cobarde, que no soporta la violencia física, lo ayuda, o por lo menos trata. Y cuando tiene que actuar para conseguir lo que quiere, actúa, no lo piensa dos veces. Esa es una persona más o menos como a mí me gustaría que fuesen todas las personas.

11).- Meursault es el producto de esa misma sociedad que  él rechaza,  pero es un resultado  que contrasta con ella, un personaje nihilista que se convierte en crítica violenta. Partiendo que como tú mismo dices que el nihilismo puede ser un punto de partida, pero no una actitud definitiva. ¿Cuáles serían entonces las propuestas  de transformación que tú considerarías para “ese mundo que no entiende”?

Eso lo dijo Camus, yo lo menciono en el libro: el nihilismo no puede ser una actitud definitiva. Lo que sucede es que yo estoy hablando de literatura, no de la realidad. Lo que estoy tratando de poner de manifiesto es que, cuando Camus escribió la novela, los lectores veían a Meursault como un héroe cultural, en la época del apogeo del existencialismo. Pero hoy día, nos damos cuenta más que nunca que Meursault es un personaje negativo, que su individualidad y su aislamiento emocional son negativos, precisamente porque ya conocemos una serie de personas en la realidad cuya individualidad furiosa es problemática y es negativa. Pero en un sentido literario: el sentido de la novela cambia a medida que cambian las épocas y cambia la forma de pensar de los lectores.

12).-También abordas la problemática de la crisis en el arte contemporáneo y de una ausencia de criterios para delimitar lo que es Arte.   ¿Cuáles son a tu juicio los valores que definen y sostienen una verdadera obra de arte?

El arte está en crisis porque se ha desconectado del público. Pero hablo de las artes visuales, no de las demás artes. Y hablo de los “grandes” artistas en los grandes circuitos del arte, y de los artistas que quieren imitarlos. Yo creo, como lo cree mucha gente, que el mejor arte que se está haciendo es el arte urbano que se puede ver en las calles de las grandes ciudades. Un arte sorprendente, sin ambiciones, que no tiene nada que ver con la economía ni con el nombre de los artistas. Hoy día, es el único arte anónimo que existe, y no deja de sorprenderme su tremenda calidad y la claridad de su concepto. En las grandes capitales mercadológicas, el arte de las galerías está muerto.
Ahora bien, yo digo en el libro, y lo repito aquí, que las artes plásticas tienen problemas porque no tienen límites, porque son incluso indefinibles, lo que significa que cualquier cosa puede ser arte, o que nada puede ser arte. Y al llegar a esa encrucijada viene la confusión. Que las artes plásticas se encuentran corrompidas por el mercado. Por eso el interés en las artes plásticas se ha movido de las obras, que deberían ser las protagonistas, a los artistas. Por eso un arte urbano anónimo es tan interesante.

13).- Esa constante obsesión por cuestionar cosas, y luego reubicarlas desde tu visión y bajo una sinceridad aplastante, se destaca en un medio que tiende a hegemonizar  y simplificarlo todo, ¿cuáles  compensaciones  genera esto en tu vida? ¿Cómo haces para balancear tu tiempo, para ser productivo como escritor y  cumplir con tus compromisos de trabajo?

Yo no pontifico sobre nada. Como dije antes, me equivoco a cada momento, y solamente digo lo que creo. Y la realidad me pasa por arriba a cada rato.
Pero yo sé en el país que vivo. Yo nunca tengo un centavo, en el trabajo tengo que decirle “sí” con la cabeza baja a un analfabeto que tiene dinero. Estoy consciente de que soy un mercenario que hace literatura.


No. No escribo poemas. Me gusta inventar historias. Como dije en otra entrevista, la gente no se da cuenta lo extraordinario que es crear una historia, inventar personajes que no existen, ciudades que no existen, atmósferas, situaciones, conflictos, emociones, sentimientos, objetos que no existen, que son sólo lenguaje. Toda una cosmogonía. Eso es extraordinario. Y la gente lo lee y cree que eso es cierto, o por lo menos que es comparable con la realidad. Eso es lo mío.
Siempre habrá poesía, siempre habrá arte, porque es intrínseco a la naturaleza humana. Ahora, que lo siga mucha gente ya eso es otra cosa. Pero yo me conformo con alguna gente, que esté dispuesta a guardar los libros como objetos de culto en bibliotecas que no sean virtuales, que los libros sigan siendo objetos, volúmenes, aunque solamente los leamos tú y yo, no me importa.


