Máximo Vega
INVOCACIÓN PARA PALESTINA
Un Genocidio en vivo y a todo color:
Moisés partió de Egipto hacia el Sinaí, sin saber que formaría una nación luego llamada Israel, y su Señor Dios le ordenó que practicara el anatema con todas las tribus y pueblos que hallara en su camino: hombres, mujeres, niños, animales, debían ser erradicados de la faz de la tierra que les pertenecía por nacimiento debido a que no creían en Él, en el único Dios de los judíos. Siguiendo la palabra de Yahvé transmitida luego a través de la Biblia, Moisés llegó a ese lugar nuevo y distante por mandato de su Dios, que le ordenó que erradicara todo ser viviente que no creyera que era el Verdadero, el Único y Omnipotente. De esa manera fue formado Israel, cuyo nombre le fue dado por Jacob, que luchó con un Ángel del Señor en el desierto que le rompió la cadera y le cambió el nombre que luego tomaría su nación, como alguna vez también se hizo con Abraham: de Abram Abraham, de Jacob Israel.
Por Sergio Ramírez y Gioconda Belli:
Gioconda Belli es una poeta que también es narradora. Novelista. Organizaba uno de los festivales de poesía más importantes de Latinoamérica, y uno de los más importantes del mundo.
Sergio Ramírez estuvo en la República Dominicana, país al que ha venido muchas veces, y dio una charla sobre su obra en Santiago, en el Centro León. Había ganado hacía poco tiempo el Premio Cervantes. Compartió anécdotas y chistes y habló de literatura, pero también un poco sobre política. Como eran perseguidos en el que aún es su país, los dos escritores ya no vivían en Nicaragua.
Habrá que ver cuántos presidentes latinoamericanos se pronunciarán en contra de estos destierros. Estamos seguros que serán pocos.
Que un presidente decida quién es ciudadano de su país o no es un poco absurdo, es una cosa casi literaria.
Dos ensayos sobre Juguete de Madera, de Máximo Vega:
EL JUEGO NARRATIVO DE MÁXIMO VEGA:
Fernando Cabrera.
Máximo
Vega con su primera obra narrativa publicada, “Juguete de Madera”, conciente o
inconcientemente nos provoca. La búsqueda de especificidad genérica, lo propio
del contar o el descubrir, en consonancia con Milán Kundera, la definición de
la peculiaridad existencial novelada en su obra o el mero intento de situarla
entre parámetros de suficiencias categóricas puede devenir en jaqueca. En lo
formal, con su titulación de portada, nos refiere al ámbito narrativo de la
novela –probablemente cimentada en nuestra urgencia colectiva de incorporar
nuestra narrativa a la modernidad-. Sin embargo, esta primera afirmación
fácilmente podría ser catalogada de arriesgada cuando el lector echa una ojeada
a la escasa longitud textual que define el contenido.
De
quedarse en esta profana primera mirada, la sustentación del texto como novela
resultará difícil (pensemos que muchos especialistas aún manifiestan sus dudas
acerca de si “Los Cachorros” de Mario Vargas Llosa o “Crónica de una Muerte
Anunciada” de Gabriel García Márquez, son en realidad novelas o cuentos
largos). Pero, cuando se profundiza en la estrategia discursiva utilizada por
el autor, su calificación genérica inicial alcanza algún sentido. El ambiente
de reflexión y hallazgo de las posibilidades sicológicas de sus personajes
realmente se asemejan más a lo novelístico que al pulso cirujano en la
concatenación de eventos, su aspiración a la perfección artesanal, acaso
hermana a la de algunos clásicos versificadores, que supone la escritura de un
cuento.
