El libro de
cuentos de Máximo Vega, cuyo título, Era
lunes ayer, podría sugerir al lector un conjunto de crónicas periodísticas,
semblanzas o ensayos, lo primero que debo aclarar es que se trata de una
colección de ficciones, es decir, invenciones, creaciones de la imaginación que
tienen su raíz, qué duda cabe, en la más elocuente realidad. Una realidad
social y cultural de evidencias irrefutables, a menudo atroces, pero sobre todo
la realidad íntima y personal del autor, que es siempre el punto de partida del
viaje a la ficción, porque nadie puede pergeñar auténticas obras sin ese empuje
avasallador e intransferible que solo emerge del corazón y la mente de un
artista que pone al rojo vivo lo que en ideólogos y políticos se convierte en
falacia y ocultamiento.
Máximo Vega
cuenta historias y sabe hacerlo con un estilo claro, ágil, en el que se
advierte de inmediato su dominio de la técnica de narrar cuentos, yendo directo
al grano, sin eufemismos ni edulcorantes, sin ridículas poses de salón ni
sentimentalismos fatuos. Aprendió bien sus lecciones con maestros de la
estatura de Juan Bosch, a quien tributa un homenaje en la última historia. El
libro contiene una veintena de relatos
de seres humanos comunes y corrientes, cuyas vidas son ejemplos del fracaso en
sus más variadas formas. Son individuos que sucumben a la rutina, el anonimato,
la precariedad, las amarguras de relaciones tortuosas de desamor, infidelidad y
traición.
Un rasgo
dominante en los cuentos de Vega es el flagrante erotismo que recorre muchos de
ellos, y la voz del narrador lo hace sin ambages. Abunda el sexo por dinero, el
sexo como válvula de escape, el sexo prostituido. Toda la sociedad, con sus
lacras y deformaciones, asoma el rostro en las páginas de este libro. En cada
historia asistimos a un capítulo de la corrupción, la desigualdad, la
discriminación, la opresión, la violencia, la inseguridad, el desamparo de los
marginados.
Los textos de
Vega pueden interpretarse como transgresiones a la moral establecida, un
frontal ataque a la doble moral que nos ahoga. Son intentos de penetrar en la
sordidez y la desesperanza de unas vidas sin alicientes ni destino. Pero más
allá del efecto perturbador de una escena o una frase implacable, lo que
impresiona es la crudeza para contar los aspectos más venenosos de las
relaciones entre hombres y mujeres. Algunos son cuentos desgarradores y crueles
sobre una violación, un infanticidio, un incesto en primer grado, en todos late
algo macabro que nos estremece.
El autor
revela en este libro que es uno de los cuentistas de mayor talento de nuestro país
y que conoce a fondo los secretos de un género que si bien ha evolucionado como
pocos, constituye un desafío para cuantos pretenden cultivarlo. Sus cuentos, en
los que muestra un diestro manejo de las estructuras y técnicas de la narrativa
breve, son nuevas formulaciones, miradas novedosas de unas realidades ya
conocidas que él transforma en cada página, con un lenguaje que corta con la
precisión de un bisturí.
La
irreverencia se expresa no solo en la procacidad lúbrica y la expresión salaz,
sino en el hastío de lo familiar, convertido en prisión o infierno, lejos de
ser habitual remanso; en la crítica mordaz a las iniquidades sociales; en la
ironía, el sarcasmo, la implacable visión del entorno, el voyerismo, la
autocomplacencia, el odio al trabajo y a las buenas costumbres.
Muchas de las
historias de Era lunes ayer, un
título engañoso que no nos dice mucho de lo que vamos a presenciar, ocurren en
Santiago de los Caballeros, la patria chica del autor, una ciudad que se ha
vuelto insegura y caótica, como casi todas, con sus basurales y el humo
asfixiante del famoso vertedero, sus endrogados, sus rateros, sus boxeadores,
pintores y músicos fracasados, sus brujos de ocasión, sus travestis, fisgones y
mujeres de arrabal que a veces exhiben más compostura que las grandes damas de
sociedad.
En
conclusión, Era lunes ayer nos
sumerge en los laberintos que se encuentran bajo las felices mendacidades de la
publicidad, con su desfile de figuras impolutas, vestidas con atuendos
deslumbrantes y perfectos. Son cuentos que nos estremecerán y nos harán
reflexionar sobre este ominoso presente en que vivimos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario