ENTREVISTA A MAXIMO VEGA



Winston Paulino: ¿Cómo ve usted el panorama literario y cultural en la actualidad de Santiago de los Caballeros?

Máximo Vega: Bueno, como tú sabes Santiago de los Caballeros es una ciudad sumamente dinámica en el aspecto cultural, y la mayoría de las actividades que hace la ciudad y que hacen las personas ligadas a la cultura de Santiago se realizan de manera espontánea. Por ejemplo en Santiago existe el Centro León, hay una serie de entidades culturales del estado, algunas entidades culturales independientes y siempre Santiago ha sido una ciudad sumamente dinámica en ese sentido. Claro, tenemos que estar conscientes y saber que las actividades culturales en Santiago han disminuido debido a que el Ministerio de Cultura no está realizando su trabajo, pero la mayoría de las actividades se hacen de manera espontánea, es decir que no dependen de funcionarios ni de la política, por suerte, o sea que el santiaguero tiene un ambiente cultural sumamente sano.

W.P.: ¿Cuáles obras literarias ha publicado usted?

M.V.: Bueno, tú dijiste en la introducción que yo había publicado dos libros, pero realmente he publicado algunos más: “Juguete de Madera” que es el libro mío que más se ha leído, y fue el primer libro que yo publiqué. Luego “Ana y los Demás”, después un libro de ensayos: “El libro de los últimos días”, que me lo publicó el Ministerio de Cultura en la gestión anterior. También una antología de cuentistas de Santiago que se publicó durante la segunda feria del libro de la ciudad. También tengo libros de cuentos, por ejemplo gané el concurso de cuentos de la Universidad Central del Este con el libro “El Final del Sueño”, y ellos lo publicaron, y gané un concurso de la Fundación Global con una novela corta, “El Mar”, y ellos también publicaron esa novela.

 W.P.: ¿En qué consiste la novela “Juguete de madera”?

M.V.: “Juguete de Madera” es la historia de una niña que se escapa de su casa porque es maltratada por sus padres. Simplemente. Esa niña se encuentra con un señor que la recoge en una camioneta. Realmente es una historia de perversión, en un sentido clásico, al estilo de La Caperucita Roja, sólo que, quizás, para adultos. Es una constante en mi obra, soy reiterativo en eso, puesto que he hecho reconstrucciones de historias como las de Hansel y Gretel o Pinocho. La novelita ha tenido mucho éxito porque algunos lectores le han hallado una especie de moraleja que no existe, o por lo menos yo creo que no existe, y quieren que la lean los jóvenes. Por supuesto, ésa no fue mi intención cuando yo la escribí. Los lectores, sobre todo los profesores de escuela puesto que se ha vendido mucho más en escuelas y colegios, le encuentran un sentido moral a la novela que realmente yo no creo que lo tenga, pero el lector es el que tiene la última palabra, aunque en este caso me parece que algunos de esos profesores están equivocados, y deberían pensar muy bien sobre lo que le están poniendo a leer a esos estudiantes.

W.P.: ¿Cuáles proyectos literarios tiene en la actualidad?

M.V.: El Banco Central me va a editar una especie de recopilación de todos mis cuentos publicados titulada “Era Lunes Ayer”, título que es un trozo de un excelente poema de Ramón Peralta. Eso será este año, posiblemente en abril.

W.P.: ¿Cuáles concursos ha ganado? o ¿Cuáles premios ha obtenido?

M.V.: Bueno, como tú dijiste en la introducción gané el Premio Nacional de Ensayo que fue patrocinado por el Ministerio de Cultura y por la Embajada de Francia con un trabajo llamado “Víctor Hugo en la Historia”, conmemorando los doscientos años del nacimiento de Víctor Hugo. La embajada lo tradujo al francés. También gané el Primer Premio del Concurso de Novela Corta de la Fundación Global y Desarrollo (FUNGLODE) con la obra “El Mar”, un premio nacional de cuentos de la universidad Central Del Este (UCE) con mi libro “El Final del Sueño”, también concursos de cuento locales, como por ejemplo el concurso de la Alianza Cibaeña, etc. También he ganado o he sido finalista de algún concurso internacional. Pero yo no soy muy amigo de los concursos, y si no significaran una posibilidad de publicación del libro en un país en el que es tan difícil publicar, o una entrada extra de dinero, no participaría nunca. Y les recomiendo a los jóvenes que no se dejen encandilar por los concursos, que siempre son injustos.

W.P.: ¿Cuáles son las características que debe poseer una obra literaria?

M.V.: Lo primero que debe tener una obra es la calidad. La obra literaria tiene que estar bien escrita. Luego los niveles de calidad son relativos, ambiguos. Luego se buscan cuestiones estéticas, propias de la forma y del lenguaje. La historia, que debe ser lógica y creíble, debe estar indisolublemente ligada a ese lenguaje. Tú expresas tu pensamiento, tus sentimientos, de la manera más clara posible. La literatura es una forma de memoria, la más alta forma de memoria de nuestra civilización. Un escritor lo que tiene que hacer es expresarse. Cuando tú ves una película, por ejemplo, a veces te da deseos de reír, otras de llorar, etc., esa película lo que está haciendo es transmitiéndote con su historia una serie de emociones que tú las conviertes en tuyas. Hablo del cine para que me entiendan los jóvenes. Una película, un cuento o una novela son obras narrativas. Lo que uno debe hacer es expresarse, y tratar de esforzarse lo más posible, y ser lo más sincero posible.

 W.P.: ¿Cuáles son los grupos literarios en la actualidad que están realizando una labor ejemplar en la ciudad de Santiago?

M.V.: Bueno, en Santiago hay varios grupos. Está por ejemplo el Taller de Narradores de Santiago, que es un taller que yo fundé, y que es uno de los talleres más importantes de todo el país, como lo es también el taller Triple Llama, que se ha convertido en uno de los talleres más importantes no solamente de aquí de Moca o de la región, sino de todo el país. Entonces está el Taller de Narradores de Santiago, que es un taller que se dedica exclusivamente a la narrativa, o sea al cuento y la novela. Está también el taller Virgilio Díaz Grullón, que es el taller de la UASD, del Cursa, de la Universidad Autónoma de Santo Domingo recinto Santiago, que dirige Enelgido Peña, y hay una serie de talleres en la ciudad que hacen una buena labor. A uno le gustaría por supuesto que hubiera más talleres, que hubiera más gente dedicada a la literatura, y en el caso específico mío yo estoy creando en los barrios de Santiago unos clubes de lectura, o sea que no son talleres literarios, no son para gente que quiera escribir, sino que son para gente que quiera leer. Por supuesto que ése es un proyecto solitario porque aquí no hay apoyo para esa clase de cosas. Pero mi vida está ligada a la gestión cultural, no puedo evitarlo.

