Oscar Rodríguez, diseñador gráfico,
artista plástico, silviólogo, compositor, ha tratado de unir todas estas
facetas en una sola exposición fundamentada en el Arte Óptico, también llamado
Op-Art. Esta corriente artística abstracta, surgida en los Estados Unidos a
mediados del siglo XX, se basa en efectos ópticos pictóricos que tienen que ver
con el terreno audiovisual (la pantalla televisiva y el video,
en los años 50 y 60 del s. XX), y con la tecnología (por esto mismo, quizás,
surgió en los Estados Unidos), y esta razón hace comprensible que un experto en
diseño gráfico a quien le atrae la tecnología, la multimedia, el arte no
tradicional, el arte digital, se sienta inclinado a realizar una muestra de
artes plásticas de este tipo, sustrayendo los efectos ópticos de la pantalla
del computador para llevarlas al papel o a un lienzo; es decir: sacar el diseño
de su cárcel de dos dimensiones y llevarlo hasta la tridimensionalidad. Incluso
las exposiciones que ha realizado Oscar en homenaje a su admirado cantautor Silvio
Rodríguez, se encuentran emparentadas con esta exposición, puesto que los
puntos, las líneas, los colores, que constituyen la base del Op-Art, tienen
características musicales, con los círculos, las demás figuras geométricas y
los colores básicos suspendidos en el tiempo y el espacio. Sus obras regresan a
los precursores del movimiento, a Víctor Vasarely, a Jesús-Rafael Soto, etc.,
como si viajáramos al pasado y a través de la tecnología actual pudiésemos
recrear el arte cinético, el arte mínimo y, claro, el “Optical Art”.
A
Oscar Rodríguez lo conocí cuando estudiábamos en la Escuela Hermano Miguel, nuestra
alma mater. Lasallista como yo, y como otros artistas de Santiago, como Puro
Tejada o Manuel Llibre, por ejemplo, es sumamente satisfactorio que esa
escuela haya dado tantas figuras que se han dedicado al arte en nuestra ciudad.
Debemos mencionar también que Oscar es compositor de canciones, y que como tal
ha obtenido galardones en diferentes concursos. En uno de ellos yo fui el
presidente del jurado. La capacidad de Oscar para la versatilidad y al mismo
tiempo el desorden es proverbial. El desorden, el caos, el cual es una de las
condiciones primordiales de la creatividad: el caos provoca la creación. El
compositor Oscar Rodríguez se encuentra también en estos cuadros serializados,
puesto que no están pintados, sino impresos en tela, es decir que pueden ser reproducidos
interminablemente, lo cual representa muy bien nuestra época mercadológica. El
mercado es la principal institución del capitalismo. A Andy Warhol se le
ocurrió pintar muchas veces una lata de sopa Campbell´s, pero no pensó que ese
cuadro podría ser reproducido hasta el infinito sin que perdiese su objetivo
inicial, su objetivo conceptual. La pintura, ya lo sabemos, ha perdido su valor
de objeto único, porque todo ha perdido su valor de objeto único. Tener una
reproducción impecable de La Monal isa
ya no se diferencia de tener la original, que se encuentra en el Museo del
Louvre y que sabemos nadie la puede tener. La
Monal isa es un cuadro pequeñito, no muy
impresionante cuando la contemplamos en el Louvre, luego de que se ha visto
tanto a través de los medios de comunicación, y ya no hay mucha diferencia para
el espectador entre la original y la copia. Lo mismo puede decirse de las
composiciones musicales. Se reproducen interminablemente en la radio, ahora en
la computadora o el internet, hasta que nos cansamos de ellas, las dejamos
descansar y volvemos a escucharlas más adelante, o no volvemos nunca. Ese es el
espíritu de estos cuadros de Oscar. Pronto a graduarse de la carrera de
Publicidad en la Universidad Autónoma
de Santo Domingo, el diseño gráfico, la composición de canciones ligeras para
la radio tradicional, el mercadeo y la publicidad tenían que provocar en él un
encuentro con la serialización que al final se ha producido en esta exposición.
