Debo
decir que la presente obra: “La vida de las estrellas” es uno de los textos más
apasionantes y hermosos que he leído en estos últimos meses, una novela
entroncada en el difícil lindero entre lo puramente narrativo y la más genuina
expresión poética, contando una historia en apariencia trivial debido a su
sencillez y con escasos elementos melodramáticos relevantes o sucesos de cierta
envergadura (salvo que parte de la acción transcurre en el último periodo de
Balaguer); empero, en su subtexto la novela se enfila de manera brillante a su
verdadero tema, un tema de trascendencia diría casi de orden metafísico: la
historia de una familia de clase humilde que hace hasta lo imposible para sacar
adelante a cada uno de sus miembros pese a la adversidad, y que a través de su
personaje central, “David”, un jovencito curioso de muy acendrada sensibilidad
e inclinaciones literarias, va enhebrando sus motivaciones personales e
intelectuales hasta llegar a elucubrar un complejo discurso entre lo que es el
individuo y su relación con el universo en donde las estrellas, esos objetos
brillantes que ve en las noches oscuras junto a una de sus hermanas y sobre las
cuales ha leído en un librito junto a las nebulosas y las galaxias que las
contiene, poseen su exacta correspondencia con la existencia humana: nuestras
particulares vidas cual frágiles y fugaces caparazones nada dispares a esos
inconmensurables cuerpos celestes; elucubraciones y perplejidades en torno a la
existencia como eslabones invisibles los cuales unen a la humilde criatura con
la totalidad infinita del universo.
Y es a través de la vida y visión de su personaje central que nos vamos enterando en la medida que progresa la lectura, de la ilimitada cantidad de temas y subtemas propuestos por su autor, desde el expresado del mundo cósmico a la situación política del país (la crisis electoral del año 94 en adelante); desde la pobreza de las clases menos favorecidas, al ansia de superación de nuestro pueblo (sin caer en ningún discurso panfletario); desde la enfermedad y posterior muerte de la madre, al descubrimiento del amor, la primera relación sexual, los libros que iba leyendo y atesorando, la poesía, el cine y esa búsqueda incesante de un sentido a las cosas emprendidas que indefectiblemente en algún momento van a declinar, para finalmente morir y desaparecer, o quizás renacer como lo hacen en sus momentos más esplendorosos las estrellas, polvo mortecino del cual emergen otras en la sideral aventura.
Por otra parte todos los personajes tienen un muy bien logrado espesor psicológico, es decir, vida propia, al punto de poder paladearlos en su lectura como si fuesen seres de carne y hueso (...) La contraparte de David, su amigo Efriam, es un joven acomodado con quien tiene largas conversaciones y debates sobre arte, literatura y sobre todo cine, siendo este último su tema predilecto (él sueña con ser algún día realizador cinematográfico), y pone de manifiesto el autor a través de su boca no sólo su profundo conocimiento de este arte, sino que hasta establece un cierto paralelismo en su discurso poético narrativo además de filosófico en la presente novela, la cual bien podría emparentarse por la filiación totalizante y panteísta de corte spinoziana (aún sin mencionarlo) con una película hasta cierto punto similar: "El árbol de la vida", obra maestra del norteamericano Terrence Malick.
Otra de las grandes virtudes de esta maravillosa novela es en el cómo discurre el conjunto de la obra cual hecho artístico, en donde todo es un flujo de imágenes de asombrosa sencillez de medios, lo que en manos de otro escritor con menos condiciones artísticas habría sido un fárrago incoherente, aquí cada elemento está en su sitio y tiene un porqué muy bien estructurado, sin jamás perderse el lector en recovecos conceptuales o ideas no ponderadas, siendo los sucesos narrados como los paseos emprendidos, las observaciones astronómicas, las idas al cine, las conversaciones, etc., tan interesantes como profundas; así nos asombramos y vemos con regocijo el nacimiento de sus hermanas, sus vidas e independencia; o el personaje de Moisés García, el caballero otoñal que dirige el centro astronómico al cual David acude para sus observaciones y que representa una especie de padre espiritual o tutor que le explica los complejos entresijos de la mecánica celeste; o el personaje de Delirio (hermana de Ruth), entre otros, que siendo un travesti con incontables problemas debido a su condición de género, se nos revela, no obstante, como un alma bella y plena de humanidad.
En fin, señor director, desde mi humilde punto de vista creo que es una obra altamente recomendable para su publicación, y doy fe que es una pieza de excepción que engalanará la estupenda colección bibliográfica del Banco Central.
(Jurado de selección del Departamento Cultural del Banco Central para la publicación de la novela "La vida de las estrellas", de Máximo Vega).
La víctima estaba saliendo de la
catedral cuando Asdrúbal le pidió la limosna. Con la mano ahuecada y extendida
como si tuviese experiencia en ello, vestido de harapos, descalzo a pesar de
que se hacía daño en las plantas con las piedritas diminutas sobre la acera,
sabía que aquel señor, casi anciano, encorvado a destiempo, que acompañaba el cortejo
de la pareja formada por su hija que contraía matrimonio y el jovencito de
gelatina en el cabello lacio y zapatos de charol, lo apartaría de su camino con
una mueca de asco.
El cuchillo lo traía escondido en un
bolsillo, agarrado fuertemente con la mano izquierda metida en el pantalón
roto. Saltaría sobre su cuello mal afeitado, un cuello poroso que ensuciaba la
camisa de sudor, abotagado por la corbata pasada de moda, demasiado ancha y
apretada. Sacaría el cuchillo ya en el aire –no un revólver, un puñal, el arma
perfecta para todas las venganzas-, se lanzaría sobre la yugular palpitando
apenas debido al colesterol y al ocio, saldría huyendo luego hacia cualquier
lado. Detrás, el llanto de sus hijas, el hipido nervioso de su esposa que
quizás más adelante se alegraría, los gritos agudos de toda la familia. La
sangre sobre los escalones rústicos de la catedral.
Cinco años antes, lo había descubierto
de nuevo montándose en el Mercedes Benz, rodeado por tres guardaespaldas,
mirando para todos lados con su desconfianza habitual, saliendo de una tienda
en una plaza comercial con el nombre en inglés. Había creído que no iba a
volver a encontrarlo jamás, sobre todo porque había perdido su rastro luego de
que averiguó que debido a una investigación de la DEA tuvo que marcharse a
España. Asdrúbal trabajaba en un supermercado, había sido ascendido a gerente
general. Abandonó el empleo y se dedicó a perseguirlo, había ahorrado
suficiente dinero para vivir algunos años sin trabajar. Llevaba una vida
frugal, barata. La adicción al espionaje le había impedido, con el tiempo,
regresar a una disciplina, a cumplir horarios de oficina y hacer al pie de la
letra lo que ordenan los jefes y los manuales.
