JUAN PABLO DUARTE (a propósito deL Bicentenario de su Nacimiento)



     Juan Pablo Duarte nació el 26 de enero de 1813. Lo que signi- 
fica que en la fecha de la independencia de la República Dominica- 
na, el 27 de febrero de 1844, tenía sólo 31 años. Y que era más 
joven al fundar, en 1838, la sociedad secreta La Trinitaria, y mucho 
más joven al planear la liberación de la patria. En las pinturas, en las 
litografías, en las reproducciones de su figura, vemos a un hombre 
maduro, casi anciano. Como debería ser un Padre, pero no se co- 
rresponde de ninguna manera con el joven enérgico que liberó nues- 
tra nación. 
     Duarte era, en esencia, un santo, en el sentido cristiano de la 
palabra. Su figura idealista solamente puede ser comparada con la 
de José Martí. Pero Martí fue un gran escritor y amaba a toda la 
humanidad, mientras que Duarte fue un hombre de una sola idea, 
su pensamiento es monótono. Sólo le interesaba una cosa: la patria. 
Cuando manos oscuras se apoderaron de la independencia, y el pa- 
tricio fue exiliado, empezó a morir lentamente. La muerte de Martí 
fue rápida e ilógica, heroica e inútil; como a Moisés, que es una 
figura histórica y un símbolo, a Duarte no le fue dado el presenciar 
la tierra prometida. Desde Venezuela, nuestro arquitecto agonizaba 
al saber en lo que se convertía poco a poco su legado. 
     Como nos dice Sergio Ramírez, quizás pensando en su Nicara- 
gua y en su Centroamérica: “El héroe libertador que atraviesa las
cordilleras cumple las hazañas más intrépidas y traspasa los límites 
de la historia real para entrar en el territorio de la ficción. Su pasión 
es crear un Nuevo Mundo, la utopía (...) son héroes de novela y 
terminan generalmente derrotados, olvidados, en el exilio, en gale- 
ras o frente al paredón de fusilamiento”, aunque en la historia de 
Latinoamérica nunca ha habido cabida para Duarte, un héroe idea- 
lista que buscó la independencia frente a un pueblo vecino, un pue- 
blo sometido que de pronto tuvo ínfulas imperiales (empezando con 
toda la parafernalia ridícula de Christophe, con su corte de negros 
con levitas y pelucas, imitadores desastrados de los reyes y empera- 
dores europeos), lo que convierte nuestra historia en única, desmiti- 
ficada y desangelada. 
     Duarte fue vencido por la guerra y los generales, por los pragmá- 
ticos y los traidores. Se apoderaron de inmediato de la República, ni 
siquiera intentaron construir un remedo del ideal del arquitecto. La 
abstracción duartiana de una patria libre, justa, protectora y orde- 
nada es sólo un ideal, por supuesto, que se dice fácil, que se ha con- 
vertido incluso en un cliché político. Pero todo intento redentor, 
revolucionario o democrático, de alcanzar esa perfección, ha fraca- 
sado. La derrota de Luperón por Lilís, Trujillo y sus 30 años de dic- 
tadura, Juan Bosch y el golpe de estado, la revolución del 65, la 
invasión norteamericana y el posterior ascenso al poder de Joaquín 
Balaguer, Salvador Jorge Blanco que nunca entendió que le corres- 
pondía realizar el tránsito definitivo del país al orden y la moderni- 
dad. La patria posible prefigurada por el patricio ha fracasado. Juan 
Pablo Duarte, discreto y humilde, alejado, debido a su personali- 
dad, de los egos desmedidos del poder, no pudo convencer a su 
pueblo de que lo necesitaba a él. 
     Pero es que el pueblo no quiere a alguien así. Bosch no conven- 
ció a nadie de su necesidad luego del golpe de estado, ni siquiera 
José Francisco Peña Gómez, quien no dejó un pensamiento, aunque
sí, por lo menos, una vida decorosa y una praxis limpia.
 No somos herederos de Duarte, ni de Bosch, ni 
siquiera de Peña Gómez. Somos herederos de la otra cara del poder, 
de Santana, de Báez y de Lilís. Todas nuestras autopistas, todos nues- 
tros aeropuertos, todas nuestras calles y nuestras monedas tendrán 
un solo nombre: Joaquín Balaguer. No hay nada más triste que no 
saber hacia dónde se va. Pero aún la esperanza es posible: cuando lo 
que quiere el pueblo se corresponda con lo que quieren los gober- 
nantes, habremos alcanzado un proyecto de nación. 
     ¿Qué hubiese pasado si Duarte hubiese sido presidente de la 
República? Tal vez hubiera hecho el peor gobierno de toda la histo- 
ria del país, pero yo, un pobre escritor, un pobre dominicano (o un 
dominicano pobre), hubiese aceptado su presidencia con una gran 
alegría. La hubiese defendido con uñas y dientes, 163 años después. 
Pero claro, vivo siempre como en medio de un sueño. Vivo en la 
Ciudad del Aire, como Franklin Mieses Burgos. Soy un idealista, no 
un pragmático, y los ideales insensatos han muerto. Juan Pablo Duar- 
te, la independencia nacional de 1844, no son más que la represen- 
tación de aquello que pudimos ser, pero que jamás seremos.

(tomado de El Libro de los Ultimos Días, de Máximo Vega)

POEMAS DE RAMON PERALTA

Mientras tanto

La pared de ladrillos de pronto se desploma
Cae de golpe, sin una fuerza que la empuje,
cae porque sí,
y el hombre que estaba recostado en ella,
el hombre que está esperándote,
ya no lo podrás ver.
Llegarás al lugar de la cita
y esperarás mientras miras el  montón de  ladrillos,
y una y otra vez volverás a decir:
Pero, qué raro, dónde este hombre estará?
Y él, que tanto amaba este idioma,
solo, debajo de la montaña de ladrillos,
descubrirá que está empezando a nacer,
que ahora es demasiado pequeño
y por eso, mientras tanto, no te puede contestar.


Coincidir

Tarde o temprano hay que cruzar la calle,
la calle que todos los días nos llevará a la otra acera,
la calle que justamente
cuando mi perro y yo intentemos cruzarla
comienza a crecer, a volverse ancha, ancha...
y mi perro se da cuenta que la calle
hoy no tiene final
que ese auto del cual huye es del ancho de la calle
y que no se detendrá.
Mi perro hoy no llegará a la otra acera;
yo, tampoco.


(Del libro "Dibujando lo Fugaz")

LIBRO DE RAMON PERALTA

Este es el  más reciente libro  del escritor santiaguero Ramón Peralta. Es un libro de poemas, puesto a circular con una novela de su autoría, y unos libros de teatro de José Adolfo  Pichardo.

Como se puede observar, su nombre es "Dibujando lo Fugaz". Más adelante colocaremos unos poemas de Ramón en el blog.

LA PARTIDA DE PHILIP ROTH


NUEVA YORK.- La inesperada decisión del escritor Philip Roth de dejar de escribir luego de publicar 31 libros, provocó que el aclamado novelista estadounidense se encuentre más relajado, incluso con tiempo para enfrentarse a las complejidades modernas de aparatos como el iPhone.

El autor de 79 años, uno de los sobrevivientes de la edad de oro de la literatura estadounidense, no se retira debido a mala salud o por edad, explica, sino porque tras décadas escribiendo ya no le queda nada más que decir.  

"Esperé durante un mes o dos para tratar de pensar en algo más y pensé 'quizá ya está, quizá ya está'", declaró al diario The New York Times.

En un intento de revivir su espíritu creativo, Roth comenzó a releer a los grandes -Fiodor Dostoevsky, Joseph Conrad, Ivan Turgenev, William Faulkner, Ernest Hemingway. Luego volvió a su propia obra, que abarca desde la sexualidad explícita de "El mal de Portnoy" al premio Pulitzer "Pastoral americana". Pero las musas no volvieron.

"Leí todos esas cosas grandiosas", dijo Roth al diario, "y luego leí los míos y supe que no iba a tener otra buena idea, y que si la tenía, sería esclavo de ella".

La decisión de dejar de escribir se anunció inicialmente la semana pasada de forma poco trascendente en una entrevista con Les InRocks, una revista cultural que aunque prestigiosa en Francia es desconocida fuera.

La noticia anunciada sin bombo ni platillos tardó semanas en filtrarse en los medios estadounidenses, donde fue acogida con sorpresa.

Nacido en 1933 y contemporáneo de Don De Lillo, Saul Bellow y Norman Mailer, el escritor estadounidense judío es el decano de una era literaria entera y su obra no ha dado señas de descender significativamente. Sin embargo, Roth no tiene dudas. 

En el computador de su apartamento en Manhattan, había una nota de post-it en la que se leía "la lucha con la escritura terminó". 

"Miro a esa nota cada mañana", declaró Roth a The New York Times en la que dijo sería su última entrevista. "Me da tanta fuerza", añadió.

Roth pasa su tiempo trabajando con su biógrafo, Blake Bailey, y poniéndose al día con la lectura de la historia del siglo XX.

Pero por primera vez desde que tiene memoria, tiene tiempo también para recibir a tantos amigos como desee en su casa de Connecticut, fuera de Nueva York, sin la presión de encerrarse y trabajar solo.