W.P.: ¿Qué mensaje tú les envías a los jóvenes, de estímulo para que se dediquen a leer a escribir?

M.V.: Yo les voy a decir a los jóvenes lo siguiente: en el caso mío, o sea yo, aparte de ser un escritor soy un gestor cultural, es decir que hago gestión y animación cultural, como tú que eres un gestor cultural y como Pedro Ovalles que es un gestor cultural a través del Taller Triple Llama. Lamentablemente la República Dominicana no es un país que tenga un buen ambiente para la literatura. Uno hace las cosas porque hay una necesidad interior que te dirige, no porque haya un estímulo para que escribas. Recuerda: la literatura es la memoria mayor de la civilización. Un país sin literatura es un país sin identidad, sin pensamiento y sin memoria, es una sociedad estéril. A veces es al contrario: hay una serie de obstáculos que te presenta el ambiente literario nacional, la sociedad dominicana en general, que lastra al escritor. Lo que yo les digo a los jóvenes es que si van a escribir que no se desesperen, que lean mucho, un escritor tiene que ser un buen lector, que lean mucho, que sigan leyendo y que no se desesperen. Hay que tener eso en cuenta para ser un escritor en este país. Yo les recomendaría, con toda sinceridad: si quieren ser escritores, márchense del país. Por ejemplo en México terminó ahora la feria del libro de Guadalajara, que es la feria del libro más importante de Hispanoamérica, y los escritores dominicanos están marginados de esa feria. Tú ves las noticias internacionales y hablan de los escritores argentinos que pasaron por ahí, de los escritores puertorriqueños, de los escritores cubanos, los escritores mexicanos, los hondureños, los centroamericanos en sentido general, o sea una serie de escritores latinoamericanos de todos los países, y sin embargo los escritores dominicanos están marginados de ese evento. ¿Por qué? Nadie lo sabe, eso es un misterio, pero para eso precisamente es que existe el Estado, para estimular esa clase de cosas, para eso tenemos un Ministerio de Cultura que sin embargo no sirve para nada. Entonces va a llegar el momento en que uno, que se pasa la vida entera en esto, y que Pedro Ovalles, que se pasa la vida entera, y que tú, que te pasas la vida en esto, va a llegar el momento en que vamos a decir: ah, bueno, dejemos esto y vamos a dedicarnos a nuestras labores privadas, lucrativas, vamos a dejarles el país a los analfabetos y los corruptos y los ineptos, vamos a olvidarnos de la cultura porque no hay ningún estímulo.

W.P.: ¿Cuáles son tus lecturas favoritas y autores?

M.V.: Yo leo mucha narrativa. Más narrativa que cualquier otra cosa. Aunque también leo poesía. Hay cantidad de escritores que me gustan mucho y que han influenciado mi obra. Faulkner, por ejemplo, Juan Carlos Onetti, Cervantes, Shakespeare, Juan Rulfo, los clásicos españoles. Ahora estoy leyendo a Coetzee, que es Premio Nobel de Literatura, un sudafricano a propósito de que en estos días murió Mandela, a José Saramago, a J. M. G. Le Clézio, estoy releyendo a Camus porque estoy escribiendo un ensayo breve sobre “El Extranjero”. Me gustan mucho Bioy Casares, César Vallejo, Paul Celan. Los autores del boom que son imprescindibles, por ejemplo Gabriel García Márquez, Julio Cortázar, algunos como Jorge Luis Borges o Carpentier, dominicanos como Juan Bosch o Pedro Peix, Manuel del Cabral, Franklin Mieses Burgos, Virgilio Díaz Grullón… Es decir que hay una serie de escritores que a mí me gustan mucho y que han influenciado mucho mi obra.


W.P.: ¿En qué consiste tu novela “Ana y los Demás”? Y, ¿qué temática tiene y qué lenguaje? 
                                                          
M.V.: “Ana y los Demás” fue una novela que yo escribí muy joven. Es otra novela corta, escrita luego de “Juguete de Madera”. “Ana y los Demás” es una novela que está basada en el lenguaje, en la forma, que es mucho más importante que la historia. Es un experimento: yo trataba de encontrar un lenguaje urbano que coincidiera con una historia en una ciudad que crecía y que no sabía para dónde iba, que todavía no sabe para dónde va. La ciudad es un personaje más del libro. La historia es la de un señor, un hombre joven al cual su esposa lo abandona, y él entonces escribe una novela en la que ella muere. El personaje siempre se consideró poca cosa para esa mujer, en principio porque es un escritor frustrado, todos los escritores dominicanos sienten una especie de maldición cuando se dedican a algo como la literatura. Él trata de matarla a través de la literatura. Se dan una serie de aventuras que él tiene en algunos bares, en un motel, en un cementerio, en la puesta en circulación de un libro, en las calles de Santiago, destruidas para ser reconstruidas interminablemente durante el último gobierno de Joaquín Balaguer, etc., etc. En las obras que yo escribo siempre pasan muchas cosas, yo soy muy vital, yo no escribo ni reflexiva ni muy filosóficamente, todo tiene que estar en la historia. Aunque yo trato, sí, de no ser superficial, y creo que no lo soy. Pero en lo que yo escribo siempre pasan una cantidad de cosas. La novela trata precisamente de lo que él está escribiendo, de cómo esa mujer lo abandonó y él trata de matarla con la imaginación. Es una obra que trata, sobre todo, de la soledad, del abandono, de la imposibilidad de la poesía en países como el nuestro, del pesimismo.
    



