Palma Sola: Una historia de amor. Crónica o memoria histórica de lo que pudo haber sido la vida y desarrollo de una comunidad o movimiento mesiánico y apocalíptico, en San Juan de la Maguana.

Palma Sola: Una historia de amor. Crónica o memoria histórica de lo que pudo haber sido la vida y desarrollo de una comunidad o movimiento mesiánico y apocalíptico, en San Juan de la Maguana.

 

Yo escribo libros, ya sé que en las librerías de hoy se venden libros que no son libros, que los abres y no hay nada escrito en ellos, aunque los veas manchados de letras en todas las páginas, una cantidad enorme de frases que no dicen nada. Leer es otra cosa: es una experiencia única, una expedición al fondo de uno mismo, abrirse al mundo y al otro. Eso es la literatura, algo magnífico que te hace ver cosas nuevas que desconocías.

-Peter Handke

 

I

Desde el título nos anuncia el autor Máximo Vega que, aunque su novela se enmarca o escenifica alrededor de la comunidad de Palma Sola, establecida entre 1958 y 1962, específicamente la época en que se produjo la matanza de unas 600 personas por parte de fuerzas represivas del Estado dominicano el 28 de diciembre de 1962; no es aquel suceso, sin embargo, el centro de atención que motiva el relato de Máximo, sino más bien, como especifica el subtítulo de la obra, trata una historia de amor, la cual se desentraña en cuanto hacemos inmersión en su contenido.

    Tampoco resulta centro de interés del autor Vega la dimensión religiosa que supuso el establecimiento de un campamento en torno al culto inaugurado, décadas atrás, por papá Liborio. Una fe religiosa asumida de forma posterior por dos hermanos a quienes dedicamos una parte de estas palabras. La actitud o enfoque del autor de la novela no se define ni en favor ni en contra de la que fuera una comunidad de un singular tinte religioso, al cual respeta y no tiene una mirada descalificatoria, como sí la tuvieron en su momento algunas instituciones y autoridades políticas, sociales y religiosas que veremos más adelante.

Palma Sola. Una historia de amor describe de forma literaria la emigración masiva de hombres, mujeres, ancianos, jóvenes y niños, quienes ocuparon un terreno desierto en la región sur de nuestro país. Comprende, asimismo, el relato de un dramático encuentro y desencuentro de seres humanos dominicanos en la provincia de San Juan de la Maguana, cuyo trágico desenlace se produce en la época inmediata al final de la dictadura, por tiranicidio, de Rafael Leónidas Trujillo en 1961. Una multitud de todas las edades y condición de salud y enfermedad, en sentido físico, emocional y espiritual, confundidos por un movimiento religioso de dos hermanos considerados ‘mellizos’ por su permanente costumbre de andar juntos, como uña y dedo.

      El autor Máximo Vega refleja en su novela un espejo colocado frente a un caserío de bohíos de tejamanil, en torno a una vivienda mayor, coronada con una cruz de palo, como signo distintivo de una versión surrealista de la institución eclesial. Una confesión de connotación cristiana, heredera del fenecido papá Liborio y su culto, entremezclado con citas de los Evangelios, el Apocalipsis y rituales procedentes de tribus africanas. 

 

II

Desde el punto de vista de la trama de esta novela, descubrimos en la versión o interpretación asumida por Máximo algunos personajes inspirados en la vida real, como los mellizos de Palma Sola, y otros, en la mayoría de los casos producto de la pura invención del autor, en este caso dos protagonistas envueltos en una historia de amor: es el caso de Eloy Benoit y una joven atractiva en sus atributos corporales, nativa de Hato del Yaque en Santiago, llamada Milena. La joven emigra al suroeste del país, en peregrinación con una multitud nutrida que se dirige como serpiente sobre los valles y montañas de la cordillera Central hasta Palma Sola. Los eventos más relevantes de la historia que cuenta Máximo se gestan en medio de un maloliente e insalubre paraje de la región Sur del país.

Desde el punto de vista filosófico, Vega nos muestra una perspectiva existencialista, la cual deja entrever en el ritmo y tono narrativo del relato y crónica de Palma Sola. Una idea recurrente de su novela es, pues, contar la historia de los muertos, que, a su vez, son personajes ficticios, inventados por Máximo para dar cuenta, a través de ellos, de los incidentes y precariedades que sumieron a multitudes de personas, en un lapso de unos tres años en los cuales se extendió la construcción del vecindario descrito en forma detallada, en su ambiente campestre, en la novela.

El narrador de la historia es Eloy Benoit, quien se traslada a convivir en el pueblo y es comisionado por las autoridades judiciales y políticas para emitir un informe que expusiese las condiciones irregulares de convivencia de los moradores de Palma Sola. Atestigua y dramatiza la triste y desafortunada crónica de un informe, por momentos combativo y en mayor medida con resignada visión fatalista, de un magistrado o abogado de oficio. Un personaje quien retrata con voz culta y analítica la miseria e ignorancia multitudinaria en un contexto rural, y la correspondencia de dos almas cruzadas por el destino funesto de una comunidad aislada y alienada, bajo el poder mesiánico del mellizo Plinio Rodríguez.

El personaje de Eloy, no obstante, llega a identificarse y simpatizar con la existencia misma de la comunidad religiosa, no en un sentido religioso, pues el personaje de Benoit manifiesta una perspectiva atea e indiferente al ámbito religioso que le rodea en la habitación que ocupa. Es más bien el interés social y humano de los habitantes de Palma Sola y su amor por la joven Milena lo que retiene y mantiene en suspenso la presencia de Eloy en el campamento.

El relato de Máximo se compone de las siguientes partes: según el índice, están: El Mesías; Los profetas; Los hechiceros; Vida de una bruja; La tormenta y El retorno.

El autor Vega nos introduce, desde el primer aliento de la novela, en el paraje de Palma Sola. El licenciado Eloy Benoit es testigo presencial, con cierta noción de arrogancia que matiza su discurso despreciativo de la manera invertida en valores o de mal vivir de sus vecinos en Palma Sola. Por el filtro de esa conciencia y criterio se establece un prisma de todo cuanto ocurre o deja de pasar en la comunidad desgraciada, cuyo aspecto decepciona, desde su llegada, a dos personajes centrales que tienen incidencia en el desarrollo de la historia: una jovencita llamada Milena, y de Genaro, quien la rescata de una segura violación a manos de un largo y delgado maniático sexual llamado Rafael.

Frente a Eloy se halla un autodesignado ‘mesías’ llamado Plinio el mellizo, quien naturalmente, manipula con su influencia magnética o carismática a una nutrida multitud de gente que se había mudado, literalmente, y había construido una comunidad a fuerza de talar árboles en los alrededores cercanos a un río. 