La
presente inquietud resulta interesante en la medida en que refiere una
significativa tendencia en la joven narrativa dominicana, un ponerse a tono con
los movimientos poéticos experimentales (como el encabezado en la década de los
70 por Manuel Rueda con su tambor pluralista) que en nuestro medio han
sustentado la dilución en las delimitaciones genéricas. Textos como “Papeles de
Astarot”, premio nacional de cuento 1992, de Pedro Valdez, y esta debutante
obra de Máximo Vega (agradablemente ingenua e irreverente) y muchos de los
cuentos recogidos en las diferentes entregas del concurso de Casa de Teatro,
realmente plantean una profunda incisión o ruptura en el campo de la narrativa
con los patrones genéricos convencionales.
En su
construcción de fondo, Vega nos reta a través de los elementos de
irracionalidad de sus personajes principales: un clima de machismo e inmadurez
de criollo Edipo en los monólogos interiores de Aquiles, y una perturbadora
apatía de Beatriz, dolorosa de tanta inocencia, en su inusual anhelo de
trascendencia que poco a poco devino en flor de feminismo radical, en su
desarraigo prematuro y pleno. Es precisamente en la recreación textual del
aliento infantil de Beatriz donde se aprecia mayor vacilación del autor en el
manejo del lenguaje, lo cual se percibe desde el primer instante en la
frecuente redundancia de vocablos y frases.
Si bien
la delineación o definición de los protagonistas es clara, apenas percibimos
reflejos pasteles del entorno, con lo cual se acentúa lo narrado como
fabulación intima, como engaño personal. Una escéptica profundidad sicológica
determina la atmósfera borrascosa un tanto surreal donde la trama se
desarrolla. El autor ha aprehendido la morbosidad, estadio donde lo animal y
racional se conjugan resultando una marcada inclinación hacia lo sensorial,
hacia la carne. Con vocación de vértigo su discurso nos ata a la transitoriedad,
a la circunstancia, derrotando todo asomo de sensatez. De su hurgar incisivo
emana un fuerte aroma de ficción, una lectura diferente del entorno rural
dominicano y su cotidianidad, una visión distante y distinta de esa radicalidad
de situaciones y escenarios tan común a muchas de nuestra novelística anterior,
pletórica de tiranos y revoluciones.
Lector y adultez se confabulan en provocativo juego para destruir o libar hasta la saciedad esta primicia. Necesariamente “Juguete de Madera”, independientemente de su dual vocación genérica, no nos permite indiferencia, pronto nos identificamos con los protagonistas, con sus freudianos complejos y su interminable viaje hacia el sinsentido de una ciudad imposible. La historia alevosamente nos permite completar sus ausencias, acepta un dejo de la personal fragancia o a la indudable maldad que el argumento precisa, he ahí la razón del postfacio que a propósito de esta obra en mi ocio escribiera.
Mirada Oblícua sobre un Juguete de Madera (Postfacio):
(a raíz de una lectura de Juguete de Madera, novela
corta de Máximo Vega).
Fernando Cabrera.
Un gesto
de ternura puede convertirse, por encima de su abolengo de inocencia, en la
mayor y terrible expresión de crueldad. Esa extraordinaria pureza que encierra
el alma de un niño –como ahora, la castidad de una niña en plena pubertad-
puede llevar de repente a un laberinto de absurdidades y desesperanzas del
cual, aún con alas pegadas a las espaldas, es imposible escapar: la tragedia
propia es mayor que la del Ícaro, se cae al vacío sin nunca haber levantado
vuelo. Con la magia del balbuciente lenguaje formado con los pocos conceptos de
la inexperiencia, cualquier ser maduro –si maduro puede considerarse mi ser de
tantas ausencias y limitaciones afectivas- se ve adentrado, de repente, en un
mundo plano, de perplejidades, donde no existe noción de profundidad: una
palabra simple, una frase completada apenas, retorna ingenua para decirnos y
decirse nueva vez, de forma irreverente y provocadora, la luminosidad del sol
recién amanecido, o la posibilidad que tiene una mariposa de convertir sus alas
en pétalos. Insisto, hablar con un niño –con una niña de colas trenzadas hasta
una cintura todavía asexuada- es abrumadoramente redundante, es una mirada
dionisíaca lúdicamente satisfecha de verse múltiplemente; mas es una forma
fácil de huir de la propia conciencia, del árido y onírico metro cuadrado
personal, atiborrado de seres absolutamente fantasmales fruto de los fracasos y
los obstáculos para establecer una vía de comunicación válida y normal.
