Un Genocidio en vivo y a todo color:

Moisés partió de Egipto hacia el Sinaí, sin saber que formaría una nación luego llamada Israel, y su Señor Dios le ordenó que practicara el anatema con todas las tribus y pueblos que hallara en su camino: hombres, mujeres, niños, animales, debían ser erradicados de la faz de la tierra que les pertenecía por nacimiento debido a que no creían en Él, en el único Dios de los judíos. Siguiendo la palabra de Yahvé transmitida luego a través de la Biblia, Moisés llegó a ese lugar nuevo y distante por mandato de su Dios, que le ordenó que erradicara todo ser viviente que no creyera que era el Verdadero, el Único y Omnipotente. De esa manera fue formado Israel, cuyo nombre le fue dado por Jacob, que luchó con un Ángel del Señor en el desierto que le rompió la cadera y le cambió el nombre que luego tomaría su nación, como alguna vez también se hizo con Abraham: de Abram Abraham, de Jacob Israel.

Estupefactos presenciamos la muerte de miles de personas. Un país invadió Iraq, otro Ucrania. La comunidad internacional, concentrada en los Estados Unidos, Canadá, Europa, algunos de sus países aliados (es decir, Occidente, como se nombran ellos mismos, como si Latinoamérica, por ejemplo, no fuese occidental o no existiese, como tampoco existe América y Norteamérica está compuesta por Estados Unidos y Canadá, México tampoco existe), legitiman con su presencia no solo el genocidio palestino, sino los asesinatos y secuestros de ciudadanos israelíes y de otros países. El presidente de los Estados Unidos, un señor senil que difícilmente sepa en qué país se encuentra, el canciller alemán, la señora que dirige la Unión Europea. Todos están con Israel, aunque a pocos kilómetros se encuentren las verdaderas víctimas y los que mueren diariamente (sin olvidar, por supuesto, el terrorismo de Hamas, al principio patrocinado por Israel para hacer oposición a la Organización para la Liberación de Palestina, una entidad corrupta, para que se convirtiera en una organización de carácter político, no militar). Se equivocaron como siempre. Como también se equivoca ahora "Occidente", dividiendo al mundo en buenos y malos, aliados y enemigos, lo que nos conviene y lo que no. ¿Cuáles son los muertos buenos y cuáles los malos? ¿Por cuáles debemos llorar y por cuáles no? Las cosas tienen que cambiar.

El mundo debe cambiar. Necesitamos un mundo multipolar, donde cada nación tenga su propia voz y su propia fuerza que, unida, trate de detener las muertes. Rusia no debe invadir Ucrania, Israel no debe tratar a los habitantes de Gaza como "animales humanos", en palabras del secretario de defensa de Israel. El mundo debería ser más igualitario. No, no es un sueño: sucederá. Michel Houellebecq nos dijo que, luego de la pandemia, los seres humanos seguiríamos siendo los mismos, pero un poco peores. No hemos aprendido nada. Vemos por la televisión, a través de Youtube, que aguanta todo, por facebook, un genocidio apoyado y perpetrado por la comunidad internacional. No olvidemos eso. Lo hemos visto antes, aunque tal vez no televisado o por Youtube. La "comunidad internacional" ya no cuenta con el monopolio del periodismo, de la comunicación, de lo mediático. Otras perspectivas se asoman. Israel bombardea equivocadamente un hospital y hay 600 muertos. Si nadie estuviese viendo, hace mucho tiempo que los palestinos hubiesen sido borrados de la faz de la tierra. Ya no nos asombra nada.




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