 Un tercer personaje relevante en la historia inventada es Milena. Se cuenta que la misma aprende a leer, no en la escuela, pues su familia no le permitió estudiar, con el pretexto que era demasiado fea y nunca llegaría a nada en la vida. En lugar de obtener educación formal en un curso o liceo, recibe instrucción de un hombre llamado Rafa, quien era, incluso para ese entonces, casado. Pero había tenido el privilegio de estudiar. Este enseña a leer a Milena a cambio de darle besos y que ésta le muestre los senos… al perverso profesor. Debido a su pasión por la lectura, Milena pronto supera en destreza a su improvisado y aprovechado tutor.





III

El corazón del planteamiento de la obra gira en torno a dos polos de alto contraste que mueven el curso del relato: hay un personaje que es un abogado, Eloy Benoit quien sostiene una cosmovisión atea. Ese personaje llega a Palma Sola y conoce a una persona, una joven, quien es exactamente lo contrario a él: una fanática religiosa de la religión de Liborio Mateo llamada Milena. Son dos personajes que tienen unas ideas completamente contrarias. Eloy es un hombre culto quien recibe revistas de España, quien lee poemas, algunos le gustan, algunos no le gustan. Es una persona a la que le gusta leer, es un profesional y se encuentra con una joven que es, prácticamente, analfabeta. Que sabe leer un poco, pero que dice ella que le gustan los libros y que ha empezado a leer unos libros que él llevó.

Esos dos personajes que son contrarios y que se enamoran encierran la idea central de la novela. Cuando llega Eloy al pueblo se va poniendo de acuerdo poco a poco con sus moradores. No en un sentido religioso (pues a él no le interesa eso, pues no es creyente). Sino en un sentido social. Él no puede entender que esas personas que no han cometido ningún delito sean perseguidas por el Estado. Por la iglesia oficial católica, por los terratenientes, por la prensa, por los intelectuales, etc. Que quieren que eso desaparezca.

Cuando él llega ya no percibe las cosas a través de la prensa, no ve el desenvolvimiento de la vida en Palma Sola a un nivel intelectual, sino que participa de la vida del pueblo y conoce a toda esa gente; entonces él dice: “Ah, pero… No era como decían”. O sea, esto es otra cosa. Y simpatiza con el pueblo. Se enamora de Milena, aunque nunca acepta la creencia del pueblo. Cree que es una creencia falsa, pero es consciente, a su vez, de que cada quien es libre de creer en lo que le plazca, por supuesto. No estamos planteando un relato en nuestra época actual, sino en un período de transición política, desde el ajusticiamiento de Trujillo y un poco antes de la llegada de Juan Bosch al poder; incluso antes de las elecciones. Entonces, tal es la idea de la novela.  Un choque entre dos personas que piensan distinto. Incluso el libro tiene una estructura de tragedia griega, pues Eloy dice que él es el único que puede salvar al pueblo, etc., etc. Aunque ya el lector conoce los hechos, sabe que es una cuestión histórica. Ya sabe lo que pasó. El lector sabe que, por más que él luche o quiera hacer lo que quiere hacer, nunca podrá triunfar.

      Máximo Vega aporta, por tanto, un tratamiento estrictamente literario, que no tiene nada que ver con un análisis religioso del pueblo de Palma Sola. El personaje de Eloy no modifica su parecer nihilista de la existencia humana. Por lo que nunca regresa al poblado, lo que sí sucede con la muchacha Milena (ya convertida en una mujer con hijos). Y ella sí empatizaba con todo el mundo. Y quería a todo el mundo y todo el mundo la quería a ella. En cambio, Eloy siempre estaba solo y no le interesó el derrotero del pueblo. Lo que le interesó fue seguir con su profesión, vivir una vida cómoda económicamente. Pues tenía un buen trabajo y mantuvo a su familia. Esa es, pues, la idea de la novela.

 

IV

A nivel estructural, la novela exhibe rasgos sobresalientes que resaltamos a continuación: la historia mantiene vivo el interés del lector desde su primer capítulo. La narración no sigue una progresión apegada a un marco cronológico lineal, sino, más bien, se expresa en un manejo del tiempo circular, donde cobran vida y se desenvuelven las historias particulares de una serie de personajes inventados, como ya hemos visto.

De tal forma, el contexto de la historia de Palma Sola: una historia de amor lleva el rumbo de una inevitable tragedia, debido, en parte, a la reprobada visión que tuvo la iglesia oficial del catolicismo, por un lado, lo mismo que el parecer negativo del general Francisco Rodríguez y del procurador de la corte de apelación de San Juan de la Maguana, doctor Tomás Susaña, en vista del estado de hipnosis colectiva que dominara la mentalidad de la multitud, que defiende a su mesías de la amenaza de un helicóptero militar que sobrevuela, casi al ras del suelo, el campamento de los hermanos Rodríguez. Uno de los cuales (llamado León) traiciona la causa del mellizo Plinio y le ruega por el altavoz a la multitud que se abstenga de celebrar un culto el día 28 de diciembre. La multitud enteramente convencida de la conexión de su líder con el Soberano del Universo lo protege y rodea mientras Plinio vaticina: “las balas se convertirán en copos de algodón”.

 

V

La lectura de esta obra bien nos puede brindar la oportunidad de meditar en la penosa y lamentable experiencia que significó para la historia de nuestro país, el establecimiento y disolución de un campamento de culto liboriano, cuyo fruto o saldo negativo fue un baño de sangre, digno de un estudio y meditación que nos proporciona Máximo Vega, en un relato de altísima sensibilidad humana. Se trata entonces de una novela que pone sobre la balanza acontecimientos lamentables, pero verídicos, que estremecen nuestras fibras más sensibles. Detrás de ellos existieron seres humanos con virtudes y defectos, que hoy por hoy, nos alumbran el camino para disuadirnos o persuadirnos a una convivencia más civilizada, menos extremista ni fanática. Respetando, sobre todas las cosas, la vida y la individualidad de nuestros semejantes.

Concluyo con unas palabras del literato Paul Auster acerca del alcance que puede tener la lectura de un libro, en este caso para mí. Palma Sola. Una historia de amor es un vivo ejemplo de las palabras que citamos a continuación:

“Un libro no acabará con la guerra ni podrá alimentar a cien personas, pero puede alimentar las mentes y, a veces, cambiarlas”.