"Mi casa este verano estaba llena de gente", afirmó. "Tuve invitados prácticamente cada fin de semana y en algunas ocasiones se quedaban durante la semana".

"Tengo un cocinero que cocina para mí. En los viejos tiempos no podía recibir a gente en casa todo el tiempo. Cuando venían para el fin de semana, yo tenía que salir para escribir", precisó.

Incluso tiene tiempo para un aparato que en un comienzo le desconcertó, el iPhone.

"Cada mañana estudio un capítulo del 'iPhone para estúpidos", y ahora soy un avanzado. No he leído una palabra en dos meses. Sacó esta cosa y comienzo a jugar con él", afirmó.

El amor recién declarado a este dispositivo electrónico es irónico, dado que Roth también usó esta entrevista de despedida para repetir la sentencia de muerte de las novelas frente a la competición de los medios electrónicos.

"Los lectores están muriendo. Es un hecho, y he estado diciendo esto durante 15 años", dijo a The New York Times. "Afirmé que la pantalla mataría al lector, y lo ha hecho. La película en la pantalla fue el comienzo, la pantalla de televisión y ahora el golpe de gracia, la pantalla del ordenador". 

EL CIRCO

PRIMERA VUELTA:

Max Puig agarrado de manos con Orlando Jorge Mera, Milagros Ortiz Bosch y Enmanuel Esquea Guerrero frente al congreso nacional, vestidos de negro delante de la turba de acólitos, delante siempre porque deben ser los protagonistas del espectáculo, las estrellas del talk show, el jurado del  american idol que conforman los senadores, los diputados, la oposición y los protestantes  (no los religiosos,  sino  lo  otros. O quizás también los religiosos). Un pobre muchacho sin pancarta toma una guitarra y canta "Leonel Leonel Leonel" mientras la cámara lo  graba,  o quizás canta precisamente porque la cámara lo  graba, como no  ha  llegado  lejos como cantante por lo menos ya ha tenido sus merecidos 15 segundos de fama. No se escucha el himno nacional por ningún lado.

SEGUNDA VUELTA:

Los policías empiezan a cansarse. Se les nota en la cara, el sol de las 12 de Santo Domingo  no perdona. Los policías  (después  del mono, lo  más parecido al hombre es un  policía, y que me excuse  Camilo José Cela),  expertos en  maltratar y luego en lavarse las  manos, en cancelar rasos mandados a cometer asesinatos por coroneles multimillonarios, ya están hartos. Jartos, más bien.  Antes  de que una  de las  tantas cantantes  del PRD  aparezca en tarima para interpretar  una  de  las  canciones de la nueva trova cubana  -iba  a cantar una de Gloria Trevi,  pero  fue convencida a tiempo de que no era el  momento, el espacio-, la policía disuelve todo a culatazos y la oposición se queja del desafuero. La democracia ha sido mancillada, dicen. La dominicanidad,  el estereotipo. Sólo quedan los débiles espasmos de la represión, pero siempre a través de los medios  de comunicación de masas: antes, solamente la televisión; ahora también youtube y facebook. No existe lo que no se masifica. Un evangélico mal estacionado en medio  de la calle (Jesús Nuestro Salvador no tiene nada que ver con  las leyes de tránsito) es agredido por una anciana del otro bando que pasaba casualmente  que votó por  el gobierno porque  le regalaron dos hojas de cinc. Antes había votado por Hipólito por la misma razón. Por poco vota por Miguel Vargas, pero no le  llegó nunca el concreto que le prometieron.

TERCERA VUELTA:

Entonces CNN en español se asocia no se sabe con quién. Están incómodos porque el presidente de la república les negó una entrevista. Se exhibe lo más sucio del periodismo internacional.  Enseñan el refajo.  Desnudos, con el cuerpo lleno de llagas.  Empiezo a comprender a Chávez, a Evo Morales y a Correa. Pero no importa. Hay que salir  en televisión para poder decir después, en una posteridad cada vez más lejana,  más esquiva: yo salí por ahí y tú no. Yo  fui famoso/a. Me  quedo quieto en la pantalla de CNN porque si me muevo no salgo en la foto. Mientras tanto el policía analfabeto, en una protesta frente a FUNGLODE, pregunta: "A quién e que  hay que dale?",  y un teniente lo ataja: "No, ahora  no. Ahorita". Sacan las armas. Aquí no hay  cascos protectores ni escudos de fibra de vidrio, lo de aquí es a balazos limpios. Ya mataron a un  estudiante y a una profesora.  Me llega un  mensaje por facebook: compañero, usted trabaja en  el gobierno  pero es un hombre conciente, únase a las protestas. Anja? Y  si me botan? Tú vas a mantener al hijo mío? De repente aparecen las pancartas, la larga  fila india del dolor dominicano -franqueada por los policías que no se pierden nunca una posible humillación-, coreando  una canción de Juan Luis Guerra: la guagua va en reversa. Ondean las banderas dominicanas, a uno de los protestantes se le cae la suya y alguien la pisa. La policía empieza a hartarse  de nuevo. Si esto va para largo hay que trabajar horas extras. Los empresarios, los políticos y los sindicalistas, estrellas del firmamento  espectacular de Guy Debord, realizando con su sola presencia las profecías de Adorno, no se sienten culpables de nada.  Si no fuiste no te apures, que va a salir este sábado  por  donde Nuria. Alvaro Arvelo  dice dos malaspalabras  por la radio y se queja de que  todos los periodistas mediocres están en contra suya. Willie Rodríguez, que  es el Padre de la Radio Moderna Dominicana, va a encender en La Vega el árbol de navidad más grande del país. El caos, el caos. Lo único que puede decirse del caos es que es bueno  para la libre empresa, dijo John Kenneth Galbraith según Carlos Monsiváis. A quién creerle? Quién tiene la razón? Yo tengo mis favoritos, aunque no sé si serán los ganadores.

ULTIMA VUELTA:

Aquel que se vendió,  incluso sin darse cuenta, por un trabajo de cinco mil pesos mensuales, no sabe  de qué lado colocarse. El mestizaje se confunde con el mulataje, con la negrada y con los pocos blancos que empiezan a darse cuenta de que es verdad, que esto le va a caer encima como una pared de concreto a la  clase media. De repente Jack Veneno sale de su retiro. Pero el paladín de la justicia ya no puede hacer  nada. Lo ha vencido la edad, la realidad, la corrupción. El país de las primicias (la primera catedral del nuevo mundo, la primera universidad del nuevo  mundo,  el campeón  de la bolita del mundo, el primer Santiago de América, el síndico más inepto del mundo, vamos a darle el premio nobel a Marcio Veloz Maggiolo) se ha convertido en un circo. Mi mamá no me crió para esto.

Entrevista a Máximo Vega


Por Arelis Albino

1-En tu primera novela, “Juguete de Madera”, en la cual la inocencia de una niña es robada por un adulto, y como expresa el escritor Fernando Cabrera en el postfacio de este libro titulado: “Mirada oblicua sobre un Juguete de Madera”: ¨Un gesto de ternura puede convertirse por encima de su abolengo de inocencia, en la mayor y terrible expresión de crueldad¨.  A pesar de tú tener una corta edad cuando la escribiste, ¿estabas consciente de lo que hacías, es decir, tenías conocimiento sobre la  técnica narrativa y la escritura?   
Claro que sí. Y no solamente porque a una corta edad ya yo estaba consciente de eso, sino porque no la publiqué muy joven. Cuando la publiqué, le hice correcciones, traté de que se imprimiera lo mejor posible. Fernando Cabrera fue muy generoso conmigo en ese escrito.

2-Les das movimiento a las escenas como si fuera en el cine, aspecto que mantiene atento al lector. Cambias muy rápido de narrador, en un momento lo hace la niña y hay uno general, ¿quién narra la historia?
Hay un narrador en tercera persona. A veces el narrador se mete en la historia, como si fuera testigo de los hechos, pero eso es un juego, no tiene importancia para la narración. Quizás sea un defecto de juventud.

3-Muestras preocupación social en esta novela, cuando todavía no estaba tan desarrollada en la sociedad la violencia intrafamiliar, pero, ¿es suficiente motivo para que una niña de esta edad abandone sus padres y motivada, en principio, por un juguete y luego por una cadenita, acompañado del deseo de conocer la ciudad, no querer regresar con sus padres?
Claro que sí. En la novela se consigna que ella quiere volver, quizás esa misma noche. No vuelve porque se encuentra con Aquiles, y su vida da un vuelco, no es la misma persona. Pero para que veas, nunca pensé en eso cuando escribí la novelita. Nunca. Ni en violencia intrafamiliar, ni en preocupaciones sociales. Mi interés principal era contar una historia, y contarla lo mejor posible. Tenía esa historia en la cabeza, que es la de una niña que se escapa de su casa porque sus padres la maltratan, y que se encuentra en el camino con un hombre que la pervierte. Esa es toda la historia de la novela, si lo pensamos bien. Esa niña es la personificación de la inocencia pura, una inocencia que se corrompe. Pero mi interés siempre fue estrictamente literario.

