Alfonso Reyes.
Eliseo, Relámpago, Amy
La Cultura
Debido a que se está debatiendo sobre la Cultura, en el sentido de crear un plan que mejore la calidad de vida de los habitantes de Santiago, me parece que, primeramente, debemos definir el concepto de Cultura:
Según Kotler, la cultura es el conjunto de esquemas mentales y de conducta mediante los cuales la sociedad consigue una mayor satisfacción para sus miembros.
La cultura incluye los valores, ideas, actitudes y símbolos, conocimientos, etc., que dan forma al comportamiento humano y son transmitidos desde una generación a la siguiente.
Debemos tener en cuenta que la Cultura se transmite a través de un proceso educativo, y que su definición no se corresponde solamente como sinónimo de “Arte”, de “Folklore” o de “Tradición”, aunque incluye estos tres conceptos. Como también incluye los valores, las ideas, los actitudes, los símbolos, debemos entender que, si un dominicano está acostumbrado a robarse un semáforo en rojo, es por un asunto cultural, así como el hecho de que los dominicanos tiremos la basura en la calle como si no pasara nada, nos robemos la luz y la usemos sin pagarla, así como el agua, dejemos de pagar los impuestos, etc. Todo eso tiene implicaciones culturales, y lo bueno de que sea así, precisamente, es que esas actitudes pueden ser cambiadas a través de la educación, no necesariamente escolar.
En el caso de los Ayuntamientos, el Departamento de Cultura no debería ser llamado de esa manera, sino más bien Departamento de Gestión Artística, porque a eso es a lo que se dedica realmente. Ni siquiera el Ministerio de Cultura debería ser llamado así, sino se dedica a educar a la población en cuanto a reforzar los valores tradicionales positivos, la identidad (que en nosotros, debido a nuestro mestizaje, no se encuentra muy arraigada, y es confusa), el arte, y al mismo tiempo cambiar actitudes negativas, cuyos frutos se verán en las próximas generaciones. Atenuar los nacionalismos, por ejemplo, lo cual matizaría la xenofobia, explicar en qué nos beneficia organizar las estructuras sociales gubernamentales y municipales, para que el ciudadano entienda por qué no debe tirar basura en las calles, irse cuando el semáforo está en rojo, etc. O actitudes más sacralizadas, a veces dadas por nuestra insularidad: la tolerancia hacia lo diferente, hacia las diferentes tendencias sexuales, hacia las diferentes religiones, hacia las diferentes ideas, etc. Qué políticas deben implementarse para acercar a los jóvenes a la lectura (patrocinando los talleres literarios ya existentes, por ejemplo, en vez de crear otros que supondrían un gasto y una competencia innecesarios; patrocinando las entidades culturales ya existentes, en vez de crear otras), al arte, etc. El arte y la lectura alejan de la violencia: el escritor Mempo Giardinelli, que tiene una fundación en Argentina dedicada a la promoción de la lectura, nos dice que él no conoce mucha gente dedicada al arte con una ametralladora en la mano. Incentivar el estudio indirecto de la cívica y de la ética en los jóvenes, a partir de la infancia, porque se ha demostrado científicamente que una buena parte de lo que creemos y somos ya se ha instalado en nuestro cerebro antes de los 5 años. La Cultura municipal debería estar enfocada a tratar de cambiar, o mejorar, un tipo de mentalidad.
Existe una civilización porque existe una cultura. El municipio, y el Estado en general, deben educar de acuerdo a la civilización que quieren ir creando. Esas son cuestiones políticamente polémicas, debido a que son cosas “que no se ven”, que no son tangibles y cuyos frutos se perciben a largo plazo; es decir, reditúan poco, políticamente hablando. Pero hay que empezar a educar a la ciudadanía, culturalmente hablando, para crear una civilización: un orden con el cual la gente se sienta satisfecha, pero que al mismo tiempo sienta que ha ayudado a construir. En nuestro caso (Santiago), deberíamos enfocar nuestras actitudes, nuestras ideas y nuestros símbolos (que tienen una importancia capital en la sociedad moderna, dada por la tecnología y los medios de comunicación), a que el ciudadano aprenda por qué debe organizarse, cumplir las leyes, mejorar su calidad de vida protegiendo el entorno, etc. Aprender en qué sentido, en la práctica, en su vida diaria, eso le dejará beneficios concretos.
La Cultura debería permear toda la gestión municipal, si queremos tener un Santiago tranquilo, organizado, y mejor.
Máximo Vega.
