Palma Sola, o la novela de la memoria histórica de la República Dominicana

 

(Charla efectuada por  el autor en el Ateneo Amantes de la Luz acerca de las motivaciones para escribir su novela “Palma Sola: una  historia de amor”, en la tertulia literaria El Oficio de  la Palabra)

Máximo Vega-mayo 2025.-

 

            Durante una entrevista televisiva, el escritor dominicano Marcio Veloz Maggiolo comentó que sus novelas no podían clasificarse como “históricas”, sino que eran más bien libros sobre la “memoria histórica” dominicana. Se extendió un poco en su planteamiento  aclarando que una novela “histórica” podría ser aquella que se encuentra basada con exclusividad en hechos reales, con personajes reales que son ficcionados por el escritor, pero que nunca pueden traicionar su realidad histórica. Todo lo que sucede en una novela de este tipo es real, fácilmente contrastable por el lector o la academia, aunque su intención sea narrativa. De una manera diferente, una novela de la “memoria histórica” tiene como fondo o contexto lugares, tiempos, hechos históricos reales, pero sus personajes pueden ser ficticios, y los hechos cotidianos que se narran pueden ser invenciones del narrador. Entre la maraña de los hechos históricos y reales se mueven personajes ficticios creados por el autor, como sucede con novelas como “Los miserables” (1862) de Víctor Hugo, que transcurre antes, durante y después de la Revolución Francesa, o “Los tres mosqueteros” (1844) de Alejandro Dumas, donde hallamos a Enrique IV, Luis XIII, el cardenal Richelieu, personajes secundarios pero reales como soporte a los verdaderos héroes: Athos, Porthos, Aramis, el joven dʹArtagnan, que han vivido exclusivamente en la imaginación de Dumas, y en la nuestra luego de haber leído con infinito placer sus narraciones folletinescas.

            Puede decirse lo mismo de aquella novela de la memoria histórica que menciona don Marcio, pero que transcurre en Latinoamérica: “El siglo de  las luces” (1962), o “El reino de este mundo” (1949), ambas de Alejo Carpentier (entre otras suyas, por supuesto); “El pan dormido” (1975), primera parte de una tetralogía novelística de José Soler Puig, que transcurre durante la dictadura del cubano Gerardo Machado (1925-1933), el “fascista tropical” que aparece en otra  novela de Carpentier titulada “Retrato de un dictador” (1933); o las novelas de Mario Vargas Llosa, un arquitecto de la novela, un constructor más que un artista, como él mismo se definía: “La fiesta del chivo” (2000), durante la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo; “El paraíso en la otra esquina” (2003), biografía sobre la decadencia vital de Paul Gauguin, pero también acerca de su abuela marxista peruana; “Tiempos recios” (2019); “La guerra del fin del mundo” (1981), una novela acerca de la masacre de los canudos en Brasil, basada en un libro de Euclides Da Cunha que sí es histórico, pero que  no cuenta con la pericia narrativa de Vargas Llosa. Antes de  la escritura  de “La fiesta  del chivo”, podía verse a Vargas Llosa en la ciudad de Santo Domingo, o en  Santiago, andando por el Archivo General  de  la  Nación o a través de  las bibliotecas del país, haciendo investigaciones y lecturas para luego escribir su exitosa novela. Lo  mismo ocurre con otros  libros suyos, con otras novelas basadas en hechos históricos reales, biográficos, autobiográficos o no, así como las de otros autores latinoamericanos que han obtenido de la consuetudinaria inestabilidad social de la región algunas de sus grandes historias universales.