4-¿Cuáles nuevos elementos está introduciendo la narrativa actual?
No sé realmente cuáles aspectos tiene la narrativa actual que son diferentes a la narrativa que no es actual. Ahora, te puedo decir varias cosas que a mí me preocupan como escritor, y tal vez eso pueda responder la pregunta. Por ejemplo, ya el escritor no se preocupa tanto por la estructura de la narración, sino que quiere contar una historia, y ya. Pretende reflexionar dentro de esa historia, introducir elementos de otros géneros en la narración, como por ejemplo elementos del ensayo y la poesía. En mi caso, trato de interesar al lector en la lectura, un aspecto que Umberto Eco dice que es posmoderno, y, como la fama en este país es tan esquiva, mucho más para un escritor, muchísimo más para un escritor de Santiago, trato de ser completamente sincero y escribir solamente las cosas que yo quiero decir. Pero todo eso sale de forma inconsciente, yo no pienso mucho en eso cuando estoy escribiendo.

5-¿En cuáles aspectos se diferencia “Juguete de Madera” de la novela “Ana y los Demás”?
Juguete de Madera transcurre en un ambiente rural, incluso en un paisaje imaginario rural, puesto que los protagonistas se pasan todo un día montados en una camioneta y nunca salen del lugar en el que están, y nunca llegan a ningún lado. Ana y los Demás es una novela urbana, con un lenguaje a veces crudo, a veces obsceno. Ana y los Demás es una novelita que me gusta mucho por el lenguaje. No creo que sea una obra completamente lograda, pero me parece que tiene pasajes de una intensa emoción, que era la que yo sentía cuando la escribí, y que esos pasajes pueden salvar un poco el resto de la narración. Ahora yo leo algunos pasajes de ella, y me digo: Dios mío, pero yo escribía bien en esa época. Juguete de Madera, quizás por su brevedad, es una obra más redonda, pero al mismo tiempo más inmadura.

6-¨El libro de los últimos días”, el cual, según tus mismas palabras: ¨Este es mi nuevo libro, un volumen de ensayos y artículos sobre arte (literatura, cine y artes plásticas, básicamente), aunque también se habla un poco de historia y de sociología. Está dividido en dos partes: la primera, de ensayos, con trabajos sobre arte y literatura, y la segunda de artículos cortos sobre temas varios (cine, política, sociología, de nuevo la literatura). A pesar de su nombre apocalíptico, el título se refiere más bien a los últimos días del libro en papel¨, y donde tú  expresas: ¨¨Los ensayos y los artículos de este libro sólo pretenden celebrar el lenguaje y la imaginación. Recordar algunas palabras que me han hecho feliz, algunas obras, algunas imágenes que se niegan a abandonar mi memoria. Pero sobre todo me mueve la voluntad de criticar. De criticarlo todo, y, a la vez de sentirme cercano a todo¨.  ¿Cuáles razones te llevan a estar en desacuerdo  con todo? ¿En cuáles ocasiones estás de acuerdo con algo?
Lo que quiero decir es que uno tiene que criticarlo todo, en un sentido ético: preguntarte a cada momento si lo que estás haciendo está bien o está mal, si tiene algún valor real, etc. Autocriticar cada uno de tus actos, como hacen los marxistas, bueno, como hacen los marxistas cuando no están en el poder, o criticar los actos de los demás para tratar de mejorarlos. Pero eso no le gusta a todo el mundo, hay gente que no le gusta que lo critiquen. Eso no quiere decir que yo esté en desacuerdo con todo, por supuesto, porque nadie podría vivir así. Eso está dicho de forma exagerada, claro, yo estoy de acuerdo con muchísimas cosas, y no toda crítica debe ser negativa, “criticar” quiere decir “juzgar”, y todos los juicios no tienen que ser negativos. Además, yo no soy un crítico de arte, no me interesa serlo, y hablo más bien de una crítica en el aspecto ético.

7-Sigues diciendo en ese mismo párrafo: No soy hombre de relaciones duraderas, a veces a pesar de mí mismo; la única relación permanente que he tenido, y me parece que me acompañará hasta la muerte –si no acabo padeciendo el mal de Alzheimer y olvido todos mis amores y mis odios y todos mis recuerdos- ha sido con el arte. ¿Ha sido el arte, precisamente, quien impide tus relaciones duraderas?
No. Tal vez sea mi personalidad. Yo soy una persona difícil. Recuerdo una película de Woody Allen, en la que aparece una artista, y otro de los personajes le dice que un artista, o un intelectual, disfruta poco de las cosas porque las ve siempre con un ojo crítico. Los artistas son artistas porque tratan de mejorar la realidad, porque no les satisface la realidad. El mundo cambia por la acción de quienes lo rechazan, dijo Meschonnic. El arte no tiene que ver con eso de las relaciones, porque desde muy joven he tratado de llevar dos vidas, como la lleva todo escritor en este país: la vida del autor, y la vida profesional, la del ser humano que tiene que ganarse la vida, y con la literatura no se puede.

8-Tú expresas también: Como buen latinoamericano, trato de desordenar el  mundo a través de lo que escribo¿Este es tu aporte a la literatura?
Mi aporte a la literatura es solamente mi obra, buena o mala, no sé. Ahora bien, yo creo que un escritor, no un intelectual, sino un narrador, debe desordenar el mundo. Tratar, por lo menos. Un escritor no debe buscar la verdad, quién sabe cuál es la verdad. Dice Ramón Peralta: era lunes ayer, pero sé que hoy no es martes. Yo soy un inventor de historias, nada más. Un falsificador, porque las historias que cuento no son reales, son imaginadas. Reflexiono sobre el mundo, pero me equivoco constantemente. Mis historias son inventadas, lo que significa que no son verdaderas.

9- En El Libro de los Últimos Días, refiriéndote a la novela de Camus,  especificas: Lo que validaría la novela desde el punto de vista de su actualidad, es decir, de cómo la lee hoy día un escritor joven, incluso un escritor caribeño de un país que vive muy lúdicamente, me parece que se encuentra a un nivel comparativo. Es decir, cómo podríamos comparar la incomunicación, la indiferencia del personaje de Camus con lo que vivimos y sentimos hoy día. Ya había hablado yo antes de la semejanza entre la novela de Andrés L. Mateo con las de Onetti, por ejemplo; hasta “La Balada de Alfonsina Bairán”, a Andrés L. Mateo lo percibimos como un poco falso, como poco dominicano. No nos reconocemos en él. ¿Cuáles factores intervienen en el proceso de no identificación?
Lo que quiero decir es algo que ha sucedido en la literatura dominicana, una cosa muy extraña. Aquí ha surgido una serie de escritores existencialistas, lo cual es curioso en un país caribeño. No es que esté mal, ese no es el punto, porque cada quien escribe sobre lo que quiere. Pero es sumamente curioso el hecho de que aquí, en el país, haya aparecido una serie de escritores de este tipo, al mismo tiempo que en el país se vive muy lúdicamente. Escritores que hablan acerca de la incomunicación, la amargura, la náusea incluso, mientras los habitantes de la isla bailan y beben y sonríen. La amargura del trópico, debe ser: el trópico amargo. Y no solamente existencialistas, sino fatalistas, o simplemente pesimistas. ¿Por qué eso ha sucedido?, eso es lo que me intriga. Por qué la gran  literatura dominicana es tan amarga. Eso podría suponer un sentimiento de exclusión, de frustración incluso, de parte del escritor, que no se siente asimilado por una sociedad que rechaza.

10-En qué medida está influyendo la sociedad al escritor y viceversa, para producir cambios y transformaciones positivas o negativas. Y si se está manifestando la transculturación literaria y escritural en la República Dominicana.
Yo estoy esperando la transculturación por hora. La cultura, y el arte en este caso, debe ser fluida, no debe ser insular, debe haber intercambio de ideas, de formas, de imágenes, de palabras de otras lenguas. La literatura debe alimentarse de todas las literaturas. Las fronteras, en este aspecto, no deben existir. Un escritor europeo puede colocar a sus personajes en Latinoamérica, y ese escritor coloca palabras dominicanas en su narración: nadie se encuentra eso raro. Pero si yo escribo una novela que transcurre en Berlín, y trato de escribir como escribiría un alemán, me dicen que estoy traicionando la dominicanidad. El hecho de que Andrés L. Mateo, en algunas de sus narraciones, por ejemplo en las primeras, hasta “La Balada de Alfonsina Bairán”, sea tan existencialista que no parece dominicano, no significa que él esté haciendo algo malo al hacer eso: esa es su libertad. Yo solamente pongo de manifiesto que él lo hace, sin decir que eso está mal.
Lo que a mí sí me preocupa es cómo está afectando el mercado no solamente a la literatura, sino al arte en general. El mercado impone unas reglas sobre el éxito que son negativas para un artista. Por ejemplo: el mercado te dice que el éxito económico de un artista es directamente proporcional a la calidad. Eso es un disparate. El arte no tiene nada que ver con la forma en que el mercado evalúa un producto, y mezclar una cosa con la otra le hace daño a la percepción que tiene el público, incluso el propio autor, sobre la obra de arte.

11-En el libro antes mencionado, en el ensayo titulado Apuntes sobre arte contemporáneo, indicas: ``La propia obra de arte se encuentra en crisis por su ausencia de compromiso. No me refiero a un compromiso político ni ideológico; hablamos de un compromiso con la propia obra de arte, con el arte mismo, con la realidad, con la humanidad``.
De alguna manera culpas a la crítica y al mercado. ¿Podría decirse que el arte refleja también la crisis social y de valores que padecemos en la actualidad?
Claro que sí. Eso lo comprobó Roland Barthes: el arte moderno, decía él, refleja la sociedad en su propia ambigüedad. Culpo al mercado. Lo que pasa es que es curioso que todo el mundo hable de que existe una crisis en el arte contemporáneo, y que al mismo tiempo se pretenda obviar esa crisis. El mercado ha afectado la obra de arte mucho más de lo que los artistas admiten. La economía mueve al mundo. La crítica no hace más que reflejar una tendencia mercadológica: hay mucha crítica contemporánea que se ha asociado con el mercado. Aunque no toda, no estamos generalizando. El arte verdadero es el que se zafa de eso, el que se aísla de las convenciones sociales. ¿Tiene éxito económico?, bien. ¿No tiene éxito económico?, también muy bien.

12-Me podrías explicar el término ´´promiscuidad cultural´´, ¿cuáles son los síntomas, quienes lo padecen, si es contagioso, con cuales antibióticos se sana?
Eso significa simbiosis cultural, “promiscuidad” significa mezcolanza, mezcla. Nosotros, como pueblo mezclado, tenemos una promiscuidad cultural, una mezcla de varias culturas. Ya no nos sana nadie: somos mejores porque somos mezclados.

13-Eres miembro fundador del Taller de Narradores de Santiago, cuál ha sido tu experiencia al compartir con jóvenes de similares iguales inquietudes literarias.
El Taller es algo que me da satisfacción personal. Yo fui profesor, y tengo personalidad de educador. Mi vocación profesional debió ser la pedagógica, pero por motivos económicos tuve que irme a otros lados. Reunirme cada cierto tiempo con un grupo de escritores, la mayoría jóvenes, me da esperanzas de que alguien lee los libros, de que a alguien le interesa la literatura en este país. Además de que el Taller es algo creado por mí mismo, con uñas y dientes, con mucho esfuerzo… aunque sólo le interese a los miembros.

14-Ser subdirector del Centro de la Cultura de Santiago, ¿de qué te ha servido?
No de mucho. Yo no soy político. He tratado de ser lo más responsable posible en ese trabajo, porque soy muy responsable y muy serio en todas las cosas que hago. He tratado de hacer animación cultural, de trabajar por la cultura, antes lo hacía sin que me pagaran, ahora me pagan por eso. Pero siempre hay escollos, siempre hay que trabajar más de la cuenta. Yo me paso el día entero con el Centro de la Cultura en la cabeza.

15-La tallerista y periodista Altagracia Pérez te hizo una entrevista par la revista Mythos, en la que escribe: Es uno de nuestros más prometedores escritores de la literatura contemporánea en Santiago. ¿Qué es lo que tú prometes?
Dinero no, porque soy pobre. Ni amor. Habría que preguntarle a Altagracia qué ella creía que yo prometía, porque ella fue la que lo dijo.

16-En la entrevista que te realizara la periodista y escritora Rosa Silverio, ella te define como: Un hombre sencillo, cercano y trabajador que se ha esforzado por desarrollar una carrera literaria consistente, alejada de los ruidos y todas esas luces que muchas veces ciegan a los artistas. ¿Cómo se define Máximo Vega el ser humano, escritor y gestor cultural?
Yo soy una persona normal. Tengo un hijo, que es lo más importante en mi vida, luego viene mi familia, y al final la literatura. En ese orden. Soy muy discreto en todas mis cosas, y estoy consciente de que ser escritor en este país no tiene importancia social. Y que un escritor santiaguero tiene menos posibilidades todavía de influenciar el pensamiento social.

17-¿Cuáles han sido tus peores errores literarios y humanos, así como tus más grandes aciertos y logros?
En lo humano, mi mayor acierto es mi hijo. En lo literario, cometo errores constantemente, por ejemplo en “El Libro de los Ultimos Días” hay algunos errores que tendré que corregir si alguna vez hay una segunda edición. Me equivoco a cada rato.

18-A qué aspiras como escritor y como hombre de empresa.
Como escritor, aspiro a dejar una obra. Espero tener el talento para eso. Como hombre de empresa, espero que mi pequeño negocio me deje el suficiente dinero para dedicarme solamente a él en el aspecto profesional, y no tener que trabajar en nada más, y luego escribir.

19-Has sido ganador de importantes premios, en el año 2003 ganaste el concurso de ensayo con motivo del bicentenario del nacimiento de Víctor Hugo, con el trabajo 'Víctor Hugo en la historia', publicado y traducido al francés. ¿Te consideras mejor ensayista que novelista, y de ser así, por cuales razones?
 Yo soy un narrador. El ensayo es una forma de decir lo que quiero de una forma más directa, pero a mí me interesa contar historias. Incluso, como narrador, he tenido más éxito que como ensayista. Hasta ahora, solamente he publicado un libro de ensayos, que es “El Libro de los Últimos Días”, y todavía no sé si lo hice bien. La gente me conoce más como narrador, ¨Juguete de Madera¨ tiene varias ediciones, como cuentista, etc. La gente no se imagina lo extraordinario que es crear a personas que no existen, crear un mundo que no existe, una atmósfera inventada, generar sentimientos, emociones, relaciones entre los personajes, cuando todo eso no existe, está solamente en tu cabeza. Crearlo con palabras, y la gente lo lee y llega a creer que esa es la vida real. Crear una historia es lo que más me interesa, por eso ando en la luna por la calle, o en las reuniones de trabajo me dicen: pero participa, no te quedes tan callado; lo que pasa es que estoy pensando en lo que voy a escribir, me está pasando alguna historia por la cabeza.

(Publicada en el Periódico "La Información")