 

Ariel Ortiz Pérez

6/ 24/ 2025


Ariel Ortiz


Palma Sola, o la novela de la memoria histórica de la República Dominicana

 

(Charla efectuada por  el autor en el Ateneo Amantes de la Luz acerca de las motivaciones para escribir su novela “Palma Sola: una  historia de amor”, en la tertulia literaria El Oficio de  la Palabra)

Máximo Vega-mayo 2025.-

 

            Durante una entrevista televisiva, el escritor dominicano Marcio Veloz Maggiolo comentó que sus novelas no podían clasificarse como “históricas”, sino que eran más bien libros sobre la “memoria histórica” dominicana. Se extendió un poco en su planteamiento  aclarando que una novela “histórica” podría ser aquella que se encuentra basada con exclusividad en hechos reales, con personajes reales que son ficcionados por el escritor, pero que nunca pueden traicionar su realidad histórica. Todo lo que sucede en una novela de este tipo es real, fácilmente contrastable por el lector o la academia, aunque su intención sea narrativa. De una manera diferente, una novela de la “memoria histórica” tiene como fondo o contexto lugares, tiempos, hechos históricos reales, pero sus personajes pueden ser ficticios, y los hechos cotidianos que se narran pueden ser invenciones del narrador. Entre la maraña de los hechos históricos y reales se mueven personajes ficticios creados por el autor, como sucede con novelas como “Los miserables” (1862) de Víctor Hugo, que transcurre antes, durante y después de la Revolución Francesa, o “Los tres mosqueteros” (1844) de Alejandro Dumas, donde hallamos a Enrique IV, Luis XIII, el cardenal Richelieu, personajes secundarios pero reales como soporte a los verdaderos héroes: Athos, Porthos, Aramis, el joven dʹArtagnan, que han vivido exclusivamente en la imaginación de Dumas, y en la nuestra luego de haber leído con infinito placer sus narraciones folletinescas.

            Puede decirse lo mismo de aquella novela de la memoria histórica que menciona don Marcio, pero que transcurre en Latinoamérica: “El siglo de  las luces” (1962), o “El reino de este mundo” (1949), ambas de Alejo Carpentier (entre otras suyas, por supuesto); “El pan dormido” (1975), primera parte de una tetralogía novelística de José Soler Puig, que transcurre durante la dictadura del cubano Gerardo Machado (1925-1933), el “fascista tropical” que aparece en otra  novela de Carpentier titulada “Retrato de un dictador” (1933); o las novelas de Mario Vargas Llosa, un arquitecto de la novela, un constructor más que un artista, como él mismo se definía: “La fiesta del chivo” (2000), durante la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo; “El paraíso en la otra esquina” (2003), biografía sobre la decadencia vital de Paul Gauguin, pero también acerca de su abuela marxista peruana; “Tiempos recios” (2019); “La guerra del fin del mundo” (1981), una novela acerca de la masacre de los canudos en Brasil, basada en un libro de Euclides Da Cunha que sí es histórico, pero que  no cuenta con la pericia narrativa de Vargas Llosa. Antes de  la escritura  de “La fiesta  del chivo”, podía verse a Vargas Llosa en la ciudad de Santo Domingo, o en  Santiago, andando por el Archivo General  de  la  Nación o a través de  las bibliotecas del país, haciendo investigaciones y lecturas para luego escribir su exitosa novela. Lo  mismo ocurre con otros  libros suyos, con otras novelas basadas en hechos históricos reales, biográficos, autobiográficos o no, así como las de otros autores latinoamericanos que han obtenido de la consuetudinaria inestabilidad social de la región algunas de sus grandes historias universales.

            La mayoría de las novelas dominicanas “históricas” con cierto reconocimiento literario, en realidad son novelas de la “memoria histórica”, incluyendo aquellas del propio Veloz Maggiolo: “Enriquillo” (1879), de Manuel de Jesús Galván, que transcurre durante la colonización de La Hispaniola en el siglo XVI; “El Masacre se pasa a pie” (1973), de Freddy Prestol Castillo; las novelas de “la caña” dominicanas, que comparten esta temática que transcurre en la región Este del país, donde proliferaron los ingenios azucareros y por  lo tanto las plantaciones cañeras: “Cañas y bueyes” (1935), de Francisco Moscoso Puello; “Over” (1939) de Ramón Marrero Aristy; “El terrateniente” (1960) de Manuel Antonio Amiama. Las novelas de Maggiolo: “De abril en adelante” (1975), “Ritos de cabaret” (1986), “Materia prima” (1988), etc., se encuentran colocadas en esta lista por su propio autor. En esta última, la más ambiciosa de Veloz Maggiolo y quizás su mejor texto, personajes reales dominicanos actúan con personajes ficticios del barrio Villa Francisca de Santo Domingo, que son los verdaderos protagonistas del relato, además de que Maggiolo trata de hacer una comparación entre los hechos  históricos caribeños y aquellos de la memoria clásica occidental, tratando de emparentarlos de alguna manera. Precisamente la memoria es esa “materia prima” que da título al libro: la Materia Prima, la memoria, la historia, debe servir para transformar la sociedad y el futuro. Es decir que Maggiolo, al final, sabía muy bien de lo que hablaba al referirse a esa “memoria histórica”, puesto que esta definición se encuentra vinculada con sus propios libros, y cuando los escribió estaba consciente del tipo de literatura que quería compartir con sus lectores.

 

La masacre de Palma Sola:

 

            Liborio Mateo nació en realidad como Olivorio Mateo en la provincia más grande del país, pero a la vez la menos poblada, San Juan de la Maguana. Los vecinos decían que el niño era un poco alocado, y a medida que creció empezaron a llamarlo “el aventurado”. Tuvo un mentor en las artes mágicas, el cocolo Juan Manuel, nativo de una de las Antillas Menores, que practicaba sus brujerías ante un público supersticioso y cobraba por ellas de pueblo en pueblo. Olivorio ayudaba al cocolo, aprendió sus ardides, pero en secreto ambicionaba poder convertirse en un Juan Manuel, que un día cualquiera se marchó de la provincia abandonando a Olivorio. Durante uno de los ciclones que asolaban y asolan con regularidad al país desapareció de repente Olivorio, y ni su mujer ni sus hijos se extrañaron, puesto que desaparecía cada cierto tiempo porque era un experto  constructor de empalizadas, que tardaban varias semanas en terminarse. Aunque esta vez su desaparición fue extensa y alarmó a su familia. Decían que no regresaría, que ya se había muerto. Sin embargo, regresó algunos meses después de forma teatral, cuando nadie lo estaba esperando, con un hilo dorado alrededor de la cabeza, pregonando a viva voz que había tenido un encuentro con un ángel del Señor que lo había proclamado como nuevo mensajero del Dios vivo. Creó una iglesia con las personas que le creyeron y lo siguieron en su creencia, empezando por su familia y sus mujeres, puesto que Olivorio era polígamo como el cocolo Juan Manuel. El ángel le cambió el nombre a Liborio, como se había hecho en la Biblia con Abraham y Jacob. La iglesia creció, y Liborio empezó a ser famoso en todo el país. Fue llamado santo y mesías. Se decía que había predicho un eclipse. Que una mujer embarazada que no podía parir fue a buscar su ayuda, Liborio le tocó la barriga y la mujer dio a luz una lechuza. En el año 1910 el cometa Halley pasaría por  los cielos dominicanos, y se mencionaba que chocaría con la Tierra destruyendo la vida en el planeta, pero cuando esto no sucedió se escribieron décimas populares en las cuales Liborio nos había salvado alejando el cometa a balazos.