            La mayoría de las novelas dominicanas “históricas” con cierto reconocimiento literario, en realidad son novelas de la “memoria histórica”, incluyendo aquellas del propio Veloz Maggiolo: “Enriquillo” (1879), de Manuel de Jesús Galván, que transcurre durante la colonización de La Hispaniola en el siglo XVI; “El Masacre se pasa a pie” (1973), de Freddy Prestol Castillo; las novelas de “la caña” dominicanas, que comparten esta temática que transcurre en la región Este del país, donde proliferaron los ingenios azucareros y por  lo tanto las plantaciones cañeras: “Cañas y bueyes” (1935), de Francisco Moscoso Puello; “Over” (1939) de Ramón Marrero Aristy; “El terrateniente” (1960) de Manuel Antonio Amiama. Las novelas de Maggiolo: “De abril en adelante” (1975), “Ritos de cabaret” (1986), “Materia prima” (1988), etc., se encuentran colocadas en esta lista por su propio autor. En esta última, la más ambiciosa de Veloz Maggiolo y quizás su mejor texto, personajes reales dominicanos actúan con personajes ficticios del barrio Villa Francisca de Santo Domingo, que son los verdaderos protagonistas del relato, además de que Maggiolo trata de hacer una comparación entre los hechos  históricos caribeños y aquellos de la memoria clásica occidental, tratando de emparentarlos de alguna manera. Precisamente la memoria es esa “materia prima” que da título al libro: la Materia Prima, la memoria, la historia, debe servir para transformar la sociedad y el futuro. Es decir que Maggiolo, al final, sabía muy bien de lo que hablaba al referirse a esa “memoria histórica”, puesto que esta definición se encuentra vinculada con sus propios libros, y cuando los escribió estaba consciente del tipo de literatura que quería compartir con sus lectores.

 

La masacre de Palma Sola:

 

            Liborio Mateo nació en realidad como Olivorio Mateo en la provincia más grande del país, pero a la vez la menos poblada, San Juan de la Maguana. Los vecinos decían que el niño era un poco alocado, y a medida que creció empezaron a llamarlo “el aventurado”. Tuvo un mentor en las artes mágicas, el cocolo Juan Manuel, nativo de una de las Antillas Menores, que practicaba sus brujerías ante un público supersticioso y cobraba por ellas de pueblo en pueblo. Olivorio ayudaba al cocolo, aprendió sus ardides, pero en secreto ambicionaba poder convertirse en un Juan Manuel, que un día cualquiera se marchó de la provincia abandonando a Olivorio. Durante uno de los ciclones que asolaban y asolan con regularidad al país desapareció de repente Olivorio, y ni su mujer ni sus hijos se extrañaron, puesto que desaparecía cada cierto tiempo porque era un experto  constructor de empalizadas, que tardaban varias semanas en terminarse. Aunque esta vez su desaparición fue extensa y alarmó a su familia. Decían que no regresaría, que ya se había muerto. Sin embargo, regresó algunos meses después de forma teatral, cuando nadie lo estaba esperando, con un hilo dorado alrededor de la cabeza, pregonando a viva voz que había tenido un encuentro con un ángel del Señor que lo había proclamado como nuevo mensajero del Dios vivo. Creó una iglesia con las personas que le creyeron y lo siguieron en su creencia, empezando por su familia y sus mujeres, puesto que Olivorio era polígamo como el cocolo Juan Manuel. El ángel le cambió el nombre a Liborio, como se había hecho en la Biblia con Abraham y Jacob. La iglesia creció, y Liborio empezó a ser famoso en todo el país. Fue llamado santo y mesías. Se decía que había predicho un eclipse. Que una mujer embarazada que no podía parir fue a buscar su ayuda, Liborio le tocó la barriga y la mujer dio a luz una lechuza. En el año 1910 el cometa Halley pasaría por  los cielos dominicanos, y se mencionaba que chocaría con la Tierra destruyendo la vida en el planeta, pero cuando esto no sucedió se escribieron décimas populares en las cuales Liborio nos había salvado alejando el cometa a balazos.