Hugo Chávez

Tenemos que darnos cuenta de que  Latinoamérica ha cambiado.  Que precisamente cuando han llegado tantos gobiernos progresistas a Latinoamérica es cuando se ha disminuido la pobreza, la región se encuentra más estable económicamente, la gente se encuentra más feliz con los gobiernos que tiene, que siente que por lo menos  representan al pueblo. En Europa encuentran  desfasado, antiguo, el término "imperialismo", pero  en Latinoamérica es  una palabra imprescindible, porque después de  haber sido colonizados por 400 años por España, Portugal, Inglaterra, Holanda, etc., nos vimos sometidos al poderío de los Estados Unidos. La República Dominicana fue invadida dos veces por los Estados Unidos en el s. XX. Las dos veces  que los norteamericanos invadieron  el país, al partir  dejaron en el poder, o dejaron las condiciones necesarias para que se instalara en el poder, un dictador. Entonces, precisamente ahora que Estados Unidos ha dejado a su suerte la región porque tiene sus  propios problemas con el petróleo y con el Medio Oriente, Latinoamérica progresa, disminuye la  pobreza. A través de todos estos gobiernos que en  otros  lugares llaman "autoritarios", pero que realmente son enérgicos en una región en  la  que hay que ser enérgico para acabar  con  una serie de  problemas que tienen  siglos.  Lula,  Evo Morales, Correa,  Nicaragua,  El Salvador, Uruguay,  Paraguay, Argentina,  Perú, etc., etc., pero sobre todo Venezuela.  No  se puede  entender  el  cambio  latinoamericano  hacia la  izquierda sin  la presencia  de  Chávez.  La confrontación con  los Estados  Unidos, sobre todo con el  presidente Busch  hijo, y  la erradicación de la pobreza. Chávez murió a  destiempo, no debió morir  ahora.  Trataron de  derrocarlo, de asesinarlo, de desacreditarlo,  y no  fue posible.  En Venezuela había una fila de seis  kilómetros de distancia para ver su cuerpo  en  el ataúd. Algún tipo de bien  debió haber  hecho un presidente  al cual su pueblo le  tributa  un homenaje  de  esa magnitud.
Quizás  no puedo yo como escritor ser escritor, tener que ganarme la vida  en un sinfín de trabajos que no tienen que ver con la literatura, como Joseph Conrad o Melville, o  como absolutamente todos  los  escritores dominicanos, y luego escribir sobre ello. Un triste pensamiento para una  época  confusa.

CLAUDIO PACHECO-LAS LILAS PARIDAS DEL DESEO


La exposición pictórica de Claudio Pacheco se encuentra basada en los poemas del libro “Canto del Aeropuerto”, de Luis José Rodríguez. Los cuadros, deconstructores de la figura femenina, al  mismo tiempo (y quizás, por supuesto, debido a esto) son sumamente eróticos, advirtiéndose en ellos imágenes de intensa femineidad, como los senos, por ejemplo, símbolos también de  fertilidad; algunos labios como  flores (las lilas del libro, o jacintos de agua…), etc. “Las Lilas  paridas del Deseo” se refieren, precisamente, a esa fertilidad de la que se nos habla en el poema “Canto del Aeropuerto”, o a los jacintos del “postránsito” del libro, que contiene tres poemas finales, transformados en eroticidad por la mirada masculina de un artista plástico que al mismo tiempo es un gran trabajador del arte, como lo es Claudio Pacheco. El Centro de la Cultura de Santiago se siente altamente complacido de acoger en la Sala Yoryi Morel esta doble exposición, correspondiente a las pinturas del artista plástica, y a las palabras del poeta.