LAS TRIBUS: LOS JELALIES
LOS JELALÍES:
Sarai mujer de Abram no le daba hijos, por lo que dijo Sarai a su esposo Abram:
Jehová me ha hecho estéril, así que acércate a mi sierva egipcia Agar y llégate a ella. Lo hizo Abram de esa manera, muy feliz por esta oportunidad recomendada por su propia esposa, y yació con Agar en el lecho muchas noches. Agar concibió al fin, pero vio a Sarai con desprecio debido a que llevaba en su vientre al hijo de su dueño Abram. Sarai sufría por los celos hacia su sierva Agar, Agar reconocía que poseía algo que su propia señora, Sarai, no tenía pero deseaba. Un ángel del Señor halló a Agar junto a una fuente de agua, en el desierto de Canaán, en el camino de Shur, y el ángel de Jehová le preguntó: ¿De dónde vienes y adónde vas?, y ella le respondió: Huyo de delante de Sarai mi señora. Agar dio a luz un hijo a Abram, y ese hijo fue llamado por el Señor Ismael.
Pero he aquí que Sara (antes llamada Sarai) dio también un hijo a Abraham (antes llamado Abram), a pesar de su avanzada edad, y ese hijo fue llamado por el Señor Isaac. Por resentimiento quizás debido a que Ismael era el primogénito y por lo tanto el heredero de los pocos bienes de Abraham, quizás sólo por venganza o porque ni Sara ni Abraham deseaban dejar en heredad todo lo que tenían al simple hijo de una sierva, Sara obligó a su esposo –ahora un anciano incapaz de intervenir cabalmente en pleitos entre mujeres y heredades- a que repudiara a Agar y a su hijo legítimo, así que Abraham abandonó a ambos en el camino, condenándolos a morir de hambre y de sed en el desierto. Pero Jehová no se olvidó de Agar la sierva egipcia sentenciada a una muerte terrible con su hijo Ismael, por Abraham el infanticida que siempre creyó hasta el día de su propia muerte que había asesinado a su propio hijo y a quien una vez fue su concubina, puesto que cuando el ángel del Señor se encontró con Agar en la fuente en el camino de Shur le había prometido ya desde entonces: Multiplicaré tanto tu descendencia, que no podrá ser contada a causa de la multitud. Así que en el desierto, cuando presentía su propia muerte pronunciada por Sara y Abraham, el ángel de Dios llamó desde el cielo, y le dijo: “¿Qué tienes Agar? No temas, porque Dios ha oído la voz del muchacho donde está. Levántate, alza al muchacho, sostenlo con tu mano, porque yo haré de él una gran nación”. Esa gran nación prometida, es el pueblo musulmán.
“Llamadme Ismael”, empieza identificándose a sí mismo el aprendiz de marinero, el narrador de la inmensa alegoría que es Moby Dick. Ismael, quizás, porque es un despreciado por su propio padre, que lo condenó a la muerte, porque sólo podía contar con su madre, dispuesta a morir junto a él, porque al final de la novela fue salvado por Dios en el desierto que es para los seres terrestres el mar, o, quizás, porque el Ismael que persigue a la ballena blanca bajo las órdenes severas del obsesionado Ajab, es sencillamente un musulmán.
El sufismo es una de las formas en las que se manifiesta a su pueblo el Islam. El sufí es un iluminado, la Tasawwuf (o sufismo), es una especie de panteísmo parecido a la gnosis occidental, según la cual todas las cosas bondadosas y bellas se encuentran combinadas en un círculo vicioso, y provienen de un solo espíritu infinitamente amoroso. La inmortalidad del alma procede de su inmaterialidad, por lo que el espíritu es el aliento de Alá en nosotros, puesto que Dios es, a la vez, existente en sí mismo, inmaterial y atemporal, precisamente lo que no puede ser simultáneamente el ser humano. El Sendero Secreto nos dice que el mundo es una prisión, la tumba una fortaleza, el Paraíso se halla cruzando el umbral de la muerte. Todas las ansiedades, todos los temores, todas las dudas y mezquindades que atormentan al hombre desaparecerán para el creyente en ese Paraíso, que se encuentra a través de un fervoroso amor por Alá y por los seres humanos. La Verdad, que es invisible, se encuentra por encima de todo deseo y bienestar visibles.
En la India, el Maestro sufí es llamado, por sus discípulos, un Pir. No es fundamentalista, y se mantiene permanentemente en los alrededores del cementerio donde está enterrado el Santo del cual heredó su ministerio, y de cuyo espíritu provienen sus poderes. Puede hacer milagros, y puede, a través de su música y sus poemas (los qawwalis), sobrecoger al creyente, hacerle caer en un trance en el que desaparece todo el yo y la materia (es decir, desaparece para él todo el mundo), y se entra a Dios en la sensación espontánea de una gran armonía y un gran éxtasis. Todo el mensaje del qawwali intenta que percibamos a Dios como una gran bondad que nos aniquila, una excesiva paz que nos trastorna.