Veinte años antes lo había visto por
segunda vez en toda su vida, mucho más vulgar de lo que llegaría a ser en el
futuro, vestido con una chacabana blanca que le quedaba pequeña y los dedos de
las manos llenos de anillos de plata. Tenía bozo en esa época, una pequeña raya
debajo de la nariz enorme, que resoplaba como la de un toro obeso. No le gustó
haberlo encontrado de nuevo. Pensaba que todo aquello había quedado atrás, en
un pasado remoto que pretendía olvidar como si su vida hubiese empezado al
cumplir los diez años –un poco gordo para su edad, algo bajo, se imaginaba sin
humor cómo pudo haber salido con ese tamaño por la vagina estrecha de su madre.
No tenía guardaespaldas en ese tiempo, lo protegía una 9MM que guardaba
en una funda escondida detrás de la pretina de un pantalón excéntrico. Al
reencontrarlo, de inmediato algo empezó a herirlo y a corromperlo.
Treinta años antes, cuando Asdrúbal
tenía nueve años de edad y vendía periódicos vespertinos con los demás
canillitas del parque Duarte, halló a su padre escondido en un rincón,
inyectándose la heroína que le suministraba todas las semanas el individuo
vulgar, de nariz enorme, que mostraba orgulloso una 9MM metida en una canana
detrás de su pretina. Asdrúbal le entregaba a su padre diariamente el dinero
recaudado con los periódicos, pero ese día exacto, ese día, notó que el hombre
vulgar se alejaba del rincón metiéndose unos billetes en los bolsillos. A pesar
de que conocía al dealer por su nombre, Asdrúbal lo veía por primera vez. Al
acercarse, su padre le sonrió como un idiota, le dio un beso en la mejilla, se
echó hacia atrás como si hubiese querido recostarse para descansar. Es natural
que Asdrúbal aún tenga en la cabeza, rondándole los sueños cuando sueña, metido
en los recuerdos y en el trauma, la imagen de su padre destruido, desgonzado
sobre la pared trasera de la catedral, con la jeringa colgándole del antebrazo
que le sangraba. Su padre estaba muerto. Es natural que lo recuerde no como era
en vida, sano, flaco, alto, caminando con él y sus hermanos hasta Helados Capri
o comprando pizzas baratas en el restaurante de los chinos, sino que siempre se
recuerde lanzándose sobre el cuerpo y sus espasmos repentinos, sobre su padre
con la baba en la boca como si fuese un perro rabioso, tratando de recobrar lo
que ya se había perdido desde la primera vez que su padre sintió el placer y la
paz del líquido que se le metía en las venas y lo salvaba de algo que él mismo
no podía comprender completamente.
Lo hacía para borrar el recuerdo, la
crueldad del beso en la mejilla, para descansar en paz. Para no seguir soñando
con sus nueve años y el cadáver que se llevaron los policías metido en un saco
de henequén. Saltó sobre el viejo como si se elevara un pájaro, sacó el
cuchillo como un samurai. Como un ángel exterminador, como un arcángel que
luego cae, como lucifer. Al principio, el hombre casi anciano se echó hacia
atrás, algunos años antes lo habría enfrentado pero hoy, ahora, estaba viejo y
cansado y todo lo que pretendía era cuidar a su familia, ver casadas a sus
hijas –el destino no había querido darle hijos-, morir antes que su mujer, que
lo enterraría con algún pequeño homenaje que no se merecía, provisto por su
dinero. Poco le faltó para echarse a correr. La novia y las damas lanzaron unos
grititos histéricos. Para no tener que matarlo en un día tan especial para su
jefe, los guardaespaldas se adelantaron y le dispararon a las piernas. Cuando
Asdrúbal cayó como un bulto sobre las losetas rústicas, lo abandonaron allí
mismo hasta que llegó la policía, que tenía la encomienda de recogerlo y
hospitalizarlo lo más rápidamente posible, antes de que empezaran los
comentarios desagradables de los invitados, y acabara por estropearles también
la recepción y la partida hacia la luna de miel.
Alguna vez en el futuro, sentado en su
silla de ruedas, mientras ahueca la mano para recibir las monedas de los
transeúntes, Asdrúbal podrá verlo caminando hacia su Mercedes, casi anciano,
enviando a uno de sus guardaespaldas para que le entregue un billete, de los de
a mil, quizás porque le dará lástima y se sentirá un poco culpable de su
invalidez y su indigencia.
Soy de Santiago
de los Caballeros. Mi infancia fue muy feliz, según recuerdo, aunque no fue
tranquila. Nací cerca del río Yaque del Norte cuando se empezaba a construir la
Avenida Circunvalación, por lo que fuimos desalojados de nuestra casa y tuvimos
que mudarnos. Al parecer fue un presagio de nuestra vida, porque la familia se
mantuvo mudando de casa en casa por todo Santiago, e incluso fuera de la ciudad.
Esa vida nómada creó un desapego y también un desarraigo.
2- Cuál es el género para el que escribe?
Escribo cuento, novela y ensayo.
3- ¿Qué es lo que más le satisface en su labor?
Escribir en sí
mismo provoca una gran satisfacción. Es una vocación. Vocación significa
“llamado”. Puedo decir sin temor a equivocarme que me llamó la Literatura, que
escucho su voz cada vez que leo un libro o se me ocurre una historia, y a
través de ese llamado he encontrado el sentido de mi vida.
4- Además de escritor, ¿a qué otra
actividad profesional e intelectual se dedica?
Soy gestor cultural, fui profesor y
tengo un pequeño negocio del que vivo.
5- ¿Quién o quiénes marcaron sus
inicios como escritor. Algunas influencias?
Al principio fueron los escritores
del Boom latinoamericano. Debido a mi edad. Pero también escritores
dominicanos: Pedro Peix, Juan Bosch, Pedro Henríquez Ureña. Hay un escritor que
me deslumbró cuando lo descubrí, cuando todavía no sabía que había influenciado
a los escritores latinoamericanos: William Faulkner. Pero también los rusos:
Dostoyevski, Tolstoi. Hasta músicos y compositores de canciones como Bob Dylan,
Silvio Rodríguez, Chico Buarque, o directores de cine como Federico Fellini,
Vittorio De Sica, Woody Allen, David Lynch, porque siempre me ha gustado mucho
el cine. También Juan Carlos Onetti, Joao Guimaräes Rosa, Clarice Lispector,
Alejo Carpentier, Antonio Di Benedetto, escritores caribeños como Edouard
Glissant y Aimé Cesaire, que leía traducidos del francés. Poetas como César
Vallejo o como Kavafis. Juan Rulfo, Virginia Woolf, Franz Kafka, Marcel Proust.
Escritores españoles, de los cuales admiro la perfección formal con la que
escriben: Azorín, por ejemplo. Pero después llegaron los escritores más jóvenes
que los miembros del Boom, incluso algunos de ellos que aún están vivos: Milan
Kundera, José Saramago, J. M. Coetzee, Le Clézio, y así una cantidad de
escritores, muchos de ellos desconocidos pero grandes escritores (porque la
fama no tiene nada que ver con la Literatura), que alargarían la lista hasta el
punto de que llenaría varias páginas.
6- Podría compartir alguna anécdota
relacionada con la época en la que escribió su primera obra.
Una vez, recuerdo, en el colegio nos
pidieron que escribiéramos un poema. Yo tenía tal vez diez años. Al día
siguiente me aparecí con un cuento, que leí en la clase. Claro, yo mismo no
sabía que lo que había escrito era un cuento. Todos los demás leyeron sus
poemas y yo leí orgulloso mi cuento. Traía la narrativa dentro de mí, más que
la poesía.
7- ¿Para qué tipo de lectores
escribe?
Realmente no lo sé. Podría decir que
escribo para todo el mundo, pero eso no es posible. Podría decir: escribo para
los dominicanos, pero en este país apenas se lee y estoy seguro, tengo pruebas
de ello, de que me lee un público más internacional que dominicano. Pero también
puedo decir sin lugar a dudas que, aunque mis lectores no sean del todo
dominicanos, las historias que escribo sí lo son, mis personajes son
dominicanos e incluso parte del lenguaje con el que escribo es puramente
dominicano.
8- ¿Qué ha sido lo que mejor le ha
pasado en su andar para darse a conocer a los lectores?
Me han sucedido muchas cosas. Una de
ellas, me parece que la principal, es haber encontrado lectores. Que haya gente
que compre mis libros, que los lea y que tal vez entienda que están escritos
con sinceridad y mucho esfuerzo.
9- ¿Influyen las creencias políticas,
sociales y filosóficas en el éxito o fracaso de la una obra?
Claro que sí. Eso tiene que ver más
con el terreno publicitario, mercadológico, pero es así. Los libros que más se
leen en nuestro país son los ensayos históricos y políticos. Las memorias,
sobre todo de la era de Trujillo o de los doce años de Balaguer. Quien no
escriba sobre esos renglones podría pasar desapercibido. Pero la Literatura es
otra cosa, y lo bueno de escribir en el país, de ser un escritor anónimo en la
República Dominicana, es que uno tiene la libertad de escribir sobre cualquier
cosa, no tiene ataduras publicitarias, mercadológicas o editoriales en ese
sentido. Entonces las metas de un escritor dominicano deberían ser sólo
estéticas.
10- ¿Qué tanto beneficia a la
producción literaria que el gobierno se interese en la industria cultural?
Eso es muy, muy importante. El estado
no debe subsidiar a los artistas, sino que debe promover el arte y la cultura.
El gobierno no tiene que comprarle libros a los escritores, sino promover la
lectura entre los ciudadanos. Lo demás viene por sí solo. Ahora bien, mientras
ese tiempo llega, existe un Ministerio de Cultura que debería funcionar, pero
no lo hace. Cuando hablamos de cultura, nos referimos a dos fenómenos
diferentes: el primero es el aspecto estético, el creativo, el tema artístico,
y el segundo es el mercadológico, el de la promoción del arte. En los
diferentes estamentos del Ministerio de Cultura, en las Ferias del Libro, en
las direcciones de promoción del libro, de las artes plásticas, la
cinematografía, el teatro, la danza, la música, etc., etc., en todas las
direcciones que promocionan el arte, lo que debería haber es mercadólogos,
expertos, publicistas, haciendo planes para promocionar el libro, las artes
plásticas, las películas, la música dominicana, la gastronomía, la cultura
dominicana. A partir de esa promoción constante, y de una inversión económica
importante, se crea una industria en una sociedad capitalista, que es la que
vivimos y padecemos en este momento.
11- Escribe para un determinado grupo
de lectores?
Escribo para lectores con un cierto
conocimiento lectorial. No puedo decir que escriba para cualquier nivel
educativo. Hay una novela corta mía que ha tenido mucho éxito, que se llama
“Juguete de madera”, que se lee en algunas universidades y escuelas, pero ni
siquiera ese libro es para todos los lectores. Me gustaría escribir para todos,
pero sé que hay lectores que no podrían entender lo que escribo. Me esfuerzo
para ser lo más claro posible, pero estoy consciente de que hay lectores a los
que no les va a interesar lo que escribo.
12- ¿Qué proyecto literario le ha sido más
difícil de abordar?
El que estoy escribiendo ahora. He tenido que hacer
una investigación, y aunque lo he hecho antes para algún ensayo, nunca para una
novela, que es lo que estoy escribiendo. Es sobre un hecho real sucedido en la
República Dominicana.
13- ¿Qué es lo más hermoso que te ha
dejado el mundo literario?
Los lectores. Un narrador es un creador
de espacios imaginarios. Las historias que uno crea no existen, son
invenciones. Los personajes, las situaciones, etc., son ficticias, son
imaginarias. Entonces cuando un lector me dice que tal o cual personaje parece
real, que es como si lo conociera y hablara con él, o cuando me dicen que les
gustó uno de mis libros, que quieren hablar conmigo, es decir con el escritor,
sobre uno de esos espacios que ha creado mi imaginación… es un sentimiento
incomparable. También el aspecto de la gestión cultural. Soy el fundador del
Taller de Narradores de Santiago, y hay pocos escritores, narradores, de mi
generación o más jóvenes, que no haya pasado por el Taller de Narradores, que
se convirtió en el primer grupo literario del país dedicado exclusivamente a un
género (la narrativa), y uno de los primeros del Caribe. Pero lo importante en
ese grupo ha sido la formación de escritores que han trascendido en nuestro
país, que han sido escritores verdaderos.
14 ¿Puedes escuchar a sus personajes?
¿Qué relación terminas teniendo con ellos?
He llorado por alguno de mis
personajes. El Departamento de Cultura del Banco Central me va a publicar este
año, en el mes de abril, una novela que se llama “La vida de las estrellas”, y
el personaje principal, que es un joven que quiere ser poeta y quiere ser
astrónomo, hace algo que no voy a confesar porque si lo digo estropearía la
historia para los posibles lectores, pero cuando lo escribí y me puse a pensar
en ello me pasé la noche llorando sobre la cama, por él, porque pensé incluso en
quitar esa parte porque no quería hacerle daño. Como si fuese un personaje
real, un amigo al que yo tenía que cuidar y defender.
15- ¿Qué es lo peor que te ha pasado
escribiendo un libro?
Que después de que está escrito no me
guste. Que pase el tiempo y ya no pueda ni leerlo. Que luego del esfuerzo haya
que tirarlo a la basura, algo que me ha pasado muchas veces.
16- ¿Algún género literario que le
apetezca experimentar y aún no se ha atrevido a hacer?
Creo que no. Me siento bien en la
narrativa, soy un narrador. A veces escribo ensayos, pero sobre todo soy un
contador de historias. Alguna vez pensé en escribir poesía, pero nunca me
atreví, eso no era lo mío. Soy un escritor de personajes y de historias.
17- Qué sentimientos despertó en
usted cuando su obra fue traducida parcialmente al inglés, al alemán, al francés y al italiano.
Ha sido una felicidad. Yo no escribo
para eso. Escribo porque me gusta, porque pienso que tengo cosas que decir, y
para los lectores. Poco a poco, porque aquí todo es lento, pausado, aquí todo
llega tarde, hasta la tarde, como dijo Manuel del Cabral, se han ido traduciendo
las cosas que he escrito. O me piden directamente algún texto, como sucedió con
un libro sobre el Genocidio Armenio en el que participé, que yo menciono mucho
porque me ha dado muchas satisfacciones y porque me gustó escribir ese texto,
que hice por encargo. Es extraño ver algo que uno ha escrito en otros idiomas.
