La Ética Boschista.

El pensamiento del profesor Juan Bosch, toda su obra ensayística, sociológica, histórica, económica o política posterior al abandono definitivo de la ficción por el estudio de la realidad nacional, tiene que ver con la búsqueda de una ética del poder. Bosch, al igual que Joaquín Balaguer, estaba consciente de que los partidos políticos, no solamente dominicanos, sino latinoamericanos, están conformados por una pequeña burguesía frustrada, desencantada, que piensa que los problemas nacionales no tienen solución, y que utiliza los recursos del poder en provecho personal; pero Bosch y Balaguer recurrieron a este conocimiento con fines diferentes. Para Bosch, la conformación de un partido alternativo que reprimiera las apetencias de esa pequeña burguesía voraz e insaciable, y a la vez la concientización de la burguesía de que es la clase gobernante y que debe afrontar esta responsabilidad, eran necesidades perentorias. Influenciado por Hostos y su ideal de una ética laica y de una educación humanística, el pensamiento boschista se dirige en ese sentido: ¿cómo realizar un proyecto de nación con un pueblo semianalfabeto, incivilizado, cuyos políticos se lucran de forma desmedida, cuyos empresarios, como contrabandistas o mercaderes del siglo XIX, infringen las leyes para ganarse cinco centavos, sin darse cuenta de que su papel es constituir un estado de derecho que a ellos mismos les conviene en un sistema capitalista?.Las respuestas a estas interrogantes fueron, para él, primordialmente dos: Primero, formar un partido de cuadros incuestionables, incorruptibles, hasta tanto puedan crearse las leyes insoslayables que permitan la erradicación de la corrupción y la institucionalización del país, y segundo: educar al pueblo a través del conocimiento (por eso fundó un periódico, una revista, por eso escribió tantos libros sociológicos) para que se acerque a su propia historia y obtenga un criterio individual de por qué las cosas son como son, por qué somos así o por qué nos hemos convertido en lo que somos.El marco teórico de ese planteamiento no ha fracasado, puesto que aún no ha sido puesto en práctica; es decir, no ha pasado la prueba de la experimentación. Como nos dijo Nietzsche en uno de sus libros: Básicamente sólo hubo un cristiano y murió en la cruz. La única persona que podía poner en práctica la enorme empresa de organizar al país a través de la intransigencia y la intolerancia ante la corrupción, era Juan Bosch, porque su personalidad también era un poco así: recta, intransigente, psicorígida. La corrupción se combate diciendo: nadie más se va a corromper, porque el que lo haga y sea descubierto va a terminar en la cárcel. Pero primero hay que pensar en ello, luego hay que pregonarlo, ponerlo en práctica, al final hay que estar dispuesto a afrontar las consecuencias políticas.Cuando se dice que la corrupción no debe ser permitida, se habla siempre de un componente de ingenuidad en ese planteamiento, disparatado al parecer. Cuando se dice que el desorden puede ser resuelto, que no debe permitirse la violación de los derechos humanos y, a la vez, terminar con la delincuencia común y la violencia. Cualquier solución que nos organice, es una ingenuidad, una inocentada. El pensamiento boschista, dirigido hacia una ética del poder posible de acuerdo a las circunstancias históricas, sociales y políticas de nuestro país, tiene que ver, también, con las capacidades artísticas del gran escritor que fue don Juan: como un autor europeo del siglo XIX (un gótico inglés, posiblemente), estaba convencido de que hay cosas que se pueden hacer, y cosas que no se pueden hacer; que todo tiene un límite.Que el estado se deteriora cuando se permite una mínima fisura del sistema (notemos hoy día lo que sucede con Estados Unidos). Chautebriand escribía, más o menos, en la Francia posterior a la revolución francesa: los políticos piensan que pueden hacer cualquier cosa, y que sus actos no afectan al resto de la sociedad. Un político latinoamericano piensa, como buen pequeño burgués que busca lucrarse rápidamente, que puede ascender socialmente a través de la política, desdeñando toda ética, toda moralidad, traspasando todos los límites, y que eso no afecta a las demás instituciones sociales; lo patético precisamente es que los políticos dominicanos saben que sus acciones afectan el cuerpo social, y no les importa. Les da lo mismo, se corrompen de todas maneras.Las sociedades y los sistemas de gobierno los hacen las personas, no se construyen solos ni aparecen de la nada; qué vacío ha dejado una persona como don Juan, a quien el pueblo dominicano le negó repetidamente la oportunidad de volver a ser presidente.

AGENTES LITERARIOS

Vacío de agentes literarios en AL. La dependencia del mercado español es una de las causas de que no se haya desarrollado esta figura en la región, dicen especialistas; 70% de las contrataciones que hacen las grandes editoriales en Iberoamérica se realizan a través de esta incipiente figura, que parece estigmatizada en nuestro continente

Un príncipe se pasea entre libros 2006-11-30
Sandra Licona y César Blanco
El Universal Jueves 30 de noviembre de 2006

GUADALAJARA. Jal.- El agente literario en América Latina no existe. Los números no dejan lugar a duda: mientras que en España trabajan 41 agencias literarias, en el continente americano, con excepción de Estados Unidos, no llegan a la mitad: siete en México, tres en Argentina, dos en Chile, dos en Costa Rica, en Brasil, Panamá, Perú y Cuba apenas una.
La cifra resulta más desalentadora cuando se contrasta con la siguiente estadística: 70% de las contrataciones que hacen las grandes editoriales en Iberoamérica se realizan a través de esta incipiente figura, que parece estigmatizada en nuestro continente.
Ese panorama fue el que se dibujó ayer durante el ciclo El Agente Literario en la Literatura Latinoamericana, en el que participaron agentes, abogados, escritores y editores de varias partes del mundo.
La colombiana Catalina Rey Quiñones -quien presentó los resultados preliminares de una investigación que inició el Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe (Cerlalc), en 2005- comenta que la relación entre el autor y el editor es cada vez más difícil debido a que las editoriales ya no constituyen un oficio artesanal, sino un negocio comercial ejercido por una empresa, y eso plantea obstáculos mayores para que la obra de un escritor alcance la luz pública.
En entrevista con EL UNIVERSAL, Ray Güden-Mertin, de la Agencia Literaria del mismo nombre, señala que si no hiciera falta, el agente literario no existiría: "Muchos autores al hablar de contratos lo hacen con editores que son profesionales, en un ámbito muy complicado; se trata de contratos que tienen cuatro o cinco páginas con muchísimas cláusulas que si no conocen bien, no saben lo que están firmando.
"No estamos hablando sólo del anticipo, también de derechos secundarios, de cómo hay que cuidar el contrato, de cuáles son los derechos del autor y las obligaciones de éste y el editor. Hay muchos editores muy buenos, pero existen otros que se aprovechan de la ingenuidad del autor, y no porque sean malos, simplemente están defendiendo sus propios intereses". Para la agente alemana, es mejor que haya dos profesionales entendiéndose sobre la contratación, sin que necesariamente sean antagonistas: "La relación editor-escritor debería ser más neutra, menos emocional al hacer los contratos".
El escritor y editor de Artes de México, Alberto Ruy Sánchez, opina que es indispensable la figura del agente literario. "En nuestro continente no hay agencias porque el mercado editorial está dominado por España, tenemos una industria completamente dependiente y el agente está cada vez más en función del gran negocio editorial. No creo que haya agentes que se interesen por autores que no les dejen dinero".
La figura del agente literario nació en Inglaterra en 1875 y rápidamente llegó a Nueva York. Sin embargo, en Latinoamérica, específicamente en Argentina, se hizo presente hasta 1939. En la actualidad, la formación de este eslabón de la cadena editorial en nuestro continente es completamente autodidacta, salvo en Venezuela, donde existen programas académicos.
Durante el encuentro no todos vieron con buenos ojos la labor del agente. José Luis Caballero Leal, especialista en derechos de autor, expresó: "Mientras más intermediarios haya, menos beneficios recibe el autor". El letrado considera que el agente es un "mal necesario" producto de la "cerrazón de las editoriales", pero sobre todo de la "ignorancia de que los autores tienen de sus derechos". Para él, el agente "merma los ya reducidos ingresos del autor y, a la postre, sólo gana el editor".
Para el español Guillermo Schavelzon, agente literario de autores como Benedetti, Piglia y Auster, uno de los beneficios de contar con este servicio es obtener mayores ingresos y más lectores en distintos lugares del mundo, "desentendiéndose de aspectos legales, administrativos, contractuales y fiscales, que un escritor no está preparado para resolver: el autor lo que quiere y debe hacer es escribir".