A LOS DELINCUENTES HAY QUE MATARLOS


     El libro “A los Delincuentes Hay que Matarlos” tiene un título engañoso. Quien se encuentre con el libro y vea la fotografía de la portada pensará que estamos ante un volumen de serie negra, quizás de tema detectivesco repleto de policías y ladrones, con tramas misteriosas y sangrientas. Pero no es así. El título viene dado por un cuento, que es a la vez el más dominicano en cuanto a las situaciones y al lenguaje del volumen, pero al mismo tiempo el menos representativo. Es como si ese cuento, y “Falso Suicidio”, que comparte peculiaridades con “A los Delincuentes Hay que Matarlos”, formaran parte de otro libro. Puesto que “A los Delincuentes Hay que Matarlos”, el libro, no el cuento, nos trae 13 historias amargas acerca de una serie de personajes que, aunque parecen oscuros y terribles, con una lectura más cuidadosa nos daremos cuenta de que se encuentran idealizados por la autora. Son casi estereotipos, metáforas, representaciones de muchos personajes, incluyendo algunos de películas de Hollywood. Nos enteramos desde el principio, al leer el índice, cuando encontramos protagonistas con nombres como La Viuda Negra, Hiedra Venenosa, La Señora Mo, y otros antihéroes que crean sus propios espacios imaginarios, fácilmente identificables como irreales, es decir que sus vidas no las reconocemos como verdaderas. La Viuda Negra es un estereotipo, así como Hiedra Venenosa, así como La Señora Mo -con la S de señora en  mayúsculas como si  formara  parte del nombre-, como también la amante del cuento Mi Amante, o la adolescente de La Mano Que Me Toca en la Noche, etc. Esa irrealidad aleja a Rosa Silverio de cierta literatura que se genera en este tiempo, y que al parecer empieza a ser muy popular entre los escritores jóvenes dominicanos, basada en la excesiva desnudez del lenguaje, la crudeza excesiva de las situaciones, las descripciones sexuales directas, aunque de ninguna manera estoy juzgando esta tendencia de cierta clase de literatura nueva de nuestro país, sólo poniendo de manifiesto sus características.
     Pero bueno, continuando con Rosa, mi amiga Rosa, que se fue para España y vuelve a la República Dominicana y a Santiago sólo de vez en cuando y se deja ver poco, exceptuando esta vez, por supuesto, sus 13 cuentos nos hablan, como se dice en la contraportada, sobre el amor, la sexualidad, el deseo, la muerte. En la época en que vivimos, amor, sexualidad y deseo son casi sinónimos; en los cuentos aparece poco su realización, el placer, aunque luego viene la muerte, como un castigo. Especulo que la unen a ella como autora con su país, la República Dominicana, lugar en el que transcurren la mayoría de los cuentos, por lo menos aquellos en los cuales la ciudad o el país es reconocible. Dominicanas son sus palabras, su idioma es dominicano. Hay cuentos que ya conocíamos, como “Mi Amante”, que apareció en la antología del Taller de Narradores de Santiago; en una antología sobre los narradores contemporáneos de la ciudad que realicé con motivo de la última Feria Regional del Libro de Santiago, y que además se encuentra en una antología de literatura gay que compiló la desaparecida escritora Mélida García. Pero casi todos los cuentos son nuevos para nosotros. Por lo tanto nos muestran una faceta de Rosa Silverio como escritora que empezamos a conocer.
     Dijo Aristóteles más o menos en su poética: toma a un personaje, hazlo simpático, rodéalo de grandes atributos, hazlo importante, y luego traiciónalo y déjalo caer en desgracia, y estaremos en presencia del drama. Por supuesto, eso no sucede en los cuentos de Rosa. Eso fue escrito hace 2,500 años, y ni siquiera exactamente así. Desde el principio, quizás porque estamos prejuiciados por la contraportada, sabemos que sus personajes no van a ser grandes, ni importantes, ni simpáticos. Sus personajes, algunos comunes y corrientes como sucede en los cuentos “A Los Delincuentes Hay que Matarlos” o “Falso Suicidio”, algunos metafóricos como en “La Viuda Negra” o “Hiedra Venenosa”, no son de ninguna manera simpáticos ni épicos. Niñas incestuosas o lesbianas crueles o confundidas pasan por sus páginas, y sin embargo, como dije antes, no podemos comparar a Rosa con escritores cuyas historias son absolutamente terribles, autores que tienen una literatura que podríamos definir como gótica, de literatura del horror, o simplemente gore, que es un término que se utiliza mucho en el cine en el día de hoy, y que significa más o menos “sangriento”, pero excesivamente sangriento.
Aunque en este libro algunas historias cuentan cosas verdaderamente oscuras, las separa de esa crueldad el manejo del lenguaje, y la idealización de los personajes de la que hablé anteriormente, que nos mantiene lejanos a nosotros los lectores de historias que reconocemos de inmediato no como realidad, sino como literatura. Incluso los finales de los cuentos tienen un fin literario, que no tiene que ver con la realidad. Sirven a la historia que ella cuenta como literatura, no los reconocemos como verdad. En uno de los cuentos, cuyo título hemos repetido varias veces: “Hiedra Venenosa”, ese personaje es el principal, a pesar de que no es el que cuenta la historia y nunca habla; tiene, por supuesto, un nombre falso, estereotipado, y representa un tipo de mujer deseable, lasciva, inalcanzable no solamente para la narradora de la historia que está escrita en primera persona, sino también para los lectores, y el cuento es, además de historia, la descripción de un personaje, una especie de femme fatale que incita al pecado a la protagonista. Digo al pecado, claro, pero todos sabemos ya que el pecado no existe. Todos somos pecadores. El mundo está lleno de pecadores. Lo dicen Los Vedas, La Biblia, y lo repiten Batman y Madonna, que son personajes de ficción. Tómame como una virgen, canta Madonna, pero eso significa que ella ya no es virgen. “La mano que me toca en la noche es lisa, delgada y pequeña”, escribe Rosa en La Mano que Me Toca en la Noche, y continúa: “Resbala por la estirada curvatura de mis piernas cuando estoy dormida. Trepa por mis muslos y poco a poco se acerca al capullo que alberga todas mis ganas. Al centro de mí misma. Al centro de todas las cosas”. La Señora Mo es una pecadora, el Señor Mo, su amante, todos los personajes del libro son pecadores. Sus hombres y sus mujeres son infieles, mentirosos, cínicos, egoístas, desleales, engañosos, nunca se muestran como realmente son, lo que presupone la sorpresa de los finales. No sabemos con qué nos va a salir un antihéroe de estos. Su individualismo extremo parece no solamente hacerles bien a ellos, sino que les hace mal a los demás. Lo que importa siempre son los sentimientos personales, íntimos, míos, independientemente del daño o la opresión que se ejerce sobre los demás, los que para su desgracia se encuentran alrededor de los protagonistas. Unete siempre a los filisteos, escribe Augusto Monterroso, claro, porque los filisteos siempre ganan. Si el coronel Aureliano Buendía se hubiera  unido a los filisteos, hubiese ganado su revolución. Si Encarnación Mendoza se hubiese unido a los filisteos, no lo hubiera denunciado su propio hijo. Y debemos resaltar que la mayoría de los personajes de los 13 cuentos son mujeres. Hay cuentos en los que solamente participan mujeres, y los hombres son solamente sombras, recuerdos, obsesiones o fantasmas. Como los personajes son predominantemente femeninos, los sentimientos y las emociones son también predominantemente femeninos. Algunos personajes dan la impresión de querer vivir en un mundo en el que no sea necesaria ninguna presencia masculina. En uno de los cuentos, un personaje asesina a su hija por un hombre, en otro, una mujer casada se enamora de otra mujer, prescindiendo por completo de su esposo en el único elemento que le faltaba: el amor, el deseo o el sexo. Incluso hay un personaje masculino que se transforma en una mujer. El mundo es radicalmente femenino, aún cuando los protagonistas sean hombres. Debemos recordar que hablamos de literatura, no de realidad. Las historias tienden a la venganza o a la muerte. O por lo menos a la insatisfacción y a la rebeldía. La forma de contar de Rosa tiende a lo visual, a lo plástico, a lo cinematográfico. Los cuentos prácticamente no contienen  ninguna referencia literaria o intelectual. Más allá de tantas emociones contradictorias y erráticas, los personajes se nos muestran como lo que son: seres humanos, perfectamente capaces, como todos nosotros, de hacer todo lo que se lee en estos cuentos.
     Pero, por suerte para nosotros, hay lugar para la poesía. Debía ser así, puesto que Rosa Silverio es poeta. Está “Hasta Siempre, Brasil”, la historia de un amor sereno que permanece en el recuerdo y el tiempo, más allá de la separación de la pareja, un oasis de quietud y de pureza en medio de la violencia y el dolor de las demás historias. Y está “La Canción Rota”, escrito con una tristeza poética. En ese cuento aparece la Yaya. La Yaya murió en La Canción Rota, pero me hubiese gustado que fuese salvada. Esto es una indiscreción, pero tenía que mencionarlo. Yo la hubiese salvado: hubiese metido mis manos en la tina y la hubiese recuperado. Le hubiese dado respiración boca a boca. La Yaya no tenía culpa de nada. Por supuesto, la salva el lenguaje: esto es literatura, esta no es la realidad. Otra Yaya aparecerá en otro de los cuentos de Rosa, quizás la misma Yaya. La salva la imaginación.
     Este volumen con número cabalístico merece ser leído con calma y respeto, así que recomiendo encarecidamente la lectura de estos cuentos, casi todos oscuros, otros no tan oscuros, que forman parte de “A los Delincuentes Hay que Matarlos”, de Rosa Silverio.