En el año 1916 Estados Unidos invadió la República Dominicana debido a una deuda internacional contraída por el país, y Liborio y sus seguidores se opusieron a la invasión. Se supone que su iglesia se opuso de forma violenta, con armas y guerrillas, como los gavilleros de la parte Este de la isla, aunque no existen pruebas fehacientes de ello. Los invasores se opusieron a la creencia fundada por Liborio y a su labor ecuménica. Liborio fue perseguido y su iglesia ilegalizada. Se movía por los campos de La Maguana para no ser atrapado. Su oposición a la invasión norteamericana lo popularizó aún más. El teniente Williams, estadounidense, y el teniente Luna, dominicano, lo rodearon con sus tropas y lo asesinaron a balazos en Bánica. Su cuerpo fue exhibido en un parque de San Juan de la Maguana, amarrado con sogas, para que la gente estuviese segura de que había muerto. Existen fotografías de ese momento. Pero nadie creía que ese era el verdadero Liborio. Se popularizó un dicho entre sus seguidores y los campesinos que no pudieron verlo, más allá de San  Juan de la Maguana: “Dicen que Liborio ha muerto, Liborio no ha muerto na”.

            Más de cuatro décadas después hicieron su aparición dos hermanos que pretendían seguir el camino de Liborio: Plinio y León Romilio Ventura Rodríguez. Les decían “mellizos”, aunque en realidad no lo eran. Plinio, líder espiritual del movimiento, fue rebautizado como Plinio Mesías. Decían que a ambos se les había aparecido Liborio Mateo pidiéndoles que fundaran una iglesia y un pueblo, una nueva Jerusalén. Crearon una iglesia que quería ser religión, una creencia cristiana paralela a la iglesia católica: La Unión Cristiana Mundial, con sus propios parámetros y reglas espirituales diferentes al catolicismo. Aceptaban la autoridad papal (en ese momento el papa Juan XXIII), pero no a los sacerdotes, a los obispos, los arzobispos, los cardenales y las demás autoridades católicas nacionales. Fundaron un pueblo: Palma Sola, donde los visitantes debían vestirse con ropas blancas y creer ciegamente lo que se les predicaba de forma agresiva. Se les informaba a los campesinos de los otros pueblos, que trabajaban los siete días de la semana en tierras ajenas propiedad de los terratenientes y los hateros: abandonen su trabajo, vengan al pueblo, nosotros les daremos tierras para que las cultiven y puedan vivir de ellas. Siempre y cuando formen parte de nuestra iglesia. En la entrada de Palma Sola había tres cruces, delante de las cuales los creyentes se hincaban y pedían a Dios, a Liborio y a Plinio Mesías por su salvación. Las peregrinaciones que se hacían hasta el pueblo los días religiosos empezaron a crecer: en la última se aparecieron más de cinco mil personas. Los mellizos eran santos, hacían milagros, curaban a los enfermos, a los dementes, a los deformes, a los hidrocefálicos, tocándoles las cabezas. Alrededor de Palma Sola aparecieron unos “kioskos” montados por negociantes que vendían a los peregrinos lo que no podía hallarse dentro del pueblo, donde estaba prohibido traficar con dinero. También estaban prohibidas las armas de fuego. Para un campesino un cuchillo, un puñal, un hacha, un machete, eran instrumentos de trabajo. En los periódicos, en la radio, periodistas, intelectuales, políticos, sacerdotes, empezaron a desacreditar al pueblo santo de  los mellizos: un lugar insalubre repleto de fanáticos equivocados, de herejes, de apóstatas, donde participaban sin ningún recato la incivilización y el salvajismo. Los mellizos violaban niñas y las dejaban embarazadas. Los haitianos practicaban ritos africanos, creencias vudús, costumbres barbáricas. Para construir el pueblo se habían derribado los árboles de los alrededores: los mellizos habían devastado la tierra virgen.