El Agente Literario

La función del agente literario
Guillermo Schavelzon Agente literario

(Ponencia presentada al Encuentro Iberoamericano de Mujeres Narradoras, Lima, agosto 1999)


La situación actual del negocio editorial


Para explicar mejor cuál es la función de un agente literario, me resulta imprescindible hacer antes una panorámica de la situación actual del negocio editorial.
Las transformaciones económicas y políticas de todo el mundo han llegado, finalmente, a la industria editorial y al comercio del libro. La tan mencionada "globalización", que no es otra cosa que la concentración del capital y del conocimiento y la centralización de las decisiones, ha cambiado muy rápidamente todas las reglas de juego.
Miles de editoriales de distintos países del mundo se han ido agrupando, vendiendo o cerrando, al punto que termina el siglo y, en los Estados Unidos, el primer mercado del mundo en términos editoriales, el 25% de los libros publicados y un tercio de los que aparecen en la lista de Best Sellers del New York Times son de una sola compañía, el grupo Random House, orgullo de la tradición emprendedora y libre-empresaria norteamericana, que hoy pertenece en un 100% a un grupo alemán. Este ejemplo tiene suficiente valor simbólico como para que no sea necesario detenerme en otros más.
¿Qué importancia tiene esto para un escritor?: mucha, porque a partir de semejante concentración, el número de títulos publicados al año en los Estados Unidos tuvo una importante reducción. Y cuando una editorial reduce el número anual de nuevos títulos, la lógica de la rentabilidad lleva de manera automática a optar por aquellos más seguros, de éxito más probable y de menor riesgo comercial. Este criterio de selección suele estar reñido con la calidad literaria, la innovación y el aporte cultural. Vemos entonces como, en las grandes empresas editoras, las decisiones de contratación han pasado del área editorial al departamento comercial, algo que sucede en todos los países.



¿Cómo repercute esta tendencia mundial en los países periféricos, de bajo nivel educativo y cultural, y de pobre capacidad adquisitiva, como los nuestros?


Esta tendencia se manifiesta de las siguientes maneras:
Las pequeñas y medianas editoriales desaparecen debido a la falta de capital y, fundamentalmente, debido a dificultades de distribución.
Las librerías independientes, el canal comercial tradicional, se debilitan. Les cuesta sobrevivir porque las ventas no aumentan, sus clientes se empobrecen, o compran libros en otras partes.
Los grupos editoriales aumentan su capacidad para contratar los grandes best sellers internacionales, haciéndolo de manera globalizada y para todos los mercados, sobre todo en los casos en que pertenecen a un mismo grupo de empresas que posee desde el origen los derechos universales de ese autor, algo habitual en el área del libro científico y técnico.
El proceso de concentración y el volumen de la operación convierte a las editoriales en comercializadoras de sus propios libros, lo que debilita o hace desaparecer a los distribuidores tradicionales. Sin distribución disponible, desaparecen los editores medianos y pequeños, que en general son los que hacen un mayor aporte cultural.
El crecimiento de las librerías virtuales, cada vez más controladas por los grandes grupos editoriales y cada vez menos por los libreros. (Caso Barnes & Noble.com)
El desarrollo de las cadenas de librerías o supermercados con decisión de compra unificada, al igual que el criterio de rentabilidad de corto plazo como único factor de medición del éxito o fracaso del negocio editorial, transforma los criterios de contratación, modificando los catálogos y la política editorial. Se afecta a la pluralidad de la oferta, y desaparece todo proyecto literario o cultural, con lo cual se anulan las posibilidades de diferenciarse, o de hacer propuestas alternativas a los gustos masivos del mercado. El mercado señala, el mercado pauta, el mercado impone. Ya casi no existen esos editores que, hasta hace diez o veinte años, editaban para señalar tendencias, enriquecer y aportar. ¿Para qué correr
riesgos con libros de éxito dudoso, si se puede editar libros de éxito garantizado? Esta verdad, indiscutible desde la lógica del inversor, resulta aberrante desde la lógica cultural.
Si bien estoy convencido de que una empresa editorial debe ser rentable para poder subsistir, hoy el negocio del libro se habría acabado si la política editorial de las décadas anteriores hubiera seguido esta tendencia. Podríamos compararlo con la política de un laboratorio de productos medicinales, que decidiera suspender la inversión en investigación para reducir los gastos, y siguiera produciendo únicamente aquellas medicinas de éxito comprobado. ¿A quién le venderían sulfamidas hoy?.
Siguiendo el mismo razonamiento, ¿Quién publicaría, hoy en día, a un jovencito colombiano que inventara historias medio mágicas y hablara de cien años de soledad? Nadie. Hoy no podría surgir García Márquez, ni muchos otros escritores innovadores y exitosos.
Las costosas estructuras de las grandes compañías editoras, exigen una alta cifra de facturación. Y como los grandes éxitos no son fáciles de lograr, se construye la cifra de facturación publicando muchos títulos por mes, apuntando de manera indiscriminada al montón. Se produce entonces un fenómeno perverso, que los técnicos llaman "velocidad de rotación del producto en el punto de venta". Entiéndase esto de la siguiente sencilla manera: salen tantos libros por mes, que se mantienen en las librerías muy poco tiempo. Con la excepción del bajísimo porcentaje que tiene éxito inmediato, los demás libros desaparecen por arte de magia. Muchas veces conseguir un libro publicado hace un año es casi imposible.
De manera generalizada en Latinoamérica, nuestros países están entrando de lleno en ese descubrimiento tardío llamado "economía de mercado", cuando Europa está huyendo de ella aceleradamente. Esta abstención del estado para asumir todo tipo de responsabilidad, dejando paso al reino de la iniciativa privada, ha hecho desaparecer por completo las inversiones culturales. Tal es el caso de las bibliotecas públicas, una institución impuesta en Europa por la Revolución Francesa como un proyecto básico para el desarrollo social. En nuestros pobres países, los pobres no pueden leer, y los pobres no pueden dejar de ser pobres.
Para hacernos una idea de qué futuro nos estamos preparando, vean la siguiente estadística comparativa del número de libros de uso obligatorio que tiene un estudiante en el ciclo escolar primario. Mientras que en los Estados Unidos los niños leen 11 libros por año, en Francia 16 y en España 8, en Latinoamérica no se lee ni siquiera la mitad: 4 en Brasil y 0,9 libros por alumno al año en Argentina.
Con la excusa de la pobreza, nuestros gobiernos toleran el uso indiscriminado de fotocopias en todos los niveles de instrucción, lo que termina de demoler a la industria editorial, a las librerías, e impide la profesionalización del escritor, al despojarlo del cobro de sus derechos. No quiero extenderme en el problema de la piratería porque es largo. Sin embargo, si la mayoría de la sociedad no cree que el problema del hambre se resuelve robando supermercados, es curioso que no vea con malos ojos como, con la excusa pueril de que los libros son caros, se robe al escritor y al editor. La piratería no es un acto romántico, sino una simple falsificación, un delito más. Lamentablemente, los legisladores y jueces de muchos países que intentan modernizarse, no se deciden a entrar en la legalidad.

Finalmente, para completar el panorama, hemos perdido treinta años, paralizados esperando el cumplimiento de la incuestionada profecía de Marshal MacLuhan, que en los años 60 anunció la desaparición del libro para finales del siglo, ante el avance de los medios electrónicos de comunicación.
El final del siglo llegó y en los países centrales el libro goza de mejor salud que nunca. El increíble avance de la tecnología —como la red Internet, que McLuhan ni siquiera imaginó— hoy sirve, entre otras cosas, para vender muchos libros más.
En el caso particular de nuestro continente, estos mismos veinte años han demostrado que el verdadero enemigo del libro no es la tecnología, sino la pobreza, el totalitarismo, la censura y la falta de alfabetización.

Aimé Cesaire.

Fort de France, Martinica.- Martiniqueño, caribeño y universal, Aimé Cesaire, el político e intelectual que elevó a categoría filosófica el concepto de la negritud, es homenajeado a viva voz hoy por su país y el mundo.El gobierno martiniqueño anunció este viernes que prepara funerales de Estado para Cesaire, quien falleció la víspera a los 94 años en un hospital de esta capital.Grande entre los enormes poetas que propulsaron el Caribe al escenario mundial, Cesaire fue coautor del concepto de negritud junto al senegalés Leopold Sedar Senghor y el guyanés Leon Gontran Damas.Las autoridades de Fort de France, donde trabajó hasta poco antes de su deceso, anunciaron que tras un velorio familiar, el féretro de Cesaire será llevado en andas por toda la ciudad y que los funerales pueden extenderse tres días.Las prédicas anticolonialistas de Cesaire comenzaron a tener impacto desde la publicación de su ensayo Discurso sobre el Colonialismo, de 1951.Su combate contra el colonialismo y el racismo tuvieron un vigoroso impacto en el Caribe, Europa y Estados Unidos, cuyo movimiento por los derechos civiles se nutrió de sus tesis.Un poesía marcada por el vigor y la convicción, junto a un acabado dominio del idioma, lo sitúan junto a otros epítomes de la literatura caribeña como su amigo el cubano Nicolás Guillén y el haitiano Jacques Roumain.