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Las 10 mejores novelas latinoamericanas de todos los tiempos

Es sumamente difícil, prácticamente imposible, entregar un listado de las diez mejores novelas latinoamericanas de todos los tiempos. Es más difícil aún teniendo en cuenta que hablamos
de Novelas Latinoamericanas, es decir que no hablamos sólo de libros hispanoamericanos, por lo que cabrían en el ranking, por lo menos, las novelas brasileñas, escritas en portugués. Luego de ser ignorada por siglos debido al eurocentrismo propio de los colonialistas y los colonizados, la literatura de Latinoamérica (como un todo, no de manera individual a través de algunos escritores destacados) empezó a ser apreciada en el siglo XX como lo que es: uno de los más grandes legados culturales de todo un continente a la humanidad, debido a la diversidad, al sincretismo, la promiscuidad propia de una cultura mestiza cuyos grandes problemas se resolvían siempre a través de la imaginación.
     Pero vamos a ser, quizás por primera vez, esencialmente prácticos. Hay seis países latinoamericanos, cinco hispanoamericanos, en donde existe la mayor industria editorial de nuestra región, es decir, los países en los que más se venden libros. Esos países son: México, Colombia, Argentina, Chile, Perú y Brasil. Los hispanoamericanos son los cinco primeros, por supuesto. Las excepciones son Cuba y Uruguay, países en los que se leen muchos libros, que no es lo mismo a que se vendan muchos libros, debido a las limitaciones económicas y al tamaño del mercado en Cuba, y debido a la poca cantidad de habitantes en Uruguay, es decir, debido también al reducido tamaño de su mercado. Sin embargo, el volumen de lectores de esos dos países también ha provocado que tengan escritores de primera línea, con amplio reconocimiento internacional. De los seis países latinoamericanos en los que más se venden libros, cuatro ya tienen premios Nobel de Literatura: Chile (2), y Perú, Colombia y México uno cada cual. Es decir, que el que piense que las cosas, aún en el ámbito literario, artístico, suceden debido al azar, se encuentra muy equivocado.
     Los dos países restantes, Argentina y Brasil, no han tenido aún ningún Premio Nobel, pero todos sabemos que algunos escritores argentinos o brasileños han merecido ese premio con creces, desde Borges, Cortázar, Bioy Casares y Sábato en Argentina, hasta Jorge Amado, Joao Guimaraes Rosa o Clarice Lispector en Brasil. Sin contar la larga lista de excelentes escritores que no son tan conocidos como los mencionados, pero cuya obra, a veces injustamente anónima, podría ganar cualquier premio de este tipo.




     Pero en fin, que obviando una serie de grandes novelas latinoamericanas que merecen encontrarse en un hit parade de las mejores diez novelas de Latinoamérica, aquí está una posible lista, aunque de antemano sabemos que es puramente personal, arbitraria, injusta, reduccionista, y que obvia como regla las nuevas novelas, o por lo menos las relativamente recientes, debido a que no han pasado la criba asesina del tiempo. No se encuentran en orden numérico, lo que significa que la primera que se mencione no tiene que ser necesariamente la mejor, ni la última la peor. Aquí están diez, y cada quien puede realizar luego su particular conteo de diez, quizás muy diferente a éste:

-Pedro Páramo, Juan Rulfo.
-Cien Años de Soledad, Gabriel García Márquez.
-Conversación en la Catedral, Mario Vargas Llosa.
-La Vida Breve, Juan Carlos Onetti.
-El Siglo de las Luces, Alejo Carpentier.
-Un Mundo para Julius, Alfredo Bryce Echenique.
-Gran Sertón, Veredas, Joao Guimaraes Rosa.
-La Invención de Morel, Adolfo Bioy Casares.
-La Región Más Transparente, Carlos Fuentes.
-Rayuela, Julio Cortázar.

     Estamos dejando una cantidad de grandes novelas fuera de la lista, de Donoso, de Roa Bastos, de Rómulo Gallegos, de Jorge Amado, de Machado de Asís, de Miguel Ángel Asturias, etc., etc. Mea culpa, la lista era sólo de diez. Algo sumamente interesante es que no aparece ninguna escritora, lo cual se explica no debido a ninguna misoginia de mi parte, sino porque las mujeres en nuestros países prácticamente no escribían (debido a problemas sociales y culturales de prevalencia del hombre que no vamos a analizar aquí), y cuando lo hacían se dedicaban más bien a la poesía, lo que explica que Chile tenga una poeta Premio Nobel. El video lo explica mejor que estas palabras.

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La Fatiga Invocada-José Rafael Lantigua

Este es el último libro de José Rafael Lantigua, "La Fatiga Invocada", libro de poemas en prosa que nos fue entregado en el mes de diciembre. Con este, y con "Territorio de Espejos", de reciente aparición, ya son dos los libros de poemas que Lantigua pone a circular en el país. Es un libro de edición limitada: cada ejemplar se encuentra numerado y firmado por el autor. Se encuentra primorosamente editado, y con los lectores de este blog compartimos uno de sus poemas:


                                           I

El estupor que se mece entre los escombros es un baldaquín mecido en las ruinas de una tempestad comida de vientos. Escribo la letra silenciada de tu sombra. Cargo sobre mis pupilas el miedo frenético de tu semblante glorioso. Exhausto, veo tus labios moverse hacia la gruta palmaria donde esgrime su hazaña el duende de tu escudo cambiante. Como espada, la fiera cumbre adormece pálida en su mansedumbre.


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Casiopea-Silvio Rodriguez



Como una gota fui de la marea 
la playa me hizo grano de la arena. 
Fui punto en multitud por donde fui 
nadie me detectó y así aprendí. 
Cuando creí colmada la tarea
 volví mi corazón a Casiopea. 

Cumplí celosamente nuestro plan: 
por un millón de años esperar. 
Hoy llevo el doble dando coordenadas 
pero nadie contesta mi llamada. 
¿Qué puede haber pasado a mi señal? 
¿Será que me he quedado sin hogar? 
Hoy sobrevivo apenas a mi suerte 
lejano de mi estrella 
de mi gente. 
El trance me ha mostrado otra lección: 
el mundo propio siempre es el mejor. 
Me voy debilitando lentamente 
Quizás ya no sea yo cuando me encuentren

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“A MITAD DEL SENDERO”


LIBRO DE CUENTOS
DE ALTAGRACIA PERES PYTEL.

PRESENTACION DE
CARLOS BURGOS ACOSTA.

            El lenguaje que representa a la estructura del cuento lo posiciona dentro de la literatura universal mediante la especificidad temática y la brevedad de sus narraciones.  Quizás este es uno de los elementos que lo hace especial en el ámbito de la lectura.  La relación  que existe entre el tiempo y el espacio es un componente que nos permite conocer los signos reales o ficticios del narrador que se toma la difícil tarea de hilvanar sus ideas para plasmarlas objetivamente en unas cuantas líneas del papel.

            Este libro está compuesto por 17 cuentos, unos breves, otro no tanto, los cuales han sido divididos por la autora en dos partes: A mitad del Sendero, y, Alfabeto para la Desolación.  En el mismo se puede percibir el éxodo de la autora desde la esencia de los países americanos hacia el viejo continente europeo donde los fenómenos culturales experimentan cambios significativos, pero que en el fondo siempre existirá un hilo conductor que enlaza su pensamiento con sus orígenes, expresado al través de la poética, su visión y su experiencia con las sociedades donde se ha desenvuelto. 

