Caonabó



En 1495, el cacique de la isla de Quisqueya Caonabó fue apresado por el capitán español Alonso de Ojeda. Incapaz de vencerlo en batalla, Ojeda recurrió a un ardid: mandó construir unos grilletes dorados, bellamente labrados, y le hizo creer a Caonabó que eran un fino regalo de los españoles, en reconocimiento a su grandeza de guerrero. En la República Dominicana, existe una estatua del artista Abelardo Rodríguez Urdaneta, que se encontraba en Santiago de los Caballeros, en la rotonda de las calles Estrella Sadhalá y Bartolomé Colón (irónicamente), en la que se puede ver al indígena con los grilletes del engaño, con las muñecas juntas y la mirada baja, mas no vencida. No sabemos en donde se encuentra esa estatua el día de hoy, puesto que la rotonda fue removida. En su libro “La Herida en la Piel de la Diosa”, el escritor colombiano William Ospina nos dice que el primer secuestrado documentado de Sudamérica lo fue Atahualpa, en el año 1532. Por supuesto, eso es literatura: no porque el primer secuestrado fuese Caonabó (que no era sudamericano, según la división actual de Latinoamérica), sino porque es muy improbable que los españoles se hayan tardado tanto tiempo en empezar a secuestrar a los indígenas.
Uno de los misterios más importantes de los últimos años en la República Dominicana, ha sido la desaparición de Narciso González, conocido popularmente como Narcisazo. Escritor, folklorista, guionista de comedias para la televisión, profesor universitario, Narcisazo también fue un áspero opositor al régimen del doctor Joaquín Balaguer, presidente de la república durante su desaparición. Amigos suyos han declarado que Narcisazo había amenazado con suicidarse, para tratar de acusar al balaguerismo de su muerte, como aquel abogado guatemalteco que quiso implicar al gobierno de Alvaro Colom en su suicidio (si es cierto lo de Narcisazo, es obvio que debió actuar con algún cómplice que desapareciera posteriormente su cuerpo). Hace un tiempo, apareció la cabeza de una calavera en una calle de Puerto Plata, acompañada de una carta que informaba que correspondía al cuerpo de Narcisazo, aunque, por supuesto, no era cierto. Fascinados por el misterio y el horror, tomando el caso con cierto sentido del humor (aunque negro), como sucede siempre entre los dominicanos, algo importante que nos ha legado su desaparición es el hecho de que se ha tratado de introducir en el Código Penal la figura de la “desaparición forzosa”, refiriéndose a crímenes de secuestro y asesinato que son comunes en países en los cuales las dictaduras han desaparecido a ciudadanos comunes sin dejar ningún rastro de sus cuerpos, de sus cadáveres, a veces incluso de su existencia física sobre la tierra, como si hubiesen sido fantasmas efímeros que nos acompañaron hasta que ascendieron de nuevo al cielo protector (o al infierno destructor, el infierno de las dictaduras).
Hace algún tiempo, un articulista de un periódico local analizaba la realidad dominicana actual, y achacaba buena parte de nuestros males a la “tranquilidad” con que “siempre” ha vivido nuestro país. Se “quejaba” de que en la República Dominicana no hubiese guerrillas, ni carteles de la droga, ni “problemas reales” que movieran al dominicano a esforzarse para mejorar su realidad. Hasta risa daba, sin querer, de ninguna manera, denostar al distinguido articulista, que forma parte de esa cantidad de gente con mentalidad pesimista, apocalíptica y acomplejada, que tanto daño le ha hecho a este país. Porque solamente hay que revisar nuestra historia, para desmontar esa supuesta “tranquilidad”. Solamente hay que recordar que, en el 1844, sucedió la Independencia Nacional, y no para liberarnos de los españoles, sino de los haitianos, que nos invadieron cuatro veces. Que en el 1861, decidimos tomar de nuevo las armas luego de que el general Pedro Santana anexara el país, ya liberado, a España. Que llegó un restaurador, Ulises Heureaux (Lilís), que se convirtió en dictador, y luego de su ajusticiamiento, sucedió el derrocamiento o el asesinato de todos los presidentes dominicanos hasta la Invasión Norteamericana de 1916, y luego el acceso al poder del dictador Rafael Leonidas Trujillo Molina, en 1930, ajusticiado 30 años después. Y que durante su régimen sucedieron dos desembarcos guerrilleros, que se asesinó a los héroes del Movimiento 14 de junio, a las hermanas Mirabal y a todo aquel que se opusiera al terror, a la pesadilla. El acceso al poder del primer presidente democrático luego de la dictadura, el profesor Juan Bosch, su derrocamiento a los 7 meses, la guerrilla de Manolo Tavárez Justo para recuperar la democracia elegida en las urnas, la muerte de Manolo y el fracaso de las Manaclas, la revolución del 65, la Segunda Invasión Norteamericana ese mismo año, el acceso al poder de Joaquín Balaguer por 12 años, en los cuales se trató de hacer una “limpieza” ideológica sistemática de todos los remanentes revolucionarios. La guerrilla y el asesinato del coronel Caamaño. El suicidio del primer presidente democrático elegido después de la revolución del 65, Antonio Guzmán, 40 días antes de entregar la presidencia; el apresamiento, enjuiciamiento y condena por cargos de corrupción del segundo, Salvador Jorge Blanco; las acusaciones de fraude electoral a Balaguer, instalado de nuevo en el poder, contra el profesor Juan Bosch en 1990, y, luego de nuevas acusaciones en 1994, la necesidad de acortar el período de gobierno de Balaguer a dos años, puesto que el país se encontraba al borde de una guerra civil, cuando fueron presentadas las pruebas de un fraude colosal que fue corroborado por organismos internacionales como la OEA y la Fundación Jimmy Carter… A veces se nos olvida que los países encuentran el progreso en la paz, no en la guerra y el conflicto. Que un país, para progresar, debe pacificarse, organizarse y considerarse mucho más grande de lo que en realidad es. El complejo y la autodenostación no sirven para nada.
Quizás todo empezó con Caonabó, el cacique caribe, natural de Guadalupe, transformado en taíno quisqueyano por decisión propia, compañero de la princesa Anacaona, esclavizada por los españoles. Caonabó murió ahogado en un viaje hacia España, acompañado de 600 esclavos cibaeños que eran trasladados por Cristóbal Colón hacia la corona, para que la Reina benefactora se sorprendiera con todos esos seres extraños que había encontrado en estos paraísos tropicales, y que merecían ser esclavizados puesto que no tenían alma. El barco naufragó en alta mar, durante una tormenta. Luego llegó Hatuey, quemado por los conquistadores, que rechazó el cielo cristiano, si estaba lleno de españoles. Quizás todo el mal empezó con un engaño, con un grupo de seres humanos que tenía la idea (pensaba incluso que La Idea tenía carácter divino) de que era factible y justo, necesario, hasta cristiano, que estuviese por encima de los demás seres humanos. Pero no debemos olvidar que ha continuado con Narcisazo, con la abducción de ciudadanos comunes que todo lo que hacen es defender lo que es suyo, o simplemente expresarse, estar en desacuerdo con poderes considerados inamovibles por estamentos sociales autoritarios, sean estos religiosos, económicos o políticos.