            Había sido ajusticiado el dictador Rafael Leónidas Trujillo al final del mes de mayo del año 1961, y un gobierno provisional empezó a organizar unas elecciones, las primeras democráticas postrujillo, que se celebrarían el 20 de diciembre del 1962. Un gobierno débil, tutelado por las fuerzas armadas trujillistas y las autoridades de los Estados Unidos. Las tierras donde se había edificado el pueblo de Palma Sola eran comuneras, es decir que no tenían títulos de propiedad, y los terratenientes del Sur codiciaban estas tierras, presionaban al gobierno provisional para que censara a la población, las titulara y se las vendiera a precios irrisorios. Pero sobre ellas había un pueblo religioso irreductible, fanático, el pueblo de Palma Sola, la nueva Jerusalén. Los mellizos proclamaron que no eran políticos, que no les interesaban las elecciones y que no participarían en ellas. El pueblo se encontraba apartado del resto del mundo. Su crecimiento puso en alerta a  la iglesia católica, la iglesia oficial del  país, que había firmado un Concordato con el Vaticano. El 21 de diciembre se supone que fue atacado un destacamento policial cerca del pueblo, con el saldo de varios policías heridos, lo que  sirvió de excusa para que el gobierno provisional decidiera intervenir para impedir una peregrinación multitudinaria que se efectuaría el 28 de diciembre. El día de la matanza y el apocalipsis.

            Fue enviado al pueblo el general Miguel Francisco Rodríguez Reyes, que murió durante la masacre. El general Rodríguez Reyes había sido propuesto para ser Jefe de las Fuerzas Armadas si ganaba las elecciones el profesor Juan Bosch con el Partido Revolucionario Dominicano,  como al final sucedió. Debido a la muerte del general Rodríguez Reyes, el jefe de las Fuerzas Armadas propuesto lo fue el general Elías  Wessin y Wessin, un individuo funesto, oscuro, que traicionó la democracia dominicana  dos veces: durante el derrocamiento del profesor Juan Bosch siete  meses  después de acceder al poder, y durante la Revolución del  65, guerra civil que pretendía devolver al país a  la constitucionalidad luego del derrocamiento del presidente electo democráticamente. En uno de  los  libros del historiador Bernardo Vega, basado en papeles desclasificados de la CIA norteamericana, se dice que Elías Wessin y Wessin propuso bombardear la ciudad de Santo  Domingo cuando se supo derrotado por las fuerzas constitucionalistas, ante la oposición del embajador y las autoridades de los Estados Unidos (siempre de acuerdo con estos documentos) puesto que moriría una cantidad importante de civiles.

            Fueron enviados al pueblo, además, el mayor Rafael Guillermo Guzmán Acosta, que  luego fue dos veces Jefe de la Policía Nacional durante los gobiernos de Joaquín Balaguer. El mayor Guzmán Acosta es el padre del general Guzmán Fermín, Jefe de la Policía durante los gobiernos  de Leonel Fernández. Lo acompañaba el mayor Francisco Alberto Caamaño Deñó, que todavía no había sido ascendido a coronel, figura central de la Revolución del 65 que encontró la muerte en  el año 1973 en San José de Ocoa, luego de arribar al país tratando de repetir la experiencia cubana con una guerrilla castrista que trató de derrocar el gobierno de Joaquín Balaguer. Es decir, ambos también elementos centrales de la historia dominicana, uno mucho más importante que el otro, puesto que la presencia de Caamaño nos acompaña como una figura heroica hasta nuestros días.

            Cientos de personas fallecieron en la masacre. Varios pelotones llegaron en camiones hasta Palma Sola. El culto había empezado. El general Miguel Francisco Rodríguez Reyes trató de detenerlo, pero los habitantes estaban dispuestos a defender a su profeta. El general murió saliendo de la iglesia, donde había entrado pidiendo agua. El mayor Caamaño fue herido en la cabeza de una pedrada. Fue asesinado Plinio Mesías por los militares. Un día antes había sido secuestrado León Ventura, a quien se le había trasladado hasta un helicóptero que sobrevoló el pueblo tratando de convencer a sus habitantes, y sobre todo a Plinio Mesías, de que no realizara la peregrinación y el culto del 28 de diciembre. Pero ya la suerte estaba echada, los hechos desencadenados por la ineptitud del gobierno provisional y  los generales trujillistas no podían ser detenidos.

