Pero hay algo que me parece importante en Julio -estoy seguro de que si estuviese vivo podría incluso tutearlo-, y es algo que no tiene que ver con él en sí mismo como escritor sino con la época en la cual vivió, en la que un escritor -un escritor como él, un gran escritor- influenciaba la vida de las demás personas, incluso las de aquellas que no lo leían; una época en la cual un intelectual era seguido y escuchado. Recuerdo no sin asombro cómo en un periódico nacional un poeta como Enriquillo Sánchez tenía seguidores incondicionales, muchos, a pesar de que escribía con un estilo único a veces difícil, que requería cierta clase de educación en la cultura, pero era seguido, y comentado, y era popular. Lo recuerdo cuando Enriquillo Sánchez ya está muerto. La presencia de alguien como Cortázar en el país podía arrastrar multitudes. Sabemos, claro está, que ésta no es una buena época para la imaginación, y creo que no existe una prueba más fehaciente de esta certeza que lo que ocurre en el ámbito cultural de mi propio país. Ya pasó la época de los sacrificios, de lanzarse al vacío defendiendo principios o ideas, de entregarlo todo a cambio de la literatura. En una entrevista que le hicieron a Le Clézio en la Feria del libro de Bogotá, él les comentaba a los jóvenes que no se desesperaran, que lo apostaran todo a la literatura. Pero ya sabemos que la literatura es también mercado, que un libro es un objeto de venta, que a una editorial le interesa más cuántos libros se venderán o cuántos premios se va a ganar que descubrir a un escritor no importante, eso es muy difícil, sino por lo menos bueno. Un buen escritor. Llegará un momento (bueno, creo que ese momento ya ha llegado) en el que solamente podremos leer a escritores españoles, argentinos, mexicanos, colombianos (es decir, escritores de los grandes mercados). "No he estado en los mercados grandes de la palabra", canta Silvio Rodríguez, "pero he dicho lo mío a tiempo y sonriente". Yo apostaba, quizás con mi ingenuidad de escritor dentro de una burbuja, en la sacralidad de esto, pero claro, es obvio que estaba equivocado. Volviendo al tema, dejando de lado pesimismos y depresiones por la situación de la cultura, celebramos cien años de un escritor que nos ha dado tanta felicidad, pero también que nos ha hecho reflexionar acerca de la irrealidad de lo que percibimos, acerca de cómo debemos cuestionarnos toda la realidad que creemos tan cierta. Que nos ha conmovido y nos ha asombrado.
El Taller de Narradores de Santiago, una ONG que se dedica a promocionar la literatura en la República Dominicana, está celebrando todo el mes de agosto los Cien Años del autor de cuentos como El Perseguidor, Circe, La Noche Boca Arriba, Casa Tomada o El Otro Cielo, y de novelas como Rayuela. Aunque la existencia de un escritor como Julio Cortázar nos lleve de nuevo al pesimismo, a la época y al país en el que estamos viviendo, en el cual la cultura no tiene demasiada importancia. Sucedió con el bicentenario más importante: el de Juan Pablo Duarte, quien alguna vez fue el Padre de la Patria, y con el centenario del poeta Pedro Mir, quien alguna vez fue Poeta Nacional. A veces uno se cansa de luchar siempre.
Pero hay que seguir luchando, por inercia, por diversión.
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