En el año 1916 Estados Unidos invadió la República Dominicana debido a una deuda internacional contraída por el país, y Liborio y sus seguidores se opusieron a la invasión. Se supone que su iglesia se opuso de forma violenta, con armas y guerrillas, como los gavilleros de la parte Este de la isla, aunque no existen pruebas fehacientes de ello. Los invasores se opusieron a la creencia fundada por Liborio y a su labor ecuménica. Liborio fue perseguido y su iglesia ilegalizada. Se movía por los campos de La Maguana para no ser atrapado. Su oposición a la invasión norteamericana lo popularizó aún más. El teniente Williams, estadounidense, y el teniente Luna, dominicano, lo rodearon con sus tropas y lo asesinaron a balazos en Bánica. Su cuerpo fue exhibido en un parque de San Juan de la Maguana, amarrado con sogas, para que la gente estuviese segura de que había muerto. Existen fotografías de ese momento. Pero nadie creía que ese era el verdadero Liborio. Se popularizó un dicho entre sus seguidores y los campesinos que no pudieron verlo, más allá de San  Juan de la Maguana: “Dicen que Liborio ha muerto, Liborio no ha muerto na”.

            Más de cuatro décadas después hicieron su aparición dos hermanos que pretendían seguir el camino de Liborio: Plinio y León Romilio Ventura Rodríguez. Les decían “mellizos”, aunque en realidad no lo eran. Plinio, líder espiritual del movimiento, fue rebautizado como Plinio Mesías. Decían que a ambos se les había aparecido Liborio Mateo pidiéndoles que fundaran una iglesia y un pueblo, una nueva Jerusalén. Crearon una iglesia que quería ser religión, una creencia cristiana paralela a la iglesia católica: La Unión Cristiana Mundial, con sus propios parámetros y reglas espirituales diferentes al catolicismo. Aceptaban la autoridad papal (en ese momento el papa Juan XXIII), pero no a los sacerdotes, a los obispos, los arzobispos, los cardenales y las demás autoridades católicas nacionales. Fundaron un pueblo: Palma Sola, donde los visitantes debían vestirse con ropas blancas y creer ciegamente lo que se les predicaba de forma agresiva. Se les informaba a los campesinos de los otros pueblos, que trabajaban los siete días de la semana en tierras ajenas propiedad de los terratenientes y los hateros: abandonen su trabajo, vengan al pueblo, nosotros les daremos tierras para que las cultiven y puedan vivir de ellas. Siempre y cuando formen parte de nuestra iglesia. En la entrada de Palma Sola había tres cruces, delante de las cuales los creyentes se hincaban y pedían a Dios, a Liborio y a Plinio Mesías por su salvación. Las peregrinaciones que se hacían hasta el pueblo los días religiosos empezaron a crecer: en la última se aparecieron más de cinco mil personas. Los mellizos eran santos, hacían milagros, curaban a los enfermos, a los dementes, a los deformes, a los hidrocefálicos, tocándoles las cabezas. Alrededor de Palma Sola aparecieron unos “kioskos” montados por negociantes que vendían a los peregrinos lo que no podía hallarse dentro del pueblo, donde estaba prohibido traficar con dinero. También estaban prohibidas las armas de fuego. Para un campesino un cuchillo, un puñal, un hacha, un machete, eran instrumentos de trabajo. En los periódicos, en la radio, periodistas, intelectuales, políticos, sacerdotes, empezaron a desacreditar al pueblo santo de  los mellizos: un lugar insalubre repleto de fanáticos equivocados, de herejes, de apóstatas, donde participaban sin ningún recato la incivilización y el salvajismo. Los mellizos violaban niñas y las dejaban embarazadas. Los haitianos practicaban ritos africanos, creencias vudús, costumbres barbáricas. Para construir el pueblo se habían derribado los árboles de los alrededores: los mellizos habían devastado la tierra virgen.

            Había sido ajusticiado el dictador Rafael Leónidas Trujillo al final del mes de mayo del año 1961, y un gobierno provisional empezó a organizar unas elecciones, las primeras democráticas postrujillo, que se celebrarían el 20 de diciembre del 1962. Un gobierno débil, tutelado por las fuerzas armadas trujillistas y las autoridades de los Estados Unidos. Las tierras donde se había edificado el pueblo de Palma Sola eran comuneras, es decir que no tenían títulos de propiedad, y los terratenientes del Sur codiciaban estas tierras, presionaban al gobierno provisional para que censara a la población, las titulara y se las vendiera a precios irrisorios. Pero sobre ellas había un pueblo religioso irreductible, fanático, el pueblo de Palma Sola, la nueva Jerusalén. Los mellizos proclamaron que no eran políticos, que no les interesaban las elecciones y que no participarían en ellas. El pueblo se encontraba apartado del resto del mundo. Su crecimiento puso en alerta a  la iglesia católica, la iglesia oficial del  país, que había firmado un Concordato con el Vaticano. El 21 de diciembre se supone que fue atacado un destacamento policial cerca del pueblo, con el saldo de varios policías heridos, lo que  sirvió de excusa para que el gobierno provisional decidiera intervenir para impedir una peregrinación multitudinaria que se efectuaría el 28 de diciembre. El día de la matanza y el apocalipsis.

            Fue enviado al pueblo el general Miguel Francisco Rodríguez Reyes, que murió durante la masacre. El general Rodríguez Reyes había sido propuesto para ser Jefe de las Fuerzas Armadas si ganaba las elecciones el profesor Juan Bosch con el Partido Revolucionario Dominicano,  como al final sucedió. Debido a la muerte del general Rodríguez Reyes, el jefe de las Fuerzas Armadas propuesto lo fue el general Elías  Wessin y Wessin, un individuo funesto, oscuro, que traicionó la democracia dominicana  dos veces: durante el derrocamiento del profesor Juan Bosch siete  meses  después de acceder al poder, y durante la Revolución del  65, guerra civil que pretendía devolver al país a  la constitucionalidad luego del derrocamiento del presidente electo democráticamente. En uno de  los  libros del historiador Bernardo Vega, basado en papeles desclasificados de la CIA norteamericana, se dice que Elías Wessin y Wessin propuso bombardear la ciudad de Santo  Domingo cuando se supo derrotado por las fuerzas constitucionalistas, ante la oposición del embajador y las autoridades de los Estados Unidos (siempre de acuerdo con estos documentos) puesto que moriría una cantidad importante de civiles.

            Fueron enviados al pueblo, además, el mayor Rafael Guillermo Guzmán Acosta, que  luego fue dos veces Jefe de la Policía Nacional durante los gobiernos de Joaquín Balaguer. El mayor Guzmán Acosta es el padre del general Guzmán Fermín, Jefe de la Policía durante los gobiernos  de Leonel Fernández. Lo acompañaba el mayor Francisco Alberto Caamaño Deñó, que todavía no había sido ascendido a coronel, figura central de la Revolución del 65 que encontró la muerte en  el año 1973 en San José de Ocoa, luego de arribar al país tratando de repetir la experiencia cubana con una guerrilla castrista que trató de derrocar el gobierno de Joaquín Balaguer. Es decir, ambos también elementos centrales de la historia dominicana, uno mucho más importante que el otro, puesto que la presencia de Caamaño nos acompaña como una figura heroica hasta nuestros días.