            Fueron fusilados los miembros de la familia Ventura Rodríguez, excepto León Ventura Rodríguez, que sobrevivió hasta el año 2015, cuando falleció a los 84 años. Luego de su fallecimiento fue homenajeado por el Ministerio de Cultura como uno de los principales representantes del liborismo en el país, reconocimiento que contiene en sí mismo una ironía: una creencia, unos mellizos, un pueblo, una secta, que intentó erradicarse a través de la violencia, pero que ya podía recibir honores y reconocimientos puesto que no representaba ningún peligro para el poder económico, religioso o político. El día de hoy, la iglesia católica oficia largas misas multitudinarias junto a los liboristas y los turistas religiosos, durante la Semana Santa o la Navidad.

            Estos acontecimientos fueron investigados a profundidad por tres textos importantes no narrativos, investigaciones antropológicas, sociológicas y religiosas que me sirvieron como base histórica para escribir el libro: “Palma Sola: opresión y esperanza (su geografía mítica y social)”, de Lusitania Martínez, que me facilitó el investigador folclórico y amigo Rafael Almánzar; “El Olivorismo: estudio de un movimiento mesiánico”, de Carlos Esteban Deive; “Palma Sola a la luz de la prensa de la época”, de Aquiles Castro.

            Ahora bien, el libro “Palma Sola: una historia de amor” es una novela, un texto ficticio. Es una novela de la memoria histórica dominicana, como indicaba don Marcio con tanta precisión. Personajes ficticios conviven con personajes reales. Olivorio Mateo; los mellizos Plinio Mesías y León Romilio Ventura Rodríguez; el procurador de la corte de apelación de San Juan de la Maguana, el doctor Tomás Susaña;  el procurador general de la república Antonio García Vásquez; el general muerto y los mayores: personajes reales, históricos. Pero sobre todo actúan los personajes ficticios, los muertos, las víctimas: el licenciado Eloy Benoit, abogado enviado a Palma Sola por el procurador de la corte de apelación para elaborar un informe sobre lo que estaba pasando allí; Milena, una fanática religiosa liborista que creía con sinceridad e inocencia que los mellizos eran profetas que había enviado el mismo Dios para liberar espiritualmente a los desarrapados y los menesterosos de la perversidad y la pobreza; Eurenice, la mejor  amiga de  Milena; Genaro, un niño robado de un hospital con el nombre de uno de los Trujillo; la bruja Sara Altagracia Martínez Collado y su nieto sordo; los enfermos mentales, los leprosos, los tuberculosos, los enfermos de uncinariasis, los campesinos que simplemente no querían que los tratasen como esclavos, los haitianos en una provincia tan cercana al vecino Haití, con la que compartía –y comparte- algunas de sus creencias sincréticas… es decir, se cuenta una historia ficticia con personajes ficticios basada en hechos reales, históricos, pero es un libro que pretende no ser más que una novela: cualquier acontecimiento histórico errado puede ser corregido, cualquier fecha equivocada, un nombre mal escrito: lo importante en este libro es la narratividad y el lenguaje. Es, sobre todo, una novela basada en la memoria histórica de la República Dominicana, el país en el que he  nacido, en  el que vivo, el que ha marcado toda mi carrera literaria desconocida, un país lleno de historias extraordinarias aunque trágicas como ésta, en el que se repiten como en una espiral incontenible la opresión, la tragedia, los imperialismos, la pobreza, las dictaduras, las invasiones, la corrupción, las creencias fantásticas que nos puedan salvar de un mundo ominoso y hostil. No se intenta engañar al  lector: desde el principio sabemos que todas esas personas van a morir. Lo sabemos, conocemos la verdad histórica de Palma Sola, no pretendemos engañar a nadie. Desde el principio del libro reconocemos que ese pueblo es un cementerio, es un lugar lleno de personas muertas.

            Es una novela de un escritor ya no tan joven, desconocido, del siglo XXI, con la visión descarnada, desilusionada, de este momento, no  de aquél en el que sucedieron los hechos. Me parece que esa visión descreída y existencial se encuentra reflejada en la historia ficticia con claridad.

Albergo la esperanza de haber escrito una buena novela, de haber entregado a los lectores un buen libro, y un texto que quizás podría ser interesante para ustedes.













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