HOMENAJE A VICTOR ESTRELLA RODRIGUEZ

Un Merecido Reconocimiento:

El 12 de marzo pasado, aprovechando la apertura de una exposición de sus dibujos en la pinacoteca Jacinto Domínguez, el Centro de la Cultura de Santiago decidió otorgarle un reconocimiento al doctor Víctor Estrella Rodríguez. Se aprovechó además que, casualmente, la fecha coincidió con la de su cumpleaños. El doctor Estrella, que increíblemente es pintor, escritor, gestor cultural, editor, que ha sido dirigente deportivo, clubístico, presidente del Colegio Médico Dominicano filial Santiago (en la época en que se llamaba Asociación Médica Dominicana), profesor, dirigente comunitario, que lo ha sido prácticamente todo, se merecía este reconocimiento con creces. Su labor de gestión cultural de toda una vida lo coloca en la posición privilegiada de ser tutor, mentor, ejemplo para artistas, escritores, profesionales de la medicina, personas a las que él simplemente ha ayudado, de una forma u otra.
Pero lo más importante de este homenaje, obviando por supuesto los méritos excepcionales de su receptor, es que Víctor Estrella es un hombre probo, íntegro, poco dado al bombo y al autoelogio. Un asceta, un místico. Estos son los tiempos de la fama inmerecida y del brillo que sólo se percibe en los periódicos, la radio y la televisión (en la que un cantante mediocre es más importante socialmente que aquél que salva una vida humana), como si todo lo que se hace, existe porque aparece en los medios de comunicación, como si no existiera sencillamente porque ya está hecho. He repetido innumerables veces que ser bueno, en un sentido moral, es una forma de rebeldía; en ese caso el doctor Estrella es uno de los más grandes rebeldes de nuestra ciudad. Saberse íntegro (por lo menos intentar serlo), con una conducta intachable, buen padre, buen esposo, ayudar a los demás sin pregonarlo y sin esperar recompensas posteriores; ser, en fin, un hombre feliz, satisfecho de sí mismo y de lo que ha sido su vida: es sumamente difícil encontrar a una persona, en esta época de hipocresías y de batallas cotidianas contra los demás, que posea esas características. Pero también es penoso saber que los arribistas de siempre, los corruptos, los tumba polvos y los tígueres son los que siempre progresan en nuestra sociedad. Si el doctor Estrella lo quisiera, fuera multimillonario: estudió en España, tiene los méritos intelectuales y profesionales necesarios para enriquecerse con su profesión, de forma honesta. Sin embargo, ¿qué hace?: se inventa policlínicas para los pobres, atiende a cantidad de pacientes de manera gratuita, gasta su propio dinero en editar libros, revistas, en sostener un museo y realizar tertulias literarias.
Así pues que, tal vez algún día, espero pertenecer a la liga difícil del doctor Estrella, porque también aspiro a ser un rebelde que quiere ser feliz, y espero continuar siendo un hombre íntegro, sin autovalorarme o autoelogiarme, gracias al ejemplo de Víctor Estrella. Este reconocimiento del Centro de la Cultura nos da esperanzas de que, tal vez algún día (no hoy día, por supuesto), ser bueno podrá ser redituable, y eso nos alienta un poco a los rebeldes, a los eternos pendejos, a los que mantenemos este país trabajando dignamente, velando por nuestros hijos, sin quitarle ni un centavo a nadie.

MAXIMO VEGA.

El Extranjero, de Albert Camus.