            En el contexto de la antropología cultural, hay diversos mecanismos que configuran el valor de la identidad, uno de los iconos que Altagracia explora en sus cuentos y que se convierte en el recurso literario más importante de su proceso creativo.  En el momento en que ella decide conceptualizar la equidad de sus relatos, crea plena conciencia de que la identidad cultural es el código primordial de todo escritor que procura la trascendencia de sus obras.

            Es preciso acentuar que en este dilema de la conceptualización, existió en ella una lucha interna de buscar el cuento perfecto, no solamente el que se aleja de todo chauvinismo, sino también aquel que se distancia del esnobismo con que la contra cultura intenta invadir a todo creador literario para mantenerlo aislado de sus raíces antropológicas para asumir posturas ajenas.  En este mismo sentido, percibimos que al planteársele esta contradicción, se toma como salida la actitud de apoderarse de la diversidad cultural como solución y así su obra alcanza un carácter universal, manejado desde la territorialidad de nuestra cultura.
            La migración del hombre de campo que abandona sus tierras para vivir hacinado en los barrios marginados de la ciudad, el rancho construido al final del rio, los brebajes, los resguardos, la bruja que se chupa a los niños, el difunto que se lleva a los enfermos que están acostados, el canto del Angelus, las cuentas del Rosario, la gotera que cae en el piso, la silla de guano, el hollín en el fogón de tierra y otros dispositivos típicos son los símbolos que están presentes en la cuentistica de este libro y se constituyen en la resistencia que durante muchos siglos se ha mantenido arraigada en nuestra cultura en contra de un colonialismo mental que ha pretendido vanamente borrar todo indicio de nuestra historia ancestral.

            La conexión de la lingüística con el texto procura resaltar un vivo interés del manejo del lenguaje que se encuentra evidenciado en el cuento.  Por esta razón, todo cuentista tiene que adaptarse a las técnicas y normas que le exige su profesión.  Cuando existe una negación a estos principios entonces nos estamos enfrentando a cualquier tipo de relato que se estará distanciando de toda consideración literaria.

            Al analizar los cuentos de Altagracia, nos encontramos con un uso equilibrado del efecto lingüístico.  Si deseamos completar el sentido de este planteamiento, solamente tendríamos que leer alguno de sus relatos en voz alta para determinar todas las partes que componen la estructura del lenguaje en sus textos.  Cuando una lectura se escapa a la interpretación mental y se toma la fonología como un medio de articulación, entonces la fonética cumple su papel al crear un sonido al mezclarse con la acústica.

            En esta relación del lenguaje con la lengua, se nos presenta un fenómeno idiomático muy interesante que en nuestro país solamente existe en la región del Cibao, de donde la autora es oriunda, y es el empleo de la “i” al conversar, la cual heredamos de la colonización española y hoy representa una de las características por la cual los cibaeños hemos de sentirnos sumamente orgullosos.  En este libro vamos a encontrarnos con muchas frases escritas de esta forma, lo que enfatiza la importancia de la lingüística en el proceso creativo de la cuentista.

            Altagracia hace referencia a los grandes maestros de la literatura universal a los cuales admira y le han servido de inspiración en sus relatos.  Es un gesto muy noble de su parte porque al conocer esta información y al analizar sus cuentos, resulta viable deslindar su independencia creativa, en el cuidado de la forma de su escritura, la cual puede considerarse como única ya que refleja la autenticidad de su estilo.  En este caso, un valor que posee su poesía es su concepción mimética porque todos sabemos que para que un escritor pueda trascender es necesario tener que crear un estilo propio definiendo los alcances de la mimesis. 

            Lo que siempre ha definido a la literatura es la poesía, es lo que diferencia a una persona común a un poeta, es lo que determina la muerte o la permanencia de una obra.  Parafraseando a Aristóteles podríamos decir que todo el mundo puede escribir un cuento, pero pocos pueden considerarse como cuentista.  El paralelismo se establece en el conocimiento que se ha adquirido en la concepción de la estética.
          Los cuentos de Altagracia muestran un contacto con la poesía en la forma que esgrime las palabras para construir imágenes que sobrevuelan los espacios del plano simbólico y se escapan a los albores de la cotidianidad para conectarnos con el universo de lo estético.  Esto lo sabía muy bien Evelia cuando se arrastraba sobre el sendero con su macuto, su sombrilla y su sombrero.  Evelia que dejó su sonrisa y empezó a tejer sus pies descalzos con cadillos, rosas y espinas, en un camino lleno de mariposas, luciérnagas y cardo santos.  Sí, ella, Evelia, quien agoniza sola a mitad del sendero, sin que a nadie le importe.

            Estos cuentos resaltan las interioridades del ser humano a través de la psicología de sus personajes, nos hacen conocer la manera en que estos responden al entorno social en que se desarrollaron mediante sus hechos.  En esa misma interrelación, sus comportamientos influyen en los demás personajes dando una mayor fuerza a la composición de las historias.  Precisamente en este punto, la psicología se une a la sociología para justificar el carácter de cada personaje en cada cuento.

            Nonona, de aspecto medioeval, con un vestido negro hecho jirones, se da cuenta que ser bruja es el mejor de los sueños.  El compadre Quiterio González con sus ínfulas llenas de soberbia, ordenó que picotearan los sembrados.  La señora Emilia, criada según las costumbres religiosas acostumbra elevar sus oraciones al cielo en cada mañana.  Lépida Guzmán se fue a vivir en un cuartucho con paredes de bloques y hojalatas en un barrio sumido en la miseria, pero no pudo soportar su destino y en medio de una crisis emocional, decide tomar la peor de las decisiones.  Jana fue una distinguida dama belga cuya vida cambió diametralmente a raíz de la parálisis que la postró para siempre a una silla ortopédica.

            Cada personaje actúa de acuerdo a las costumbres en que fue criado dejando entrever sus rasgos psicológicos.  En algunos de ellos es posible descubrir sus actitudes a la luz de la psiquiatría, siendo estos dos elementos muy indispensables para entender sus conductas cuando la diégesis se encarga de desnudar la vida pasada de cada uno de ellos.

            El tiempo que le ha tomado al mito dejar sus huellas imperecederas en el arte y las ciencias, ha servido para instaurar un precedente en los creadores frente al hecho de su escritura.  El cuento es uno de los espacios narrativos donde la ficción obtiene una notoria influencia, ya que la misma se desprende de sus adentros para legar un relato puramente vestido de originalidad.