            Cientos de personas fallecieron en la masacre. Varios pelotones llegaron en camiones hasta Palma Sola. El culto había empezado. El general Miguel Francisco Rodríguez Reyes trató de detenerlo, pero los habitantes estaban dispuestos a defender a su profeta. El general murió saliendo de la iglesia, donde había entrado pidiendo agua. El mayor Caamaño fue herido en la cabeza de una pedrada. Fue asesinado Plinio Mesías por los militares. Un día antes había sido secuestrado León Ventura, a quien se le había trasladado hasta un helicóptero que sobrevoló el pueblo tratando de convencer a sus habitantes, y sobre todo a Plinio Mesías, de que no realizara la peregrinación y el culto del 28 de diciembre. Pero ya la suerte estaba echada, los hechos desencadenados por la ineptitud del gobierno provisional y  los generales trujillistas no podían ser detenidos.

            Fueron fusilados los miembros de la familia Ventura Rodríguez, excepto León Ventura Rodríguez, que sobrevivió hasta el año 2015, cuando falleció a los 84 años. Luego de su fallecimiento fue homenajeado por el Ministerio de Cultura como uno de los principales representantes del liborismo en el país, reconocimiento que contiene en sí mismo una ironía: una creencia, unos mellizos, un pueblo, una secta, que intentó erradicarse a través de la violencia, pero que ya podía recibir honores y reconocimientos puesto que no representaba ningún peligro para el poder económico, religioso o político. El día de hoy, la iglesia católica oficia largas misas multitudinarias junto a los liboristas y los turistas religiosos, durante la Semana Santa o la Navidad.

            Estos acontecimientos fueron investigados a profundidad por tres textos importantes no narrativos, investigaciones antropológicas, sociológicas y religiosas que me sirvieron como base histórica para escribir el libro: “Palma Sola: opresión y esperanza (su geografía mítica y social)”, de Lusitania Martínez, que me facilitó el investigador folclórico y amigo Rafael Almánzar; “El Olivorismo: estudio de un movimiento mesiánico”, de Carlos Esteban Deive; “Palma Sola a la luz de la prensa de la época”, de Aquiles Castro.

            Ahora bien, el libro “Palma Sola: una historia de amor” es una novela, un texto ficticio. Es una novela de la memoria histórica dominicana, como indicaba don Marcio con tanta precisión. Personajes ficticios conviven con personajes reales. Olivorio Mateo; los mellizos Plinio Mesías y León Romilio Ventura Rodríguez; el procurador de la corte de apelación de San Juan de la Maguana, el doctor Tomás Susaña;  el procurador general de la república Antonio García Vásquez; el general muerto y los mayores: personajes reales, históricos. Pero sobre todo actúan los personajes ficticios, los muertos, las víctimas: el licenciado Eloy Benoit, abogado enviado a Palma Sola por el procurador de la corte de apelación para elaborar un informe sobre lo que estaba pasando allí; Milena, una fanática religiosa liborista que creía con sinceridad e inocencia que los mellizos eran profetas que había enviado el mismo Dios para liberar espiritualmente a los desarrapados y los menesterosos de la perversidad y la pobreza; Eurenice, la mejor  amiga de  Milena; Genaro, un niño robado de un hospital con el nombre de uno de los Trujillo; la bruja Sara Altagracia Martínez Collado y su nieto sordo; los enfermos mentales, los leprosos, los tuberculosos, los enfermos de uncinariasis, los campesinos que simplemente no querían que los tratasen como esclavos, los haitianos en una provincia tan cercana al vecino Haití, con la que compartía –y comparte- algunas de sus creencias sincréticas… es decir, se cuenta una historia ficticia con personajes ficticios basada en hechos reales, históricos, pero es un libro que pretende no ser más que una novela: cualquier acontecimiento histórico errado puede ser corregido, cualquier fecha equivocada, un nombre mal escrito: lo importante en este libro es la narratividad y el lenguaje. Es, sobre todo, una novela basada en la memoria histórica de la República Dominicana, el país en el que he  nacido, en  el que vivo, el que ha marcado toda mi carrera literaria desconocida, un país lleno de historias extraordinarias aunque trágicas como ésta, en el que se repiten como en una espiral incontenible la opresión, la tragedia, los imperialismos, la pobreza, las dictaduras, las invasiones, la corrupción, las creencias fantásticas que nos puedan salvar de un mundo ominoso y hostil. No se intenta engañar al  lector: desde el principio sabemos que todas esas personas van a morir. Lo sabemos, conocemos la verdad histórica de Palma Sola, no pretendemos engañar a nadie. Desde el principio del libro reconocemos que ese pueblo es un cementerio, es un lugar lleno de personas muertas.

            Es una novela de un escritor ya no tan joven, desconocido, del siglo XXI, con la visión descarnada, desilusionada, de este momento, no  de aquél en el que sucedieron los hechos. Me parece que esa visión descreída y existencial se encuentra reflejada en la historia ficticia con claridad.

Albergo la esperanza de haber escrito una buena novela, de haber entregado a los lectores un buen libro, y un texto que quizás podría ser interesante para ustedes.













Palma Sola: Una historia de amor

Lo ocurrido en Palma Sola en el año 1962, durante el gobierno provisional, luego del ajusticiamiento del dictador y antes de la llegada al poder del profesor Juan Bosch, es el tema de este libro.

Dos mellizos, Plinio Mesías y León Ventura, fundaron un pueblo llamado Palma Sola, puesto que una palma era el símbolo de su iglesia (su “logo”, diríamos hoy día), la Unión Cristiana Mundial, U.C.M., y una gran cantidad de creyentes se trasladaba hasta ese pueblo para participar de los ritos religiosos de esa secta mesiánica, basada en el culto de un santo llamado Liborio Mateo. El nombre real de Liborio era “Olivorio”, y se supone que fue cambiado cuando habló directamente con Dios, que le cambió el nombre y lo declaró “santo”. Esta clase de iglesias mesiánicas fueron comunes en Latinoamérica, y la más conocida es la de los canudos, una secta apocalíptica brasileña que fue novelada por Mario Vargas Llosa en “La guerra del fin del mundo”, pero mucho antes por el periodista Euclides Da Cunha en su libro “Los sertones”. Los canudos aparecieron en Brasil a finales del siglo XIX. Liborio fue asesinado por los interventores norteamericanos durante la primera invasión de los Estados Unidos a nuestro país.

La Unión Cristiana Mundial tuvo una fuerte oposición de la iglesia católica y de los terratenientes del sur del país, es decir de la oligarquía, lo cual, durante un gobierno débil de transición, resultó ser muy peligroso.

Las fuentes se encuentran claramente acreditadas en mi libro. Hay dos textos principales: el de Lusitania Martínez y el de Carlos Esteban Deive. Son diferentes, puesto que, mientras que Lusitania se coloca sin pensarlo dos veces de parte del grupo religioso, Esteban Deive, quizás debido a cierto rigor académico, insiste en recordarnos que la creencia era falsa, y que Liborio montó una especie de teatro que repitió varias veces, hasta que le salió bien, para que fuese declarado como un escogido por Dios para crear una iglesia, una nueva Jerusalén. Son dos visiones diferentes, pero lo importante es que ambos cuentan lo que pasó en un sentido histórico.

También se encuentra un texto de Aquiles Castro, que recoge las publicaciones sobre el “problema” de Palma Sola en la prensa de la época. Además de algunos otros libros que acredito en la novela.

El 28 de diciembre del año 1962 hubo una masacre en Palma Sola que todos los dominicanos conocemos –en esta época debe haber alguno, quizás muchos, que no lo sepan ni les interese-, por lo que no trato de engañar a los lectores: desde el principio de la novela se sabe que habrá una masacre en el pueblo. En esa masacre murieron cientos de personas, y fueron fusilados los familiares de la familia Ventura Rodríguez, de acuerdo con el libro de Lusitania Martínez. Fue herido el mayor Francisco Alberto Caamaño Deñó (en ese tiempo aún no era coronel) y murió el general Miguel Francisco Rodríguez Reyes. También fue asesinado Plinio Mesías. No vale la pena engañar a nadie, tratando de escribir un final sorpresivo que todos conocemos. Ninguno de los victimarios fue llevado a la justicia. No hubo culpables.

Ahora bien: el libro es una novela, una obra de ficción. Aunque está basado en hechos reales, históricos. Pero es una novela. La mayoría de los personajes son ficticios. Lo que he tratado, con mis pocas herramientas, es contar la historia de los muertos. No la historia de Plinio Mesías o León Ventura, ni la de Liborio, aunque aparecen como personajes, pero mi interés es literario y es una obra de ficción.

Un abogado, el licenciado Eloy Benoit, es enviado a Palma Sola para que elabore un informe sobre lo que está sucediendo allí. Eloy Benoit es uno de los abogados del procurador de la corte de apelación de San Juan de la Maguana, el Dr. Tomás Susaña (personaje real). El licenciado Benoit no quiere ir al pueblo, y trata de retrasarlo el mayor tiempo posible, puesto que sabe que su presencia es protocolar y las decisiones se encuentran tomadas de antemano. El licenciado Eloy Benoit es uno de los narradores de la historia.

En el pueblo se encuentra con una joven de 19 años llamada Milena, una fanática que cree en los mellizos ciegamente. Pero también con una serie de personajes con los que se intenta explicar (todo de una forma literaria, no documental) dos cosas: por qué una persona querría pertenecer a una iglesia mesiánica de estas características, y la vida en nuestro país en el año 1962. Se cuentan las historias de los desarrapados, de los menesterosos, de las víctimas. Todo lo demás es literario, formal, todo lo demás es lo que a mí me interesa como escritor.

Espero pues que la novela pueda ser leída, y comentada, y criticada, y que se pueda entender más o menos lo que sucedió exactamente en el pueblo de Palma Sola (aunque para eso es mejor leer las investigaciones de Lusitania Martínez y Carlos Esteban Deive), si bien mi interés principal es que se lea una novela, una obra ficticia, con personajes ficticios, quizás incluso los reales, los históricos, a los que ya no podremos conocer y no sabremos cómo son o lo que pensaron e hicieron cuando sucedieron los hechos, puesto que hay algo que uno sabe también de antemano: muchas veces los protagonistas mienten, tratan de alterar su participación en hechos terribles como estos, sobre todo si se trata de los victimarios.

Mi profundo agradecimiento a la Editorial Santuario, que se comunicó conmigo para proponerme la publicación de la novela, y es quien la está promoviendo y vendiendo. También se encuentra de venta en Amazon.


https://www.amazon.com/dp/B0DM9PJVJQ

 


INVOCACIÓN PARA PALESTINA



El Jordán no ha llegado a sus lechos del oeste, no ha alcanzado a calmar el fuego de la fuga fantasmal en Cisjordania, ni a correr por los surcos heridos en la tierra sagrada, que ahora están manando sangre de ángeles y leche macerada en las vírgenes ignotas. No ha alcanzado para los muertos la repartición de los peces que flotan hinchados en el lago Kirenet. En Palestina ya no queda ni la sed. Solo el gas y la sal, el vinagre y la hiel en esponjas de acero, vertidos en la piel y en los labios de los crucificados del Gólgota en ruinas, en el punto más alto de los escombros que son tumba de los vivos en Gaza. Herodes ha regresado a buscar los bebés calcinados. En el nuevo Jerusalén, un solo olivo da sombra al bunker de Caifás, y el sanedrín ha dictado el silencio de los drones en dos horas de tregua necesaria para libar el vino espurio de los asesinados. En el norte del mundo, Pilatos ha vuelto a lavarse las manos. Todo está consumado.

(Martha Rivera-Garrido en "Memorial de Medusa", Huerga y Fierro Editores, Madrid 2023)




Un Genocidio en vivo y a todo color:

Moisés partió de Egipto hacia el Sinaí, sin saber que formaría una nación luego llamada Israel, y su Señor Dios le ordenó que practicara el anatema con todas las tribus y pueblos que hallara en su camino: hombres, mujeres, niños, animales, debían ser erradicados de la faz de la tierra que les pertenecía por nacimiento debido a que no creían en Él, en el único Dios de los judíos. Siguiendo la palabra de Yahvé transmitida luego a través de la Biblia, Moisés llegó a ese lugar nuevo y distante por mandato de su Dios, que le ordenó que erradicara todo ser viviente que no creyera que era el Verdadero, el Único y Omnipotente. De esa manera fue formado Israel, cuyo nombre le fue dado por Jacob, que luchó con un Ángel del Señor en el desierto que le rompió la cadera y le cambió el nombre que luego tomaría su nación, como alguna vez también se hizo con Abraham: de Abram Abraham, de Jacob Israel.

Estupefactos presenciamos la muerte de miles de personas. Un país invadió Iraq, otro Ucrania. La comunidad internacional, concentrada en los Estados Unidos, Canadá, Europa, algunos de sus países aliados (es decir, Occidente, como se nombran ellos mismos, como si Latinoamérica, por ejemplo, no fuese occidental o no existiese, como tampoco existe América y Norteamérica está compuesta por Estados Unidos y Canadá, México tampoco existe), legitiman con su presencia no solo el genocidio palestino, sino los asesinatos y secuestros de ciudadanos israelíes y de otros países. El presidente de los Estados Unidos, un señor senil que difícilmente sepa en qué país se encuentra, el canciller alemán, la señora que dirige la Unión Europea. Todos están con Israel, aunque a pocos kilómetros se encuentren las verdaderas víctimas y los que mueren diariamente (sin olvidar, por supuesto, el terrorismo de Hamas, al principio patrocinado por Israel para hacer oposición a la Organización para la Liberación de Palestina, una entidad corrupta, para que se convirtiera en una organización de carácter político, no militar). Se equivocaron como siempre. Como también se equivoca ahora "Occidente", dividiendo al mundo en buenos y malos, aliados y enemigos, lo que nos conviene y lo que no. ¿Cuáles son los muertos buenos y cuáles los malos? ¿Por cuáles debemos llorar y por cuáles no? Las cosas tienen que cambiar.