Desde la
puerilidad no hay injusticia ni segregaciones gratuitamente crueles, el sentido
de lo real colinda y se confunde con lo imaginario, los hechos hieren
profundamente o pasan absolutamente desapercibidos, pues en la piel
hipersensible de los infantes sólo hay espacio, como en la poesía, para los
contrarios; los grises producen la misma sensación que las referencias de
lugares y lenguajes exóticos, el pequeño la pequeña sonrosada y con olor a
jazmines intuye que existen, o que sería bueno que existieran, pero mientras no
los palpa en propia carne estos permanecen indiferentes, o simplemente no son. La
seguridad de que el hogar o mundo íntimo es exactamente igual al que queda más
allá de los ojos hace de estos ingenuos seres, individuos radicalmente
peligrosos por lo indefensos. Se encaminan hacia lo desconocido sin miedo,
incluso, con todos los riesgos implicados, con una tierna sonrisa a flor de
piel. Al escaparse de su casa, sin motivo y sin previa consulta, esa niña –la
cual preferiría innombrada, pero que responde cuando el vocablo Beatriz
atraviesa como onda el espacio, esa Beatriz que a pesar de su virginal imagen
jamás será
¿Por qué
la encontré de repente? ¿Por qué con despertar mi paternalismo me indujo, dada
mi supuesta adultez y responsabilidad social, a un incesto inevitable; fue,
claro, un incesto simbólico, lo cual de todas formas no es excusa. Otra vez Freud
nuestro instinto sexual de bestia, Edipo agonizante sobre la piel emparentada
por el azar. ¿Por qué con despertar mi esencia pura me hizo abominable? No debí
detener ante sus ojos cristalinos mi carroza de pesares, esa destartalada
camioneta de mi vergüenza y sustento. No debí detenerme, mas cuán grande es el
poder sibilino de lo prohibido, de su media sonrisa nacarada. Yo, quien no
tenía nada que ofrecer ni perder, di mi última migaja de mentira y perdí
totalmente la esperanza. ¿Qué decir de mis miserias al descubierto en sombrías
formas de madera, mis carencias mayores talladas con imágenes de nostalgia?
Hago estas figuras más por instinto que por conocimientos de albañilería
reales, y las hago sobre todo para mi desahogo, es escaso el dinero que con
ellas gano para mal comer. Beatriz no debió posar su frescura sobre mi
sensibilidad desnuda, no debió antojarse del misterio, no debió desear tanto un
simple juguete de madera, tirado entre tantos otros en la parte trasera de la
camioneta –quizás si no hubiera tenido algo que ofrecerle, nada hubiera
ocurrido-, sin embargo, ¿cuándo ha llevado el destino a lo correcto, si desde
el génesis Dios erró su destino al posibilitar el pecado? Beatriz retó, con su
simplicidad terrible, incluso a la muerte, humillándola, al no sentir angustias
ante la posibilidad del vacío cuando se aventuró en su insensata huida; con
este gesto también humilló de indiferente candidez mi sentido común, me hizo
desearla febrilmente, anhelar como refugio de indiferente candidez mi sentido
común, me hizo recuperar de golpe el único idilio concebido, platónicamente, en
mi adolescencia trunca, sustituyendo con su fragilidad aquel ideal romántico
jamás alcanzado. Analizándola fríamente en el recuerdo, Beatriz tal vez nunca
fue Beatriz, en realidad se acercó más a
El fango
de dolor y placer de mi universo sólo podía salpicar su vestido y su piel,
jamás su alma. Estaba protegida contra mis frustraciones, su ser ya habitaba
aquella ciudad remota que inspiró su insensata partida; el sudor y el humo
contaminado que a su lado exhalé la evitaron como demonios a la cruz. Si