En armenio, por ejemplo, que tiene un alfabeto diferente al español. O en ruso,
con el alfabeto cirílico. Saber que una historia que transcurre en Santiago de
los Caballeros la va a leer un italiano, un gringo, un armenio o un ruso. Es extraño,
pero es satisfactorio, porque uno piensa que algún valor debe tener lo que uno
escribe si eso le sucede.
18- También se dedica al trabajo
audiovisual, sus videos han sido proyectados en la Rep. Dom.; en el Festival de
Video Imago, de Cuba; en Italia; y en el Festival de Cine de Huesca, en España.
Hábleme de esa experiencia.
Mi trabajo profesional es el video.
Alguna vez pensé en ser director cinematográfico o algo así, pero al final
entendí que mi camino era la Literatura. Yo soy un técnico del video, un
profesional. He hecho trabajos sobre artistas de la ciudad y he participado con
ellos en festivales, pero soy escritor. El video me sirve para ganarme la vida.
Pero la Literatura es otra cosa, y aunque he viajado a algunos países con mis
videos, o los he enviado para que sean presentados en festivales, soy un
escritor, una parte muy importante demi
vida es la Literatura.
Johnny Pacheco toca la flauta en
África, acompañado por los músicos excepcionales de las Estrellas de la Fania,
mientras Celia Cruz interpreta una canción con su trueno oscuro. El
puertorriqueño Johnny Pacheco, el cubano Pacheco, dirige la orquesta y le
sonríe con su boca muy blanca rodeada de pelos negros y canosos a la cubana que
encandila a todo un público eufórico. El no hace nada más: baila, a veces toca
la flauta, dirige una orquesta de estrellas que todos sabemos que no necesita
ser dirigida. Se arregla los pantalones por la inmensa pretina, se toca el
afro, se acaricia la barba de jazzista. Pues bien: he ahí al gran Johnny
Pacheco, encaramado como un divo delgadísimo sobre un escenario ubicado en el
continente más pobre y lejano de todos los continentes. En la raíz de toda la
humanidad y toda la música. Johnny Pacheco. El Productor de las Estrellas, el
Director, el Antólogo. Quien te viera y quien te ve, Johnny Pacheco.
Pacheco nació en el barrio Los
Pepines, en Santiago de los Caballeros, República Dominicana. Es un barrio
pequeño, cuya calle principal, la Vicente Estrella, hasta hace unos pocos años
estuvo rodeada de pinos y de sombras que sugerían el ambiente bucólico del que
provino el músico. Allí también nacieron Yoryi Morel, Socorro Castellanos,
Manuel del Cabral; allí tenía Domingo Moreno Jiménez su Colina Sacra
santiaguera; allí nació mi padre. Debajo de sus pinos se acariciaron y
fornicaron los desconocidos. Y de allí salió el Pacheco, que llegó pronto al
Madison Square Garden producto de su talento y de su don de aglutinar; que
llegó al África –ya lo sabemos-, a Europa, Asia, y a los Estados Unidos, Canadá
y Alaska, que pertenecen a otro continente que no es el americano. El
Johnny. Conoció a Héctor Lavoe, a Ismael Miranda, al Gran Combo, a Rubén Blades
y a Willie Colón. Sería más adecuado decir: ellos lo conocieron a él, y nunca
lo olvidarían. Le produjo música a casi todo el mundo, hasta a un Mecano que
interpretó la salsa más desabrida que hayamos escuchado en años; por eso
pensaban que era puertorriqueño, que era cubano. Estuvo en la época de oro de
la salsa, rodeado de anfetaminas y de mujeres lindas, cubierto de gloria, de
dinero, de sombreros de latin lover y de capas doradas a lo Mandrake: se usaban
en esa época. Era la moda. Con una cadena inmensa representando un sol con cara
de niño, desde una fotografía a blanco y negro en la que a abraza a Celia Cruz
cuando era más negra que ahora que murió y la sacralizó Miami, te miro y no te conozco,
Johnny Pacheco. ¿Qué hubiese ocurrido si te quedas en Los Pepines, si no
hubieses tenido la oportunidad de irte, si Trujillo el sátrapa asesino no hubiese
perseguido a tu familia, si no hubieses estudiado en Julliard y no hubieses
llegado a Nueva York? Te hubieses jodido, como los demás que nos quedamos. No
te hubiese conocido nadie. Por eso te deseo, ya en tu honorable vejez, viviendo
de los homenajes y de los recuerdos de tu éxito en África, en Europa, en Asia,
en Nueva York, cuando el público se subía al escenario y destrozaba las sillas
del Madison porque exigía que el espectáculo continuara, que la emoción y la
felicidad fuesen infinitas (pero ninguna de esas cosas son infinitas, su valor
se encuentra precisamente en su inmensa brevedad) mientras Héctor Lavoe repetía
diez mil veces Que cante mi gente,
toda la fama del mundo. Representas toda la salsa. Todos brindamos por ti.
¿Recuerdas, Johnny, tus correrías
por la Vicente Estrella, mojándote bajo las hojas largas de los pinitos,
bañándote en la lluvia reciente y dilatada que te empapaba, empujando una rueda
desinflada de bicicleta? ¿Recuerdas a Bader, a la fortaleza San Luis, al río
Yaque, a los alcohólicos reunidos para siempre en la esquina de la Santomé? ¿Lo
recuerdas Johnny? ¿Por qué las Estrellas, por qué África, por qué Celia, no
pueden traerte recuerdos como esos? Toda la música y toda la gloria están en
ti, si no has olvidado tus raíces. Como en África, el origen de todos los
orígenes.
Llegan nuevas autoridades al Ministerio de Cultura de la República Dominicana, y con ellas arriba una nueva esperanza que, como siempre, no será cumplida a cabalidad. Pero nuestra intención aquí es reseñar y analizar el pasado, no pronosticar un futuro que no sabemos realmente cómo será. No hay ninguna intención en nosotros de adivinar o profetizar estos 4 años que esperamos de todo corazón que se cumplan trayendo bienestar para el pueblo dominicano.
No obstante, aclarado esto con alguna sinceridad, nuestra intención se concentra en el sector cultural, como se sabe, en los artistas y en los ciudadanos dominicanos que consumen ese arte y esa cultura, y en las condiciones lamentables en que se encuentra en estos momentos un ministerio que ha llegado a desaparecer, que ya no existe, en una especie de acto de prestidigitación que ha dejado a los artistas azorados y abandonados. Y no me refiero sólo al ministerio de la ciudad capital, adonde van dirigidos todos los recursos y los esfuerzos puesto que concentra la mayor cantidad de votantes del país (prácticamente el 50% de la población), sino en la ciudad de Santiago, en la que he decidido vivir a pesar de las tentaciones y los afanes profesionales para tratar de sacarme de aquí: porque, para nosotros, Santiago no es sólo una ciudad sino un sentimiento. Una emoción. Y basándome en ese sentimiento fui director de instituciones culturales en Santiago, y basado en esa emoción amurallada creí con todo el corazón y todas las ganas de creer en algo, que podía ser reformado con mucho trabajo y esfuerzo el sector cultural de mi ciudad y mi país.
