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UN CUENTO DE JOHANNA DIAZ, DE SU LIBRO "TU RUTA TU REVELACION"


Johanna Díaz López
Nació en Santiago de los Caballeros. Es abogada. Ganó mención en el concurso de cuento, ensayo y poesía Eugenio Deschamps, de la Alianza Cibaeña, con el cuento “Tu ruta tu liberación”, 2006. Primer lugar en el Concurso de Cuentos Profesor Juan Bosch de la Fundación Global y Desarrollo (FUNGLODE) 2007 con “Silverio de tal”. En el concurso de cuentos de Radio Santa María ha ganado el cuarto lugar en 2007 con su cuento “El gotero rojo”, y mención de honor en la versión del año 2008 con el cuento “La Guarida”.



Gloria a Dios

Las mañanas te son dulces desde que emprendiste el camino de lo correcto, experimentas una paz indescriptible con tu milagrosa conversión, sorbes chocolate caliente y en él mojas el pan, suspiras pensando lo maravillosa que es la vida. Tu casa, aún no terminada, se sustenta sobre firmes cimientos, es un verdadero hogar. El señor es tu pastor, por eso nada te falta, abunda tu trabajo, gozas de excelente salud y tu incipiente familia es un gran regalo. “Gloria a Dios”, alabas mientras terminas de desayunar, contemplas a tu esposa con tu hijo adherido al pecho glotón y feliz, ella lo amamanta buscándose en tus ojos, sonríes agradecido mientras te vuelves declinando la mirada, ella es la mujer virtuosa descrita por los proverbios, bendita sea, aunque desabrida, te has convencido de que los alimentos más sabrosos son los más dañinos, así, la comparas con la comida saludable, jamás la harías sufrir, a veces te preguntas si tu hijo se concibió a control remoto, ellos juntos son y deben ser tu universo.
Es viernes, hoy tu jornada es más corta, al final de la tarde irás al estudio bíblico donde hace unos meses ibas con tu esposa que te presentó ese grupo, te gusta ir allá, las amistades son excelentes, mentes sanas que despejan tus dudas y temores porque eres el más nuevo, ahora tu mujer no puede ir, siempre en casa afanando con el bebé y los quehaceres domésticos, hasta ha perdido el deseo de salir. El tema favorito del estudio es el de predicar, tocar puertas, anunciar la segunda venida del Señor, ustedes han de ser pescadores de hombres, compartir la dicha de su bendición, de su iluminación, allí se alaba tu retórica y don de persuasión, te creces engreyéndote, consciente de tu liderazgo, por eso sales a predicar en tu tiempo libre de casa en casa, tus amigotes de antes te han vuelto la espalda hastiados de tu monótona conversación, para ellos perdiste la vida, el sentido, lamentan la dormidera que te embargó, te dicen que respetan tu decisión pero que no insistas, ya te advirtieron en el grupo que tu voz se perdería en el desierto siendo tu deber insistir para ser escuchado, tú sí experimentas deleite con tu cambio de vida y suerte “¡Aleluya! Gloria a Dios”, repites nuevamente.
El estudio termina y sales con bríos, esa noche insistirás con los paganos de tu pasado, hace tiempo que no los visitas, continuarás firme en tu conquista, que todos alaben y bendigan. Mientras haya vida existirá el arrepentimiento, con ello el perdón y la vida eterna, promesa que te sostiene. Conduces en la autopista por rumbos desandados pero conocidos, en el otro asiento delantero está la Biblia marcada con el capítulo que les leerás a tus amigos ¡Que feliz estás! Sabes donde encontrarlos a todos juntos.