            Los mitos que sirvieron de inspiración a Altagracia para escribir sus cuentos, nacen de la misma realidad que arropa a nuestro país, de sus vivencias experimentadas en la vida del  campo, de estar en contacto con la gente del pueblo, con los que viven en los barrios marginados, en los que emigran a países más ricos en busca de mejorías económicas o por asuntos familiares.  Ella ha sabido interpretar esa realidad, vivirla y asumirla hasta tal punto de que los acontecimientos míticos ejercen una gran persuasión en su función creativa.
            Entonces aquí interviene la imaginación de la artista que se siente atrapada en las redes de la fábula, para crear nuevas historias que vayan de acuerdo al lenguaje del cuento donde la ficción pone en marcha todos los componentes de una narrativa, que en la mayoría de los casos, se sienta a la sombra de la epistemología.  Porque ella está plenamente segura de que el mito contiene una serie de características muy reales que en el plano simbólico precisan de una mayor comprensión.  Por esta razón, hay que acudir a la ficción para dejar a la humanidad un cuento artístico, plasmado de autenticidad, de verdad, pero sobretodo, de audacia.

            El aspecto psicológico siempre ha de estar acentuado en un escritor y su obra.  Su pensamiento religioso, político o social transita en su creación de una forma objetiva o subjetiva.  A través de la historia, todos los movimientos artísticos y literarios se han visto emplazados a enarbolar una bandera ideológica que le sirve como estandarte para aliarse o rechazar un sistema imperante. 

            Los cuentos de Altagracia se identifican por poseer un compromiso social que explican sus deseos de dar a conocer cómo los avances del mundo nos están convirtiendo en maquinas que han perdido su sentido común, al hacerse ajenos a esa verdad de millones de personas que viven sumidos en la indigencia, sin esperanza alguna, de trabajar por un sueldo de miseria, esperando en una simple casucha de barrio a que un día la muerte acabe con tantos sufrimientos.

            En este paso de deshumanización, que en el día de hoy preocupa a muchos escritores e intelectuales en el mundo,  sale a la luz pública este libro para hacerse solidario con ese sentimiento universal.  Son los escritores los que están llamados a luchar por un sistema más humano, que sus obras sirvan de espejo para cambiar un pensar injusto y decadente como el que tenemos.  Es el caso de Vanja, hija de un miembro del ala reaccionaria del partido, quien al ver la caída del muro ideológico se ve tentada a conocer la otra cara de lo que la sociedad llama moralidad.  

            La plasticidad es uno de los códigos que siempre debe estar contenido en una obra literaria.  Es lo que sucede en los cuentos de Altagracia quien se ha esmerado en cuidar ese detalle.  Cuando se tratan temas muy fuertes en literatura, el escritor debe cobijarse en el símbolo plástico para despertar emociones sutiles, y hasta ciertos puntos espirituales, para sumergir al lector en un espacio dominado por la estética.  Ella conoce a la perfección este recurso y como escultora sabe moldear el barro de la realidad con sus manos para ofrecernos una obra de arte que tiene que ser especial por el sello particular que le impregna.

            El soldado de cara morena, con ojos color avellana, atractivo ante las miradas de las mujeres, luego de la traición a los suyos se convirtió en un ser vencido por el insomnio, el deshonor y el agobio.  El hijo de Mary Oswalt, acostumbrado a los comics, a los libros de aventuras y a los superhéroes de la televisión toma la decisión de volar en el precipicio del pueblo.  La vida de Marlena Taveras se nos cuenta por medio de una analogía con la muñeca rota, una joven que siente cómo sus sueños se derrumban por hacer un cambio actitud. 
            Las locaciones donde tienen efecto los mitos son descritos con certeza por parte de Altagracia para ubicar al lector en los lugares donde los personajes acompañan a la acción.  Los goznes que crujen en la casa que por mucho tiempo ha estado descuidada, las calles repletas de vehículos donde las damiselas ofrecen sus servicios, la colección de abrigos de pieles, al auto de lujo en el garaje y otros factores de la plasticidad le dan una pincelada estética a sus narraciones.

            Los textos de este libro narran historias extraídas de nuestro entorno, con temáticas que por sus naturalezas logran crear una conexión con el lector al despertar la empatía de la cual nadie se podrá escapar y que marca un sello distintivo en la cuentistica universal. 

            Más allá de los asuntos que puedan descubrirse en el texto, existe un firmamento de situaciones que subsisten al margen de las palabras.  En el sub texto de los cuentos de Altagracia se detallan varios fenómenos que están incrustados en nuestra vida.  En medio de los avances que han tenido la medicina y las ciencias, la marginalidad en que viven la gente de pueblo los obliga a creer en los supuestos milagros de la brujería.  Con el gran poder que tienen las religiones, todavía hay quienes siguen creyendo en una mitología ancestral.  La maldad se sigue adueñando de la ingenuidad de nuestros jóvenes, que por sus bellezas son seducidas para luego ser abandonadas a su suerte. 

            Más, en el fondo de todas las cosas, se encuentra la intención de la autora, la de luchar por una mejor sociedad donde exista la equidad de género, donde el ser humano sea revestido de dignidad y pueda acceder a los servicios que por derecho le pertenecen.  Provocar por medio de la literatura un cambio de pensamiento para derrumbar la ignorancia, que durante siglos los manejadores del poder han utilizado para servirse de la bondad de un pueblo que le ha soportado todo. 

            Esta es la obra “A Mitad del Sendero”.  Esperamos que Altagracia siga escribiendo los cuentos que le esperan en la otra mitad de ese camino marcado por las pisadas del tiempo.  De igual manera, que ella se motive a escribir los otros relatos que ha de encontrar en los demás senderos de su existencia creativa.

            Con afectos.



Carlos Burgos Acosta,
Dramaturgo, Guionista de Cine.

Puesta en circulación del libro. 
Ateneo Amantes de la Luz. 
Santiago, República Dominicana.
26 de noviembre del 2014.





Adquiere aquí el libro de Altagracia Pérez:


Turistas en el Ararat, de Ernesto Cardenal:

Con Julio Valle-Castillo
ante el Ararat donde atracó el arca de Noé.
Fue en la URSS,
a dos horas y media de Moscú, en Aeroflot.
Al arribar al modernísimo aeropuerto
de la milenaria Armenia, miré
nevado sobre las nubes, como otra nube más
con su intangible arca
el Ararat.
Que enfureció a un zar
porque no se dejó ver ni una vez
cuando estuvo aquí.
Ya en la ciudad, sobre
los rectilíneos bloques de multifamiliares y hoteles,
nuevamente, nieve entre las nubes:
el Ararat.

iguales a los de la muchacha del museo.