Juan Pablo Duarte

     Nace el 26 de enero de 1813,  en el seno de una familia humilde.    Su padre un comerciante español,  su madre una mujer amorosa de carácter apacible nacida en Villa de Santa Cruz, El Seibo.  Hoy, a doscientos años de su nacimiento notamos que el pensamiento Duartiano se ha diluido, esta negación que empezó desde el nacimiento de la llamada República Dominicana,  porque nosotros, dominicanos, desterramos de esta tierra en más de una ocasión a quien ideara nuestro concepto de independencia.
     Duarte fue un visionario,  gestó nuestra nación bajo el lema de: Dios, Patria y Libertad,  afirmando con esto nuestra fe cristiana, nuestro amor a la tierra que nos vio nacer y nuestro derecho a ser libres. 
     Al momento de acontecer lo que los historiadores han llamado la Independencia Efímera, de José Núñez de Cáceres, Duarte sólo contaba con ocho años de edad,  de algún modo este deseo de emancipación echó raíces en su mente y en su corazón.
     A la edad de quince años, fue enviado a Inglaterra para completar sus estudios, luego fue a Francia y más tarde a España.   Los cambios que en aquella época se produjeron en Alemania y Francia,  y los grandes acontecimientos acaecidos en España,  contribuyeron a crear el ideario político de Duarte,  el derecho a su pueblo de ser libre e independiente. 
     El escritor Máximo Vega,  en El libro de los últimos días,  sostiene que Duarte fue un hombre de una sola idea: La Patria.   Duarte en septiembre de 1843  en su primer exilio dice: “Mi pensamiento, mi alma, yo todo,  no me pertenecía: mi carísima Patria absorbía mi mente,  llenaba mi corazón y sólo viviría por ella”.
     En el libro Vicisitudes  de Juan Pablo Duarte el escritor Juan Daniel Balcácer señala que Duarte “Profesó una doctrina política fundamentada en el sistema democrático…”  Parafraseando aquel poema de Jorge Luis Borges que dice: “¿De qué puede servirme que aquel hombre / sufriera, si yo sufro ahora?, el historiador, Balcácer escribe: ¿De qué ha servido que Duarte sufriera por nosotros, / si los dominicanos también sufrimos ahora?
     Aunque Juan Pablo Duarte fue proclamado Presidente de la República por el Cibao, no aceptó tal distinción porque entendía que quien gobernara la nóvel Nación debía ser escogido por medio de elecciones libres. 
     Qué tanto sabemos de la vida y obra del prócer que ideó nuestra independencia.  En el año 1981,  el presidente Antonio Guzmán Fernández,  promulgó la ley 370-81,  la cual en su artículo primero estipula que es “obligatoria la enseñanza y divulgación de la vida y obra del Patriota Juan Pablo Duarte,  tanto en las escuelas públicas como colegios y escuelas privadas, a fin de que sea medular el conocimiento de nuestro gran valor histórico político”.  Esta ley,  me imagino,  va más allá de que nuestros estudiantes lean en voz alta una biografía resumida,  en los días próximos a celebrar su natalicio.  El escritor Máximo Vega considera inapropiado que el estudio de la vida y obra del arquitecto de nuestra independencia se haga de manera obligatoria. Piensa,  que esto debe ser un acto voluntario, natural.   Aún estando de acuerdo con lo que él plantea lo cierto es que la realidad dominicana es otra. La mayoría de los dominicanos  no están interesados en conocer sus raíces.  Una encuesta realizada en el 1994,  sobre “Quién es la persona más admirada en el país” arrojó el siguiente resultado: un 36% dijo admirar a un familiar (especialmente la madre), un 22% al Dr. Joaquín Balaguer,  sólo un 5% dijo admirar a Juan Pablo Duarte.
     Aunque su vida está revestida de una ligera niebla es nuestro deber, como dominicanos, sacar a la luz  todo aquello que él representa.   Juan Pablo Duarte era Poeta, aunque su producción literaria no es muy amplia su poesía nos deja impregnados de nostalgia, sufrimiento, anhelos y desafíos.
Pasaron los días
de paz y amistad
de amor y esperanza,
de fina lealtad.
Las glorias pasaron,
la gala y primor…
Quedaron recuerdos
de amargo sabor.

     Algunos de los fragmentos de sus cartas se han convertido en verdaderas piezas de divulgación de su pensamiento: “…sed justos lo primero, si queréis ser felices”.    
     Era políglota,  hablaba inglés, francés, alemán y portugués, además de enseñar estos idiomas tradujo algunas obras al español. 
     Perteneció a la Logia masónica Constante Unión donde se presume que alcanzó el grado 30 o consejo Kadosh.  En la minuta del 24 de junio de 1843 Duarte aparece con el cargo de “Arquitecto”.    Se entiende que sus principios masónicos fueron determinantes para la creación de la sociedad secreta La Trinitaria.  Esta, constituida originalmente por nueve miembros divididos en tres grupos iguales  tenían un sistema de comunicación por medio de toques, que significaban: confianza, sospecha, afirmación, negación.  Además guardaban por medio de un alfabeto criptológico todo lo que convenía mantener en secreto.   Los nueve miembros firmaron con sangre de sus venas el Juramento Trinitario.
     Sin embargo, los sacrificios hechos por este gran hombre,  luego de consumada la separación definitiva de Haití tuvieron como premio el exilio. Al parecer nuestros próceres están condenados al ostracismo o la muerte.   Aún así cuando Duarte entendió que se había socavado la soberanía nacional,  volvió a su patria poniendo al orden, en contra de la anexión a España, su pensamiento y su espada.  Dispuesto a luchar y morir si fuera necesario.
     A doscientos años del natalicio del arquitecto de nuestra independencia,  debemos reflexionar sobre su legado.   El ideal de una Patria libre y soberana.  Recordemos sus palabras: “Aprovechemos el tiempo”,  “Trabajemos por y para la patria...”   
     Si nos olvidamos de su ideal, entonces sí podemos decir que su sacrificio fue en vano.   De nada valió su lucha,  ni su exilio, ni su muerte…  
     Hagamos el compromiso de que las nuevas generaciones conozcan y valoren la vida y obra de ese gran hombre a quien con orgullo, todos y cada uno de los dominicanos debemos llamar: JUAN PABLO DUARTE,  PADRE DE LA PATRIA.

Muchas gracias!
Sandra Tavárez
21 de enero, 2013


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