Llegas, te estacionas, la música de ese club nocturno, una resonada bachata, domina el parqueo, las luces de neón sugieren el acercamiento, te desmontas aferrado a las Sagradas Escrituras, como si pudieran sostenerte, entras al lugar bien vestido, tan correcto como para ir a la oficina esperando que tu tiempo de ausencia lo compensen escuchándote a pesar de la música, miras a tu alrededor, sabes que ellos están ahí por ser ese lugar un punto de encuentro fijo, además, has visto algunos de sus carros afuera, ya a través de la oscuridad los divisas, ubicas la mesa, ellos atónitos te reciben poniéndose de pie, entre guiños y relajos te denominan el hijo pródigo pidiendo vino para ti y hasta te permiten leerles mientras bebes con agrado y lentamente la primera copa para que te escuchen, luego la segunda, tercera e incoherente prosigues tu discurso con la lengua anestesiada, tu humor inusitado los alegra, se eleva una risa tonta, han bastado dos botellas de vino rápidamente consumidas para que la Biblia caiga a tus pies.
Dejaste de preguntar la hora, la noche transcurre y comienza el esperado espectáculo donde la música incrementa su tono y sentido, atacan los senos descubiertos, las tangas y vulgares contorsiones, te incomodas levemente haciendo ademán de marcharte, no quieres ver pero te quedas mirando a una rubia que semidesnuda se te acerca incitada por los muchachos y baila sobre ti que eres de carne, cedes y tu cuerpo reacciona abultando tu bragueta, tu evidente excitación te ridiculiza ante todos, te les alejas revisando tus bolsillos, vas a un apartado conducido por esa mujer, allí involucionas tirando al suelo tus nuevos principios y pantalones, ella se te aproxima y actúa con avidez sacudiéndose sobre ti, ves esa cabeza rubia como una luz de movimiento rítmico y constante, cierras los ojos dedicado al goce y gimes: “Ay Dios mío esto si es bueno”, se te oye decir, suspiras, jadeas, nadas en la lujuria “Aaahh ” exclamas deteniéndote en su mirada astuta, embriaguez y succiones, te sostienes de su cabellera dirigiéndola y entonces “¡Gloria a Dios!” exclamas y ella se ha retirado permitiendo que te vuelvas un desastre, vuelves en ti de inmediato y la escupes “ramera inmunda, por lo que me has hecho, repréndela Señor” dices con la vista trastornada apuntando el cielo raso mientras te vistes con movimientos incoherentes y vuelves a la mesa donde se mofan de ti, los miras de reojo hasta que decides marcharte.
Conduces borracho y sin fuerzas, llorando buscas tu Biblia ausente, estás fuera de la gracia de Dios, no te lo han dicho pero lo presientes, el reloj de tu carro marca las cinco y quieres creer que está dañado, la oscuridad que se cierne indica que el amanecer se aproxima, no quieres volver a casa y sientes el impulso de estrellar el carro contra un poste para ver si terminas con tu mísera existencia, desechas esa idea de inmediato, María, la pobre, debe estar angustiada, mortificada. Tomas tu celular, marcas a casa y cierras antes de que te contesten. ¿Qué vas a hacer? Te preguntas mientras diriges el rumbo hacia tu firme hogar, tal vez no debas preocuparte, quizás sí. Humano, hombre sobre todas las cosas, hombre, la mentira que inventes debe ser muy verosímil, no la elabores demasiado, porque da lo mismo, la santa de tu mujer no es ninguna tonta, también tiene su pasadito inmerso bajo toneladas de opio, ella de todos modos sabrá reconocer muy bien de qué son las manchas blancas que salpican tu pantalón.