Toda la infraestructura de las instituciones culturales de la ciudad se encuentra destruida. Desde el Monumento a los Héroes de la Restauración, que es el símbolo de la ciudad y que fue recuperado durante la gestión del Ministro de Cultura José Rafael Lantigua, hasta el punto de que a través de los medios de comunicación se ha solicitado que, si el ministerio de cultura no tiene recursos para atenderlo, que lo entregue a otra institución del estado con un poco más de capital económico: el Ayuntamiento de Santiago, por ejemplo, o el Ministerio de Turismo. El Monumento a los Héroes de la Restauración no recibe absolutamente ningún subsidio de parte del ministerio de cultura, de manera que todos sus recursos se conseguían con el alquiler de su parqueo a diferentes empresas del espectáculo: ciudades mecánicas, organizadores de eventos artísticos, circos mexicanos o rusos, empresas licoreras. Pero el Ayuntamiento de la ciudad, abrogándose un derecho que no tiene, ha prohibido el alquiler del parqueo, por lo cual el símbolo de la ciudad se encuentra en condiciones tan lamentables que sólo puede apreciarse el verdor de sus jardines cuando cae la lluvia. Y, al mismo tiempo, cuando llueve se encuentra tan lleno de filtraciones que se teme por la condición de los murales de Vela Zanetti y Jacinto Domínguez en sus paredes, y por toda la edificación monumental.
El Centro de la Cultura de Santiago, fundado y organizado para que los artistas de la ciudad no emigraran a Santo Domingo para estudiar arte, de manera que la propia ciudad y la región contara con su propia cantera de artistas, pintores, teatristas, músicos, técnicos calificados, se encuentra en un estado tan lamentable que el decorado de mármol de sus columnas empezó a desprenderse de sus paredes frontales, con el peligro de que cayera sobre los alumnos, visitantes o solicitantes, por lo que hubo que realizar un trabajo de desprendimiento del mármol, lo cual ha dejado ese edificio prácticamente en ruinas. La sala Héctor Incháustegui Cabral se encuentra cerrada debido a las condiciones en que se encuentra. Es la sala de teatro más popular de la ciudad, pequeña, acogedora y con una acústica adecuada precisamente para las obras teatrales, lo que ha dejado a la ciudad no sólo huérfana de teatro -aunque existen otras instituciones de carácter privado que han tomado una iniciativa que debería ser estatal-, sino a los actores, directores y técnicos sin la única sala verdaderamente de teatro de la ciudad. El Teatro Popular del Centro (TPC), ya no existe. El edificio es casi inhabitable. Ha desaparecido su biblioteca, basada en libros de arte, su sala de exposiciones Yoryi Morel y el resto de los grupos culturales que habitan una institución que es patrimonio de la ciudad. ¿Dónde está el Ballet Folklórico de Santiago, el grupo de baile folclórico más importante del país, ganador de Premios El Dorado, del Premio Casandra, de todos los premios que entregaban Freddy Beras Goyco y Meny Almonte, que en estos momentos tiene una directora interina cuyo nombramiento como Directora General no llega nunca? ¿Qué hace el Taller Literario del Centro (TLC), que una vez existió allí?
El Gran Teatro Regional del Cibao, que fue pensado y construido como un centro cultural y una sala de espectáculos que sustituyera al Centro de la Cultura de Santiago, que ya quedaba pequeño debido al crecimiento de la región, tiene 8 años detenido en un limbo cultural que no genera ni espectáculos, ni gestión, ni animación cultural. El edificio se encuentra en lamentables condiciones, hundiéndose milímetro a milímetro debido a la falta de mantenimiento, provocando grietas en sus paredes, amén de sus filtraciones, la condición de sus baños y sus alfombras; de la desidia de las autoridades estatales. Llevamos a ingenieros de la OISOE a hacer un levantamiento y a prometernos que eso se resolvería: 4 años después se ha convertido en un edificio que no existe. Ni siquiera sus jardines, descuidados y horribles. Quizás sólo su fachada, para tomarse fotos como fondo para llevarlas a Nueva York o a Europa. Hace años que en el Gran Teatro Regional del Cibao no se realizan actividades de ningún tipo, de manera que se ha convertido, sobre todo su bar Moisés Zouain, en sitio único de conferencias sobre periodismo o marketing (lo cual no criticamos: nos referimos a que es lo único que se realiza allí), farándula o política, puesto que han desaparecido desde hace tanto tiempo, por falta de apoyo, la Tertulia "El Oficio de la Palabra", con su contenido literario; los talleres de apreciación musical del Dr. Stern; las obras pequeñas de teatro en su segunda sala. La Sala de la Restauración ha sucumbido a las goteras, al olor a alfombra vieja y mojada y a la destrucción de sus asientos. Es posible que no sea conocido por la mayoría de los ciudadanos, puesto que no se hace nada con eso, pero el Gran Teatro del Cibao tiene salas para exposiciones de artes plásticas (recordemos que la Bienal de E. León Jimenes se realizó allí hasta que fue trasladada al recién construido Centro Cultural Eduardo León Jimenes), para conferencias, charlas, y para presentaciones de libros. Es decir, como mencionamos con anterioridad, es un completo centro cultural que no se utiliza para nada.
La Escuela de Bellas Artes de Santiago fue fundada con el mismo propósito que el Centro de la Cultura, aunque es anterior. Según nos contó Yoryito Morel, hijo del artista Yoryi Morel, con admiración y nostalgia, el dictador Trujillo se obsesionó con su padre, por lo que le ofreció la creación y la dirección de la Escuela de Bellas Artes de Santo Domingo. Esa propuesta surgió de nuevo en nuestra ciudad, a la que se incorporaron profesores de la talla de Federico Izquierdo, Juan Bautista Gómez, Rosa Idalia García, Danilo de los Santos, el propio Yoryi y su hijo Yoryito Morel, que se convirtió en profesor, Subdirector de la Escuela, y en estos momentos profesor de nuevo, aunque ha llegado a una edad en la que debería ser pensionado. Pero esa graduación sistemática de artistas importantes que forman parte del acervo y la historia de la ciudad terminó una generación después de esa generación segunda (cuando salieron de allí Jairo Ferreira, José German Salcedo, Dionisio Peralta, etc.), de manera tal que ya no se gradúan allí los verdaderos artistas -músicos, teatristas, pintores, bailarines- de la ciudad. El horario de la Escuela de Bellas Artes coincide con el de la tanda extendida de las escuelas públicas, de manera que los estudiantes de los barrios populares no pueden estudiar allí -como debería ser, puesto que se encuentra dirigida a ellos: es una escuela gratuita- sino a los niños y jóvenes clase media alta (los cuales, por supuesto, también tienen todo el derecho de hacerlo). Pero no conocemos a los músicos, los actores, los bailarines, los pintores que han salido de allí desde hace 8 años, no sólo debido a la tanda extendida y a que, por esta razón, la población estudiantil ha ido menguando año tras año, sino porque hay que hacer allí una reingeniería con el pensum de cada materia. El pensum original fue creado por el artista, poeta y músico Manuel Rueda, ya fallecido hace muchos años, por lo que se usa todavía aquel programa antiguo de los Doce Años de Joaquín Balaguer, como si el arte y la pedagogía artística no hubiesen evolucionado, como si viviésemos aún a mediados del siglo XX: no existe una sola computadora en la que se imparta arte digital, por ejemplo, o arte conceptual, o arte contemporáneo; los verdaderos músicos de la ciudad, o los verdaderos actores, directores, bailarines, no son profesores de la Escuela de Bellas Artes, puesto que se paga muy poco dinero, exceptuando a su director, que tiene un sueldo de lujo, y porque no hay un compromiso real con el mejoramiento artístico de la ciudad a través del estado, puesto que ya ningún artista -ni aquellos que dejan ahora las instituciones culturales, que se encuentran allí debido a sus sueldos de lujo, ni aquellos que llegarán- cree en ningún proyecto político actual. Aunque reconocemos la valía y el sacrificio, incluso económico, de aquellos profesores que tienen el valor de aportar a sus alumnos permaneciendo allí.