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Cultura y Folklore de Santiago


Esta es la portada del libro de Wilson Inoa, folklorista de Santiago, R. D., que intenta darnos un vistazo de lo que ha sido, y es, el folklore de nuestra ciudad, que, como toda ciudad caribeña, es sumamente rico por lo sincrético. Se repasa la historia y trayectoria de las instituciones culturales de la ciudad, de las tradiciones folklóricas más importantes (el carnaval, por ejemplo, o las danzas folklóricas, que son imprescindibles para nuestra forma de ser), etc. Hace un tiempo ya que el libro se publicó, y su autor me lo había entregado para que yo lo leyera, inédito, y bueno, por fin salió a la luz. Enhorabuena.

UN AGUJERO EN LA PARED


En la avenida Bernadotte, justamente al lado de la
Estación Central de Autobuses, hay un agujero en la
pared. Antes hubo ahí un cajero automático, pero se
estropeó o algo parecido, o quizá es que simplemente
no se usaba, así que vino una camioneta con personal
del banco, se lo llevaron y nunca más lo han vuelto a
poner.
Alguien le dijo un día a Udi que si se pide a gritos un
deseo en ese agujero de la pared, entonces se cumple,
pero Udi no se lo creyó demasiado. La verdad es que
una vez, cuando volvía del cine por la noche, gritó en
el agujero que quería que Dafna Rimlet se enamorara
de él, pero no pasó nada. Y en otra ocasión, cuando
se sentía terriblemente solo, se desgañitó ante el
agujero pidiendo que quería tener un amigo ángel y,
aunque es verdad que después apareció un ángel, no
resultó ser precisamente un amigo, porque siempre
desaparecía cuando Udi realmente lo necesitaba. El
ángel era delgado, encorvado y siempre llevaba
puesto un impermeable para que no se le vieran las
alas. A veces, cuando se encontraban solos, se
quitaba el impermeable y, en una ocasión, hasta
permitió que Udi le tocara las plumas de las alas;
pero cuando había otras personas en la habitación se
lo dejaba siempre puesto. Los hijos de Klein le
preguntaron un día qué es lo que tenia debajo del
impermeable y él les dijo que llevaba una mochila
con libros que no eran suyos, y que temía que se
mojaran. La verdad es que se pasaba el día
mintiendo. Le contaba a Udi unas historias que eran
para morirse: de los distintos lugares del cielo, de
personas que cuando se van por la noche a casa a
dormir dejan las llaves en el contacto del coche, de
gatos que no tienen miedo de nada y que ni siquiera
saben lo que quiere decir "¡Vete!".
Menudas historias inventaba, y encima, juraba por
Dios que eran verdad.
Udi lo quería muchísimo, siempre se esforzaba por
creerle y hasta le prestó dinero alguna vez que lo vio
en apuros. El ángel, por el contrario, no ayudaba a
Udi en nada, y no hacía más que hablar y hablar y
contarle todas esas estúpidas historias. En los seis
años que Udi lo conoció no lo vio lavar ni un solo
vaso.
Cuando Udi estaba haciendo el servicio militar y
realmente necesitaba a alguien con quien hablar, el
ángel desapareció de repente durante dos meses para
después regresar sin afeitar y con cara de no-me-
preguntes-nada. Udi no le preguntó y el sábado se
sentaron tristes y en calzoncillos en la azotea para
calentarse al sol. Udi se quedó mirando las otras
azoteas con cables, los depósitos de agua y el cielo. Se
dio cuenta de repente que durante todos los años que
llevaban juntos no había visto volar al ángel ni tan
siquiera una sola vez.