Emparrados y rosales en la carretera
que iba bordeando el valle del Ararat
y en el auto comiendo las uvas de Noé
alargadas como dedos femeninos.

Una viejita encorvada en oscura cripta
me pide por señas fuego, y enciendo con mi chispero
su vela para la tumba de una santa muy remota.
Encorvada todavía más,
besa la orla del mantel del altar.

Como ciclópeas ánforas allá lejos,
la central atómica.
5 ánforas. Una humeando.
Sobre las cuales, muy alto en el cielo,
el Ararat.
Donde 10.000 soldados de Adriano se hicieron anacoretas.

Se ha dicho que en Armenia fue el Paraíso Terrenal.
Al menos el Tigris y el Éufrates están aquí…
(También leí una vez
que éstas son las mujeres más bellas de la tierra).

Frente al pequeño templo grecorromano
un peral de peras todavía tiernas
y bajo el peral
otra también con los ojos del icono:
ojazos negros con gruesas cejas juntas.

La producción principal son los instrumentos electrónicos
y el vino que bebió Jenofonte,
como lo cuenta en Anábasis,
y ahora es el famoso cognac de la URSS.

Su chile de comidas típicas
―como khorovats, kebab caucásico―
igual al jalapeño
¿Cuál procede de cuál?
El maíz naturalmente es de América.
Del cual hay un maizal hasta el horizonte, y en él
las torres de alta tensión de la central atómica.

Ojos grandes y pestañas largas y cejas espesas…

Y el albaricoque que es originario de aquí
y que Alejandro Magno… Pero son dos rostros de albaricoque
que recuerdo:
una anciana tenía dos nietas con caras de albaricoque,
y las tres contradecían al obrero de una fábrica de Moscú
que iracundo vociferaba que Dios no existe.
“¡O dejó masacrar dos millones de armenios!”
(ante el gigantesco memorial a los mártires armenios).
Tercié yo: “Es posible un Dios que no pueda todo”.
Se enardeció más.

Después el muchacho de la India, rapado,
que vino a estudiar sacerdocio aquí
No es revolucionario, nos dijo, ni no revolucionario
porque en Calcuta no hay revolución.
(Siempre lista su sonrisa de novato seminarista).

Junto a inscripción cuneiforme
una fábrica de computadoras.

Arcaica
República Socialista Soviética.
Que el arca embancó aquí
es antiquísima tradición armenia.




Todos Somos Armenios:

   El 24 de abril del año 1915 empezó uno de los procesos más oscuros de toda la historia de la humanidad: el gobierno de los Jóvenes Turcos, durante el Imperio Otomano, intentó por ocho años, hasta el 1923, erradicar por completo la cultura y el pueblo armenios de su territorio. A marchas y trabajos forzados, obligados luego a permanecer en terribles campos de concentración, entre un millón quinientos mil y un millón setecientos mil armenios (como siempre, la estadística no es capaz de dar una cifra exacta) murieron en circunstancias espantosas, de cansancio, de sed, de hambre.
            El 24 de abril del año 1965, la República Dominicana inició una guerra civil para devolver al poder al presidente elegido democráticamente en 1963, y derrocado siete meses después por las fuerzas armadas del país. Esa guerra civil finalizó, en el mismo año, con la segunda invasión de los Estados Unidos a la República Dominicana. No quiero de ningún modo comparar la tragedia que se inició en 1915 para los armenios con la revolución dominicana, sólo intento hacer notar cómo compartimos con ese pueblo fronterizo entre Europa y Asia el aniversario de la violencia y el dolor.
            Cien años después de la masacre y la barbarie, nadie se decide a pedir perdón. El gran pueblo turco, que debería alejarse de cualquier pasado oprobioso que manche su rica historia cultural, debería aprender a aceptar y a pedir perdón. Postrarse de rodillas tocando el suelo con la frente, erguirse, abrir los brazos hacia el cielo y dirigirse a los espíritus de los millones de muertos. O quizás dirigirse a los millones de armenios vivos, con humildad y valentía. Los alemanes actuales no son los nazis del pasado, que crucificaron judíos en Ucrania. Los turcos de hoy no tienen por qué ser los turcos del pasado. Mientras no se acepte la realidad del genocidio y el holocausto, no podremos, ninguno de nosotros, dormir en paz como seres humanos.
            Pero esto también nos lleva a un planteamiento menos práctico y, quizás, mucho más espiritual: todos somos armenios. Los dominicanos, que hemos sido invadidos innumerables veces por potencias extranjeras (España, Francia, Inglaterra, Estados Unidos…), y otras veces por naciones que no son potencias -pequeños países autodeclarados imperios, como Haití-, pero que nunca hemos invadido a nadie, país pequeño y pobre que apenas puede contener a sus diez millones de habitantes, somos también armenios, así como somos palestinos, judíos o haitianos. Los turcos, los rusos, los estadounidenses, todos los miembros de la Organización de las Naciones Unidas: admitamos el año entrante, aprovechando el Centenario del Holocausto, que todos somos armenios. Que un millón y medio de muertos son suficientes; es más, un solo asesinado es suficiente para pedir perdón. El holocausto armenio, el holocausto judío, las muertes de palestinos en Gaza, los muertos del ébola (los muertos de la miseria y la desigualdad), un niño muerto por un misil de Hamás, los muertos en Irak. Las diferencias en las cifras sólo hacen más terrible el recuerdo histórico de las tragedias: un solo muerto es suficiente. Cuando un imperio intenta erradicar toda una cultura, una religión, un idioma, una forma de vida, tratando de desaparecer al pueblo entero, me parece que es causa suficiente para pedir perdón.
            Yo, a nombre de los turcos, de los norteamericanos, que nunca pedirán perdón, de los israelíes, de Hamás, pido perdón. Le pido perdón como ser humano al pueblo armenio. Perdón.



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¿Por qué no gana Milan Kundera el Premio Nobel de Literatura?

