Heaven's Gate

Padre y Madre se dedicaban a buscar discípulos en las calles adornadas por largas palmeras y coloridos botes de basura de Beverly Hills, a través de un programa radial con poco rating que mantenían con sus fortunas cada vez más exiguas, a través de afiches apocalípticos que les dejaban colocar en sus vitrinas los dueños de las joyerías y de las boutiques, porque estos avisos extravagantes atraen misteriosamente a la gente chic. Padre y Madre no estaban casados, a pesar de lo que advertían sus sobrenombres, los unía exclusivamente su creencia. Al principio, se pensó que eran solamente una pareja de concubinos que fundaba una secta religiosa más para ganar dinero y atraer vacías estrellas de Hollywood o millonarios confundidos acerca del más allá, como cientos de sacerdotes, rabinos, imanes, swamis y pastores que vegetan o pululan en las avenidas de Los Ángeles, buscando algún incauto que crea sólo un poco en sus auspicios o sus augurios. A pesar de su estrambótico nombre de película fracasada (aunque, al principio, se hacían llamar Los Testigos del Apocalipsis), Estados Unidos se percató de que el contenido de su mensaje era mucho más terrible, mucho más profundo.

El 27 de marzo del 1997, a las 12:01 de la noche, una nave espacial bajaría hasta la mansión de la pareja, y se llevaría en su seno las esencias de todos los integrantes de la secta dispuestos a aceptar La Palabra. Sólo las “esencias”, puesto que los extraterrestres, los dioses, los arcángeles, o lo que fuera que saliese por la puerta de la nave rescatadora, se llevarían las almas, y los cuerpos, inútiles, nuestras cárceles materiales y terrestres, serían abandonados en las habitaciones, y serían encontrados luego por las autoridades, que por supuesto nunca entenderían. La felicidad eterna empezaría a partir de esta abducción.

Como los Cátaros, eran dualistas, renegaron de la natalidad y de la materia. Comían poco y se negaban a tener relaciones sexuales; Padre insistió en recomendar que los hombres se castraran, para evitar los contactos hetero u homosexuales, aunque deseaba que accedieran a ello voluntariamente. Él mismo dio el ejemplo, si bien no fue seguido por todos los varones, que le temían al dolor, a los efectos secundarios. No renegaban del placer, sino de la materialidad del cuerpo humano. Según ellos, la llegada del nuevo milenio no significaba un fin, sino el principio de una vida en otra parte; es decir, la vida que todos anhelamos en otro lugar, un empezar nuevamente, un renacer alejado de las miasmas de esta existencia terrenal, un Paraíso. Buscaban lo que Moisés, lo que Colón, lo que buscan los suicidas terroristas musulmanes. Intentaron ser magnánimos: a medida que se acercaba el 2000, en entrevistas televisivas, en programas radiales y en su página de internet, trataron de convencer a la gente de que los acompañara en su viaje espacial, o dimensional, pero fueron escasamente escuchados. Los incultos locutores se burlaban de ellos, la secta apenas creció, a pesar de la enorme publicidad, casi siempre amarillista y negativa. Al final, exhaustos, pensaron entonces que, como todo tiene un sentido en el universo, como todo está dispuesto, quien no escuchó el mensaje merecía quedarse en este infierno terrestre (en un sentido planetario, por supuesto).

Una semana antes de la partida, los que tenían familiares fuera del recinto sectario dejaron grabados mensajes en video para sus parientes o sus amistades. Esposas que se despedían de sus esposos y sus hijos, novios que abandonaban a sus novias y a sus amigos, hijas que les pedían a sus padres que las olvidaran por completo. Hablaban siempre de un “viaje”, pero nadie entendió de qué se trataba, obviaron lo evidente y, por supuesto, nadie trató de detenerlos. En los videos, aparecían muy delgados, vestían uniformemente, tenían grandes ojeras, pero parecían muy felices.

El 27 de marzo cenaron como todas las noches, aunque los asaltaba una impaciencia nerviosa que provocó que la cena se abreviara. Al final, sentados en los sofás de la sala de los cánticos, Padre pronunció algunas palabras, Madre les sonrió como sólo podría sonreírles una Virgen, se pasaron de mano en mano un compuesto venenoso mezclado con vodka; todos, excepto uno, bebieron del mismo vaso. Se abrazaron, se besaron entre abundantes lágrimas, se acostaron en unas camas especialmente diseñadas para ese momento crucial. Usaban ropa deportiva, como si fuesen uniformes. Los castrados fueron acostados primero: se les permitió este privilegio debido a su anterior sacrificio. Un discípulo entrenado para este fin asistió a los que no morían con la paz necesaria, arropó los cuerpos con una sábana negra, salvo los pies que calzaban unos tenis negros. Luego, él mismo tomó el compuesto, diluido en una mayor cantidad de alcohol para que tuviese el tiempo suficiente de arroparse a sí mismo, se acostó en la cama que le correspondía, fue el último en partir. Yacentes, confiados, esperaban ser rescatados de la muerte.

La policía descubrió 39 cadáveres al día siguiente. La servant girl los encontró cuando iba a limpiar los cuartos, como hacía rutinariamente dos veces al mes, y telefoneó horrorizada a las autoridades. El inspector encargado de la investigación declaró que la placidez de la escena contrastaba con su caótica irracionalidad. No durmió tranquilamente por todo un año.

Tres soluciones pueden ser dadas para explicar este peculiar fenómeno finisecular, este desapego tan total de la vida. La primera, y estoy seguro de que también es lo primero que ha pasado por la mente del lector, es la locura. Padre estaba loco, y arrastró en su demencia a los demás miembros de su secta, que creyeron, sin oponer ninguna resistencia ideológica, lo que les decía su Elegido. Padre, por supuesto, no proporcionó ninguna prueba, no les mostró naves esporádicas que surcaban el firmamento, fotos o videos de extraterrestres angelicales, trozos indescifrables de alguna maquinaria desconocida. Ellos creyeron, por fe, en La Palabra. No podemos descartar, entonces, que Buda o Jesús, Mahoma o Abraham, Mani o Zoroastro, padeciesen de un síndrome similar. Aunque esto, desde luego, es improbable.

La segunda es que Padre no estuviese loco, sino simplemente equivocado. Él pensaba que el mundo acabaría con el nuevo milenio, y que sus discípulos, al seguirlo, se salvarían del Apocalipsis. Arrastró a su secta a la muerte por un error, en los cálculos o en sus creencias, pero no se le puede acusar de monstruosidad puesto que sus seguidores murieron en la felicidad, por algo en lo que creían ciegamente. Los marxistas revolucionarios, los nacionalistas radicales, los cristianos de la primera centuria, los judíos polacos, los palestinos, los Cátaros y los Maniqueos, podrían entenderlos perfectamente. ¿Cuántos de nuestros muertos han tenido la oportunidad de hallar la felicidad a través de su propia muerte? Su acción, aunque equivocada, se encuentra justificada por la dicha, la ceguera y la convicción con que fue concebida y ejecutada.

La tercera explicación, con la cual me siento más atraído, supondría que ellos estaban en lo cierto, que tuvieron razón. Que los extraterrestres, visibles o invisibles, más probablemente etéreos, imperceptibles por el ojo y los aparatos humanos, se llevaron sus almas a algún planeta repleto de otras almas de otros mundos, para salvarlos de la destrucción de La Tierra. Que Padre era realmente un Mesías. Que el planeta, agotado, o quizás el Sistema Solar, ha sido destruido por fuerzas metafísicas e inexplicables, y que no vivimos ya en la realidad, sino en una ilusión, dentro de nuestros cuerpos vacíos, cáscaras de lo que una vez fuimos o pudimos ser si hubiésemos escuchado el mensaje radial o virtual de Padre. Ya es demasiado tarde. El curso de la Historia y del Capitalismo sugiere la posibilidad de que estemos muertos, de que el mundo haya desaparecido y lo que percibimos sea sólo un reflejo, la cola del cometa, los remanentes que deja la supernova. Sólo ellos, los Milenaristas que partieron, otros más que también lo hicieron aprovechando el signo inequívoco del cambio de milenio, se encuentran vivos, Son, sienten lástima por nosotros y ésa es su única incomodidad en medio de su felicidad infinita. Re-nacieron.

