Juan
Pablo Duarte
Nace el 26 de enero de 1813, en el seno de una familia humilde. Su padre un comerciante español, su madre una mujer amorosa de carácter
apacible nacida en Villa de Santa Cruz, El Seibo. Hoy, a doscientos años de su nacimiento notamos que el
pensamiento Duartiano se ha diluido, esta negación que empezó desde el
nacimiento de la llamada República Dominicana, porque nosotros, dominicanos, desterramos de esta tierra en
más de una ocasión a quien ideara nuestro concepto de independencia.
Duarte fue un visionario, gestó nuestra nación bajo el lema de: Dios, Patria y
Libertad, afirmando con esto
nuestra fe cristiana, nuestro amor a la tierra que nos vio nacer y nuestro
derecho a ser libres.
Al momento de acontecer lo que los historiadores han
llamado la Independencia Efímera, de José Núñez de Cáceres, Duarte sólo contaba
con ocho años de edad, de algún
modo este deseo de emancipación echó raíces en su mente y en su corazón.
A la edad de quince años, fue enviado a Inglaterra
para completar sus estudios, luego fue a Francia y más tarde a España. Los cambios que en aquella época
se produjeron en Alemania y Francia, y los grandes acontecimientos acaecidos en España, contribuyeron a crear el ideario político
de Duarte, el derecho a su pueblo
de ser libre e independiente.
El escritor Máximo Vega, en El libro de los últimos días, sostiene que Duarte fue un hombre de una sola idea: La
Patria. Duarte en septiembre
de 1843 en su primer exilio dice: “Mi
pensamiento, mi alma, yo todo, no
me pertenecía: mi carísima Patria absorbía mi mente, llenaba mi corazón y sólo viviría por ella”.
En el libro Vicisitudes de Juan Pablo Duarte el escritor Juan Daniel Balcácer señala
que Duarte “Profesó una doctrina política fundamentada en el sistema democrático…” Parafraseando aquel poema de Jorge Luis
Borges que dice: “¿De qué puede servirme que aquel hombre / sufriera, si yo
sufro ahora?, el historiador, Balcácer escribe: ¿De qué ha servido que Duarte
sufriera por nosotros, / si los dominicanos también sufrimos ahora?
Aunque Juan Pablo Duarte fue proclamado Presidente de
la República por el Cibao, no aceptó tal distinción porque entendía que quien
gobernara la nóvel Nación debía ser escogido por medio de elecciones
libres.
Qué tanto sabemos de la vida y obra del prócer que ideó
nuestra independencia. En el año
1981, el presidente Antonio Guzmán
Fernández, promulgó la ley
370-81, la cual en su artículo
primero estipula que es “obligatoria la enseñanza y divulgación de la vida y
obra del Patriota Juan Pablo Duarte,
tanto en las escuelas públicas como colegios y escuelas privadas, a fin
de que sea medular el conocimiento de nuestro gran valor histórico político”. Esta ley, me imagino, va más allá de que nuestros estudiantes lean en voz alta una
biografía resumida, en los días próximos
a celebrar su natalicio. El
escritor Máximo Vega considera inapropiado que el estudio de la vida y obra del
arquitecto de nuestra independencia se haga de manera obligatoria. Piensa, que esto debe ser un acto voluntario,
natural. Aún estando de
acuerdo con lo que él plantea lo cierto es que la realidad dominicana es otra.
La mayoría de los dominicanos no
están interesados en conocer sus raíces.
Una encuesta realizada en el 1994,
sobre “Quién es la persona más admirada en el país” arrojó
el siguiente resultado: un 36% dijo admirar a un familiar (especialmente la
madre), un 22% al Dr. Joaquín Balaguer,
sólo un 5% dijo admirar a Juan Pablo Duarte.
Aunque su vida está revestida de una ligera niebla es
nuestro deber, como dominicanos, sacar a la luz todo aquello que él representa. Juan Pablo Duarte era Poeta, aunque su producción
literaria no es muy amplia su poesía nos deja impregnados de nostalgia,
sufrimiento, anhelos y desafíos.
“Pasaron
los días
de
paz y amistad
de
amor y esperanza,
de
fina lealtad.
Las
glorias pasaron,
la
gala y primor…
Quedaron
recuerdos
de
amargo sabor.
Algunos de los fragmentos de sus cartas se han
convertido en verdaderas piezas de divulgación de su pensamiento: “…sed justos
lo primero, si queréis ser felices”.
Era políglota,
hablaba inglés, francés, alemán y portugués, además de enseñar estos
idiomas tradujo algunas obras al español.
Perteneció a la Logia masónica Constante Unión donde
se presume que alcanzó el grado 30 o consejo Kadosh. En la minuta del 24 de junio de 1843 Duarte aparece con el
cargo de “Arquitecto”.
Se entiende que sus principios masónicos fueron determinantes para la
creación de la sociedad secreta La Trinitaria. Esta, constituida originalmente por nueve miembros divididos
en tres grupos iguales tenían un
sistema de comunicación por medio de toques, que significaban: confianza,
sospecha, afirmación, negación.
Además guardaban por medio de un alfabeto criptológico todo lo que
convenía mantener en secreto.
Los nueve miembros firmaron con sangre de sus venas el Juramento
Trinitario.
Sin embargo, los sacrificios hechos por este gran
hombre, luego de consumada la
separación definitiva de Haití tuvieron como premio el exilio. Al parecer
nuestros próceres están condenados al ostracismo o la muerte. Aún así cuando Duarte entendió
que se había socavado la soberanía nacional, volvió a su patria poniendo al orden, en contra de la anexión
a España, su pensamiento y su espada.
Dispuesto a luchar y morir si fuera necesario.
A doscientos años del natalicio del arquitecto de
nuestra independencia, debemos
reflexionar sobre su legado.
El ideal de una Patria libre y soberana. Recordemos sus palabras: “Aprovechemos el tiempo”, “Trabajemos por y para la patria...”
Si nos olvidamos de su ideal, entonces sí podemos
decir que su sacrificio fue en vano. De nada valió su lucha, ni su exilio, ni su muerte…
Hagamos el compromiso de que las nuevas generaciones
conozcan y valoren la vida y obra de ese gran hombre a quien con orgullo, todos
y cada uno de los dominicanos debemos llamar: JUAN PABLO DUARTE, PADRE DE LA PATRIA.
Muchas gracias!
Sandra Tavárez
21 de enero, 2013
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