     Ahora que ha ganado el francés Patrick Modiano el Premio Nobel de Literatura 2014, un autor que no he leído, nos preguntamos de nuevo por qué no se le entrega ese galardón a un escritor como Milan Kundera, el eterno nominado que sin embargo ha ido bajando poco a poco en el ranking de los favoritos. Con una literatura sobre todo de novelas, con el tiempo cada vez más cortas, en checo pero también en francés, la literatura de Milan, además de ser revolucionaria en el aspecto formal (siempre he comparado el estilo desenfadado de Kundera con la franqueza de Cortázar, con la rebeldía de su visión), nos habla también de la libertad, de una libertad tan total que es ideal, por supuesto, pero que vale la pena luchar por ella aunque nunca podamos alcanzar su horizonte.
     Sabemos también que está muy ligado a la literatura latinoamericana: amigo de García Márquez, de Cortázar pero sobre todo de Carlos Fuentes, hemos leído hace poco un libro de artículos y ensayos suyos en el que nos habla de Aimé Césaire y Edouard Glissant, de la esclavitud en el Caribe y de un escritor de Trinidad, un Premio Nobel que se consideró más inglés o hindú que antillano: V. S. Naipaul, así como también de Cien Años de Soledad y del cumpleaños de su gran amigo Carlos Fuentes.



     Y Milan, aquel escritor europeo que tiene tantos fans en el mundo entero, incondicionales de su literatura, no ha obtenido un reconocimiento que se merece mucho más que algunos de los ganadores del Nobel, que al mismo tiempo no han influenciado tanto la literatura y la sociedad en general, no han tenido un discipulado como el que él mantiene. Es cierto que ya no es el mismo escritor de "La Insoportable Levedad del Ser", "La Broma" o "El Libro de los Amores Ridículos", pero yo prefiero leer las obras imperfectas de Kundera que los mejores libros de algunos premiados. Quizás, cuando se le entregue el Nobel a Murakami, entenderemos por fin que la literatura ha decaído hasta niveles ridículos, tanto que un escritor como el japonés pueda quedar entre los cinco finalistas del premio literario más importante del mundo. Porque existiendo Milan Kundera, Phillip Roth, Amos Oz, incluso Bob Dylan, ¿por qué Murakami, un escritor light, está entre los finalistas? ¿Por qué, incluso, está nominado? Pero bueno, son interioridades de un premio que por lo menos se ha encargado de galardonar la dignidad por encima de la popularidad. Eso le concedemos.
     Milan, ojalá que en el 2015 puedas ganar el Nobel de Literatura, o en el 2016 o en el 2017, aunque ya nos parece muy difícil, pero como me has enseñado el valor de ser libre en una sociedad que te empuja constantemente hacia el borreguismo, espero que ese premio no se olvide de ti. Pero si te olvida, no importa, ser un gran escritor no tiene nada que ver con ganar el Premio Nobel de Literatura.

http://mediaisla.net/revista/2015/04/maximo-vega-por-lo-menos-me-gane-una-jirafa/


Si quieres ver videos sobre arte y literatura, click a este enlace:



A Mitad del Sendero por Fausto Leonardo Henríquez

Altagracia Pérez Pytel, A mitad del sendero. Ediciones Juguete de Madera, Santiago, R. D., 2014. Libro premiado en el año 2007 por la Alianza Cibaeña en su XII convocatoria. Uno de los principales hilos con los que la periodista y narradora Pérez Pytel compone esta obra es el poético, como atinadamente señala Máximo Vega, pero además, al calor de ese elemento fundamental, hay otro más sutil e importante, a saber: la destreza para entrar en el alma de los personajes, empleando para ello todos los recursos posibles (arcaísmos, expresiones coloquiales, regionalismos, etc.) creando con ello una atmósfera veraz con la que se conquista rápidamente al lector. La autora consigue arrancar el sentimiento de compasión, al situar al lector ante sus personajes, no como un juez, sino como un ser compasivo y solidario. Tal vez sea un acierto afirmar que Los miserables de Víctor Hugo es una metáfora de A mitad del sendero. Esto lo demuestra el hecho de que en su obra Pérez Pytel humaniza a sus personajes, a los miserables, los rescata, los salva y repara su memoria. Ese es su mejor logro, en mi opinión. Ella, al mostrar el dolor y la realidad misérrima de muchos seres humanos, especialmente del sexo femenino, denuncia el lado sombrío de la existencia, así como la injusticia deshumanizadora. ¿No es esta una de las funciones de la literatura? Entonces, si esto es verdad, estamos ante una obra de cuento de mucha importancia. A mitad del sendero es la primera obra publicada de la periodista Altagracia Pérez Pytel. Cabe, pues, esperar la siguiente.

Tomado de:

http://faustoleonardohenriquez.blogspot.com/2014/09/jose-marmol-lenguaje-del-mar-bettsy.html


Adquiera aquí el libro de Altagracia Pérez:

Entrevista a Máximo Vega

Esta entrevista me la hizo el buen amigo Jorge Consuegra, en Colombia, para su portal de literatura Libros y Letras. Así que aquí está:



1. ¿A qué edad empezaste a tener relación con los libros?

Muy tarde. Ya en mi adolescencia, porque la educación de nuestros países no exige la lectura como algo imprescindible. Empecé a leer regularmente literatura a los 15 o 16 años, y me di cuenta de todo el tiempo que había perdido.

2. ¿Cuáles fueron los primeros libros que tuviste en tus manos?

Un libro de texto: “Nombre”, de Carmen Pleyán, que contenía pequeños trozos de obras literarias: un poema de Rafael Alberti, otro de Antonio Machado, un cuento de Ana María Matute, otro de Eduardo Mallea, un trozo de Kim, de Rudyard Kiplin… Entonces yo me dije: Bueno, esto era lo que me hacía falta descubrir, de esto me estaba perdiendo. Luego “Doña Bárbara”, de Rómulo Gallegos, una edición pirata de “Ojos de Perro Azul”, de García Márquez, que la titularon “Nabo, el negro que hizo esperar a los ángeles”, los cuentos de Juan Bosch… Luego todos los libros que encontraba, sin discriminar.

3. ¿Quiénes te sumergieron en ese maravilloso mundo de los libros?

Mi familia. Me obligaron a leer. Pero si no hubiese hallado a esos autores, que de alguna manera conectaron conmigo, y despertaron algo en mí, no creo que hubiese continuado. Y en esa época a mí no me pasaba por la cabeza empezar a escribir mis propias cosas.

4. ¿Cómo fue tu adolescencia y los libros?

Después de los 15 años, fue muy fructífera. En mi adolescencia empecé a leer. Descubrí a Cortázar, a Bioy, a García Márquez, a Onetti, a Carpentier, a un escritor dominicano llamado Pedro Péix, a Juan Bosch, a Milan Kundera, a Faulkner, que siempre fue un escritor que me gustó mucho, a Carson MacCullers, Clarice Lispector, Camus, Sartre, José Alcántara Almánzar, René del Risco Bermúdez, César Vallejo, Neruda, Franklin Mieses Burgos, Manuel del Cabral, Borges, Platón, Fuentes, Rulfo, Pedro Henríquez Ureña, Flaubert, Baudelaire, Sergio Pitol, Jaques Stéphen Alexis, descubrí una forma diferente del mundo, una burbuja, y estoy metido en ella desde ese tiempo.