aquella noche de lluvia entró en mi destartalado refugio, bajo promesa de que
la llevaría al amanecer a la ciudad de sus sueños, acaso fue porque
intuitivamente se percató del peso desesperado de su aberrante soledad, de que
su compañía era mi única posibilidad, y desde su ingenuidad no tuvo miedo; un
animal agazapado en el vértice de paredes carcomidas es vergonzoso, incita a la
pena, a la lástima, pero no atemoriza. Yo daba todo –cualquier rastro de
quimera que aún me deambulara- por una caricia, por un gemido de placer que
rasgara el silencio –dudo que Beatriz entendiera la razón de mi desesperación y
lo que su fuerza implicaba, ¿cómo podía saber de pasión a escasos meses de su
menstruación primera?-. Su interés no lo despertó mi sexo encendido; impasible
desde su inocencia salvó mi vida al entregarme la incipiente flor cautiva en
sus entrepiernas, más lo hizo sólo por la intensa seducción que ejercía sobre
ella una rústica jirafa de madera, se entregó por ella; después se fue, sin
avisar, tal vez rumbo a la ciudad de su mente, como si nada, para siempre…
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El discurso del señor Putín:
Jorge Luis Borges: Tlön, Uqbar, Orbis Tertius. Una interpretación
(Te recomendamos que primero te acerques al cuento antes de leer estas palabras. Este texto contiene citas y alusiones que es mejor consultar luego de la lectura del cuento original)
Tlön, Uqbar, Orbis Tertius es un cuento de Jorge Luis Borges
publicado en la revista Sur en el año 1940. Luego apareció en tres libros
diferentes: en la Antología de la
Literatura Fantástica de ese mismo año, en El Jardín de los Senderos que se Bifurcan del año 1941, y al final
en Ficciones, de 1944, volumen de cuentos
definitivo en donde lo ha hallado la mayoría de sus admiradores. Aunque no tuvo
muchos comentarios ni lectores cuando fue publicado, poco a poco, con el pasar
de los años, se ha convertido en una obra de culto, y en uno de los cuentos más
logrados de la historia de la literatura. Sin ninguna discusión.
Durante una conversación con el también escritor argentino
Adolfo Bioy Casares, éste le dice a Borges que ha hallado en la Enciclopedia
Británica un pueblo llamado Tlön, que se supone se encuentra tal vez en Irak o
en Asia Menor. Pero revisando su propio ejemplar de la Enciclopedia, ninguno de
los dos encuentra ninguna alusión a ese pueblo. De vuelta en su casa, Bioy
Casares consulta su propia Enciclopedia Británica, y se da cuenta de que su
ejemplar tiene 3 páginas más que se dedican a definir qué es el pueblo de Tlön.
En las demás versiones de la Enciclopedia no aparece ninguna alusión a esa
civilización. A partir de ese momento, la pesquisa por parte de Borges para
hallar algunos pormenores de Tlön se convierte en una obsesión intelectual para
él. Al final, años después, luego de muchos viajes, preguntas y lecturas, conversaciones
con escritores, científicos y geógrafos, descubre qué es Tlön, qué es Uqbar y
qué Orbis Tertius, pero no concluye allí su búsqueda, puesto que desea
continuar investigando hasta su muerte, como lo han hecho otros investigadores
obsesionados con Tlön, hasta el punto de que su investigación intelectual es
más importante que la civilización en sí misma, debido a que ha descubierto que
Tlön no es más que una creación literaria, una civilización ilusoria.
Tlön es una civilización imaginaria creada por una secta de
intelectuales llamada Orbis Tertius. Uqbar es la ampliación y corrección de las
imperfecciones de la primera escritura de Tlön.