Un hecho posterior a la partida confirma esta especulación. A uno de los integrantes de la secta, el más cercano a Padre, se le encomendó una función muy peculiar: se le retiró de la mansión y se le ordenó que, cuando ellos murieran y sus cuerpos vacíos fuesen trasladados a los crematorios o a los cementerios, luego de salir en las noticias un poco antes de la Destrucción del Mundo, intentara explicar lo que había sucedido. Estaban conscientes de que los demás no entenderían, percibirían este acto como bochornoso, demencial, desmedido, y ellos, magnánimos de nuevo, debían explicar para que la Humanidad, inmersa en sus brumas religiosas, entendiera. El escogido se negó rotundamente, no podía comprender por qué se le impedía marcharse con ellos, precisamente a él, que se había castrado junto a Padre y estaba seguro de lo imprescindible de la muerte colectiva, pero al final accedió porque se dio cuenta de lo importante que debía ser su persona para que se le encomendara esta misión tan tremenda. Un año después de las muertes, luego de visitar los canales de televisión y las emisoras de radio, de dejarse fotografiar para los periódicos y soportar las burlas de los sordos y los ciegos, el cuerpo de este hombre fue encontrado en la habitación #33 del Motel New Heaven, en Iowa, vestido con sus ropas rituales y con una carta en la que confesaba que Padre se le había aparecido en su nueva forma espiritual y lo había llamado para que ocupara su lugar junto a los demás. Le recordó cierta relación numerológica con su cuerpo faltante, le ordenó que partiera para cumplir con alguna cábala, para completar una cifra que debía desencadenar el Apocalipsis. Su cuerpo debía morir para que se llegara al ansiado final del mundo, a la tan anhelada destrucción del planeta.


MILCIADES AREVALO

Opinión Opinión |9 Feb 2011 - 10:32 pm Los combates de Milcíades

Por: Gustavo Páez Escobar 


 Se aproxima Puesto de Combate, la revista de Milcíades Arévalo, a los 40 años de vida. Increíble ejercicio de supervivencia el que ha demostrado este órgano batallador de la cultura, que se ha sostenido en las aguas procelosas de un mar surcado por toda suerte de borrascas. Al hablar del mar, es preciso traer a cuento que la idea de crear la revista le nació a Milcíades Arévalo siendo marinero de un barco mercante, en el año 1965. Allí conoció a Ariel Canzani, el capitán de la embarcación, un lobo de mar que además era poeta y editaba en el cuarto de máquinas la revista Camorán y Delfín, famosa en las letras argentinas, como la propia poesía de Canzani. Dicha publicación, que había nacido en 1964 (es decir, un año antes de que Milcíades Arévalo comenzara a navegar), llegaría hasta diciembre de 1972, con 29 ediciones. Ya separado del oficio de marinero, Milcíades fundó su propia revista en septiembre de 1972, imitando a su maestro. Hoy, Puesto de Combate ha realizado 76 ediciones y se propone llegar hasta la número 80, con la cual coronará la meta de los 40 años y dará por terminado su viaje, según anuncia el valiente editor. Ojalá esta mala noticia no se realice, para bien de la literatura colombiana. De aquí a entonces nacerán otros bríos y surgirán en el horizonte nuevos vientos de esperanza. Mientras tanto, hay que decir que los combates de Milcíades por no naufragar han sido titánicos. No dudo en calificar como acto heroico el hecho de sostener su revista sin ningún apoyo oficial, y tener que luchar la publicidad privada con vocación de mártir. Esto lo ignoran los organismos encargados de la cultura nacional. Y lo sabemos quienes, en defensa de esta tierra de letrados, conocemos los infinitos tropiezos y amarguras que ha tenido que soportar este acorazado quijote de la época moderna, y por lo demás, hacedor de milagros. Consciente de dicha realidad, Milcíades se duele, en el editorial del último número, de la indiferencia hacia su esfuerzo, con estas palabras: “Seguramente jamás conseguiremos un premio, ni tampoco que nos consideren parte de la cultura de la tierra que nos vio nacer. Nada de eso importa, ni la indiferencia ni la sed ni el hambre (...) Cumplimos 39 años. De tanto soñar ni siquiera soñamos que alcanzaríamos a caminar tanto (…) Esta entrega está dedicada a los pocos que han creído en nosotros y a los muchos incrédulos de este país de ciegos”. El último número de Puesto de Combate salió en octubre pasado y su edición fue posible gracias a la ayuda sorpresiva y providencial de la Corporación Biblioteca “Rafael Carrillo Lúquez”, de Valledupar, dirigida por Mónica Morón Cotes, quien contrató la publicación de una muestra de la literatura que se elabora en el departamento de Cesar. Buena parte de la edición está dedicada a divulgar la obra de 26 escritores de la región, quienes a través de diversos matices y enfoques muestran la riqueza literaria de un territorio imbuido de magia y misterio. Por otra parte, sobresalen en este número otras páginas de gran calidad, como la poesía de Miguel Méndez Camacho, el reportaje inédito de Derek Walcott, nobel de literatura 1992, el reportaje de Fernando Cruz Kronfly sobre el Libertador, y el de Eduardo García Aguilar sobre el mundo colombiano de los escritores. Digno de aplauso es el gesto de Mónica Morón Cotes al brindar con tanta decisión un doble apoyo cultural: tanto a los escritores de su propia tierra, como a Puesto de Combate, uno de los medios más dedicados en Colombia al quehacer literario, con esta maravillosa revista llamada a perdurar muchos años más. • 