Debido a que se ha escrito mucho acerca de este autor y de esta obra en particular, con sus múltiples interpretaciones filosóficas y existenciales, tendrán que permitir en mí simplemente un acercamiento impresionista a la novela, lo que podría traer alguna clase de novedad puesto que, si soy rigurosamente sincero, mi visión de lector es única.
Si nos cuestionamos acerca de la influencia de Camus en la literatura latinoamericana, tendríamos de inmediato que pensar en Juan Carlos Onetti, en Ernesto Sábato, o en nuestro país en Lacay Polanco o Andrés L. Mateo, que es un discípulo de Onetti. Cuando Onetti escribió “El Pozo”, su primera novela que ya contaba con fuertes coincidencias con el mundo de Camus, debemos aclarar que aún el escritor francés no era conocido, y no había publicado “El Extranjero” (puesto que El Pozo fue publicado anteriormente a la novela de Camus, en 1939), por lo que podríamos referirnos a coincidencias, no a influencias de uno en el otro. En cuanto a Sábato, sí podríamos hablar directamente de influencias, sobre todo en “El Túnel”, título de extraña correspondencia con “El Pozo”, novela en la cual las ideas de Camus influenciaron profundamente al escritor argentino.
Debemos entender, primeramente, quién es Albert Camus. Nació en Argelia, país ocupado por Francia, en 1913, hijo de obreros franceses. Murió en 1960, a los 46 años, en un accidente automovilístico. Ganó el Premio Nobel en 1957. Pero los pormenores de su biografía en este caso son irrelevantes. Acaso es importante alguna que otra intimidad: que su padre murió durante la Primera Guerra Mundial, por ejemplo, puesto que la ausencia de un padre es repetitiva en su obra, y que su madre era prácticamente analfabeta. Nunca quiso adherirse al existencialismo como movimiento, y en un momento dado rompió sus relaciones con Jean Paul-Sartre, pero de todas maneras rigurosamente sus planteamientos pueden ser considerados como existencialistas (la elección existencial y la libertad como consciencia, por ejemplo. Toda elección existencial implica riesgo, renuncia y limitación. El hombre vive para morir, cada cual muere solo. El ser para la muerte es el destino de la existencia humana, etc.) Su obra posterior también es importante, por ejemplo, la novela “La Peste”, su obra de teatro “Calígula”, o su ensayo “El Mito de Sísifo”. Lo que nos interesa es lo que escribió, en este caso la novela que nos ocupa: “El Extranjero”, publicada en el 1942.
El protagonista de la novela se llama Meursault, un empleado normal, clase media, que vive su infancia solo con su madre. Aquí corroboramos la ausencia del padre. Al principio del libro, la señora Meursault muere de vejez en un asilo en Argelia, adonde ha ido a descansar los últimos años de su vida. Su hijo acude a cumplir con el consabido rito de enterrarla, pero en él no hay más que indiferencia y ausencia de dolor verdadero. Meursault continúa con su vida rutinaria. Luego, en una playa, es atacado por un argelino armado con un cuchillo; se defiende y asesina al individuo de cinco disparos. De nuevo, no hay más que indiferencia y ausencia de arrepentimiento. Meursault es detenido, condenado a muerte, y es asesinado en la guillotina.
Tal es la simpleza del argumento de la novela. Roland Barthes decía, refiriéndose a Sartre y a Camus, que tenían un estilo frío, seco, neutral. La novela es perfectamente lineal, escrita en primera persona con frases cortas y secas; este estilo, y la simpleza de la historia, resultan ideales para el planteamiento reflexivo del autor a través de su peculiar personaje. Sirve además para que entendamos la aridez interior de Meursault. Por cuanto Camus no cuenta historias, por lo menos no cuenta historias muy complicadas, sino que transmite ideas. Meursault, al principio, acude al entierro de su madre, está cansado y tiene sueño, así que lo que desea es que todo acabe rápidamente para irse a dormir. Quiere a su madre, “como todo el mundo”, nos dice, pero eso no significa que deba sufrir por su fallecimiento. La novela empieza precisamente con esta muerte porque, cuando el protagonista es juzgado por el crimen que ha cometido, se le acusa de ser insensible al dolor, al dolor de la muerte de su propia madre. Todo lo que leemos ha pasado por el cedazo de la percepción del protagonista, por lo que, cuando él manifiesta esta indiferencia, no la consideramos extraña, peculiar. Estamos dispuestos a darle la razón: el entierro, tal como él lo cuenta, es una actividad pueril, sin ninguna importancia. Esta muerte, y los actos funerarios, son importantes desde el punto de vista narrativo por cuanto el mismo Meursault se convence de que ha sido condenado sencillamente porque no lloró en el entierro de su madre. No haber cumplido con un acto cultural lo ha condenado: lo ha condenado no haber demostrado sufrimiento.
Camus escribe su obra en medio de toda la frustración, el dolor, la desesperación y la destrucción que significaron los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, años en los cuales Europa pretendía renacer sobre millones de muertos. Europa se reconstruía físicamente, pero también buscaba reconstruirse moral y espiritualmente. Cuando Camus publicó la novela, aún la guerra no había terminado. El mundo sin valores de la época es transmitido en toda la novela, en donde cada hecho cotidiano no hace más que reflejar una angustiante trivialidad. La ausencia de valores de Meursault le hace preguntarse: Para qué llorar en el entierro de su madre, si no tiene deseos de hacerlo. Para qué aparentar delante de los demás. Para qué cumplir con las apariencias, demostrar un dolor físico que no siente. El protagonista no entiende esta lógica social, y no solamente no la entiende sino que no le interesa, y ahí precisamente se encuentra su peculiaridad y su condena.
Meursault asesina de cinco disparos a un argelino que lo ataca con un cuchillo. Le dispara la primera vez, y el cuerpo de su atacante cae, tendido en el suelo, indefenso. Si hubiese detenido su acción en este punto, hubiese alegado luego defensa propia. Pero Meursault le dispara cuatro veces más al cuerpo indefenso, diciéndonos: “...comprendí que había destruido el equilibrio del día, el silencio excepcional de una playa donde había sido feliz. Entonces, disparé cuatro veces sobre un cuerpo inerte en el que se hundían las balas sin que lo pareciese”, lo que convierte el acto en un asesinato a sangre fría. Meursault es detenido, llevado a prisión, empiezan los interrogatorios ante el juez de instrucción, que se asombra de su gran indiferencia ante lo que ha hecho. Meursault ni siquiera piensa que ha cometido un crimen; para él, aquello, en sus propias palabras, “no es la gran cosa”, “no tiene gran importancia”. Aquí aparece entonces el segundo referente cultural ante el cual el protagonista es indiferente, y que provoca un gran rechazo social: en un momento dado, el juez saca un crucifijo de un archivero, y lo coloca delante del acusado, esperando que la presencia de la imagen de Cristo haga arrepentirse a quien el juez considera, prejuiciado, un criminal: “Los criminales que han comparecido aquí lloraron siempre ante esta imagen del dolor”, le dice el juez. Pero el acusado continúa indiferente. El juez le pregunta si cree en Dios, Meursault le contesta que no. El juez le dice que es imposible, que todos los hombres creen en Dios, incluso los que se apartan de su faz. Meursault le dice que ese asunto no le interesa, pero ante la insistencia del juez, Meursault hace como que le da la razón, porque lo que quiere simplemente es que lo dejen tranquilo, que lo dejen en paz. El juez le pregunta: “¿No es cierto que crees, que vas a confiarte en él?”. Meursault tiene que decirle la verdad, así que le contesta que no. Entonces el juez murmura: “Nunca vi un alma tan endurecida como la suya”. Desde ese momento, Meursault está condenado.
Dos ausencias culturales han bastado para condenar a muerte al protagonista: no mostrar dolor durante el entierro de su propia madre, y sentir indiferencia ante la imagen de Jesús crucificado. Insensibilidad ante el ser que da la vida, en un sentido terrenal, físico, e insensibilidad ante el ser que da la vida en un sentido divino, metafísico: la madre y Dios. Insensibilidad, en fin, hacia la propia vida. Qué le puede importar quitar una vida a alguien que piensa que su propia existencia carece de valor y de significado. Y aún así, cuando Meursault es condenado a muerte, sentimos un gran asombro, porque todo lo vemos en la novela a través del protagonista. En el juicio, el acusado se da cuenta de que la prensa ha exagerado su crimen, simplemente porque no hay más noticias interesantes que ofrecer a los lectores. Se da cuenta de que el público lo odia, que todos quieren su condena independientemente de su culpabilidad. Se da cuenta de que los abogados no hacen más que exhibirse: el fiscal se ensaña contra él, inventando una historia terrible sobre el asesinato, porque lo que quiere es ganar el juicio; el abogado defensor, sabiendo que perderá debido a la opinión pública, utiliza una larga y elegante retórica para demostrar que ha hecho todo lo posible por defender a un criminal. Pero Meursault ni siquiera está consciente del alcance de sus actos, de su propia insensibilidad. Cuando lo condenan, sentimos pena por él, incluso pensamos: “¡Pero si fue en defensa propia!”. Consideramos la pena capital como exagerada, lo que afianza nuestra impresión de que fue condenado por su peculiaridad, por su indiferencia ante un mundo que ni le asquea ni le agrada, sino que sencillamente no le interesa. Meursault tiene una amante llamada Marie: no tiene el ímpetu suficiente para abandonarla, le da lo mismo casarse o no con ella. Ni siquiera está enamorado de ella, se encuentra a su lado por el placer de la sexualidad. Porque la desea como mujer, porque es bella. Su vida es tan pueril y anónima como su propia muerte. Todo lo que le interesa de esa vida es el placer. Asesinó a un hombre, así que la sociedad ha decidido que él también debe morir, en un perfecto acto de venganza social al cual ya nos hemos acostumbrado. Meursault fue condenado por ser indiferente en un mundo al cual lo han enviado sin él pedirlo, ha cometido pecados que se encuentran en su propia naturaleza, pero que los demás consideran repugnantes, ha sido condenado por ser un extranjero. Pero él repite a cada momento que es “como todo el mundo”, “como todos los demás”, “como los otros”. Todos somos extranjeros en esta sociedad que no nos pertenece, que puede exigir nuestra muerte porque todos estamos condenados a morir, hoy o mañana, este año o dentro de veinte años. El Mundo es Ancho y Ajeno, escribió Ciro Alegría. Al Borde del Edén está la Muerte, digo yo en alguna de mis obras. Si tradujéramos más fielmente del francés el título del libro, nos daríamos cuenta de que su traducción literal es “El Extraño”. Si buscamos en el diccionario el significado de esta palabra, encontraríamos lo siguiente: Extraño: raro, singular, extravagante. Que es ajeno a una cosa. Uno de sus sinónimos es “extranjero”. Meursault es condenado por ser extraño, por no creer en Dios, y por no llorar en el entierro de su madre. Pero condenado a morir, en su celda, empieza a reflexionar sobre lo que ha perdido, las únicas cosas importantes en este mundo que le es indiferente: la libertad y, más adelante, su propia vida. Lo ha perdido todo, pero no se siente culpable aún, porque se siente víctima y no victimario. El mismo lo proclama encolerizado en la celda en la que espera la muerte, cuando lo visita un capellán que no ha pedido: “Nada, nada tenía importancia y sabía perfectamente por qué (...)”, le grita Meursault al sacerdote: “Qué me importaban la muerte de los otros, el amor de una madre, qué me importaban su Dios, las vidas que uno escoge, los destinos que uno elige, puesto que un solo destino debía elegirme a mí y conmigo a miles de millones de privilegiados que, como él, se decían mis hermanos”.
Y es importante resaltar esta cualidad, puesto que Camus era ateo. Cuando se refiere a Jesús en la novela, por ejemplo cuando habla de Cristo el juez de instrucción, lo hace siempre colocando el pronombre “él” en minúsculas. Pero en este capítulo final Camus nos habla del destino, como hemos escuchado. Un ateo nos habla del destino, de una vida preconcebida desde antes de nuestro nacimiento, y a pesar de su ateísmo su protagonista se comunica por primera vez en su vida, un poco antes de su muerte segura, con una figura religiosa, con un representante de Dios, atacándolo, ahorcándolo, repudiándolo, como si le reprochara: Para qué vienes Tú a consolarme con esto o aquello, Tú, Dios, para qué vienes a consolarme de la muerte si Tú me has traído hasta aquí, si Tú permitiste ese asesinato, si Tú permitiste la Segunda Guerra Mundial, si Tú permitiste a Hitler. Ya no puedo creer más en Ti.
Lo que validaría la novela desde el punto de vista de su actualidad, es decir de cómo la lee hoy día un escritor joven, incluso un escritor caribeño de un país que vive muy lúdicamente, me parece que se encuentra a un nivel comparativo. Es decir, cómo podríamos comparar la incomunicación, la indiferencia del personaje de Camus con lo que vivimos y sentimos hoy día. Ya había hablado yo antes de la semejanza entre las novelas de Andrés L. Mateo con las de Onetti, por ejemplo; a Andrés L. Mateo lo percibimos como un poco falso, como poco dominicano. No nos reconocemos en él. Luego de la Segunda Guerra Mundial, los lectores europeos de los años cincuenta y sesenta veían a Meursault como un héroe cultural e intelectual. Hoy, vemos el nihilismo de este personaje como una característica reprochable, negativa. Esto solamente puede ser posible en una obra de arte: su ambigüedad provoca que su sentido cambie en la medida en que se transforman sus lectores. Ahora bien, esa indiferencia de Meursault evidentemente se ha acrecentado, sólo que en vez de evolucionar hacia la inercia, hacia la inacción, ha progresado hacia el deseo y el placer. Esta es una época de placeres efímeros, de deseos casi siempre físicos que hay que satisfacer a como dé lugar. La mayoría de las instituciones sociales y los medios de comunicación no hacen más que crear deseos artificiales y prometernos que con tal o cual cosa vamos a cumplir nuestro deseo, derivando ese deseo hacia su realización, el placer. Todo el mercado está basado en esto, y el mercado es la principal institución del capitalismo. El deseo nos da de comer. Como nos dice Alfonso Reyes, que dicho sea de paso tampoco es de nuestra generación: “...las industrias parecen calculadas para producir artículos de corta duración, en cuya constante mutabilidad reside el encanto”. Nos sigue diciendo Alfonso Reyes: “Ya el fenómeno de la moda, tan característico de las sociedades evolucionadas, nos está diciendo que también la mudanza es un aliciente de la vida. A medida que las clases modestas alcanzan la moda, la moda deja de ser moda. La clase superior, que la creó, la sustituye entonces por otra, en un maratón desenfrenado”. Si Maursault estuviese vivo hoy día, si actuara en nuestra sociedad, si Camus hubiese escrito su novela en el siglo XXI, su personaje tal vez no mataría a un solo hombre, sino a muchos, y desencadenaría una serie de asesinatos mientras busca placer de tugurio en tugurio, de jovencito en jovencito, y por supuesto nunca sería condenado mientras odia a su prójimo, como el personaje de Fernando en la novela “La Virgen de los Sicarios”, de Fernando Vallejo. O como en la película “Pulp Fiction”, un filme sobrevalorado con matices religiosos en el cual unos asesinos a sueldo acuden a su trabajo, es decir a matar gente, hablando trivialidades y llevando consigo sus loncheras, como si fuesen albañiles y no criminales que van a quitarle a otros seres humanos todo lo que tienen. Es decir, la sociedad ha evolucionado hacia innumerables Meursault, variaciones monstruosas o paródicas de este hombre, seres indiferentes a todo, excepto a su propia y efímera gratificación física. Nihilistas incapaces de tener el más mínimo sentido de trascendencia, pero que, al contrario de Meursault, nunca serán condenados por sus crímenes. La lucidez de Camus es extraordinaria: en medio de la guerra, cuando sus compañeros exigían solidaridad y hermandad, él se propuso una novela y toda una obra de vida que preconizaba la pusilanimidad del hombre contemporáneo. De una época que ha creado una nueva preocupación: la incertidumbre. De la muerte de los valores y de las creencias. El mismo Alfonso Reyes nos habla de una diferencia semántica fundamental en nuestra época llamada democrática: él nos decía, refiriéndose a la poesía, que ésta no era libertad, sino liberación. La libertad es fácil: no requiere de renuncias, de límites, de riesgos, de cánones preestablecidos; no exige ni se obliga a leyes, de este modo carece de valores y de creencias que llenen nuestra existencia. Como él nos dice: “Es más difícil andar que ir con andaderas; correr, más que andar; y más todavía volar que correr, para el hombre mortal, se entiende; y aún más que volar, evaporarse”. La liberación exige límites, fronteras, obligaciones. La liberación de occidente aún está pendiente, aunque haya alcanzado con mucho esfuerzo la libertad.
Carlos Fuentes dijo una vez que el único compromiso del escritor era con el lenguaje y la imaginación. Eso no es cierto. El principal compromiso del escritor es con el ser humano, porque el principal compromiso de toda actividad humana es con el prójimo. Todos han dicho esto, desde Buda o Jesús, hasta Marx o Gandhi. El fin de la literatura no es el lenguaje, sino el ser, como dijo Sartre. Un axioma que hay que repetir constantemente. Todo lo que se ha escrito, todo lo que se ha pensado, todo lo que se ha descubierto o inventado se encuentra destinado a los demás. Sin el otro, un ser gregario como el hombre se volvería loco o se suicidaría. El sentimiento de soledad es el más insoportable para el ser humano. Y en esa soledad encontramos una clave: el último capítulo de la novela es el más reflexivo y lírico del libro, porque Camus quiere que sintamos lástima por su personaje condenado, quiere que lloremos por él. Que nos identifiquemos con él. Y lo hacemos, porque él es como todos nosotros, él mismo lo repite constantemente en toda la novela. Meursault es un pobre ser humano, perdido en medio de un mundo que no entiende. No puede haber falsas esperanzas, y Camus lo sabe, y no las ofrece. El nihilismo puede ser un punto de partida, como el autor declaró persistentemente, pero no puede ser una actitud definitiva. Todos podemos ser hermanos en el amor, pero también lo podemos ser en el odio. Y eso lo demostró la Segunda Guerra Mundial: millones de personas se hermanaron en el odio y la destrucción. Si Meursault no pudo ser amado por el resto de la humanidad en vida, por lo menos lo alegra el hecho de que en su muerte provocará un sentimiento colectivo: el odio. Para él hay salvación en la alegría de la muerte y del odio, nunca en la indiferencia. Y entonces, por primera vez, al final del libro, él nos lo explica todo, y entendemos. “Por primera vez”, nos dice Meursault, “por primera vez, después de tanto tiempo, pensé en mamá. Creí comprender por qué al final de su vida se había echado un novio, por qué había jugado a recomenzar. Allá, también allá, en torno a aquel asilo donde las vidas se extinguían, la noche era como una tregua melancólica. Tan próxima a la muerte, mamá debió de sentirse liberada de ella y dispuesta a revivirlo todo. Nadie, nadie tenía derecho a llorarla. Y también yo me sentí dispuesto a revivirlo todo. Como si esa gran cólera me hubiese purgado del mal, vaciado de esperanza, ante esta noche cargada de signos y de estrellas me abría por primera vez a la tierna indiferencia del mundo. Al encontrarlo tan semejante a mí, tan fraterno al cabo, sentí que había sido feliz y que lo era todavía. Para que todo sea consumado, para que me sienta menos solo, no me queda más que desear en el día de mi ejecución la presencia de muchos espectadores que me acojan con gritos de odio”