Ahora bien, siempre debemos leer entre líneas cuando estamos
delante no solamente de este cuento, sino de cualquier otro de Borges. El texto
se encuentra escrito como si fuese más bien un ensayo, no una historia
ficticia, y como si la pesquisa fuese una investigación que realiza cualquier
académico interesado, si obviamos su carácter obsesivo. Además, tiene un
lenguaje supuestamente discursivo. Aparecen en el cuento una serie de
personajes reales, lo cual le da una sensación de verosimilitud a un texto que
no es más que un cuento fantástico: Alfonso Reyes, por ejemplo, Bioy Casares, a
quien ya mencionamos, Schopenhauer, el escritor argentino Carlos Mastronardi, y
varios más. Es como si Borges hubiese escrito un ensayo sobre una historia
fantástica, la crónica de una pesquisa que nunca existió.
Por ejemplo, al principio Borges le propone a Bioy Casares escribir una novela en primera persona cuyo narrador
omitiera o desfigurara los hechos e incurriera en diversas contradicciones. Esa proposición es lo que propicia el
recuerdo de Tlön por parte de Bioy Casares, lo que nos proporciona una posible
clave del significado del cuento. Además,
nos habla de un texto en el cual se tratara de desviar la atención del lector con diversos temas que lo alejaran de la
verdadera trama y el verdadero mensaje, que solamente descubriría una
cantidad muy limitada de lectores. Es decir, que al parecer nos está aclarando
precisamente que distraerá nuestra atención para que no podamos entender lo que
quiere decirnos, aunque al final una cantidad muy pequeña de personas hallará
en el texto una serie de claves para entender su verdadero significado. Nos
dice, al principio del texto, que los
espejos y la cópula son abominables porque multiplican el número de los hombres.
También los Cátaros, una religión
surgida en el siglo XI en Europa, predicaba que los seres humanos no debían
tener relaciones sexuales porque la cópula era la obra de Satanás, por lo que
no comían carne ni ningún otro alimento proveniente de un animal, como los
huevos, por ejemplo, porque provenían de la relación sexual. Para los Cátaros,
Dios creó el cielo, la eternidad, el alma y todo lo perfecto, mientras que Satanás
o un dios malvado creó el cuerpo, la carne, el mundo material, que es
imperfecto y se corrompe. El Viejo Testamento fue escrito por ese dios malvado,
el Nuevo Testamento por el verdadero Dios. Esa religión fue erradicada por una
cruzada y por la inquisición, cuando empezó a crecer en la zona del Languedoc,
lo que hoy se conoce como Francia y algunos países vecinos, durante la Edad
Media.
Tlön es una civilización inexistente, que ideó un grupo de
intelectuales llamado Orbis Tertius.
Al principio ese grupo deseaba crear una ciudad, pero cuando la idea llegó al
grupo en América, se decidió crear todo un planeta. Desde el momento de su
idealización, generaciones de intelectuales pertenecientes a ese grupo secreto
ha ido agregando y perfeccionando la historia, la geografía, la filosofía,
etc., de Tlön, por lo que existe ya
una versión ampliada y corregida llamada Uqbar.
Ahora bien, para el lector el significado del cuento cambia cuando descubrimos,
buscando fuera del texto (tal vez en Google, una facilidad que no tenían Borges
o Bioy en 1941), que “Orbis Tertius” significa “El Tercer Mundo” en latín.
Lo que sabemos mientras continuamos leyendo el cuento, es que
Borges pretende que Tlön y Uqbar son en realidad nuestra propia civilización, y
que el planeta de Tlön es nuestro propio planeta, puesto que nos dice que la
Tierra se convertirá en Tlön en poco tiempo, en muy pocas generaciones.
De acuerdo con Borges, Tlön es una civilización idealista.
Para ellos el materialismo es una filosofía falsa y absurda. Además, sus
filósofos no buscan la verdad y ni siquiera la verosimilitud: buscan el
asombro. Es como sucede quizás hoy día, cuando toda nuestra realidad como
ciudadanos occidentales la percibimos a través de imágenes y espectáculos.
Mientras más asombrosa sea la imagen o el espectáculo, tendrá más éxito. La
copia es más importante que el original, como escribió Feuerbach, citado por
Guy Debord en su libro La Sociedad del
Espectáculo (1967). El ser humano prefiere la ilusión a la realidad, por lo
que Borges profetiza que en pocas generaciones el planeta Tierra se convertirá
en Tlön. Como somos una civilización construida por la cultura, y como la humanidad ha olvidado que es un
rigor de ajedrecistas, no de ángeles, al final nos convertiremos en Uqbar.
Lo que quiere decirnos es que somos un orden creado por los propios hombres, no
por circunstancias metafísicas. Borges repite que Tlön se encuentra construido
con un orden humano, mientras que nuestra civilización por un orden divino. Es
decir, desde el momento en que la humanidad abandone la idea de Dios, la idea
de que hemos sido creados por un Dios o por dioses, estaremos preparados para
convertirnos en Tlön. Ya podemos aceptar que hemos sido hechos por un orden
cultural e intelectual, y entonces la civilización aceptará que ha sido creada
por sí misma, al mismo tiempo que Borges se pregunta: ¿Cómo no someterse a Tlon, a la minuciosa y vasta evidencia de un
planeta ordenado? (…) Tlön es un
laberinto, pero es un laberinto urdido por los hombres, que está destinado a
que lo descifren los hombres. Es decir, los secretos del mundo pueden ser
descifrados y entendidos por los seres humanos, el universo no es un orden
indescifrable que no admite comprensión.
Así pues, quizás hemos llegado al significado oculto que
contiene este pueblo ilusorio: la civilización de Tlön y Uqbar es nuestra
propia civilización. El planeta ilusorio de Tlön, creado por El Tercer Mundo,
es nuestro propio planeta. Implica cierta clase de humor secreto por parte de
un gran escritor de mentalidad aristocrática, decir que El Tercer Mundo
cambiará todo el resto del planeta. No obstante, sí estamos de acuerdo con que
hemos sido construidos por la cultura, por una vasta cadena de intelectuales,
científicos, filósofos, pensadores, gobernantes, dictadores, imperios,
políticos, empresarios, locos metafísicos, que han escrito de forma indeleble
sus ideas en todos nosotros. Sus religiones, sus imágenes, sus creencias, su
filosofía, sus descubrimientos, de manera que a través de los siglos se ha
creado una civilización ilusoria que piensa que su metafísica es real y
verdadera. Tlön somos nosotros mismos.
Como nos dice Borges, al final, refiriéndose a cómo aún se continúa
con la creación de una civilización imaginaria que se cree real: Una dispersa dinastía de solitarios ha
cambiado la faz del mundo. Su tarea prosigue.
Oraciones para cuando llegue el fin del mundo:
Manuel Llibre Otero
-Primera acumulación de palabras en torno a “El Libro de los Ultimos Días”, de Máximo Vega.
(“Esa es
nuestra morada:
la
pureza que se recibe
y la siniestra
semilla que se hunde”
Lezama
Lima: “Los Dioses”)
En el
texto “La sociedad del espectáculo”, Guy Debord afirma que “toda la vida de las
sociedades donde reinan las condiciones modernas de producción se anuncia como
una acumulación inmensa de espectáculos”. En este caso, asistimos a la
presentación de una acumulación, aunque no inmensa, de miradas sobre las
transformaciones de las sociedades modernas y los entuertos que se supone debe
sufrir un joven escritor, caribeño y de provincia, para parir su obra
literaria.
Si un
desafío ha enfrentado Máximo Vega en toda su carrera literaria, ha sido
enfrentar esa indiferencia hacia los objetos y los sujetos que se supone
cotidianamente agotados, tratando de seducirnos al hacernos mirar por lo que no
somos vistos ni alardeamos de ser, sino por todo ese mundo solitario, sórdido a
propósito y un tanto vouyerista, donde nos hace ocupar el lugar de un
apasionado lector de su propia teatralidad, de los accidentes de la vida social
que construimos y que al final, por esos aparentemente fugaces espectáculos
personales de frivolidad, nos reconoceremos, en la ausencia de sentido que crea
la desesperanza o en la reducción de nuestras vidas a todo lo que hemos
considerado la realidad conveniente y que deviene en el conformismo.
Máximo
Vega, en sus cuentos y novelas, es un experimentado escritor que se impone
tortuosas existencias para desentrañar esos espectáculos sociales con su estilo
muy propio de lenguaje austero por cuanto debe ser efectivo y preciso.
Vega,
desde muy temprano, se aparta de los narradores convencionales y trata tan
explícita como cómodamente, temas de conocida polémica sobre la realidad social
tercermundista, crea personajes dominados por los sentimientos desnudos que
motorizan las pasiones verdaderas pero que se ocultan por las socialmente
convenidas, deshila historias donde consigue declaraciones impactantes y
trascendentes sobre cosas que en principio podrían no interesarnos, como el
sueño de los otros, la pelea diaria de los olvidados, el abuso del cuerpo, lo
discursive y puro del lenguaje.
Presentar
un libro siempre es un compromiso, y más si el libro es de un amigo con el que
nos unen tantas vivencias, sueños y desilusiones compartidas. Trataré de pensar
en el casi incomprensible Lezama Lima para hacer una abstracción especulativa
sobre estos textos que aunque no son santos, si son de los últimos días, de los
últimos días del siglo pasado, quizás de los últimos días del purismo para dar
la bienvenida al desarraigo, intentando identificar sus esencias, ya que Vega
escribe parado y sin sombrilla en medio de una tempestad de expresiones donde
dispara una crítica que pareciera estar en contra casi de todo lo que trata y
que no pretende salvar al lector con ese sentido simplificador, de crónica, de
recetario, que muchos lectores esperan encontrar en ensayos y críticas
literarias.
Un
aspecto relevante de los textos contenidos en el libro es una obsession por los
orígenes de las cosas, los personajes y los conceptos que durante su vida de
lector han logrado identificar, conectar con su nivel de pensamiento. En muchos
textos, es evidente la profundización casi a nivel de buzo en los aspectos de
la cultura dominicana, buscando identificar sus esencias, pero dándole
expression “a lo Máximo Vega”, haciendo que esta noción de lo criollo también
se contraponga con el subyugante contexto extranjero y levitando en el fenómeno
que todos conocemos de lo imprevisible que es la dominicanidad y sus
derivaciones, sin que esto logre desembocar en “resentimientos vernáculos”.
Si ha
llegado el fin del mundo, lo cual es inevitable, para qué leer? Somos en buena
medida lo que leemos, o bien buscamos lecturas que coincidan con nuestra visión
del mundo, sin lugar a dudas que a través de esta obra conocer en buena medida
el pensamiento del autor y sus reflexiones sobre la verdadera existencia a
través de sus múltiples y variadas lecturas. La crítica literaria, tan amiga de
encasillarlo todo, obras y escritores, será vencida a pulso por Vega cuando
aborda el análisis de escritores que van desde amigos cercanos hasta grandes
figuras de la historia de la literatura universal. Como si tuviera favoritos,
pero a la vez sin tenerlos, hay un serio problema con la crítica tradicional,
ya que los textos de este libro abordan temas, personajes y aspectos
específicos de las obras donde Máximo los enfrenta a una gama de posibilidades
y a una batería de análisis filosóficos, sociales, sociológicos, como si lo
hiciera sólo por el hecho de un divertimento, alejándose de los
cuestionamientos tradicionales que se hacen todos y entrando en una crítica
literaria más rica y amena, alucinante en ocasiones.
El libro
es casi una recopilación de artículos y ensayos sobre temas literarios,
exceptuando el abordaje de temas tangenciales como reflexiones sobre el arte
contemporáneo, la cultura, el cine, y algunos aspectos de la identidad del
dominicano. Como toda colección de textos de diferentes intenciones y épocas,
puede asumirse a priori que estamos ante un material heteróclito, nada más
errado ya que el pensamiento de Vega es plasmado en todos los trabajos de
manera ordenada, pero con el atrevimiento que se requiere para tomar la palabra
y pretender situarla como herramienta medular en la reconstrucción inteligente
de obras y lecturas, de personajes amigos o elegidos, de símbolos extraños,
caciques y deidades o de películas al límite de la existencia.
Sin
temor a equivocarme, puedo afirmar, y no por el compromiso de amistad, que este
libro representa un aporte en lo que a la comprensión y reconstrucción de la historia
literaria reciente se refiere, mediante una serie de discursos que en ocasiones
se leen como si se escuchara a viva voz el discurso personal y privado del
narrador que es Vega, reflexionando sobre el panorama literario contemporáneo,
con la misma soltura y elegancia que cuando escribe ficción.
Máximo
no habla en este libro solo de su filosofía de vida, ni de la filosofía como
esa posición totalizadora o que configura una doctrina ontológica cuyo
resultado se vierte inadvertidamente en una colección de ensayos. Este libro es
más espectacular, es la negación de muchas cosas, la muerte de muchas ideas
existencialistas, y la búsqueda de una dudosa redención del escritor únicamente
a través de su propia obra, solitaria, egoísta, desconocida, personal.
De
palabras somos -de verbo y carne estamos hechos-, y Vega alterna la reflexión y
el ensayo con unas pocas crónicas de sus vivencias, con elegantes pero
complacientes notas sobre sus amigos escritores.
Pienso
que el libro de los últimos días constituye una lectura muy rica en imagines y
conceptos, incluso en aportes culturales de significación, aunque densa y
apabullante en ocasiones, un libro muy completo sobre la visión del autor en
torno a la fuerza que gobierna las cosas y la inteligencia en un mundo tan
problematizado, con frases inteligentes, incendiarias y hasta demoledoras de la
realidad que se preconfigura y se acepta como válida.
Otros
temas que trabaja el autor en sus textos es el de la relación noción entre el
arte contemporáneo y su evolución en nuestra cultura. Cierta obsesión por el
destierro del escritor en nuestra realidad y un tanto bosquejando el problema
de la identidad como generación que no ha podido superar las fronteras de las
generaciones precedentes. Mención especial merece el artículo sobre Sacha Tebó,
que presta su imagen para la portada.
Finalmente
está la nostalgia, distante, pero siempre presente, la nostalgia que es inútil,
que no sirve para nada, pero que supone la forma en la que, mediante nuestros
gestos, manejaremos esa gran responsabilidad que el mundo nos impone, la
“insoportable levedad” que nos endilgó Kundera y que mientras más nos
aproximamos a ella supone un mayor reto para superar los miedos del hombre
frente a los problemas de nuestros días.
Máximo
ha construido con este libro una especie de paraíso para sus sombras, pero
siempre con esa curiosidad que causa todo tragaluz de ir a mirar el mundo desde
otra perspectiva. En él no encontrarán ustedes más que fragmentos de salvación
y un poco de material embrujada con la cual bien podrían aderezar su caldo de
brujo donde muchos esperamos aún cocinar algún texto que cobre vida.
Son los
tiempos de la decadencia de los héroes, de asistir al espectáculo de lo
contemporáneo como culpa compartida y no hay mejor excusa que este libro de los
últimos días para lograr establecer un compromiso, una toma de conciencia sobre
el deber del escritor y su particular manera de develar el juego de los
apariencias.
LA MUERTE DE RENÉ RODRÍGUEZ SORIANO:
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