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PURO TEJADA

PALABRAS PARA EL CONGRESO DE NARRATIVA
SAN FCO. DE MACORIS 2011

Señoras y señores:
me place dirigirme ante uds. para hablarles de algo que forma parte , no solo de mi experiencia en las labores culturales, sino de mi vida: El Taller de Narradores de Santiago.
Asisti, creo, a partir de la segunda reunion en 1998 en Casa de Arte y desde alli se discutio el nombre posible para el grupo. Propuse, y fue aceptado, el nombre actual porque a pesar de ser bastante libre era y es un taller, lugar de compartir formación y proceso creativo; de narradores porque desde un princpio quedó claro que sería un espacio para privilegiar la narrativa, ya que según algunos miembros "se trataba siempre de poesía en los otros sitios", lo que no quitó que alguna vez se tocase de poesía u otras expresiones literarias o artísticas, además de ponerse como norte eso, el ser narradores, no "de pelota" como se comentó alguna vez, sino ecritores de cuento o novela y de Santiago, por el lugar.Lo pensé incluso como propuesta temporal, pero quedó.

Ha pasado de todo en estos años: hemos reído, llorado, andado, discutido, pero sobre todo hemos aprendido. Ha habido dos antologéas, amores, nacimientos y decesos. Entre estos últimos dos queridos amigos serán siempre recordados: el artista visual Leo Núnez que gentilmente cedió la reproducción de su trabajo para la portada de nuestra primer libro: "Para matar la soledad" y el Dr. Nelson Minaya, brillante intelectual que no pudo sobrepasar las turbulencias de su corazón y como Alfonsina se entregó al mar.
Pero bueno, quiero hablarles de los vivos, de los que están o estuvieron y que merecen parte del pastel de la celebración porque cada uno y cada una han aportado su amor y su tiempo al taller. Quiero en este momento recordar además a los que están en otras tierras: Juan Sánchez, José Devárez y Binny Rosario en Estados Unidos,
Altagracia Pérez en Eslovaquia y quien suscribe en Canadá, así como la escritora y periodista Rosa Silverio en España, que participó en la primara antología. Y para La Casa, eterna gratitud.
Hace poco le decía a Ubaldo que me sentia orgulloso del taller porque miembro/a por miembro/a es el grupo más distinguido del país, comparable quizás a los mejores tiempos
del Taller César Vallejo, pero sobre todo ha producido un espacio vital para la narrativa joven que ha encontrado proyección y eco, y amigos, amantes de las letras y las artes.

"Tumbado en mi rincón/ oyendo enamorado mi joven corazón" canta Charles Aznavour. Desde la nieve y el silencio, agradezco la oportunidad de poder dirigirles
estas palabras, a los organizadores de este evento esta sorprendente dedicatoria, y a Ubaldo Rosario, por estar siempre.

Puro Tejada M.
Toronto Canada enero 2011

II FESTIVAL NACIONAL DE NARRADORES





II FESTIVAL NACIONAL DE NARRADORES





II FESTIVAL NACIONAL DE NARRADORES






AQUI ESTAN ALGUNAS FOTOS DEL II FESTIVAL DE NARRADORES, ORGANIZADO EN SAN FRANCISCO DE MACORIS.