La Oficina de Patrimonio Monumental no existe en cuanto su director es el único que no devenga un gran sueldo, por lo que tiene que dividir su tiempo entre su profesión verdadera, en este caso la arquitectura, y el trabajo de preservación del patrimonio de la ciudad. Lo cual indica la ignorancia en lo que tiene que ver con esta clase de preservación cultural: ni siquiera el Ayuntamiento cuenta con una oficina de preservación monumental. Más abajo de estas palabras, en un excelente video realizado por el arquitecto George Khoury, experto en Patrimonio Monumental, puede apreciarse la manera en la que se encuentran las casas santiagueras, algunas de ellas con columnas y balaustradas que son endémicas de la ciudad de Santiago y que fueron exportadas al resto del país, pero que desaparecen lentamente debido a la desidia del ministerio de cultura, arrastrando consigo nuestra memoria histórica, arquitectónica, identitaria y cultural.
En fin, los problemas culturales de la ciudad en un ministerio que ya no existe, que ha desaparecido, que no ha cumplido con su labor a pesar de su nómina abultada e inútil, no se resolverán de la noche a la mañana. En el tiempo en que estuvimos allí (fui funcionario y director de instituciones culturales por 14 años, un año y medio como Director Regional de Cultura), nos percatamos de que al gobierno actual, el saliente, presidido por el presidente Danilo Medina -con tres ministros de cultura que nunca se dieron cuenta, ni les interesaba, lo que tenían entre manos-, nunca le interesó la cultura, lo cual demostró con creces a través de sus ministros. El primero, el cantante, publicista y compositor de letras José Antonio Rodríguez, cuyo mayor logro fueron los Proyectos Culturales, a través de los cuales se entregaba dinero a los ganadores de los concursos de los proyectos sin ninguna supervisión, en una mayúscula insensatez administrativa que sólo puede ser posible en un país que se ha convertido en una cleptocracia. También se hicieron con mucha pompa y boato Festivales del Locrio y del Dulce de Leche.
Pero se asoman cambios, se acercan aires nuevos, que ya empiezan a parecernos viejos. Hemos llegado a nuestra etapa local de la incertidumbre y la desconfianza. Los artistas, los escritores, los animadores y gestores culturales nos estamos organizando para que no suceda de nuevo la peor gestión cultural de toda la historia de la ciudad, como se ha calificado a la gestión saliente, exceptuando, por lo menos de manera regional, el año y medio que dirigí la cultura estatal local con todos los inconvenientes, los sacrificios y las luchas, puesto que era preferible abandonar una gestión fallida que continuar cobrando un sueldo sin que hubiese la voluntad política de que se hiciera un trabajo serio, como ha sucedido irresponsablemente con los directores de las instituciones culturales que se han quedado allí sin que la ciudadanía los conozca ni los aprecie, puesto que sus instituciones han desaparecido por completo del mapa local. Cuando abandoné la Dirección Regional Norte de Cultura, el ministerio decidió desasistir los Puntos de Arte que realizamos en los barrios de Santiago, pero nosotros decidimos que íbamos a continuar impartiendo las clases de arte a niños y jóvenes de sectores de alto riesgo, a pesar del propio apoyo estatal del ministerio, por lo que ahí están, contando con más alumnos que la Escuela de Bellas Artes de Santiago y el Centro de la Cultura, en Santa Lucía y La Piña, en Cienfuegos, auspiciados por la Fundación Solidaridad y la Xunta de Galicia, en España, en la Escuela de Arte y Tiempo Libre Mauro Lorenzo que yo coordino. Se han realizado presentaciones de esos niños y jóvenes en las instituciones culturales descentralizadas de la ciudad, y en España. Con muchos sacrificios, sin el apoyo de ningún ministerio ni de ningún ayuntamiento, con el patrocinio, sí, de la Xunta de Galicia, del Club Activo 20-30, del Instituto de Rehabilitación que ha realizado operativos médicos para los niños, jóvenes y ancianos, con el apoyo incondicional de los profesores a los cuales no se les paga la cantidad que se debería, aportando a través de su docencia, hemos hecho un trabajo por encima de las instituciones culturales de la ciudad, que no funcionan, sin que sus directores sientan ningún remordimiento, a pesar de que son denostados diariamente a través de las redes sociales. Eso, al parecer, no les importa ni les indigna.
Tampoco les indigna que los montos del Premio Anual de Literatura sean rebajados año tras año, que la Bienal de Artes Visuales tenga 4 años sin realizarse, que los museos se encuentren cerrados, que los premios de arte y literatura se entreguen en los pasillos de la sede central del ministerio para tomar una foto para la prensa, que se le haya cambiado el nombre de Enriquillo Sánchez al auditorio de la sede central del ministerio por el de Juan Bosch, un humanista, un gran escritor y gestor cultural, un político que es el responsable en estos momentos de la existencia de cuatro partidos políticos, lo cual no es sólo excepcional sino propio de cualquier récord importante. No obstante, Bosch el intelectual, el humanista, el escritor, el político, el poeta, nunca hubiese aceptado un cambio de esa naturaleza.
Los artistas, escritores y trabajadores culturales de la ciudad nos organizamos para que no sea posible que llegue otra gestión del tamaño del fracaso de la que termina. Para que no sólo se ocupen de nosotros cuando llegan las elecciones y se necesita una labor política, levantando falsas esperanzas que no serán cumplidas. Ya eso se terminó. Si los deseos y las esperanzas no se cumplen, ya decidiremos cuál camino tomar, sea cual sea.
El trabajo artístico va dirigido al ciudadano común, a la ciudadanía. Si las instituciones culturales no funcionan, hay algo que no funciona en nuestra identidad local o nacional, más aún teniendo en cuenta nuestra realidad insular y cerrada. No nos reconocemos como dominicanos, nos invaden y atropellan formas culturales foráneas, vecinas, porque no somos capaces de comprender nuestras propias manifestaciones culturales, que son espontáneas de los pueblos, que un Ministerio de Cultura de verdad con mayúsculas no debe tratar de crear o sustituir, puesto que ya existen, esa no es su función. Su función es apoyar, promover, recuperar cuando el caso lo amerite, internacionalizar el arte y la cultura dominicanos. Eso es lo que significa hacer animación y gestión cultural: crear un ciudadano ilustrado, un ser humano mejor, con educación y con cultura.
Máximo Vega es un narrador exquisito. Con esta sinestesia inusual quiero empezar este breve diálogo conciliador entre mis gustos literarios y mi conciencia. La novela EL MAR del escritor dominicano Máximo Vega presenta aspectos narrativos interesantes tanto por la crudeza que despliega como por esa suerte de desenfado narrativo que vincula al autor con la búsqueda de la verdadera calidad a pesar de los desgarramientos de la bondad hacia el lector. Esta novela, que no por ser breve es tan intensa, es intensa y breve porque el narrador es tan adulto, tan dueño de sus talentos, que desdeña la ampulosidad para cercar a sus personajes, para mantenerlos a raya dentro de ese tablero de su imaginación, dentro de ese universo en donde el autor impone su omnipotencia. Otros ejemplos hay que contradicen a Gracián, pues la brevedad no garantiza calidad ni siquiera en un cuento. Esta novela presenta un plano en su narratividad que nos lleva de improviso hacia las muestras más desgarradoras del naturalismo de Zola, pero también nos mueve hacia ese abandono del ser de la novela existencialista europea, o al exitoso estructuralismo latinoamericano. Quizás se pueda decir, de manera errada, que este cuerpo narrativo es de tal intensidad que es más cuento que novela. Ninguna obra artística debe soslayar la intensidad. Esta novela no es el erróneo nocaut de Cortázar, pero algo tiene de definitivo. El autor no suelta a su personaje principal, a su pro-agonista, no lo deja solo un instante, lo guía, le mueve sus resortes hasta hacerlo desfallecer, que es lo mismo que hacerlo crecer dentro del marco de su narratividad. Esta novela, la que leí de una sola sentada -no por llevarme de Poe, sino para contradecirlo-, es sencillamente de un lenguaje cautivante. Esa transmutación del narrador, esa obsesión en tornarse su propio personaje, es un signo de apasionamiento justificado para hacer creíble la historia. La logicidad narrativa es un hilo conductor que atrapa al lector en esa maraña sinuosa de la vida que se consustancia con la muerte.
En la literatura universal hay muestras de historias grandes narradas con destreza. Desde El Quijote hasta Cien años de Soledad, aparecen ejemplos memorables de grandiosidad narrativa. Desde Bartleby de Melville, hasta El enano de Lagervist, o, más cerca aún, desde Nada de Carmen Laforest, a El hombre sentimental de Javier Marías, la novela corta ha venido a desmantelar el concepto de lo extenso como sinónimo de calidad. Esta novela de Máximo Vega es un ejemplo de que la intensidad es el sello inconfundible de aquella calidad. Sin embargo, a pesar de todas estas bondades narrativas, creo que el título de esta novela es inadecuado. Pero esto no le resta ni un ápice de mérito al cuerpo literario que he abordado. Sólo nos resta decirle al tiempo ¡I haréis justicia!
25 libros de la literatura dominicana para leer en estos tiempos de confinamiento. No hay que ser de la República Dominicana para leer estos libros, por supuesto, y están dirigidos a todo aquél que quiera leer una literatura caribeña algo desconocida a nivel internacional.
Los libros no se encuentran en orden de importancia, y son sólo una parte de una literatura vasta y sólida. Muchos otros libros, algunos incluso más importante que estos, se han quedado fuera en una lista muy limitada, que no es un hit parade, ni un canon ni nada de eso, sino sólo algunos libros para aprovechar y leer mientras estamos en casa:
-Cuentos más que completos-Juan Bosch. Antología cuentística total del profesor Bosch, publicado por Alfaguara con prólogo del Premio Cervantes Sergio Ramírez.
-David, biografía de un rey-Juan Bosch. Ensayo narrativo que no habla sobre religión, sino acerca de ética y política, basado en la figura del más grande rey de Israel, un rey que era además, dicho sea de paso, poeta.
-El amor es el placer de la maldad-Pedro Peix. Antología cuentística de uno de los más importantes escritores dominicanos de todos los tiempos. En este libro se encuentran los clásicos "Pormenores de una servidumbre", "Los muchachos del Memphis" y "Pasión y oprobio en el hotel Shanghai".
-Trópico íntimo-Franklin Mieses Burgos. Un clásico de la poesía dominicana.
-Compadre Mon-Manuel del Cabral. El libro más acabado de un poeta prolífico que escribió grandes libros de poesía.
-Hay un país en el mundo-Pedro Mir. El Poeta Nacional dominicano escribió un poema extenso que describe su país a la perfección.
-Yelidá-Tomás Hernández Franco. Un poema sobre un amor interracial, que describe poéticamente nuestro sincretismo cultural: entre Europa y Africa.
-Agonías de distancia-Zacarías Espinal. Morfinómano, creador de las jitanjáforas y uno de los dos miembros del movimiento Vedrinista (el otro era su fundador y presidente, Vigil Díaz), Zacarías Espinal es un escritor de culto de la literatura dominicana.
-El poema de la hija reintegrada-Domingo Moreno Jimenes. Este poema fue escrito cuando el poeta vivía en Santiago de los Caballeros, a la sombra de un árbol en el terreno que hoy ocupa el hospital regional José María Cabral y Báez.
-La metamorfosis de McKandal-Manuel Rueda. Poema acerca de la vida y muerte de Francois MacKandal, esclavo cimarrón de la isla de Santo Domingo.
-Las máscaras de la seducción-José Alcántara Almánzar. Ese libro contiene el cuento "La reina y su secreto", una obra de orfebrería que ha influenciado notablemente mi propia literatura.
-La mosca soldado-Marcio Veloz Maggiolo. Publicado por la editorial Siruela, fue nominado al libro del año en España.
-Escalera para Electra-Aída Cartagena Portalatín. Finalista del Premio Biblioteca Breve de la editorial Seix Barral.
-Entre dos silencios-Hilma Contreras. Un clásico de la literatura escrita por mujeres.
-En el barrio no hay banderas-René del Risco Bermúdez. Otro clásico del autor de "Ahora que vuelvo, Ton", un escritor que escribió poco y murió joven en un accidente automovilístico.
-La viuda de Martín Contreras y otros cuentos-Rafael Castillo. Con este libro, que es el único del autor, Castillo obtuvo el premio nacional de cuento, por encima de "Cuentos cortos con pantalones largos", de Manuel del Cabral.
-Enriquillo-Manuel de Jesús Galván. La primera novela romántica en América Latina.
-El evangelio según la muerte-José Acosta. Poemario ganador del premio Nicolás Guillén, en México.