Heroísmo es femenino

Por Aníbal de Castro
China tiene finalmente un nobel de literatura. No es casual que un país de tantas glorias pasadas y presentes estuviese ausente de esa galería de honor que, a pesar de las controversias, reproduce el estado de las letras no solo en un país sino en una lengua. Mo Yan no es el único chino en acceder al premio que otorga cada otoño la Academia Sueca en recuerdo del inventor de la dinamita: le precedió Gao Xingjian, hace 12 años.
Lo que hace esta premiación diferente es que este escritor de "realismo alucinante" y que con fortaleza narrativa "combina los cuentos populares, la historia y la contemporaneidad" con la magia creativa de un Gabriel García Márquez o un William Faulkner vive en China, contrario al otro chino, exiliado en París antes de alcanzar fama universal gracias al galardón. Cultor del teatro del absurdo y novelista exitoso, Xingjian, hoy ciudadano francés, es nombre principal en el índice de libros prohibidos en China.
No que Mo Yan sea un intelectual conformista o un defensor a ultranza de la esclerosis creativa que suele acompañar la mordaza política. Su única novela que he leído, Sorgo rojo, es una oda contra la violencia y un retrato acabado de la turbulencia en China durante la ocupación japonesa. Escrita con sensibilidad social profunda y una compenetración evidente con los sufrimientos del campesinado, víctima también de la revolución maoísta, la obra se corresponde con un autor comprometido. De una manera u otra, Mo Yan se las ha ingeniado para vivir y seguir produciendo en China, pese a que su última entrega literaria, The Garlic Ballads (Las baladas del ajo) ha sido proscrita.
Las distancias se han achicado, elementos de culturas marcadamente diferentes se han fusionado, la tecnología ha ensanchado las fronteras del conocimiento y, minutos después de anunciado el premio, miles de personas han podido adquirir las obras de Mo Yan gracias al internet y las ventas en línea. Y sin embargo, la intolerancia continúa como una afrenta que restringe la creatividad, constriñe el pensamiento y desencadena agresiones insospechadas. Tiene sello gubernamental y privado, y en ambos casos actúa con eficacia para detener la carrera hacia estadios de mayor satisfacción humana.
Política, cultural, religiosa o étnica, la intolerancia se ha atrincherado en poderosos reductos en el mundo y encontrado portaestandartes fanáticos, pero también mentes inteligentes que han ideado medios eficaces para censurar el pensamiento. Y cuando los métodos tradicionales de control no han funcionado, han acudido a la represión y a la violencia sin que les importe un comino la condena generalizada o su inclusión en los registros globales de violadores sistemáticos de los derechos humanos. En China y en Cuba, para no ir más lejos, el acceso a internet, algo para nosotros tan cotidiano como cepillarnos los dientes, está rigurosamente regimentado.
Faulkner, con cuya obra la Academia Sueca comparó la prosa vigorosa de Mo Yan, sentenció una vez que la conciencia moral es la maldición que debe aceptar un humano a cambio del derecho a soñar. La intolerancia frena bruscamente la continuidad de ese derecho, o sea, la puesta en práctica de los sueños. Y sí, los derechos acarrean responsabilidades; entre las del escritor figura condenar sin desmayo la censura y la intolerancia, los venenos más letales en contra de la creatividad.
Malala Housafzai era un nombre conocido pero no en la magnitud alcanzada a partir de la tarde del martes, cuando un fanático talibán le descerrajó un tiro en la cabeza y así, de un plomazo, evitar que soñara con una vida digna a través de la educación. La historia de esta adolescente pakistaní de 14 años es dolorosa e inspiradora a la vez: una estampa de heroísmo, de convicciones profundas y de inteligencia temprana. Y una invitación a corroborar con Óscar Wilde: "Sí, yo soy un soñador. Porque un soñador es aquel que solo encuentra el camino a la luz de la luna, y su castigo consiste en ver el alba antes que el resto del mundo".
A Malala la han bautizado como "la niña que solamente quería ir a la escuela". Ese deseo la tiene al borde de la muerte después del atentado artero en su contra en Mingora, un pueblito en el Valle del Swat en la provincia de la Frontera Noroeste en el Pakistán de la intolerancia y el fanatismo. El talibán penetró al autobús donde viajaba la niña de regreso a la casa tras la jornada escolar. Preguntó quién se llamaba Malala, y esta, inocente, respondió de inmediato. Sin mediar palabras, el pistolero le disparó en la cabeza. Gravemente herida fue llevada a un hospital militar en Peshawar y luego trasladada fuera del país para una intervención quirúrgica sumamente delicada.
Hace muchos años que visité esa ciudad, la más importante de Pakistán en la zona fronteriza con Afganistán. Recuerdo sus callejuelas intrincadas, llenas de tenderetes y un bullicio tan insoportable como la humedad reinante. Ya para ese entonces era famosa porque podía comprarse allí cualquier tipo de armamento. Con la intervención soviética en Afganistán, Peshawar se transformó plenamente en un bazar de armas y refugio de los muyahidines. Tras la llegada de las tropas de la OTAN y la derrota de los talibanes, estos pasaron a operar libremente en toda la provincia paquistaní de la Frontera Noroeste.
El extremismo de los talibanes es tal que han prohibido la música, la televisión y la educación femenina, lo mismo que hicieron cuando señores de horca y cuchilla en el vecino Afganistán. Dueña de sus sueños, Malala se convirtió en una activista en contra de la discriminación de género en un área de tanta importancia como la educación. Abogar por el derecho de que niñas como ella vayan a la escuela le valió una sentencia de muerte bajo la acusación de ser "pro occidental". El vocero de los talibanes ha dicho que si sobrevive, la atacarán nuevamente.
La he visto responder preguntas con soltura y suficiencia en vídeos grabados antes del atentado. El pelo negro que se escapa del velo acomoda una cara de rasgos suaves, manifiestamente pastunes, con ojos intensos y cejas pronunciadas, todos color de noche muy oscura. Sorprenden su fluidez en inglés perfecto con acento urdu y la resolución en sus propósitos para que las menores pakistaníes puedan educarse. Su lucha le ha consumido sus años infantiles y Desmond Tutu, el obispo anglicano de Sudáfrica socio infatigable de Nelson Mandela en la lucha contra el apartheid, la nominó el año pasado para un premio internacional a la niñez. El gobierno pakistaní la enalteció con el Premio Nacional de la Paz, en diciembre del 2011.
En la entrevista posterior a la premiación, refiere como un deber "esencial" oponerse al cierre forzoso de la escuela para la niñez femenina. Con una voz que solo imagino capaz de gentilezas, señala ante las amenazas proferidas en su contra: "Incluso si vienen a matarme, les diré que lo que tratan de hacer es un error, que la educación es nuestro derecho básico". Poco después se supo que era la autora del Diary of a Pakistani School Girl publicado por la BBC británica, una traducción del original y más detallado, escrito en urdu.
En su prosa sin afeites, lozana en la narración de la cotidianidad, se aprecia en toda su tragedia la vida bajo el mandato de los talibanes. Malala, aunque bajo el seudónimo de Gul Makki escogido por la BBC para protegerla, se convirtió en una voz vibrante contra la barbarie, contra el fanatismo, contra la violencia, contra la intolerancia. Heroísmo femenino, infantil, convertido en lección para un mundo demasiado adulto como para mirar hacia el otro lado cuando en un rincón se cometen atrocidades infames.
En estos días de luto para quienes suscribimos la libertad como la esencia de la vida, la BBC ha reproducido algunos de los textos del diario que sirvió en urdu a sus oyentes en Pakistán, los cuales me recuerdan otro testimonio escrito de un valor humano indiscutible, y que estremeció mis emociones cuando lo leí de niño: El diario de Ana Frank. Las entradas correspondientes al 3 y 4 de enero de este año describen a una niña llena de miedo y, sin embargo, firme en su convencimiento de que la educación es un derecho:
"Tuve un sueño terrible anoche en el que había helicópteros del Ejército y talibanes. Tengo esos sueños desde que se lanzó la operación militar en el Swat. Mamá me hizo el desayuno y partí. Fui a la escuela con miedo porque el Talibán había emitido un edicto en el que prohíbe que las niñas vayamos a la escuela. Solo once estudiantes fuimos a la clase de un total de 27. Mis tres amigas se fueron con sus familias a Peshawar, Lahore y Rawalpindi después del edicto (…) Mientras iba a la escuela escuché a un hombre decir "Te voy a matar". Apuré el paso y cuando miré hacia atrás el hombre venía detrás de mí. Pero, para mi gran alivio, estaba hablando por teléfono así que debía estar amenazando a alguna otra persona (…) Hoy me levanté tarde, a eso de las 10 de la mañana. Antes de la operación militar solíamos ir de picnic los domingos. Pero ahora la situación es tan mala que no hacemos un picnic hace más de un año y medio. (…) Hoy hice tareas del hogar y jugué con mi hermano. Pero el corazón me latía rápido porque mañana tengo que ir a la escuela".
Y el miércoles 14 de enero: "Hoy estaba de mal humor mientras iba a la escuela porque mañana empiezan las vacaciones de invierno. El director anunció las vacaciones, pero no mencionó la fecha en que la escuela volverá a abrir. Es la primera vez que ocurre esto. En el pasado, la fecha de reapertura fue anunciada siempre con claridad (…) Mi conjetura es que el Talibán va a prohibir la educación de las niñas desde el 15 de enero. (…) Como hoy era el último día de nuestra escuela, hemos decidido jugar en el patio un poco más".
Malala es más que una niña y una vida. Es un símbolo vigoroso en un mundo en el que cada vez se sueña menos porque, al parecer, los ideales han desaparecido al calor de la unipolaridad. Que en pleno siglo XXI impere aún la barbarie y se pretenda sepultar en la ignorancia a toda una generación de niñas atenta contra esa conciencia moral de que hablaba Faulkner, el maestro de la narrativa e inspirador no solo de Mo Yan, sino también de otra gloria literaria y premio Nobel de Literatura pero también cruzado de la libertad, Mario Vargas Llosa.
Paradojas de la vida, alguien se acercó al padre de Malala para mostrarle el diario en urdu bajo seudónimo. No podía decir, orgulloso, quién era la persona escondida detrás de Gul Makki, y a los elogios respondió con una sonrisa cómplice. Quizás ahora se entienda que la vida real cabe en la literatura, y que ambas solo tienen sentido pleno en libertad.
Malala es más que una niña y una vida.
Es un símbolo vigoroso en un mundo en el que cada vez se sueña menos porque, al parecer, los ideales han desaparecido al calor de la unipolaridad.
Que en pleno siglo XXI impere aún la barbarie y se pretenda sepultar en la ignorancia a toda una generación de niñas atenta contra esa conciencia moral de que hablaba Faulkner.



http://www.calameo.com/read/000602922cdd117254b20

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DIA DE LA RAZA

Un día como hoy, 12 de octubre, se cumple un año más del "descubrimiento" de América. Empezó, un día como hoy, el  genocidio  indígena por parte de los conquistadores, y luego  miles de  negros africanos fueron traídos a América como  esclavos,  lo cual, por razones históricas, les  ha impedido hasta el día de hoy llegar al mismo nivel  igualitario (económicamente, socialmente), que los  blancos colonizadores. En la isla  de Santo  Domingo no quedó un  solo indígena. A Mckandal, negro esclavo de  la parte  francesa de la  isla,  lo quemaron vivo porque lidereó una  rebelión contra sus amos. A Tupac Amarú le amarraron las extremidades a cuatro caballos, y despedazaron su cuerpo. A Hatuey también lo quemaron vivo, aunque se le permitió un privilegio: escoger entre el cielo  y el infierno. Escogió el  infierno, porque lo prefirió  a cambio de un cielo  lleno  de españoles.