RENE RODRIGUEZ SORIANO


Este es el libro de René Rodríguez Soriano (René a secas, para algunos iniciados, o Rodriguesoriano, como firmaba al principio de su carrera), publicado por Ediciones Ferilibro. Contiene cuatro libros de René, a secas: “Todos los Juegos el Juego”, “Su Nombre, Julia”, “La Radio y Otros Boleros”, y “El Diablo Sabe por Diablo”. El libro que más me gusta es Su Nombre, Julia; pero yo, que soy un admirador de René, no puedo más que recomendar la lectura de esta recopilación, para entender mejor la trayectoria de un escritor dominicano que lo ha apostado todo a la literatura. Demasiado, diría yo, porque la literatura dominicana es sumamente ingrata.
Este pasado fin de semana se celebró el II Festival Nacional de Narradores, en San Francisco de Macorís, que fue dedicado al Taller de Narradores de Santiago. Agradecemos a Valentín Amaro, a Noé Zayas, a los demás organizadores, a los participantes, por este encuentro dedicado a este grupo fundado hace ya 13 años. Nos hicieron un reconocimiento allá, y eso también hay que agradecerlo, así como hay que valorar el hecho de que una cantidad grande de personas se reúna dos días, sin salir para ningún lado, solamente para hablar de literatura. Gracias a todos por habernos tratado tan bien.