Entrevista de Wilson Inoa a Máximo Vega.

1- ¿Qué tiempo lleva usted trabajando como artista?
Más o menos desde que empecé a escribir en mi niñez, tal vez a los 14 o 15 años. Ahora, ya conscientemente, sabiendo que quería ser escritor, más o menos desde los 18 años.


2- ¿Quién o qué le inspiró a escribir?
Bueno, yo he contado esto anteriormente. Mi madre se casó por segunda vez, y su esposo llegó a la casa con muchos libros. Fue la primera vez que tuve un encuentro consciente con la literatura, porque anteriormente me atraía inconscientemente, de forma natural pero dispersa. Ese hecho me motivó a leer y, luego, a escribir.


3- ¿Con cuál estilo de la literatura se identifica más?
Creo que soy un escritor realista. Tengo cuentos fantásticos, pero están impregnados de todas formas de un realismo un poco crudo. Yo estoy obsesionado con la realidad, pero con la realidad de las cosas pequeñas, aunque también de las cosas crueles y perversas, que no por eso dejan de ser pequeñas.


4- ¿Cuál o cuáles escritores usted admira y por qué?
A muchísimos. A Tolstoy, a Dostoyevski, a Juan Bosch, a Onetti, a Saramago, a García Márquez, a César Vallejo, a Faulkner, a Víctor Hugo, a Bioy Casares, a Rulfo, a Cortázar... a muchísimos más. Son tantos que ni siquiera vale la pena tratar de hacer una lista de todos.


5- ¿A cuál o cuáles instituciones, entidades culturales pertenece o ha pertenecido?
Actualmente trabajo en el Centro de la Cultura de Santiago. También he sido miembro de la directiva de Casa de Arte, y soy el coordinador del Taller de Narradores de Santiago, que se reúne en los salones de Casa de Arte.


6- ¿Cuáles logros ha obtenido en su trabajo?
He sido premiado en varios concursos nacionales. No me gusta hablar de los concursos porque pienso que se ha abusado de su importancia. He sido antologado nacional e internacionalmente, incluso un cuento mío fue colocado en una antología para estudiantes de la universidad de Guadalajara, en México, y en Puerto Rico. He sido traducido a varios idiomas, y en Canadá, en un curso que se dio sobre literatura caribeña, se escogió mi obra para representar a la República Dominicana, claro está, junto a otros escritores dominicanos. Específicamente éramos siete. Son pequeñas cosas, pero son importantes porque en este país, en el ámbito cultural, todo es lento y subterráneo.


7- ¿Cuáles aportes considera usted que ha hecho como gestor cultural?
Soy coordinador del Taller de Narradores de Santiago. Ese grupo ha dado los principales narradores jóvenes de nuestra ciudad, que han ganado concursos nacionales, que han publicado sus libros y han obtenido reconocimiento. El Taller es mi principal aporte, el que considero más personal, porque yo fui el fundador y lo he mantenido contra viento y marea, auxiliado por un entrañable amigo, Ubaldo Rosario. También he hecho gestión cultural para Casa de Arte, para otras instituciones, para la Feria del Libro de Santiago, por ejemplo, y ahora, en mi trabajo en el Centro de la Cultura y en la Dirección Provincial de Cultura, mi principal trabajo es de gestión cultural.


8- ¿Qué le diría a la nueva generación de este arte?
Que lean mucho, no solamente literatura sino gramática, lenguaje, que no lo apuesten todo a la literatura, y que se marchen de este país.


9- ¿Cuáles son sus expectativas en el desarrollo del mundo artístico?
Publicar todo lo que escribo, tratar de ser leído por la mayor cantidad de gente, y tratar de conseguir un trabajo que me permita escribir sin grandes precariedades económicas.


10- ¿Cómo considera a los demás escritores de estos tiempos?
Excelentes, extraordinarios. Los que no se conocen, por supuesto, porque los más conocidos de mi generación son los más mediocres. Son los más leídos, y todos sabemos que los más vendidos no son los mejores. Es lamentable, pero la gente ha empezado a acostumbrarse a los disparates.


11- ¿Cuáles libros o textos ha publicado?
Una novela corta: “Juguete de Madera”, un libro de cuentos: “La Ciudad Perdida”. También “El Final del Sueño”, de cuentos, “Ana y los Demás”, otra novela corta, y “Cuentos Para Niños y Otras Historias Terribles”, cuentos. Aunque parezcan muchos libros, la realidad es que algunos cuentos de un libro aparecen en otro libro, con todos los libros de cuentos se puede hacer uno solo y no sería muy largo.


12- ¿Con cuál se identifica más y por qué?
Con todos.


13- ¿A qué público dirige sus trabajos?
A un público adulto que no le tenga miedo a las formas complicadas.


14- ¿Cuál anécdota usted recuerda que le haya sucedido en su trabajo profesional?
Bueno, no me sucedió a mí, pero sí a mi editor, al que publica algunos de mis libros. Mis obras son muy fuertes, tratan de describir la vida tal como es, y mi editor trató de que pusieran a leer “Ana y los Demás” en un colegio dirigido por unos sacerdotes. Cuando los sacerdotes leyeron la novela se la devolvieron y lo insultaron, diciéndole que cómo era posible que él pensara que ellos iban a poner a leer ese libro tan sucio a sus estudiantes. Cuando eso sucedió, me di cuenta entonces de que lo que escribo tiene alguna importancia.