Nosotros
los dominicanos nos hemos acostumbrado a que los artistas nacionales sean unos
perfectos desconocidos, y que el arte sea una actividad oculta, underground. Que
haya Ferias del Libro en el mundo entero pero no inviten a los escritores
dominicanos, que haya Festivales de Teatro, Bienales Internaciones de Artes
Plásticas, Festivales de Música y los artistas dominicanos no participen. Nos
hemos acostumbrado a que el estado no haga su papel en ese sentido, y que los
artistas sean personajes anónimos que se valen de la bondad de los medios de
comunicación, de la amistad y de los limitados recursos de la autogestión para
ser reconocidos, aunque sea un poco. Me parece que eso tiene que cambiar. Los
artistas, indigentes del estado, mendigos en una sociedad predominantemente
artística, autogestionan sus espacios, debido a la pusilanimidad de nuestros
gobiernos. Por eso ha surgido una galería de arte llamada Tríptico, en la
ciudad de Santiago, República Dominicana, en la cual Oscar expone sus cuadros.
Con una inmensa generosidad y una apertura que sólo puede ser posible en la
indigencia (esta exposición se ha montado con nada, sin dinero y con muchas
ganas), Tríptico se ha posicionado rápidamente como la principal galería de
arte de la ciudad.
Quiero
hacer notar al lector que, si se dirige a la exposición, se detenga delante de
una de las obras, específicamente un espejo en el cual la figura humana, es
decir, la persona que se refleja (para lo cual está construido un espejo, por
supuesto), se rompe en múltiples trozos, y la figura se desdibuja hasta que
sólo podemos apreciar una sombra. No sé si este fue el objetivo original del
artista, puesto que el espejo en sí mismo es una obra sumamente atractiva,
quizás la más llamativa de toda la exposición, pero este desdibujamiento de la
figura humana también nos lleva al concepto de la serialidad, de la pérdida de
la identidad, de los valores (es decir, la serialidad como un reflejo, o
crítica, de la sociedad mercadológica y del capitalismo salvaje, que esperamos
que algún día desaparezca) y de la individualidad. Hago notar esto al
espectador, puesto que puede acercarse a ese espejo con una visión conceptual
que se encuentra más allá de la propia presencia atractiva, “bonita”, del
espejo en sí mismo.
En
medio del ambiente rutinario del arte dominicano, es saludable, refrescante y
necesario que se empiecen a buscar nuevos senderos que no tengan que ver con
las instalaciones, el arte efímero y un arte conceptual que no tiene nada que
ver con nosotros y que no es para nada vanguardista, porque siempre estaremos
en la periferia, nunca llegaremos a ser vanguardia. “Aquí todo llega tarde,
hasta la tarde”, escribió nuestro poeta Manuel del Cabral, así que acogemos,
apoyamos y saludamos estas obras de Op-Art de Oscar Rodríguez, artista gráfico,
compositor, pintor, escultor, publicista, silviólogo, lasallista y a veces
cantante cuando no aparecen por allí otros cantantes (aunque no tenga buena voz,
lo cual, aunque él no lo crea, agradecemos por su originalidad). Un
inconformista que ha tratado de buscar siempre nuevos motivos, desde su ya
legendario “Artefactus” hasta sus soeces y sarcásticas “Heces”, acompañado por
el artista Juan Gutiérrez, uno de los propietarios de la galería “Tríptico”. La
propuesta de la muestra Heces responde a un marco teórico, y entendemos de
inmediato lo que nos insinúa cuando leemos lo que escribió el propio Oscar
sobre ella: “La obra de arte, como objeto encantado que provoca en el soñador
estudio y realización”, nos dice Oscar, “será siempre cambiante para seguir
sembrando el cementerio de hechos. O sea que la obra de arte es eterna en cada
tiempo del artista. El artista asume la experiencia de las obras, pero crea su propia
obra, estableciendo su visión actual. Y así lo harán todos, por los siglos de
los siglos”. Pero al mismo tiempo nos indica que el título de su exposición
trataba de desmitificar “la eternidad de la obra de arte”. Se planteaba “la visión plana de la pintura
y usaba colores puros como los expresionistas abstractos y los fauvistas.
También eran obras abstractas, pero con formas orgánicas y geométricas”.
Notamos de inmediato que esta muestra es una extensión de las ideas ya
planteadas en aquélla.
Apoyamos
esta exposición de Oscar Rodríguez como una muestra diferente de un
arte contemporáneo dominicano que se ha encasillado pero que siempre, por sí
mismo (como ocurre con el verdadero arte), encuentra su propio camino, como si
hablásemos de la evolución de las especies, o de algo absoluto que no necesita
de nada, ni siquiera del espectador, para ser Arte.
Máximo
Vega.


http://www.amazon.com/dp/B00MWDR02O
No hay comentarios.:
Publicar un comentario