5. ¿Ha habido en República Dominicana suficiente apoyo para que, especialmente, los jóvenes y adolescentes se interesen por los libros?

No. El hecho de que yo haya llegado tan tarde a la literatura lo demuestra. No existe apoyo para el escritor, no se fomenta la lectura. Como yo he dicho algunas veces, en mi país un escritor es un ilustre desconocido. Hacer cultura es un acto decorativo, un pasatiempo inútil. Yo hago mucha gestión cultural en mi país, dirijo un taller literario y he creado clubes de lectura en los barrios pobres de mi ciudad. Existe un ministerio de cultura, pero no sirve para mucho. Bueno, no sirve para nada. Después, cuando el escritor es reconocido, se le llama para que el político de turno le entregue una placa, le prometa un apartamento o una pensión. En el caso de la República Dominicana, es un país muy pequeño y pobre, cuyo mercado editorial también es muy reducido. Ninguna gran editorial desembarcará en este país, así como es muy difícil que un escritor dominicano acceda a las grandes editoriales, menos aún un escritor joven o desconocido, porque las editoriales buscan grandes mercados. Verdad de la época y del capitalismo, lo cual, si lo pensamos bien, limita el espacio de la literatura, reduce la cantidad de buenos escritores que podríamos encontrar.

6. ¿Cuál fue el tema del primer cuento que escribiste?

No recuerdo. Debió ser un cuento de adolescente, quizás algo romántico. Quizás no fue un cuento, sino un poema. Pero como siempre he escrito mucho, frenéticamente, aunque no publico mucho, no recuerdo bien qué fue exactamente lo primero que escribí.

7. ¿Cuáles, ya adulto, han sido tus lecturas preferidas?

Las mismas que en la adolescencia, no creo que haya evolucionado mucho en ese sentido. Ahora estoy leyendo a Le Clézio. Volví a leer a Camus, porque estoy dictando unas charlas en Santo Domingo sobre él. Me gustan mucho Coetzee y Philip Roth. El boom, y escritores de mi generación, por lo menos los que puedo encontrar, que son muy pocos; Bolaños, por ejemplo, que es un poco mayor, mucha literatura dominicana, he leído a Rocangoglio y a Xavier Velasco, pero no me gustaron mucho. Pero claro, eso es relativo, es una cuestión personal. Me gustó mucho, sí, la novela “Caracol Beach”, de Eliseo Alberto, que ganó el Premio Alfaguara, es una de las pocas novelas ganadoras de ese premio que de verdad me ha gustado.

8. ¿Cómo surgió la idea de tu primer libro?

Mi primer libro fue “Juguete de Madera”, una novela corta que tuvo mucho éxito aquí en el país. Se me ocurrió la idea repentinamente, recordando Caperucita Roja. Quien lea el cuento de Perrault y mi novelita, que es una especie de historia cruel sin contemplaciones sobre una niña que se escapa de su casa y se encuentra con un lobo en su camino, se dará cuenta de la influencia de uno en la otra.

9. ¿Cuánto tiempo te demoraste escribiendo "Cada demonio"?

Años. Como uno no tiene todavía la oportunidad de publicar con cierta facilidad, las cosas le duran a uno años guardadas, y cuando aparece la oportunidad se publica. Pero eso es beneficioso, porque significa que hay mucho tiempo para la maduración del texto y la corrección. Y puedo decir que todavía está en construcción.

10. ¿En qué género podemos incluir tu más reciente novela?

Es una novela negra. Una investigación sobre el secuestro de una adolescente, Isabelita, durante la dictadura de Rafael Leonidas Trujillo. Su hermano, que se exilió en New York con su familia cuando su hermana desapareció, regresa al país quince años después para investigar qué sucedió con ella. Poco a poco, en medio de una atmósfera asfixiante y casi gótica, la pesquisa se va volviendo insoportable. Pero la novela es también el análisis de una época: él llega de nuevo a otra dictadura, la de Joaquín Balaguer, y encuentra nuevamente violencia, corrupción, depravación moral, oscuras tramas políticas. Las personas están detenidas, en espera de algo que parece nunca llegará. Pero él se da cuenta al volver (quizás porque se siente extranjero, un poco como el de Camus, porque ve las cosas desde fuera) que las dictaduras no podrían existir si una buena parte de la gente no se asociara con ellas, o por lo menos no fuese indiferente a ellas. Por lo que todos somos culpables, culpables todos de la desaparición de Isabelita, y de aquello terrible que le ocurrió, que el lector descubrirá al final de la novela.

11. ¿Qué opinión tienen en tu país de la literatura colombiana?

Bueno, que es una gran literatura. Que ha dado grandes escritores (un Premio Nobel, nada menos), y que, en mi caso particular, me ha proporcionado largas horas de felicidad. García Márquez, Alvaro Mutis, José Eustasio Rivera, Jorge Isaacs, nombres que se escuchan en toda América. Y bueno, ahora nos llegan William Ospina, Santiago Gamboa y sus novelas negras, aunque algunas no sean tan negras, Mario Mendoza que ganó un premio con su novela “Satanás”, o Fernando Vallejo, pero hay escritores como Milcíades Arévalo, que es mi amigo lejano, al que no conozco en persona pero nos escribimos por internet, o tú mismo, que eres escritor pero uno no tiene la posibilidad de leerlos porque no aparecen en el país, porque no nos leemos entre nosotros, aunque pude leer un libro tuyo que apareció en una librería de mi ciudad, un libro sobre periodismo. De poesía no llega nada, sólo narrativa o ensayo, eso es sumamente lamentable. Pero si nosotros, como lectores, decidiéramos: bueno, vamos a leer a mis colegas latinoamericanos, vamos a dejar un poco de lado toda esa literatura prefabricada que me venden las editoriales y los premios… otra cosa sería. Quizás seríamos otra clase de lectores, más responsables, porque a los lectores también hay que exigirles compromisos, no sólo a los escritores.

12. ¿Y tú que has leído de los escritores colombianos?

Más o menos te contesté en la respuesta anterior. Me gustaría leer más literatura colombiana, más literatura latinoamericana, más literatura caribeña. Porque es la que más se acerca a mi identidad, a lo que soy y a lo que pretendo decir como escritor.

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