EL TALLER DE NARRADORES DE SANTIAGO

EL TALLER DE NARRADORES DE SANTIAGO:


Hace once años, mientras conversábamos acerca de algunos libros y algunos escritores que nos interesaban, a Ubaldo Rosario y a mí se nos ocurrió crear un grupo literario que se dedicara a lo que ha sido nuestra pasión y nuestra vocación exclusiva: la narrativa. Se nos ocurrió convocar a una serie de amigos escritores –entre ellos Puro Tejada y Andrés Acevedo, aunque son poetas, no narradores –para que nos acompañaran en la fundación de lo que luego sería llamado el Taller de Narradores de Santiago. Desde sus inicios, este grupo literario se ha reunido cada sábado en la Sala de Lectura de Casa de Arte, en donde realiza una tertulia a la que han llegado escritores muy reconocidos, desde don Virgilio Díaz Grullón hasta José Acosta. En el mes de septiembre del 1996 fue abierto oficialmente este Taller, coordinado por mí, y aún se mantiene con bastante fuerza hasta el día de hoy, cuando mi coordinación es prácticamente honorífica, conformado por miembros en su mayoría muy jóvenes que encuentran en esta congregación sabatina una motivación importantísima para continuar con su vocación escritural, en esta sociedad que se vuelve cada vez más triste y más económica, material. Aunque, por supuesto, todavía permanecen en el Taller veteranos de los primeros y solitarios días, como Ubaldo Rosario y Andrés Acevedo.
La breve sinopsis del Taller de Narradores de Santiago viene a cuento debido a que, en este mes de noviembre, dos miembros del Taller han sido premiados en importantes concursos literarios nacionales: Johanna Díaz López obtuvo el primer lugar en la categoría de cuento de la Fundación Global y Desarrollo (FUNGLODE), y Ramón Gil una mención en ese mismo concurso. Pero un poco antes de ese acontecimiento, quizás un mes antes, Altagracia Pérez fue galardonada con el Premio Único de Cuento de la Sociedad Cultural Alianza Cibaeña, y unos años antes Luis Córdova recibía el Primer Premio del Concurso de Cuentos de Radio Santa María, y el Premio Nacional de Cuentos de la Sociedad Cultural Renovación, así como Ubaldo Rosario fue reconocido con una mención de honor en el Concurso de Radio Santa María: todos son miembros del Taller. Hace unas semanas apenas, la Dirección Provincial de Cultura de Santiago reconoció a una serie de valores literarios de nuestra ciudad, casi todos ellos jóvenes, porque sucede que la mayoría de los concursos literarios nacionales han sido ganados por santiagueros. Aunque una buena parte de nuestra ciudad se encuentre alejada de estos reconocimientos, de esta realidad, queremos convencernos, en nuestro submundo literario que le interesa a unas cuantas personas, de que el pequeño aporte que empezó hace once años con una conversación azarosa entre Ubaldo Rosario y yo, ha germinado, ha crecido hasta convertirse en lo que hoy ya es: una cantera en la que se ha descubierto toda una nueva generación de narradores que enriquecerá la vida cotidiana –no sólo la vida cultural, sino la vida en general, puesto que nuestro anhelo es que el arte forme parte de la vida, como comer, dormir o ver televisión –de nuestra ciudad y de todo el país.


Máximo Vega.

El Violín de la Adúltera.

Palabras leídas en la puesta en circulación en Santiago del libro "El Violín de la Adúltera", de Andrés L. Mateo.



El Violín de la Adúltera, llamada alguna vez, según escuchamos en algún momento, El Violín de la Infiel, es la novela de un autor de pocos libros de ficción. A pesar de que la trayectoria de Andrés L. Mateo como ensayista e investigador es muy amplia –incluso los pocos datos biográficos que acompañan este volumen publicado por el Grupo Editorial Norma lo definen como un autor de numerosos libros sobre literatura dominicana -, como escritor de ficción, específicamente como novelista, es un autor de una obra escasa. Desde su primera novela, Pisar los Dedos de Dios, publicada en 1979, hasta El Violín de la Adúltera, han transcurrido 28 años, y en todos esos años hemos leído apenas las novelas La Otra Penélope y La Balada de Alfonsina Bairán. Haciendo un pequeño ejercicio mental, quizás inútil, si recordamos el primer momento en que escuchamos al señor Mateo referirse a esta novela, es decir, un poco después de la puesta en circulación de La Balada de Alfonsina Bairán, entonces debemos convenir en que, acaso, esa escasez novelística se deba a que el autor tarda varios años en reescribir y revisar concienzudamente sus novelas, de una forma desmedida e inusual, puesto que la edición de La Balada de Alfonsina Bairán realizada por Alianza Editorial data del año 1999.
El Violín de la Adúltera es el diario de Néstor Luciano Morera, quien transcribe, con un lenguaje impecable, dicho sea de paso, la vida que le ha tocado padecer durante la dictadura de Rafael Leonidas Trujillo. Es, al mismo tiempo, la historia azarosa de un amor idealizado, el de Néstor Luciano por su esposa, Maribel Cicilio. Maribel es la famosa adúltera que da título al libro. Simultáneamente, es la novela de la memoria de una época, de la evocación de un espacio, que es la ciudad de Santo Domingo, que en la era narrada fue rebautizada como Ciudad Trujillo, y del tiempo que correspondió a la terrible dictadura trujillista. Los amantes se conocen en su adolescencia, ya instalada la dictadura; Néstor Luciano es ya un profesional casado con Maribel, y aún soporta el oprobio del régimen. El autor del diario trabaja en La Voz Dominicana, en los afanes de la celebración de la llamada Semana Aniversario, el gran espectáculo artístico anual que continuaba sus preparativos por todo el resto del año. Quizás esta idealización un tanto ingenua de este amor que se va corrompiendo a medida que transcurre la convivencia matrimonial, del encuentro con la mujer amada y su reconocimiento como tal por parte de Néstor Luciano, quien nos confiesa en algún momento del libro, refiriéndose al momento en que vio por primera vez a Maribel: “La inmovilidad indiferente de su quietud, desde la que me miraba, me hizo levantar del pupitre como impulsado por un resorte”, y dos páginas más adelante: “Ahora no puedo rehilar la certeza de lo que estaba ocurriendo en mis sentimientos, pero creo que desde ese día la amé”, quizás esta idealización, repito, nos oculte el verdadero tema de la novela, que consiste en la recreación de una época de ignominia y oscuridad, pero no en sus detalles más crueles, más atroces, sino en los más cotidianos, aunque igual de infames. Néstor Luciano, aspirante a escritor, un hombre tranquilo, sereno, serio y tolerante en demasía, aunque no sabemos exactamente si tolerante por convicción o pusilanimidad, eso lo decidirá cada lector, describe su vida doméstica y laboral, su trabajo en La Voz Dominicana, gobernada férreamente por el general José Arismendy, el infame Petán, representación atomizada de la propia nación oprimida. Con su gran capacidad de observación nos traza los personajes que aparecen en las oficinas donde se organiza la Semana Aniversario, Elso el homosexual, la exuberante Ligia Monsanto, el ejecutivo Perícles Santamaría, aún los artistas participantes de aquel circo anual, como payasos desdibujados y lejanos, que nunca son realmente como se los imaginan sus admiradores, que idealizan a sus ídolos, incluido el propio Néstor Luciano. En ese mundo de celajes y máscaras, en el que una entrañable amiga universitaria debe esconderse con su familia, y desaparecer para siempre, en ese espacio cerrado, isla al mismo tiempo de la que no se puede escapar, cuyo muro es siempre el mar, como nos recuerda el cantautor cubano Carlos Varela refiriéndose a su propia isla cerrada al mundo, en el que mil ojos desconocidos te observan y te espían y te envían anónimos sobre el comportamiento de tu esposa, un mundo opresivo, burocrático, claustrofóbico, en el cual la dictadura concentra sobre sí misma toda la imaginación y la fantasía, no existe nada más allá que su propia realidad degradada. La novela recurre a la memoria de un tiempo perdido e idealizado, inolvidable, aunque en este caso se utilice esta palabra para lo terrible, no para lo feliz. En alguna página nos dice Néstor, que piensa que escribe para sí mismo, sin percatarse de que nosotros, vouyeristas, estamos leyendo un diario que él se ha propuesto destruir: “Uno mueve la boca y del fondo de la nada las cosas regresan”, escribe Néstor Luciano, aunque en este caso admitiríamos que lo escribe el propio autor a través de un alter ego, una alabanza al lenguaje, a la lengua, como creadora de la memoria y el pensamiento. Más adelante, una referencia a la Penélope de la Odisea, la eterna desesperada que espera a un marido que tarda en llegar, la figura homérica de Penélope que es reiterativa en la obra del autor: “El poncho aquel de la fatalidad de Penélope”, continúa escribiendo el alter ego del autor, “que se hacía y se deshacía todas las mañanas, ¿no era, en realidad, la misma historia que regresaba, avasallada por el sentido de la revelación?” Incluso el protagonista fue bautizado con un nombre homérico: Néstor, aquel rey de Pilos que participó en la guerra de Troya en su honorable vejez, prototipo de la mesura y de la prudencia.