-¿Y si volaras un poco?-le dijo al ángel-. Eso te
animaría.

Pero el ángel le contestó:

-Olvídalo, me puede ver alguien.

-Ándale- dijo Udi-, vuela sólo un poco, hazlo por mí.
Pero el ángel se limito a dejar escapar de la boca un
ruido repugnante para después escupir en la azotea
asfaltada un salivajo mezclado con una flema blanca.

-Déjalo-lo provocó Udi-, seguro que no sabes volar.

-Pues claro que sé-se enfadó el ángel-, lo que pasa es
que no quiero que me vean.

En la azotea del frente vieron que unos niños
lanzaban a la calle bombas de agua.

-¿Sabes qué?-sonrío Udi-, hace tiempo, cuando era
pequeño, antes de conocerte, solía subir aquí a
menudo a tirarles bombas de agua a las personas
cuando pasaban entre las marquesinas -prosiguió
Udi, inclinándose sobre la barandilla mientras
apuntaba con un dedo hacia el espacio que había
entre la marquesina de la tienda de comestibles y la
de la zapatería-. La gente levantaba la cabeza hacia
arriba, veía una marquesina y no sabía de dónde le
había caído.
El ángel también se levantó, miró hacia la calle y
abrió la boca para decir algo. De repente Udi le dio
un empujoncito por detrás y el ángel perdió el
equilibrio. No fue más que una broma, no quería
hacerle nada malo, sólo obligarlo a volar un poco, por
divertirse. Pero el ángel cayó los cinco pisos como un
saco de patatas. Udi lo miraba atónito, tendido allí
abajo en la acera. El cuerpo entero sin moverse y sólo
las alas agitándose con una especie de último aliento
de vida. Entonces comprendió finalmente que de
todas las cosas que el ángel le había dicho nada había
sido cierto y que ni siquiera era un ángel, sino sólo un
hombre mentiroso con alas.



Etgar Keret (hebreo, רגתא
תרק; Tel-Aviv, 20 de
agosto de 1967) es un escritor
de cuentos cortos, guionista de
televisión y director de
cine israelí, considerado el
máximo exponente de la
narrativa moderna en hebreo, por
su empleo del lenguaje corriente para contar
historias donde la vida cotidiana, el humor negro,
el surrealismo, lo grotesco y lo infantil forman parte
de un mismo universo.
Sus cuentos, consumidos masivamente en Israel por
un público mayoritariamente adolescente, se han
traducido a más de diez idiomas. En tanto, su carrera
cinematográfica es muy promisoria.
Inició su carrera literaria al
publicar Tzinorot (Tuberías, 1992), una colección de
cuentos cortos que pasó desapercibida.
En 1993 ganó el primer premio en el Festival
Alternativo de Acre por Entebbe: El Musical, que
escribió al alimón con Jonathan Bar Giora. Su
segundo libro, Ga'aguai Le'Kissinger (Extrañando a
Kissinger, 1994), formado por cinco cuentos muy
cortos, fue más exitoso y cobró notoriedad pública.
Keret es también conocido por sus colaboraciones
con numerosos artistas gráficos. En 1999 cinco de sus
cuentos fueron traducidos al inglés y adaptados como
"novelas gráficas", con el título Jetlag.
En cuanto a su experiencia audiovisual, ha
colaborado en numerosos guiones para televisión y
cine. El primer largometraje que dirigió, Malka Lev
Adom (Malka corazón rojo, 1996) obtuvo el máximo
galardón de la Academia de Cine Israelí (equivalente
al Oscar a la mejor película) y ganó el Festival
Internacional de Academias de Cine en Múnich,
Alemania. Además, fue aclamada en diversos
festivales de todo el mundo.
No obstante, su mayor consagración hasta el
momento se dio en 2007, cuando ganó el
premio Cámara de Oro a la Mejor Opera Prima en
el Festival de Cannes por Meduzot (Medusas).
Ha publicado cuatro libros de relatos, una novela,
tres cómics y un libro, todos ellos bestsellers en
Israel. Su obra ha sido traducida a dieciséis idiomas y
ha merecido diversos premios literarios. En sus
relatos se han basado numerosos cortometrajes, e
incluso uno de ellos ganó el American MTV Prize en
1998. Actualmente es profesor adjunto en el
departamento de Cine y Televisión de la Universidad
de Tel Aviv. En 2006 escribió La chica sobre la
nevera, en 2008 Pizzería Kamikaze y en 2011 Un
hombre sin cabeza todas editadas por Siruela.

Tomado de Wikipedia.

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