JUAN PABLO DUARTE


Juan Pablo Duarte nació el 26 de enero de 1813. Lo que significa que en la fecha de la independencia de la República Dominicana, el 27 de febrero de 1844, tenía sólo 31 años. Y que era más joven al fundar, en 1838, la sociedad secreta La Trinitaria, y mucho más joven al planear la liberación de la patria. En las pinturas, en las litografías, en las reproducciones de su figura, vemos a un hombre maduro, casi anciano. Como debería ser un Padre, pero no se corresponde de ninguna manera con el joven enérgico que liberó nuestra nación.
Duarte era, en esencia, un santo, en el sentido cristiano de la palabra. Su figura idealista solamente puede ser comparada con la de José Martí. Pero Martí fue un gran escritor y amaba a toda la humanidad, mientras que Duarte fue un hombre de una sola idea, su pensamiento es monótono. Sólo le interesaba una cosa: la patria. Cuando manos oscuras se apoderaron de la independencia, y el patricio fue exiliado, empezó a morir lentamente. La muerte de Martí fue rápida e ilógica, heroica e inútil; como a Moisés, que es una figura histórica y un símbolo, a Duarte no le fue dado el presenciar la tierra prometida. Desde Venezuela, nuestro arquitecto agonizaba al saber en lo que se convertía poco a poco su legado.
Duarte fue vencido por la guerra y los generales, por los pragmáticos y los traidores. Se apoderaron de inmediato de la República, ni siquiera intentaron construir un remedo del ideal del arquitecto. La abstracción duartiana de una patria libre, justa, protectora y ordenada es sólo un ideal, por supuesto, que se dice fácil, que se ha convertido incluso en un cliché político. Pero todo intento redentor, revolucionario o democrático, de alcanzar esa perfección, ha fracasado. La derrota de Luperón por Lilís, Trujillo y sus 30 años de dictadura, Bosch y el golpe de estado, la revolución del 65, la invasión norteamericana y el posterior ascenso al poder de Joaquín Balaguer, Salvador Jorge Blanco que nunca entendió que le correspondía realizar el tránsito definitivo del país al orden y la modernidad. La patria posible prefigurada por el patricio ha fracasado. Juan Pablo Duarte, discreto y humilde, alejado, debido a su personalidad, de los egos desmedidos del poder, no pudo convencer a su pueblo de que lo necesitaba a él.
Pero es que el pueblo no quiere a alguien así. Bosch no convenció a nadie de su necesidad luego del golpe de estado, ni siquiera José Francisco Peña Gómez, quien no dejó un pensamiento, aunque sí, por lo menos, una vida decorosa y una praxis limpia. Vencieron los corruptos y los pragmáticos, los mesías y los tígueres, los vivos y los risueños millonarios. ¿Qué hubiese pasado si Bosch completa sus cuatro años, si no hubiese habido revolución del 65, 12 años de Joaquín Balaguer, gobiernos corruptos y presidentes suicidados? Para la historia, por supuesto, pensar de esa manera es un sacrilegio. Pero a mí qué me importa. El tollo que aún existe en la República Dominicana solamente significa que Duarte fracasó, en el sentido de que su ideal de orden y de humanismo (de armonía, de legalidad, de principios opuestos al caos, a la corrupción y al clientelismo) es, quizás, impracticable. No somos herederos de Duarte, ni de Bosch, ni siquiera de Peña Gómez. Somos herederos de la otra cara del poder, de Santana, de Báez y de Lilís. Todas nuestras autopistas, todos nuestros aeropuertos, todas nuestras calles y nuestras monedas tendrán un solo nombre: Joaquín Balaguer. Quizás algún día, por parecidos motivos políticos, algunas avenidas sean nombradas como Salvador Jorge Blanco o Hipólito Mejía. Parecen decirnos: ningún pensamiento que signifique guiar a la nación por un camino esperanzador es posible ya, porque ningún rumbo es posible ni practicable, salvo el económico. El país es una gran empresa, en la cual todas nuestras intenciones son económicas, o políticas, lo cual es más o menos lo mismo. No hay nada más triste que el no saber hacia dónde se va. Pero aún la esperanza es posible: cuando lo que quiere el pueblo se corresponda con lo que quieren los gobernantes, habremos alcanzado un proyecto de nación.
¿Qué hubiese pasado si Duarte hubiese sido presidente de la República? Tal vez hubiera hecho el peor gobierno de toda la historia del país, pero yo, un pobre escritor, un pobre dominicano (o un dominicano pobre), hubiese aceptado su presidencia con una gran alegría. La hubiese defendido con uñas y dientes, 163 años después. Pero claro, vivo siempre como en medio de un sueño. Soy un idealista, no un pragmático, y los ideales insensatos han muerto. Juan Pablo Duarte, la independencia nacional de 1844, no son más que la representación de aquello que pudimos ser, pero que jamás seremos.
Con una huelga de carros públicos frente a la oficina, esperando por hora que me paguen el sueldo del mes, trato de escribir algo que tenga que ver, precisamente, con la huelga del transporte y el atraso en el pago a los empleados públicos. Más adelante habrá que salir a discutir con un tíguere en una yipeta que se te quiere meter delante, o con una señora embarazada que te insulta porque quiere cruzar la calle con el semáforo en verde. Habrá que soportar a un Amet que te para sin ninguna razón, a pesar de que un chofer de concho le pasa a mil por el lado y él ni se inmuta. Si logramos llegar a la casa (si llegamos vivos a la casa, quiero decir), sentarse de nuevo a escribir, o a leer un poco, o a ver por la televisión cómo los peloteros deben ser los modelos de la juventud, los cantantes, los faranduleros, o los deportistas que le dan dos balazos a unos borrachos en un parque de Puerto Plata. Hablando de valores (porque de eso es que estamos hablando), hablando de valores, repito, qué bueno sería que se le otorgara el premio nacional de la juventud a una profesional que es la directora de escuela más joven en la ciudad de New York, y la catedrática más joven de la Universidad de Columbia, o tal vez a un jovencito dominicano que obtuvo cien puntos en un examen de ciencias, en Japón, en el que nadie había sacado más de 95 (ni los japoneses, ni los gringos: nadie, lo hizo un dominicano). O a una estudiante del Centro de la Cultura de Santiago, una violinista, que obtuvo una beca para estudiar música en Europa simplemente por su calidad interpretativa. Pero como el espectáculo debe seguir, vamos mejor a darle el premio a un señor que tiene muchos méritos tirando una bola durísimo, que tiene un brazo de oro. Así tendremos muchos jóvenes con brazos de oro. Dorados, en fin.
Está pasando la huelga, los choferes pactaron con la policía. Me voy.

RAMON PERALTA

eternidad del misterio

(hay una dicha en el espanto que todas las cosas tienen)



y un día uno entra a la casa y cree haber perdido la duda

y el amor y el idioma al fin conocen su jaula

y el misterio se convierte en otra siempre rutina

y el laberinto termina como un juguete sin magia

satisfecho poro en tinieblas (porque ya no hay espanto)

uno mira sin horror lo definido

y nacen la paz y el tedio de creer que ya todo está dicho

pero pronto un miedo nuevo nos devuelve hacia lo incierto

ya no cabe el misterio en el nombre que le dimos

y uno vuelve a tejerle otra medida al misterio

y con certeza uno palpa la palabra que lo encierra

y otra vez surge el silencio que jamás ha dicho nada

pero pronto uno descubre que ha sido vano el lenguaje

que la casa es otra casa cada vez que siente un hombre

porque más crece el misterio cuanto más intenta uno

detenerlo en la palabra.

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