-Eternidades-Ramón Peralta. El primer libro de Peralta. Los poemas de Ramón Peralta han llegado a titular algunos de mis libros, como este verso de "Eternidades": era lunes ayer, pero sé que no es martes.
-Alegoría vital-Dionisio López Cabral. Alcohólico, autor de poemas breves, falleció de ebriedad. Sin embargo, un gran poeta.
-La radio y otros boleros-René Rodríguez Soriano. El mejor libro de cuentos del escritor dominicano, recientemente fallecido por el coronavirus en Texas, Estados Unidos.
-El español en Santo Domingo-Pedro Henríquez Ureña. No podía faltar una de las obras del más grande intelectual dominicano de toda su historia.
-Y tu abuela dónde está-Carlos Esteban Deive. Ensayo del escritor domínico-español, antropólogo e historiador, sobre la influencia africana en la cultura dominicana.
-Al filo de la dominicanidad-Andrés L. Mateo. Artículos que tratan de definir la dominicanidad desgarrada.
-El ojo del arúspice-José Mármol. El primer libro del líder de la llamada Generación del 80, que nunca se definió entre movimiento o generación literaria.
En fin, faltan muchos libros y muchos autores. Quizás haya que hacer una segunda, una tercera o una cuarta selección. Feliz lectura.
Cada
quien tiene su propia idea de cómo sobrevivir a la enfermedad viral que se ha
expandido a través del mundo entero, que empezó en China y que tiene ahora, de
acuerdo a la Organización Mundial de la Salud, la OMS, su epicentro en Europa.
El segundo país que tiene más enfermos del coronavirus es Italia, luego de
China. El tercero, Corea del Sur; el cuarto, Irán, pero como Irán es una nación
paria, desangelada por los Estados Unidos, sus enfermos y sus muertos pasan
desapercibidos.
Me envían docenas de videos al
teléfono celular: El verdadero secreto detrás del coronavirus; La conspiración
del coronavirus; La boda con tema de coronavirus que terminó con 25
contagiados; Quien obtenga la patente de la primera vacuna será el culpable de
la aparición del coronavirus; El presidente de los Estados Unidos denomina a la
enfermedad como “virus chino” y el embajador de China en la República
Dominicana lo llama “loco”; Dios le ha mandado el coronavirus a las naciones
que han aprobado el aborto; Lávate las manos con agua y jabón de cuaba; No toques
objetos que otros han tocado; Aíslate del mundo; Desaparece. Me envían videos
racistas contra los chinos, un discurso de Vladimir Putin defendiendo la soberanía
de su país mientras ordena cerrar todas sus fronteras… Al mismo tiempo, Europa
y la OMS han olvidado que se producen alrededor de 390 millones de infecciones
de dengue por año, y nunca se le ha declarado pandemia… quizás porque no es
problema para los Estados Unidos, para Canadá, para los países europeos, para
China, Rusia o Corea del Sur. Un mes después de aparecido el coronavirus, se le cambió el nombre por otro más científico y publicitario: el covid-19, que parece sacado de una de esas historietas de Marvel.
Imbuido como siempre en la lectura,
es tiempo de aprovechar para leer mucho más, para matar el tiempo con las
palabras. Soy un trabajador informal, es decir que desde el principio sé que el
aislamiento me va a traer problemas económicos, por lo que me recuesto en la
silla en la que suelo leer (una especie de chaise longue con el espaldar erguido) y trato de olvidar lo mal que la pasaré
económicamente en estos meses. En este mundo, y en este tiempo, nadie te ayuda,
así que no albergo muchas esperanzas de que las cosas mejoren. También este es el tiempo de no ser
solidarios: los barcos navegan de un puerto a otro porque los países impiden su
desembarco; en Ucrania las peores personas del mundo intentaron atacar un avión
que llegaba de Wuhan con pasajeros latinoamericanos a bordo (entre ellos
algunos dominicanos) por el miedo al contagio de la ciudad. Somos testigos de
los peores comportamientos, pero también de los mejores. De las personas que se
sacrifican para que los demás puedan continuar con sus vidas sin miedo: los
médicos, las enfermeras, el personal de los hospitales. Los periodistas, las
personas que trabajan en los medios de comunicación, los camarógrafos, las y
los conserjes de esas instituciones, los empleados de las farmacias, sea quien sea que mantiene funcionando las redes sociales y la web, los policías. Muchas
veces olvidamos la capacidad que tiene alguna gente para sacrificarse por los
demás. Tiene que llegar el apocalipsis para que lo recordemos. También te puede interesar: Diario del Año del Coronavirus
He leído ya dos libros: “La
decadencia de Nerón Golden”, de Salman Rushdie, y “Fima”, de Amos Oz,
recientemente fallecido. Un libro de un autor inglés de ascendencia india y
musulmana –a pesar de todos los problemas que tuvo su “Versos Satánicos” con los
musulmanes, pero es así-, y otro de un israelí. Leyendo a “Judas”, de Oz, y
ahora a “Fima”, me levanto del chair long
y grito a viva voz: “¡Pero no se sienten mal por la forma en que tratan a los
palestinos, eh!”. No parezco yo, debe ser el aislamiento, la soledad. Y sin
embargo, me gustaron mucho sus dos libros, aunque me gustó más “Judas” que “Fima”,
quizás porque me gustan mucho más los textos sobre personajes bíblicos, judíos o cristianos.
También he estado leyendo los cuentos
de los participantes del Concurso de Cuentos de Radio Santa María, del cual soy
jurado. Alrededor de 200 textos. Increíble. Este es un país de escritores, de
creadores. De soñadores que no esperan nada a cambio de lo que han creado; es
decir, que crean por la creación misma, puesto que todos sabemos que aquí no se
apoya para nada la Cultura. Cuentos que no se los llevará el viento porque
serán publicados en el libro de los ganadores. Por lo menos serán publicados esos cuentos, es
decir, los ganadores: por eso los jurados sabemos que tenemos encima una
responsabilidad muy grande.
¿Quién nos ayudará cuando termine la
cuarentena nacional? ¿Dirá el presidente en una alocución: “Bueno, sabemos que
la han pasado mal, así que vamos a ver cómo los ayudamos a ustedes los
informales que tienen pequeños o medianos negocios”? Aunque sé que él dirá, más
bien: “Pequeñas y medianas empresas”. Yo no. Yo no tengo una empresa. Tengo un
negocio. El que trato de olvidar mientras voy leyendo mis libros. Soy un
escritor-negociante.
Lávese las manos, colóquese la
mascarilla (en Argentina la llaman “barbijo”), no tome aspirina sino
acetaminofén –eso lo he aprendido ahora con los mensajes y los videos que me
mandan por Whatsapp-, manténgase a un metro de distancia de las demás personas.
Lo que significa también: no dé muchos besos y no tenga relaciones sexuales en
estos días. No vea televisión. La televisión alela. Continúe con las redes
sociales, que son más verdaderas que la verdad misma, más reales que la
realidad. Si continuamos vivos después de esto, habremos probado que merecemos
el planeta tierra.