Quizás la cita anterior nos lleve a pensar equivocadamente que la novela es un arduo ejercicio reflexivo, pero no es así. Las existencialidades propias de Pisar los Dedos de Dios y La Otra Penélope, aún las de la Balada de Alfonsina Bairán, que es ya menos reflexiva, no se encuentran en El Violín de la Adúltera, que ha ganado en fluidez y narratividad. La naturalidad con que se encuentra contada la historia, sin ripios ni paráfrasis ni añadidos innecesarios, y al mismo tiempo la claridad de una prosa más transparente, aunque sin abandonar un estilo característico, una prosa que se concentra en los hechos, en lo que sucede, convierte a esta novela en la más fluida de todas las del autor. No existen ya algunos juegos formales propios de una época experimental, como sucedía en Pisar los Dedos de Dios, que añadía el collage y los saltos temporales a la estructura de la novela. El Violín de la Adúltera nos narra una historia lineal que se concentra en lo que percibe o recuerda su personaje principal, como debe suceder, por supuesto, debido a que se trata de un diario, Néstor Luciano es un relator. Ahora bien, debo advertir que yo provengo de un presente desacralizado, que desdeña las mitificaciones y los idealismos. Yo no podría intentar una mitificación de la sexualidad, del placer orgásmico o de la persona amada percibida no como persona sino prácticamente como imagen. Es posible que mi vida sea más chata o que tenga una visión menos esperanzada y más realista del mundo, pero este es mi tiempo y mi visión de la realidad. Incluso el propio estilo que podríamos calificar de un tanto manierista del autor, solamente es posible tratando de describir una época y un espacio y unos personajes que son los que él describe en sus novelas; es decir, hablando en términos estrictamente literarios, su estilo tiene que ver con su propia percepción de la realidad. Y si continuamos por un momento hablando del estilo, El Violín de la Adúltera puede ser considerada como la más dominicana de las novelas del autor, puesto que su lenguaje nos refiere a una media isla tropical y caribeña que nosotros, también dominicanos, identificamos inmediatamente. Su lenguaje casi siempre indirecto y repleto de imágenes mantiene una continuidad estilística que empieza con su primera novela, Pisar los Dedos de Dios, pero que ha ganado en transparencia y narratividad en El Violín de la Adúltera.
En fin, que los amores y los misterios del prudente Néstor Luciano y la opaca Maribel Cicilio en medio de la dictadura trujillista permanecerán largo tiempo en nuestra memoria, negándose a abandonarnos, así como el oprobio casi surreal de una era que por suerte no nos tocó padecer, pero que el autor ha sabido reflejar en esta novela que el Grupo Editorial Norma ha tenido la oportunidad de publicar: El Violín de la Adúltera, de Andrés L. Mateo.

GANADORES TALLER DE NARRADORES DE SANTIAGO

El Taller de Narradores de Santiago, grupo literario que se reúne cada sábado a las seis de la tarde en los salones de Casa de Arte, desea felicitar a los ganadores de los más recientes concursos literarios nacionales, miembros destacados del Taller que ponen en alto a nuestra ciudad, y a la literatura nacional. Altagracia Pérez, miembra del Taller de Narradores, nativa de Santiago Rodríguez aunque prácticamente toda su vida ha transcurrido en Santiago, resultó ganadora del premio único de cuento del Concurso Literario de la Alianza Cibaeña. Johanna Díaz López, santiaguera, se alzó con el primer lugar del Concurso de Cuentos de la Fundación Global y Desarrollo (FUNGLODE), y Ramón Gil, puertoplateño con grandes vínculos con nuestra ciudad, y miembro también del Taller de Narradores, recibió una Mención de Honor en este mismo concurso nacional. Ellos se han unido al grupo de integrantes de nuestro Taller que han sido reconocidos anteriormente por su labor literaria. Hacemos de público conocimiento que el Taller de Narradores de Santiago, con once años funcionando ininterrumpidamente en la ciudad, se siente altamente orgulloso de que sus miembros reciban estos merecidos galardonas, que nos demuestran que nuestro empeño no ha sido en vano, y que demuestran además la fuerza de la región del Cibao, y más específicamente de la ciudad de Santiago, en la literatura dominicana.

El Taller de Narradores de Santiago es un grupo literario abierto a todo el público interesado, que se reúne cada sábado a las seis de la tarde en los salones de Casa de Arte. Se encuentra dirigido a la prosa y a la narrativa (cuento, ensayo, novela), y al arte en general. Su intención es desarrollar un ambiente tallerístico de discusión, lectura y escritura, en el cual sus miembros puedan fomentar sus inquietudes literarias, con personas que comparten sus mismos intereses, en una sociedad que tanto necesita del Arte y la Cultura.


Máximo Vega.
Coordinador.
Taller de Narradores de Santiago.

ENTREVISTA

ROSA SILVERIO PUBLICO ESTA ENTREVISTA EN SU BLOG. DESPUES DE UN TIEMPO, HE DECIDIDO PUBLICARLA TAMBIEN EN EL MIO. TAMBIEN PUEDEN ENCONTRARLA ALLA, EN www.rosasilverio.blogspot.com



Máximo Vega es uno de los autores más talentosos y dedicados de su generación. Un hombre sencillo, cercano y trabajador, que se ha esforzado por desarrollar una carrera literaria consistente, alejada de los ruidos y de todas esas luces que muchas veces ciegan a los artistas. Su obra, traducida a varios idiomas y bien ponderada por la crítica, es el reflejo de un escritor urbano que respeta y conoce muy bien su oficio.Máximo nació en Santiago de los Caballeros en 1966. Es narrador y ensayista. Fundador y coordinador del Taller de Narradores de Santiago. Ha publicado los libros: Juguete de Madera (novela corta), Ana y los Demás (novela), La Ciudad Perdida (cuentos) y Final del Sueño (cuentos).En el año 2003 ganó el concurso de ensayo con motivo del bicentenario del nacimiento de Víctor Hugo, con el trabajo “Víctor Hugo en la historia”, traducido al francés. En 2005 obtuvo el Premio Único de Cuento del concurso Nacional de Literatura de la Universidad del Este (UCE), con su libro “Final del Sueño”. En ese mismo año, su cuento “Hansel y Gretel” fue incluido en un libro de textos para estudiantes universitarios en México y Puerto Rico y Ediciones Ferilibro le publicó la antología “El Cuento contemporáneo en Santiago”, compilada por él.

ROSA SILVERIO: Sólo escribes narrativa y ensayo, ¿nunca te ha mordido el gusanillo de la poesía?

MÁXIMO VEGA: Realmente no. No soy poeta, soy narrador y ensayista. Lo mío es la prosa. Es una cuestión de intereses; a mí me interesa, como escritor, reflexionar sobre la realidad.

RS: Tu novela Juguete de Madera fue un verdadero éxito en Santiago, tanto que fue asignada a estudiantes universitarios y reeditada en varias ocasiones, ¿a qué atribuyes que esta obra no haya recibido el mismo reconocimiento en Santo Domingo? ¿A la falta de promoción y distribución en la capital, o a la marginación capitalina?

MV: A la falta de promoción. Yo no edito mis obras, yo tengo dos editores santiagueros que las editan. Y ellos las promueven esencialmente en Santiago y en el Cibao. Entonces los libros no han tenido la misma difusión en Santo Domingo. Ahora bien, aquí en el Cibao han tenido un éxito extraordinario, ya Juguete de Madera lleva cinco ediciones, la cuarta, ya agotada, de tres mil ejemplares. Y no solamente Juguete de Madera, se va a promover ahora una reimpresión de un libro de cuentos mío, La Ciudad Perdida. He tenido mucha suerte en el ambiente editorial, hasta el punto de que ya no edito mis propios libros, como hace la mayoría de escritores dominicanos, sino que tengo dos editores que lo hacen. En cuanto a la marginación, no es propia solamente de la capital, en este país se da un extraño fenómeno competitivo que es malsano, corrosivo, entre los escritores. Una cosa lamentable y extrañísima, aunque uno conoce las razones sociológicas de por qué esto se da, pero no creo que éste sea el espacio para analizar eso.

RS: Perdóname que caiga en comparaciones que pueden ser ligeras e incómodas, pero yo leí Juguete de Madera, de tu autoría, y también La Estrategia de Chochueca de Rita Indiana, una escritora capitalina que ha tenido mucho éxito gracias a ese relato que ha sido considerado por muchos un gran descubrimiento. Sin embargo, para mi gusto, tu novela corta no sólo tiene más fuerza sino que sobrepasa a la otra en calidad y permanencia. Siendo honestos, ¿no crees que si tú fueras capitaleño y un escritor “cool”, tendrías igual o mayor éxito?

MV: Te agradezco que te haya gustado tanto Juguete de Madera, pero es que yo no busco ese éxito. Tal vez sí, tal vez si yo hiciera vida literaria en Santo Domingo fuera reconocido más rápidamente, pero a mí no me interesa ser reconocido rápidamente. A mí me interesa permanecer, y ni siquiera eso depende totalmente de uno. Quien tiene la última palabra es el lector. Pero yo no creo que sea solamente esto. Yo estoy consciente de que soy un escritor absolutamente descontextualizado de la forma en que se escribe actualmente en el país. Vamos a poner el ejemplo de Juguete de Madera, ya que la mencionaste. Esa novela corta transcurre en un paisaje imaginario absolutamente inventado, un paisaje imposible, aunque parezca real. Y eso se debe a que lo que a mí me interesa es expresarme, ser totalmente sincero, independientemente de que eso sea aceptado o no. Por suerte ha sido aceptado ampliamente por los lectores, que le han dado al libro (un librito, realmente, pequeñito) un éxito editorial tremendo. Ahora bien, uno no debe engañarse y debe reconocer que existe una marginación evidente con respecto a alguien que no vive en Santo Domingo, y ese no es solamente mi caso, sino el de cantidad de escritores que sufren este mismo problema desde las provincias.