El mundo debe cambiar. Necesitamos un mundo multipolar, donde cada nación tenga su propia voz y su propia fuerza que, unida, trate de detener las muertes. Rusia no debe invadir Ucrania, Israel no debe tratar a los habitantes de Gaza como "animales humanos", en palabras del secretario de defensa de Israel. El mundo debería ser más igualitario. No, no es un sueño: sucederá. Michel Houellebecq nos dijo que, luego de la pandemia, los seres humanos seguiríamos siendo los mismos, pero un poco peores. No hemos aprendido nada. Vemos por la televisión, a través de Youtube, que aguanta todo, por facebook, un genocidio apoyado y perpetrado por la comunidad internacional. No olvidemos eso. Lo hemos visto antes, aunque tal vez no televisado o por Youtube. La "comunidad internacional" ya no cuenta con el monopolio del periodismo, de la comunicación, de lo mediático. Otras perspectivas se asoman. Israel bombardea equivocadamente un hospital y hay 600 muertos. Si nadie estuviese viendo, hace mucho tiempo que los palestinos hubiesen sido borrados de la faz de la tierra. Ya no nos asombra nada.




Por Sergio Ramírez y Gioconda Belli:

Los escritores Sergio Ramírez y Gioconda Belli ya no son nicaragüenses. Lo decidió uno de esos dictadorzuelos que aparecen de vez en cuando en nuestros países latinoamericanos. Teniendo en cuenta que Sergio Ramírez fue vicepresidente durante el primer gobierno sandinista de Daniel Ortega. Vueltas que da la vida.
Gioconda Belli es una poeta que también es narradora. Novelista. Organizaba uno de los festivales de poesía más importantes de Latinoamérica, y uno de los más importantes del mundo.
Sergio Ramírez estuvo en la República Dominicana, país al que ha venido muchas veces, y dio una charla sobre su obra en Santiago, en el Centro León. Había ganado hacía poco tiempo el Premio Cervantes. Compartió anécdotas y chistes y habló de literatura, pero también un poco sobre política. Como eran perseguidos en el que aún es su país, los dos escritores ya no vivían en Nicaragua.
Habrá que ver cuántos presidentes latinoamericanos se pronunciarán en contra de estos destierros. Estamos seguros que serán pocos.
Que un presidente decida quién es ciudadano de su país o no es un poco absurdo, es una cosa casi literaria.



 

Dos ensayos sobre Juguete de Madera, de Máximo Vega:

EL JUEGO NARRATIVO DE MÁXIMO VEGA:

 

Fernando Cabrera.

 

         Máximo Vega con su primera obra narrativa publicada, “Juguete de Madera”, conciente o inconcientemente nos provoca. La búsqueda de especificidad genérica, lo propio del contar o el descubrir, en consonancia con Milán Kundera, la definición de la peculiaridad existencial novelada en su obra o el mero intento de situarla entre parámetros de suficiencias categóricas puede devenir en jaqueca. En lo formal, con su titulación de portada, nos refiere al ámbito narrativo de la novela –probablemente cimentada en nuestra urgencia colectiva de incorporar nuestra narrativa a la modernidad-. Sin embargo, esta primera afirmación fácilmente podría ser catalogada de arriesgada cuando el lector echa una ojeada a la escasa longitud textual que define el contenido.

         De quedarse en esta profana primera mirada, la sustentación del texto como novela resultará difícil (pensemos que muchos especialistas aún manifiestan sus dudas acerca de si “Los Cachorros” de Mario Vargas Llosa o “Crónica de una Muerte Anunciada” de Gabriel García Márquez, son en realidad novelas o cuentos largos). Pero, cuando se profundiza en la estrategia discursiva utilizada por el autor, su calificación genérica inicial alcanza algún sentido. El ambiente de reflexión y hallazgo de las posibilidades sicológicas de sus personajes realmente se asemejan más a lo novelístico que al pulso cirujano en la concatenación de eventos, su aspiración a la perfección artesanal, acaso hermana a la de algunos clásicos versificadores, que supone la escritura de un cuento.

         La presente inquietud resulta interesante en la medida en que refiere una significativa tendencia en la joven narrativa dominicana, un ponerse a tono con los movimientos poéticos experimentales (como el encabezado en la década de los 70 por Manuel Rueda con su tambor pluralista) que en nuestro medio han sustentado la dilución en las delimitaciones genéricas. Textos como “Papeles de Astarot”, premio nacional de cuento 1992, de Pedro Valdez, y esta debutante obra de Máximo Vega (agradablemente ingenua e irreverente) y muchos de los cuentos recogidos en las diferentes entregas del concurso de Casa de Teatro, realmente plantean una profunda incisión o ruptura en el campo de la narrativa con los patrones genéricos convencionales.

         En su construcción de fondo, Vega nos reta a través de los elementos de irracionalidad de sus personajes principales: un clima de machismo e inmadurez de criollo Edipo en los monólogos interiores de Aquiles, y una perturbadora apatía de Beatriz, dolorosa de tanta inocencia, en su inusual anhelo de trascendencia que poco a poco devino en flor de feminismo radical, en su desarraigo prematuro y pleno. Es precisamente en la recreación textual del aliento infantil de Beatriz donde se aprecia mayor vacilación del autor en el manejo del lenguaje, lo cual se percibe desde el primer instante en la frecuente redundancia de vocablos y frases.

         Si bien la delineación o definición de los protagonistas es clara, apenas percibimos reflejos pasteles del entorno, con lo cual se acentúa lo narrado como fabulación intima, como engaño personal. Una escéptica profundidad sicológica determina la atmósfera borrascosa un tanto surreal donde la trama se desarrolla. El autor ha aprehendido la morbosidad, estadio donde lo animal y racional se conjugan resultando una marcada inclinación hacia lo sensorial, hacia la carne. Con vocación de vértigo su discurso nos ata a la transitoriedad, a la circunstancia, derrotando todo asomo de sensatez. De su hurgar incisivo emana un fuerte aroma de ficción, una lectura diferente del entorno rural dominicano y su cotidianidad, una visión distante y distinta de esa radicalidad de situaciones y escenarios tan común a muchas de nuestra novelística anterior, pletórica de tiranos y revoluciones.

         Lector y adultez se confabulan en provocativo juego para destruir o libar hasta la saciedad esta primicia. Necesariamente “Juguete de Madera”, independientemente de su dual vocación genérica, no nos permite indiferencia, pronto nos identificamos con los protagonistas, con sus freudianos complejos y su interminable viaje hacia el sinsentido de una ciudad imposible. La historia alevosamente nos permite completar sus ausencias, acepta un dejo de la personal fragancia o a la indudable maldad que el argumento precisa, he ahí la razón del postfacio que a propósito de esta obra en mi ocio escribiera.