En Guatemala, en Brasil, en Perú, en Colombia, aún somos testigos de masacres a indígenas.  Cuando los  colonizadores se marcharon, echados por  guerras de independencia y rebeliones populares, dejaron a los países  sin  ninguna institución administrativa, puesto que las  dirigían y organizaban ellos. Debido a  razones históricas, nuestros países conquistados,  colonizados y esclavizados  todavía son naciones atrasadas. Y todavía intelectuales europeos, e instituciones internacionales, tienen el coraje de  llamarnos  "naciones  fallidas".

Pero no podemos vivir  en el  pasado,  a pesar de las miserias que nos dejaron los europeos, que son ambiciosos,  como los norteamericanos. Hay que echar para alante.  La corrupción que nos arropa hoy día tiene razones históricas, el desorden, las decisiones equivocadas de nuestros  gobiernos. Pero yo no vivo  en  el siglo XVII. Yo  vivo en  el XXI. Y quiero que las soluciones  sean del  siglo  XXI. El pasado  no se puede cambiar. Pero podemos  aprender de él.  España, Italia, Grecia, Portugal, Francia,  Estados Unidos,  viven una  crisis  económica tremenda, pero  nadie habla  de ellos  como  "estados fallidos". Los países que hace  500 años saquearon el resto del mundo,  otros  que  aún hoy pretenden  mantener  una  hegemonía basada en  el  poderío militar  o  económico, nunca serán "estados fallidos". Millones  de personas murieron  debido a  la conquista  de América. Fueron despojados de sus tierras, fueron esclavizados.  Pizarro, un  analfabeto (los primeros españoles que llegaron al continente eran, en su mayoría, convictos, mercenarios, presos políticos y aventureros  venidos a menos), conquistó a sangre y fuego el  imperio inca,  que  tenía dos universidades, con un sistema de  gobierno  en  el cual  se mantenía a los  envejecientes y a  las madres solteras. Cuántos  de  nuestros gobiernos, el  día de hoy,  mantiene a sus ancianos y  a  las madres solteras? No vivimos  en el s. XXI, en la  "modernidad", en la era de los  milagros tecnológicos? Un inca vivía en un sistema más igualitario que el nuestro.

Los  aztecas,  que eran  imperialistas como  los europeos, es  decir que  asesinaban o esclavizaban  a  los  pueblos conquistados, vencieron  a los  conquistadores españoles. Tenochtitlán era la ciudad más grande del  mundo de su época. Qué existe hoy día  en  "la región más transparente"? Un pueblo subdesarrollado que vive una guerra con el narcotráfico debido al consumo  masivo de droga en su vecino Estados Unidos, uno de los países con  más desigualdad social del  mundo entero.  Y los más pobres son los  descendientes de los indígenas.

Así como el pueblo de  Israel apela a cada momento al pasado alemán y al genocidio  nazi, sobre todo ahora que se le acusa  de oprimir al pueblo palestino, buscando  simpatías a través de  un sufrimiento y un dolor  que no debe ser repetido, los latinoamericanos apelamos  al recuerdo del  genocidio indígena y al pasado esclavo. No eran, acaso, los barracones de los negros  campos de  concentración para  trabajos forzosos? No fueron  asesinadas  y esclavizadas millones  de  personas? Eso no ha llevado al atraso  y a  la pobreza de millones  de personas  más, hasta el día de  hoy? Y vamos  a celebrar  eso?
Proclamamos entonces  que los  estados fallidos  son aquellos que conquistaron, colonizaron,  saquearon los recursos naturales de  nuestros países, y no han aprendido nada, porque hoy día millones de sus habitantes viven en  la pobreza, en la indigencia, en el desempleo,  en la crisis económica, a pesar de toda  la riqueza  que usufructuaron.

El escritor dominicano Franz Manuel García Zorrilla ha obtenido el VI Premio Luis Adaro de Relato Corto por su obra Vamos por partes, de la que el jurado ha valorado "su agilidad narrativa y su sentido del humor, que lograr arrancar sonrisas al lector en las situaciones más rocambolescas".

Esta es la primera vez en la historia de estos galardones, concedidos por laAsociación de Escritores Noveles (AEN), que resulta ganador un autor hispanoamericano, ha informado la organización.

En este sentido, la presidenta de AEN, Covi Sánchez, ha opinado que esto demuestra "la internacionalización" del premio así como la posibilidad de que los autores noveles de Hispanoamérica "tengan visibilidad literaria en España".

El jurado, que ha elegido el relato de García Zorrilla entre más de 1.300 textos, ha estado constituido por el autor asturiano José Ángel Ordiz, el catedrático de Literatura, Gervasio Alegría Mellado, y el profesor de Literatura de la Universidad de Barcelona, Bernat Castany.

El galardón será entregado en una gala benéfica que la Asociación de Escritores Noveles organizará el 9 de noviembre en el Bal Hotel & Spa (Gijón) a favor de la Asociación Gijonesa de Caridad- Cocina Económica.

Este acto estará presidido por la consejera de Educación, Cultura y Deporte, Ana González, quien estará acompañada de otras autoridades y representaciones institucionales de la vida política, cultural, social, económica y empresarial del Principado de Asturias.

Durante este acto las pintoras Celia Álvarez y Carmina Blanco donarán dos obras que serán rifadas.



Fuente: 20minutos.es

EL CUENTO QUE CONTAMOS



“Entre las personas que se dedican a la crítica y a la literatura en general, es muy común la opinión de que el cuento es el más difícil de los géneros literarios. Sin embargo, los que escribimos cuentos no compartimos en forma unánime ese criterio”. Estas palabras las escribió don Virgilio Díaz Grullón en el año 1984.
   A lo que se refería don Virgilio en este artículo publicado en el periódico El Nacional hace tantos años, era a que un buen cuento depende de un buen escritor, y que lo difícil realmente es hallar un buen cuentista. El arte, en este caso la Literatura, se resiste a toda clase de preceptiva. Todo intento de sistematizarla es inútil. El lector, el gran olvidado, es quien tiene la última palabra. Ni el crítico, que es un lector interesado y prejuiciado debido a su excesivo conocimiento y a su voluntad de juzgar, ni el analista, ni el investigador. Es decir, en el caso del cuento y continuando con don Virgilio, a un cuentista nato le resulta fácil escribir un cuento, así como a un gran poeta le resulta más o menos fácil escribir un poema. Para los fines de este coloquio, podríamos entonces afirmar que es imposible aprender el talento o la intuición, o lo que cualquier maestro del género llamaría el olfato, el pálpito, pero sí es posible aprender una técnica, una artesanía, y esa técnica servirá tanto al cuentista talentoso como a aquél que sólo redactará obras ligeras que lo harán felices a él y a sus amigos, aunque sus amigos sean millones de personas que crean que están leyendo algo importante, pero que, de alguna manera, podríamos decir que se encuentran bien redactadas.
   Un cuento es, más que otra cosa, movimiento. Bueno, antes que nada es un género literario de ficción escrito en prosa, que debe ser breve y conciso, etc., etc., pero un cuento está basado en el movimiento, en el acontecer. Su capacidad de llamar la atención se basa en ese movimiento, en que aquello que está escrito se mantenga moviéndose, fluyendo, desde el principio hasta el final, lo cual significa que en un cuento deben suceder cosas desde que empieza hasta que termina. Este movimiento viene dado, por supuesto, debido a que la vida misma es así, lineal y vertiginosa, y un cuento debe dar una sensación de vitalidad. Un cuento debe ser breve, y con breve no quiero decir que debe tener dos o tres páginas, o cuatro, sino que su brevedad debe estar dada por la concisión, por la escasez de los recursos con que está escrito, y no al contrario. “Continuidad de los Parques”, el famosísimo cuento de Cortázar, tiene apenas dos cuartillas, pero “La Muerte de Iván Ilich”, de Tolstoi, tiene más de cincuenta. Ambos son cuentos, por supuesto, pero “La Muerte de Iván Ilich” es un cuento más amplio debido a que la historia lo requiere. No se puede contar la agonía y la muerte de un hombre mediocre que no desea morir en dos o tres páginas, así como Cortázar no tenía la necesidad de contar la historia de un hombre que lee una novela en más de cincuenta. “Una Vuelta de Tuerca”, de Henry James, es un cuento largo, pero es una narración que empieza como una historia oral, es decir, un cuento que es narrado por alguien que desea contar una historia una noche brumosa alrededor de una chimenea, y sin embargo, a pesar de su considerable tamaño, recorre su camino certero hasta su final sorpresivo y extraordinario, como la flecha lanzada por Quiroga en su famoso Decálogo del Perfecto Cuentista.
   ¿Qué significa que un cuento debe mantenerse siempre en movimiento? Quiere decir que debe empezar con una acción y terminar con otra, con un suceso. El enemigo principal del cuento es el tiempo, así como el tiempo puede cesar nuestra vida y detenernos. La vida se encuentra hecha de tiempo, de movimiento, y un cuento debe parecer lleno de vida; es conciso y breve, porque la extensión desmedida detiene su camino y provoca una sensación de laxitud, de lentitud reflexiva que provoca desinterés. Pero no significa, de ninguna manera, que debamos ser específicamente esquemáticos. Mis cuentos, por ejemplo, en ese sentido son atípicos: se aprende una artesanía para comenzar a transgredirla.  Un cuento debe empezar con una acción, pero, ¿quién determina qué tipo de acción debe ser? ¿Será extraordinaria, sorprendente, nula, cotidiana; cómo debería ser? Bueno, precisamente, eso debe decidirlo el escritor, sin dejar de pensar en un lector posible, en aquél que él quisiera que leyera su historia. La Bhagavad Gita, uno de los libros sagrados que componen Los Vedas, que se ha coincidido siempre en que son precursores de lo que hoy llamamos “cuento”, empieza con una pregunta, y todo el libro intenta responderse esa sola pregunta, a través de pequeñas historias; “Una Vuelta de Tuerca” tiene dos principios: el principio del libro, que es el de un hombre que va a contar un cuento de misterio, y que trata de atraer el interés de sus oyentes, y el principio del cuento de misterio que ese hombre está contando. Yo mismo tengo un cuento que tiene dos principios y dos títulos, puesto que el cuento empieza con la explicación de que la historia que se leerá se parece mucho al cuento de Juan Bosch “Rumbo al Puerto de Origen” (el primer título es “Rosario, El Infame”), y luego se llega al título y al cuento que ya he explicado que se parece al de Bosch (“El Otro Juan de la Paz”, lo nombré).
   Aprovechando la coyuntura, podemos hacer un ejercicio simple y realizar un breve recorrido a través de varios principios de algunos cuentos de autores reconocidos, para que se note más claramente lo que estoy indicando. Al mismo tiempo, podemos examinar el estilo de cada autor, la forma en la que cuenta:

De “El Otro Cielo”, de Cortázar:
“Me ocurría a veces que todo se dejaba andar, se ablandaba y cedía terreno, aceptando sin resistencia que se pudiera ir así de una cosa a otra”.

De “El Sur”, de Borges:
“El hombre que desembarcó en Buenos Aires en 1871 se llamaba Johannes Dahlmann y era pastor de la iglesia evangélica; en 1939, uno de sus nietos, Juan Dahlmann, era secretario de una biblioteca municipal en la calle Córdoba y se sentía hondamente argentino”.

De “Un Sueño Realizado”, de Juan Carlos Onetti:
“La broma la había inventado Blanes; venía a mi despacho –en los tiempos en que yo tenía despacho, y al café, cuando las cosas iban mal y había dejado de tenerlo- y, parado sobre la alfombra, con un puño apoyado en el escritorio, la corbata de lindos colores sujeta a la camisa con un broche de oro y aquella cabeza –cuadrada, afeitada, con ojos oscuros que no podían sostener la atención más de un minuto y se aflojaban en seguida como si Blanes estuviera a punto de dormirse o recordara algún momento limpio y sentimental de su vida que, desde luego, nunca había podido tener-, aquella cabeza sin una sola partícula superflua, alzada contra la pared cubierta de retratos y carteles, me dejaba hablar y comentaba redondeando la boca: “Porque usted, naturalmente, se arruinó dando el Hamlet”.

De “Eveline”, de James Joyce:
“Sentada a la ventana vio cómo la noche invadía la avenida”.

De “Sábado de Gloria”, de Mario Benedetti:
“Desde antes de despertarme, oí caer la lluvia”.

De “La Punta” de Charles D'Ambrosio:
“Me había quedado despierto después de mi pesadilla, una pesadilla en la que mi padre y yo comprábamos globos de helio en un circo”.
Etc., etc.

   El principio puede ser poético y contemplativo, como lo es el cuento de James Joyce, largo y vertiginoso, lleno de incisos, como en el de Onetti, reflexivo y que parece no decir nada, como en el de Cortázar, impactante, contradictorio, como en el de Charles D'Ambrosio, extraño y corto, casi absurdo, como el de Benedetti. ¿Qué significa esto? Que yo puedo empezar mi cuento de cualquier forma, siempre y cuando ese principio posible implique un movimiento, un fluir, que dé el tono del cuento y que debe permanecer hasta el final. Cada gran autor cuenta de forma diferente. ¿Cómo son los cuentos de Chejov?, son historias ordinarias en las cuales los personajes recorren sin aspavientos sus vidas mediocres, sus cotidianidades; ¿cómo son los de Bioy Casares, o los de Borges?, son cuentos fantásticos en los cuales suceden hechos extraordinarios, inusuales, artificiales; ¿cómo son los de Edgar Allan Poe?, son historias extraordinarias en las que a veces intervienen fuerzas metafísicas, sobrenaturales. Todos ellos cuentan cosas disímiles, algunas comunes, cotidianas, mediocres; otras extraordinarias, fantásticas, sobrenaturales; algunas bellas y poéticas, otras terribles, atroces, desconcertantes. Pero todos ellos son grandes cuentistas.
   Ahora bien, debemos tomar en cuenta además que un cuento es un hecho producido por el lenguaje. Aunque proyecte la ilusión de vitalidad, lo que leemos son palabras; José Donoso va más lejos y le advierte a su lector que el libro que tiene entre sus manos está hecho de manchas de tinta sobre un papel. Es decir: el conocimiento profundo del lenguaje nos hará mejores escritores, puesto que el medio a través del cual el narrador cuenta sus historias es el idioma. Un narrador no es como un poeta, que piensa en el lenguaje en sí mismo para crear; es decir, para un poeta las palabras son como flores que debe plantar para llenar su jardín, o árboles que, juntos a tal o cual distancia, conformarán un bosque. El narrador piensa en una historia, y construye su historia con palabras. Cuando el poeta trata de escribir su poema, piensa en las palabras que conformarán el poema; no piensa en el tema, ni se detiene siquiera en el objeto que provocará su catarsis verbal; debe pensar en las palabras que edificarán su poesía. El narrador lo hace al contrario: empieza por inventar, crear una historia en su cabeza, independientemente de cómo será contada, y luego, cuando cree que esa historia necesita ser dicha, se sienta a escribir, y entonces brotan, prácticamente por sí mismas, las palabras. El problema es, como nos dice Umberto Eco, que un narrador debe contar una historia, y a veces la historia en sí misma es más importante que la forma en que está contada, como sucede con Alejandro Dumas, Julio Verne o H. G. Wells. Aunque, al final, el medio en el que se mueve el narrador siempre es el lenguaje, y por lo tanto debe conocerlo profundamente.
   Entonces tenemos ya varias características del cuento que repiten hasta la saciedad los maestros del género, y que ha sido escrito en anteriores manuales, ensayos, tratados y decálogos: un cuento debe ser tan breve como lo requiera mi historia; debe ser conciso, sin adornos, perífrasis, accesorios, descripciones, reflexiones innecesarias; debido a que un cuento es un género literario, debe estar escrito con un lenguaje impecable, gramaticalmente exacto, sintácticamente perfecto, o por lo menos hasta el límite en que la capacidad del escritor o la imperfección propia de todo lenguaje nos lo permita.
   Entonces, ya al final, nos detendremos brevemente en la última virtud que debe tener todo cuento, y que lamentablemente no se encuentra dada por la preceptiva, porque no depende de la técnica. Esa cualidad tiene que ver con la capacidad expresiva del autor, es decir, la necesidad del escritor de expresarse a través del lenguaje, a través de él como si penetráramos en un fluido, en el aire o el agua, por ejemplo, sin instrumentalizar ese lenguaje, y por lo tanto sin corromperlo. Un escritor no cuenta solamente una historia, sino que se expresa a través de ella, muestra al lector su visión particular del mundo, del alma humana, de la realidad. La estructura del mundo es sumamente complicada, su complejo armazón no solamente material sino metafísico y existencial, ontológico: un escritor se hace preguntas sobre esa complejidad, aunque su función no es dar respuestas. Trata de expresarse con el lenguaje; un poeta lo hace a través del verso, un narrador nos cuenta una historia. Realmente, todo narrador trabaja con un principio pedagógico, en la acepción menos usada de la palabra: el escritor trata de mostrar algo que él piensa que ha descubierto, pero que es posible que sus lectores ignoren. Trata de enseñar, en el sentido de que mostrar es uno de los sinónimos de enseñar. Umberto Eco nos dice que algunas poéticas de la narratividad sostienen que el lector aprende algo sobre el mundo; otras, que aprende algo sobre el lenguaje; pero siempre aprende. En todo caso, el escritor trata de llamar la atención sobre algo que a él le interesa, y que piensa debe convertirse en una preocupación colectiva, por eso lo comparte con sus lectores. A veces lo que le interesa brota de manera inconsciente, y a esa manifestación espontánea le llamamos intuición; otras veces el escritor narra con conocimiento de causa, conciente de lo que escribe y de lo que quiere decir. Un escritor que no se expresa, y que sólo le preocupe escribir artificios técnicamente impecables, artilugios extraordinarios, brillantes y hermosos, pero carentes de vitalidad (la vida es la materia prima de un cuento), es posible que gane muchos concursos literarios, pero no podrá crear una obra de arte. Un cuento debe contener la vida que nos rodea, el alma del escritor y su visión de la realidad, lo que ha sido dicho cientos de veces, pero como nos dice Gide, y  reitera Cortázar, hay que seguirlo repitiendo porque parece que nadie escucha, y considero más loable expresarse de manera imperfecta, pero sincera y total, que poseer una técnica impecable que nos permita decir absolutamente nada, crear historias vacías, carentes de toda humanidad.


Máximo Vega.

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