RS: Has publicado varios libros y en todos se siente una onda urbana. ¿No te han inspirado los campitos de nuestro querido Santiago?

MV: Bueno, es que yo soy una persona eminentemente urbana. Santiago de los Caballeros es una ciudad pequeña que está creciendo tremendamente, pero que todavía quiere seguir teniendo esa mentalidad rural, bucólica, de hace veinte o treinta años, y a mí eso me atrae. Y, por supuesto, me atrae mucho la ciudad, la ciudad de Santiago quiero decir. Me parece que Santiago es una ciudad como La Habana o como París, o como Buenos Aires, una ciudad literaria, es decir, con un ambiente, con una atmósfera y con una geografía perfectas para que transcurran aquí historias literarias. Yo estoy enamorado de Santiago, como todos los santiagueros.

RS: En un ensayo sobre la literatura del Cibao, afirmas que ésta no es diferente a la que se escribe en Santo Domingo, ¿en qué te basas para hacer esa afirmación?

MV: En que el Cibao, como escribo en ese mismo ensayo, no es un país independiente, es una región de un país que se llama República Dominicana, un país muy pequeño del Caribe que es sólo una parte de una isla. Las diferencias literarias no pueden ser muy notables, porque las cosas que afectan a los habitantes de la capital, también afectan al resto de la república. Tenemos más o menos las mismas influencias literarias, el mismo idioma (quiero decir el mismo lenguaje: una lengua dominicana), somos lo mismo. Lo que puede cambiar un poco es la geografía, el paisaje, y el hecho de que hay una corriente en Santo Domingo sumamente influenciada por la literatura norteamericana, un tipo de literatura que se hacía en los Estados Unidos en los años setenta y ochenta, que se le llamó, un poco despectivamente, “literatura sucia”, bueno, y ese tipo de literatura está influenciando mucho a una serie de jóvenes de Santo Domingo. Lo cual está muy bien, siempre y cuando lo que ellos hagan sea buena literatura, pero la buena literatura no lo es porque sea urbana o rural, o porque transcurra en ciudades grandes o pequeñas, o porque tú pongas obscenidades o dominicanismos en ella, o no. Todo es literatura dominicana, sea de la región que sea.

RS: ¿Crees que un escritor de provincia tiene las mismas oportunidades que uno de la capital?

MV: No. Te voy a decir por qué, ya que insistes con el tema. Porque la literatura, en la República Dominicana, no tiene importancia social. Entonces el espacio para el reconocimiento literario es muy pequeño, es mínimo, y los escritores que ya tienen ese espacio no lo quieren ceder. Entonces un escritor joven, o un escritor de una provincia, por ejemplo, que quiera su propio espacio para el reconocimiento público, tiene prácticamente que destruir al que ya tiene el espacio tomado. Tiene que destrozarlo. Entonces los concursos literarios se corrompen, escritores malísimos obtienen un reconocimiento que no merecen, porque no se consiguen las cosas con la calidad, a través de la calidad literaria, o con la crítica, porque aquí no existe la crítica literaria, sino a través de la competencia, una competencia desleal que no debería darse de esa manera en la literatura. Hay que ponerle zancadillas al que viene subiendo a tu lado, para que no llegue al lugar que crees destinado para ti. Te voy a poner un ejemplo, ya que reiteras la pregunta: mis obras aparecen en más antologías internacionales que nacionales. Es increíble. Recientemente colocaron un cuento mío en una antología para estudiantes universitarios de México y Puerto Rico, al lado de grandes escritores latinoamericanos, vivos y muertos. Solamente hay tres dominicanos en esa antología, y yo soy uno de ellos; estoy al lado de Juan Bosch, de García Márquez, de José Martí, de Monterroso, de un trozo del Popol Vuh..., ¿quién me iba a decir a mí, que leía esa antología en mi adolescencia, que algún día yo iba a estar en ella, al lado de toda esa gente? Por supuesto, yo no me merezco eso, me ayudó el azar, pero es para que veas el problema que existe en este país. Ahora bien, ese es un terreno extraliterario, eso no tiene que ver con la literatura, sino con la forma en que está concebida la sociedad en la que vivimos. Entonces, cuando hay gente que no está dispuesta a luchar de esa manera por el reconocimiento, ganar el espacio se le hace más difícil, pero eso no quiere decir que al final no lo consiga. Sólo le resultará más difícil.

RS: Has ganado varios premios importantes, ¿qué significan esos reconocimientos para ti?

MV: Uno envía a los concursos, a veces, para publicar el libro, o por el dinero, o por el prestigio, es decir, para demostrar algo. Yo soy enemigo de los concursos. No creo que sirvan para nada. Una de las causas que ha estancado la literatura francesa, por ejemplo, una literatura tan querida por mí, es la competencia para ganar concursos. Eso está sucediendo también en nuestro idioma: si un escritor latinoamericano no gana un concurso, no es conocido internacionalmente. Ese es un claro ejemplo de cómo el capitalismo ha tratado de corromper el arte y la literatura.

RS: ¿Cómo ha sido tu experiencia como coordinador de un taller literario? ¿Se aprende literatura en un taller?

MV: Como sucede con la religión y las ideologías, en literatura siempre es bueno congregarse, es decir, buscar gente que tenga tus mismos intereses para que te acompañe. En el caso del Taller de Narradores de Santiago, que es el grupo que coordino, ya prácticamente de manera honorífica, a pesar de su nombre es realmente una tertulia semanal en la que conversamos sobre literatura, sobre arte, en la que leemos lo que escribimos y nos apoyamos mutuamente. Yo no creo que nadie enseñe a escribir; tú puedes aprender a redactar, a redactar correctamente, pero no a ser escritor. A escribir se aprende leyendo, leyendo mucho, mientras más desorganizadamente mejor, queriendo mucho la literatura, y escribiendo. El tiempo y los lectores decidirán si lo que uno escribe merece permanecer, o no.

RS: ¿Cuáles autores y corrientes estéticas han influido en tu formación literaria?

MV: Yo soy un lector voraz, pero muy desorganizado. Yo quiero a mucha gente, tal vez a demasiada. A Cortázar, por ejemplo, a Borges, a Bioy Casares. A Juan Carlos Onetti. A los rusos: Tolstoi, Dostoyevski, Chejov. A Kafka, a García Márquez, a Juan Bosch. A Coetzee, a Camus, a Homero, a César Vallejo, a Rulfo, a Carpentier. A Pedro Mir, a Faulkner (cómo olvidar a Faulkner), a Carson MacCullers, a Giannina Braschi, a Ramón Peralta, a José Acosta, a Manuel Llibre, a Virginia Woolf y a Clarice Lispector. A Octavio Paz, Saramago, Pedro Henríquez Ureña, Alfonso Reyes..., ¿para qué seguir?, son muchos más. Como verás, la mayoría son latinoamericanos. Más que corrientes, a mí me han influenciado obras y escritores. Tengo cierta afinidad con el surrealismo, más que en mi obra (aunque un poco en mi obra), en mi vida personal.

RS: ¿Qué piensas de los escritores de tu generación? ¿Crees que realmente están haciendo algún aporte a la literatura dominicana?

MV: Claro que sí. Esta va a ser una de las generaciones literarias más importantes de toda la historia nacional, no por lo cantidad de nombres, porque ninguna generación literaria dominicana ha dado una cantidad muy grande de nombres, sino por la calidad, y en segundo lugar por la proyección. Esta va a ser una generación internacional, pero, por supuesto, eso no tiene que ver con la literatura en sí misma. Lo interesante de mi generación, lo que realmente me parece curioso, es que somos una generación cronológica, pero no estilística, y eso es importante puesto que cada quien está buscando su propio modo de expresión, su propio camino, lo que significa que hemos traspasado en nuestro país una etapa de eterna transición, y hemos llegado a lo que debería pretenderse en literatura, en el arte en general: a una etapa de individualidades.

RS: ¿En cuáles proyectos literarios estás trabajando actualmente?

MV: Voy a publicar un libro de cuentos próximamente, en octubre de este año, y estoy escribiendo una novela larga un poco más ambiciosa que mis anteriores trabajos.

RS: ¿Qué le hace falta a las letras dominicanas para posicionarse en el mercado internacional?

MV: Ese problema no es de los escritores, sino de los editores. La República Dominicana es un país muy pequeño, en el cual la gente lee muy poco, y lo que se debe hacer es impulsar la educación, una reforma educativa integral, y una industria editorial nacional. Los editores promocionarán a los escritores fuera del país. Mientras eso no suceda, veremos que quizás un escritor pueda publicar un libro en el exterior, o estar en alguna antología internacional, pero como grupo los dominicanos no saldrán mientras no exista una fuerte industria editorial nacional. Pero ese es un problema que se da en toda Latinoamérica: los escritores no son conocidos de un país a otro, eso solamente sucede con los españoles, por la misma razón: ellos tienen la cuarta industria editorial de todo el mundo, precisamente debido al mercado latinoamericano. Es como si Latinoamérica no aprendiera nunca.

Pero, claro está, también el escritor dominicano tiene que aprender a ser más escritor y menos malabarista, menos truchimán y serrucha palos, y tener una visión más ecuménica de la literatura, concentrarse más en el viaje y no en el final del camino.

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