 

 


 

Mirada Oblícua sobre un Juguete de Madera (Postfacio):

(a raíz de una lectura de Juguete de Madera, novela corta de Máximo Vega).

 

Fernando Cabrera.

 

         Un gesto de ternura puede convertirse, por encima de su abolengo de inocencia, en la mayor y terrible expresión de crueldad. Esa extraordinaria pureza que encierra el alma de un niño –como ahora, la castidad de una niña en plena pubertad- puede llevar de repente a un laberinto de absurdidades y desesperanzas del cual, aún con alas pegadas a las espaldas, es imposible escapar: la tragedia propia es mayor que la del Ícaro, se cae al vacío sin nunca haber levantado vuelo. Con la magia del balbuciente lenguaje formado con los pocos conceptos de la inexperiencia, cualquier ser maduro –si maduro puede considerarse mi ser de tantas ausencias y limitaciones afectivas- se ve adentrado, de repente, en un mundo plano, de perplejidades, donde no existe noción de profundidad: una palabra simple, una frase completada apenas, retorna ingenua para decirnos y decirse nueva vez, de forma irreverente y provocadora, la luminosidad del sol recién amanecido, o la posibilidad que tiene una mariposa de convertir sus alas en pétalos. Insisto, hablar con un niño –con una niña de colas trenzadas hasta una cintura todavía asexuada- es abrumadoramente redundante, es una mirada dionisíaca lúdicamente satisfecha de verse múltiplemente; mas es una forma fácil de huir de la propia conciencia, del árido y onírico metro cuadrado personal, atiborrado de seres absolutamente fantasmales fruto de los fracasos y los obstáculos para establecer una vía de comunicación válida y normal.

         Desde la puerilidad no hay injusticia ni segregaciones gratuitamente crueles, el sentido de lo real colinda y se confunde con lo imaginario, los hechos hieren profundamente o pasan absolutamente desapercibidos, pues en la piel hipersensible de los infantes sólo hay espacio, como en la poesía, para los contrarios; los grises producen la misma sensación que las referencias de lugares y lenguajes exóticos, el pequeño la pequeña sonrosada y con olor a jazmines intuye que existen, o que sería bueno que existieran, pero mientras no los palpa en propia carne estos permanecen indiferentes, o simplemente no son. La seguridad de que el hogar o mundo íntimo es exactamente igual al que queda más allá de los ojos hace de estos ingenuos seres, individuos radicalmente peligrosos por lo indefensos. Se encaminan hacia lo desconocido sin miedo, incluso, con todos los riesgos implicados, con una tierna sonrisa a flor de piel. Al escaparse de su casa, sin motivo y sin previa consulta, esa niña –la cual preferiría innombrada, pero que responde cuando el vocablo Beatriz atraviesa como onda el espacio, esa Beatriz que a pesar de su virginal imagen jamás será la Beatriz de Dante porque decidió conocer el infierno- que se lanzó al abismo o canibalismo de una ciudad vislumbrada como paraíso prometido, e igualmente, como el de los hebreos, utópico, me hizo cómplice y protagonista de su tragedia. Ella buscaba el no-ser, la nada, de forma intuitiva, se fugó porque sí, huyó sin destino, igual le daba el sur que el este, sólo era significante la ciudad -una ciudad cualquiera- como tierra de nadie.

         ¿Por qué la encontré de repente? ¿Por qué con despertar mi paternalismo me indujo, dada mi supuesta adultez y responsabilidad social, a un incesto inevitable; fue, claro, un incesto simbólico, lo cual de todas formas no es excusa. Otra vez Freud nuestro instinto sexual de bestia, Edipo agonizante sobre la piel emparentada por el azar. ¿Por qué con despertar mi esencia pura me hizo abominable? No debí detener ante sus ojos cristalinos mi carroza de pesares, esa destartalada camioneta de mi vergüenza y sustento. No debí detenerme, mas cuán grande es el poder sibilino de lo prohibido, de su media sonrisa nacarada. Yo, quien no tenía nada que ofrecer ni perder, di mi última migaja de mentira y perdí totalmente la esperanza. ¿Qué decir de mis miserias al descubierto en sombrías formas de madera, mis carencias mayores talladas con imágenes de nostalgia? Hago estas figuras más por instinto que por conocimientos de albañilería reales, y las hago sobre todo para mi desahogo, es escaso el dinero que con ellas gano para mal comer. Beatriz no debió posar su frescura sobre mi sensibilidad desnuda, no debió antojarse del misterio, no debió desear tanto un simple juguete de madera, tirado entre tantos otros en la parte trasera de la camioneta –quizás si no hubiera tenido algo que ofrecerle, nada hubiera ocurrido-, sin embargo, ¿cuándo ha llevado el destino a lo correcto, si desde el génesis Dios erró su destino al posibilitar el pecado? Beatriz retó, con su simplicidad terrible, incluso a la muerte, humillándola, al no sentir angustias ante la posibilidad del vacío cuando se aventuró en su insensata huida; con este gesto también humilló de indiferente candidez mi sentido común, me hizo desearla febrilmente, anhelar como refugio de indiferente candidez mi sentido común, me hizo recuperar de golpe el único idilio concebido, platónicamente, en mi adolescencia trunca, sustituyendo con su fragilidad aquel ideal romántico jamás alcanzado. Analizándola fríamente en el recuerdo, Beatriz tal vez nunca fue Beatriz, en realidad se acercó más a la Alicia del país de las maravillas -¡cierto, por eso se fijó tan detenidamente en los juguetes de madera! Evocaba aquella personalidad verdadera que llevaba escondida-.

         El fango de dolor y placer de mi universo sólo podía salpicar su vestido y su piel, jamás su alma. Estaba protegida contra mis frustraciones, su ser ya habitaba aquella ciudad remota que inspiró su insensata partida; el sudor y el humo contaminado que a su lado exhalé la evitaron como demonios a la cruz. Si aquella noche de lluvia entró en mi destartalado refugio, bajo promesa de que la llevaría al amanecer a la ciudad de sus sueños, acaso fue porque intuitivamente se percató del peso desesperado de su aberrante soledad, de que su compañía era mi única posibilidad, y desde su ingenuidad no tuvo miedo; un animal agazapado en el vértice de paredes carcomidas es vergonzoso, incita a la pena, a la lástima, pero no atemoriza. Yo daba todo –cualquier rastro de quimera que aún me deambulara- por una caricia, por un gemido de placer que rasgara el silencio –dudo que Beatriz entendiera la razón de mi desesperación y lo que su fuerza implicaba, ¿cómo podía saber de pasión a escasos meses de su menstruación primera?-. Su interés no lo despertó mi sexo encendido; impasible desde su inocencia salvó mi vida al entregarme la incipiente flor cautiva en sus entrepiernas, más lo hizo sólo por la intensa seducción que ejercía sobre ella una rústica jirafa de madera, se entregó por ella; después se fue, sin avisar, tal vez rumbo a la ciudad de su mente, como si nada, para siempre…


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