El
arte contemporáneo se encuentra en crisis porque la sociedad capitalista se
encuentra en crisis. Decía Arnold Toynbee, historiador británico y sociólogo,
muchas veces llamado el padre de la Filosofía de la Historia, que la clase
dominante ya es incapaz de imponer sus gustos a la clase trabajadora, al hombre
común. Al contrario: las modas y los gustos del hombre común son traspasados a
la clase gobernante. Del siglo XIX hacia atrás, la clase dominante imponía su
música, la forma de vestir, sus gustos artísticos al resto del pueblo. Pero a
partir del siglo XX la clase gobernante es incapaz de traspasar sus gustos al
resto de la sociedad, manteniendo esos gustos como elitistas, pero al mismo
tiempo como extravagantes. Debido a que la clase dominante ha convertido los
valores del arte contemporáneo, que deberían ser estéticos, en valores
económicos, al mismo tiempo ha provocado que esa forma de arte sea inaccesible
para la mayoría de la sociedad. Esa es una de las consecuencias de la
democracia. No es sólo un problema de que sus precios sean inaccesibles para
todo el mundo: la clase dominante ha provocado que el arte evolucione hacia lo
incomprensible y lo absurdo, un arte criptográfico, feo, a veces tan bello como
el plástico, o light que, supuestamente, sólo la clase dominante es capaz de
comprender.
Nos
dice Arnold Toynbee: una civilización se desarrolla cuando tiene éxito, pero al
mismo tiempo ese éxito debe llevarla a enfrentar una nueva serie de desafíos.
Si esto no sucede, esa civilización empieza a morir. Umberto Eco repetía que la Edad Media fue una era de transición en la sociedad europea. La gente sentía
que la civilización ya no le satisfacía y que debía cambiar, aunque ellos no
sabían hacia dónde debía estar dirigido ese cambio. Ese estado de ansiedad y de
incertidumbre tardó siglos, hasta que la Edad Media dio paso a la Edad Moderna,
y del feudalismo se pasó al surgimiento de la burguesía mercantilista. Es
decir, se produjo una mejoría en las condiciones de vida de las personas. Se
crearon los valores de la modernidad: la libertad, el humanismo, el mercado de
bienes. Umberto Eco nos decía que eso también sucede en esta época de
incertidumbre: queremos un cambio social, pero no sabemos exactamente hacia
dónde se debe cambiar.
Esto
no tiene nada que ver con el socialismo o con el comunismo. Es posible que la
sociedad por sí misma encuentre modos de evolucionar, puesto que ya la gente
siente que debe haber una evolución social, lo cual propicia que vivamos en una
sociedad en permanente crisis. Los valores de la clase gobernante ya no son los
valores del resto de la población. Vivimos en una sociedad en una permanente
crisis moral, que se cuestiona a cada momento si lo que sucede es moralmente
adecuado, pero a la cual, al mismo tiempo, no le importan las respuestas. Esto
sucede también con el arte, que forma parte intrínseca no sólo de la sociedad,
sino de la naturaleza humana. El arte lo que hace es reflejar la propia
decadencia de una forma de vida que termina, y que dará paso a otra que no ha
llegado, que quizás sólo se sospecha.
Hace
unos años tomé un diplomado de curaduría en un centro cultural de mi país, y
una de las profesoras nos dijo que el arte hoy día dependía del contexto, del
lugar en el que es expuesto. Nos contó el ejemplo de un músico famoso que
interpretó el violín en el metro de Nueva York, pero la gente no le hacía
ningún caso a pesar de que él era un músico extraordinario. Ese mismo músico se
presentó esa noche en el Carnegie Hall, con un éxito tremendo. No sólo por ese
ejemplo nos damos cuenta de que el arte hoy día depende del contexto. Como las
obras de arte ya no son cuadros o esculturas, si yo coloco por ejemplo una instalación
de Yoko Ono en medio de la calle, es posible que nadie se entere de que eso es
una obra de arte. Sin embargo, esa instalación en el Museo de Arte Moderno de Nueva York, o en cualquier galería de arte importante, se convierte en una gran
obra contemporánea o conceptual.
Ahora
veamos una lista que hallé en google de los diez artistas más importantes del
mundo. A pesar de que el término “importante” es relativo, veamos esta lista
que preparó este portal de arte llamado Artsy, de los diez artistas más importantes
del 2015:
-Damien Hirst, Jeff Koons, Ai
Weiwei, Yayoi Kusama, Yoko Ono, Theaster Gates, Frank Stella, Tania Bruguera, Alex
Kats, Cindy Sherman.
De
ese grupo, nos quedamos con Frank Stella, Alex Kats y Cindy Sherman. Los demás
no nos interesan. Aunque hago notar que el portal de arte menciona a la artista
cubana Tania Bruguera, diciendo que ella es importante porque el Museo de Arte Moderno de Nueva York le compró un performance y un videoarte, repitiendo lo
que ya habíamos comentado antes: un artista es importante no ya por su obra en
sí misma, sino por las galerías o los museos a los cuales les interesa su obra.
Es decir, su valor es económico, además de que su obra depende del contexto en
el que se presenta. Ya su obra no depende para nada del público. El artista que
no expone en el Moma, o en una galería importante, no es nadie. Su obra no vale
la pena, porque no ha sido identificado por los espacios importantes para
exponer el arte. Ocurre todo lo contrario con el entretenimiento, cuyos productos
dependen de la cantidad de público que puedan atraer.
Pero
Alex Kats, Cindy Sherman y Frank Stella son grandes artistas. También la
fotógrafa Sally Mann o el grafitero Banksy. El problema es que toda obra de
arte contemporánea expresa una decadencia social, una etapa de transición y de
crisis. Un artista de verdad no anda buscando mercados, galerías o museos. A un
artista de verdad se le dice que debe exponer en un museo importante, y lo que
hará es sacar su obra a la calle y negarse a exponer en museos o galerías, como
lo hace Banksy. A un artista de verdad le ofrecerán todas las galerías de arte
del mundo, y se retirará a su casa para tratar de crear “la verdadera obra de
arte”, como Marcel Dushamp. Es peligroso para el arte, y la calidad de las obras
contemporáneas lo demuestra, que una galería de arte o un museo definan lo que
es mejor o lo que no lo es en el arte. O que lo haga un coleccionista
multimillonario. Hay que rescatar la figura del crítico de arte incorruptible. Hay
que rescatar la filosofía. Ya contamos con la figura del bufón, y con la del
negociante. Nos hace falta el filósofo. En esto los escritores llevamos la
ventaja: no es cierto que aquellos libros que nos venden las editoriales son
los mejores libros. Ya todos sabemos que los mejores libros son aquellos que
lee poca gente, que se venden poco y que no quiere ninguna editorial.
Damien
Hirst y Jeff Koons tienen grupos de pintores y escultores que reproducen sus
obras para venderlas al público, como si tuviesen una fábrica de obras de arte.
Sin embargo, a esos artistas la civilización occidental los promueve como los
más grandes artistas contemporáneos. El valor de sus obras es económico. El
descubridor y promotor de Hirst es Charles Saatchi, un publicista y
coleccionista, un multimillonario inglés, aunque es de origen judío, nacido en
Bagdag, Irak. Teniendo en cuenta a Toynbee y a Umberto Eco, el criterio
artístico no depende de ningún museo ni de ninguna galería ni de ningún
coleccionista millonario. El criterio depende de la gente a la que gusta
verdaderamente el arte. Una obra de arte depende de ti, que eres el que aprecia
y te emocionas ante ella. No te dejes engañar por mercadólogos y negociantes de
lo insulso.