CRISANTEMOS Y MARGARITAS

La lectura de este libro ha resultado ser una agradable sorpresa para mí. Al principio, lo admito, pensé que iba a encontrarme con alguna obra de inspiración romántica, debido a que algo como eso presagiaba el título del libro: “Crisantemos y Margaritas”, pero por suerte no ha sido así. A Rosa Julia Vargas apenas la conocía como escritora, no sabía qué esperar, puesto que su primer libro publicado fue una novela: “El Rastro de Caín”, de 1998, y no había vuelto a publicar más. Pero no son flores las que nos lanza Rosa Julia en este volumen de cuentos, no son crisantemos, mucho menos margaritas. Este libro ha colocado a Rosa Julia en una línea común de la buena narrativa dominicana. Los cuentos están escritos con un estilo directo, crudo a veces, sin ambages, sus cuentos revelan un gran conocimiento del alma dominicana y, por supuesto, un gran conocimiento del lenguaje dominicano, de la dominicanidad.
El libro está dividido en dos partes con títulos casi irónicos: la primera, Los Crisantemos, compuesta por tres cuentos: “Tanto lo Querían”, “Herencia” y “No Fue Mi Carlitos”, y la segunda, Las Margaritas, con los cuentos: “Sábanas Dobladas”, un título muy hermoso para un cuento, “Jueves en la Tarde” y “Rearmando a Estela”, que dicho sea de paso ya se encuentra en una antología de narradores caribeños, y ese cuento yo lo conocía anteriormente de esa antología en la cual también aparece un cuento mío. Decimos que los títulos son irónicos porque nada nos advierte, mucho menos estas flores que adornan cada parte, acerca de estas historias tan vivas, tan dominicanas, actuales y reales que vamos a leer al abrir el volumen. Con un lenguaje de formas coloquiales, como si hablara con nosotros algún tíguere de barrio o un jevito santiaguero o una jamona amargada que vive de sus recuerdos, pero al mismo tiempo sin perder sus formas literarias imprescindibles y bien escritas, las historias se desenvuelven con un realismo que nos deja con la boca abierta, mientras escuchamos de fondo alguna canción de Joaquín Sabina o alguna música feliz, o infeliz, de nuestra infancia. Puesto que en estos cuentos de Rosa Julia puede aparecer Sherezada y Cien Años de Soledad, La Ilíada y el Génesis, pero también el cine pornográfico Apolo de la calle San Luis, la cárcel de Rafey o la urbanización el Embrujo. Con un lenguaje profundamente dominicano, lo que supone no una investigación léxica sino un conocimiento de primera mano del habla popular y santiaguera, las historias que nos cuenta la autora no son banales en el sentido light, ni banales porque cuentan la realidad y la cotidianidad a veces más rampante, a veces extraordinaria y atroz, no: por ejemplo, en el cuento “No Fue mi Carlitos”, que es mi preferido del libro, se nos refiere al Génesis, así como al rey griego Agamenón, a Ifigenia y a Clitemnestra, para tratar de explicar una historia filial mezclada con un crimen por motivos pasionales. Les sugiero que lean ese cuento para que comprueben directamente con la naturalidad con la que la autora aborda una historia familiar ensangrentada por un amor enfermo y una mujer fatal, bajada de su pedestal mítico hasta la realidad más verdadera y cotidiana, en un acto de desmitificación que sucede simplemente porque Rosa Julia llama a las cosas por su nombre y no trata de engañarnos con falsas promesas ni con dioses griegos que vendrán a salvarnos el día o a rescatarnos de la guerra. Pero la desmitificación es el pasado: la autora simplemente ha escrito una historia sobre una mujer fatal y dos amores corrosivos; la ha escrito desde nuestro punto de vista, culturalmente hablando, como dominicanos. En ese cuento, que tiene un final sorpresivo, se dan las claves de todos los demás cuentos del libro –como Rearmando a Estela, por ejemplo, o Sábanas Dobladas –en el sentido de que representa el estilo de la autora: es decir, la tremenda cotidianidad, con toda su carga de vulgaridad y tedio, es posible debido a que las historias están contadas con una gran naturalidad, sin juzgar a los personajes, sin estigmatizarlos como malos o buenos, sino simplemente admitiendo que son personajes que se dejan llevar por su propia naturaleza humana; es más, a veces da la impresión de que son personas reales, que podemos tropezarnos con ellos de repente caminando por la calle.
Al mismo tiempo, debemos reconocer en Rosa Julia que no escribe con ese “ojo femenino” del que se habla tanto ahora, refiriéndose a la literatura escrita por mujeres. A pesar de que la mayoría de los personajes son femeninos, no podemos decir, al leer los cuentos, que han sido escritos por una mujer, y tampoco nos importa. El erotismo intenso de algunas historias escritas por mujeres de esta época, o poemas escritos por mujeres en esta época, no se encuentra presente en este libro, también por suerte, y no reconocemos necesariamente en este volumen la pluma de una mujer, o una mirada femenina sobre las historias. Si leyésemos este libro sin saber quién es el autor, o la autora, no podríamos precisar si ha sido escrito por una mujer o por un hombre.
Entonces, debemos reconocer dos elementos importantes en este volumen de cuentos: la correcta utilización, desde el punto de vista estético, literario, de un lenguaje santiaguero que la autora escoge como propio, como parte de su estilo y de su personalidad como escritora, sin instrumentalizar ese lenguaje como sucede muchas veces con los escritores que no conocen el habla que están utilizando, sino que investigan, que buscan superficialmente, y segundo, el realismo más visceral para contar sus historias, que no dejan espacio para la fantasía ni para la metafísica. Aunque por supuesto queda algún resquicio para la invención, y esto lo demuestra el mecanismo preciso de las historias, es decir, la complicación del relato, y la precisión con que se encuentran escritas y contadas. El agradable encuentro con este libro, que posiciona a Rosa Julia dentro de las escritoras importantes de la República Dominicana, si continúa con una carrera literaria que a veces es muy difícil, casi imposible en nuestro país, ha sido el motivo principal de estas sinceras palabras y de este reconocimiento a su volumen.
Pero, a los lectores, debemos recordarles lo que les dijimos al principio: no son flores, no son crisantemos, ni margaritas, lo que nos lanza Rosa Julia con estas historias tan realistas y tan duras.

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