Pero, entonces, ¿cómo en el siglo XIX este Sendero Secreto que predicaba la caridad y la bondad incondicionales, degeneró hacia el grupo sufí de los Jelalíes, basado en la superstición, la santería y la curación mágica de las enfermedades? La superstición se apodera del Sendero cuando se convierte en religión popular, y la pureza inicial concedida a unos pocos iluminados se confunde en la mayoría, que necesita de la creencia para resolver sus problemas particulares, para sobrellevar la subsistencia diaria a través de la fantasía. La creencia se convierte en tradición, sincretizada con leyendas más aprehensibles, más fáciles y racionales. Así, los Jelalíes, derivación del Sendero Secreto que predicaba la belleza, el amor y la humanidad como las principales creaciones de la divinidad, que es, a pesar de todo, inaprehensible, desarrollaron para los iniciados una serie de ritos desagradables y humillantes, pero espectaculares. Estos ritos preparaban a los candidatos para afrontar la vida de mendigos que llevarían a partir de su aceptación de la creencia: luego de comprobada la veracidad de la fe mediante una serie de entrevistas sistemáticas, se les afeitaba el pelo de todo el cuerpo (lo cual es una afrenta tremenda para el musulmán), se les pintaba la cara de negro, se les colocaba una marca en los hombros con un hierro candente. Si soportaban estas pruebas vejatorias a la vista de todos, se les desnudaba y se les ensuciaba el cuerpo con cenizas de mierda de vaca. Puesto que con la humillación pretendían demostrar que no somos nada en comparación con Dios, que sólo somos granos de arena dispersos en medio de la vastedad del universo. De inmediato, los escogidos eran enviados al mundo a predicar, a curar enfermedades, a mover objetos inanimados, a resucitar a los muertos, a cambiar el sexo de los niños, a exorcizar el mal, siempre envueltos en la más extrema pobreza, como aquellos miserables y sucios yogis hindúes, nómadas solitarios que sabían que el final de su viaje sería el Paraíso, aunque se les permitía disfrutar mientras tanto de los placeres terrenales, como la utilización de drogas y licores, y de la sexualidad que más apeteciere a sus espíritus ya salvos.
¿Cuál era el destino de todos estos creyentes dispuestos a aceptar la fe Jelalí? Mendigar en los caminos o aceptar dinero por sus curaciones y milagros; predicar que la sensualidad más denigrante es agradable a los ojos de Dios, siempre y cuando se acepte de antemano La Palabra; preparar a otros escogidos para el ritual Jelalí, que concede poderes sólo dados a los verdaderos Santos; aceptar que no somos nada, que debemos humillarnos no ante los demás sino solamente ante Alá el que todo lo puede; aceptar que Dios enviará el sustento diario, confiar ciegamente en esto; prepararse para el desprecio de los demás grupos musulmanes por haberse afeitado completamente o por permitir que su cuerpo fuese corrompido por el excremento y la suciedad.
De la creencia sufí originaria de que “la bondad encaja con la belleza, y con la caridad universal y el amor, como si todo ello brotase de la fuente de toda la bondad”, derivó el ritual Jelalí basado en la magia, la humillación y el mesianismo. El Jelalí se prepara para aceptar una condena, una maldición que lo acompañará toda su vida, condición indispensable para ser Santo, para llegar al cielo, para acceder al Paraíso.
Foto: Sally Mann
La Prohibición de las Canciones por parte de Espectáculos Públicos
Estudio Jurídico de la Contaminación por Ruido
Este es libro de Ubaldo Rosario y Víctor Montaño acerca del ruido. Presenta un recorrido histórico del ruido, y un estudio jurídico muy bien planteado y documentado acerca de la contaminación por ruido en el país. Existen las leyes, pero no se cumplen. Y la República Dominicana es un país muy ruidoso.
No es un libro sobre literatura, pero Ubaldo Rosario es escritor, además de ser abogado, y saludamos la puesta en circulación de su nuevo libro.
Taller de Narradores de Santiago
Hemos recibido a Virgilio Díaz Grullón, José Acosta, César Zapata, Pedro Valdez, Emelda Ramos, Avelino Stanley, Manuel Llibre, algunos escritores han participado un solo día en el taller, y no han regresado más. Una semana llegó una pareja de evangélicos que, luego del análisis de la novela "la Virgen de los Sicarios", y de ver la película basada en la novela, no volvió más. Nos han visitado miembros del DNI, escritores de novelas de vampiros y autores de libros de autoayuda. Sin esa apertura tan total, seguramente el taller hace ya mucho tiempo que hubiese desaparecido.
Hemos publicado dos libros, conteniendo trabajos de los miembros. Son libros desiguales, por supuesto, al lector le toca juzgar la calidad de los diferentes textos, no a nosotros, que solamente mostramos. Exponerse es una de las condiciones más difíciles que se le exige a un artista, pero lamentablemente se escribe para los demás. Hay un taller en la capital que se llama "Taller de Narradores de Santo Domingo", en honor al nuestro.
Todo esto viene a colación debido a que el 24 de este mes el Taller Literario Virgilio Díaz Grullón del CURSA-UASD nos hará un reconocimiento. También nos hicieron un reconocimiento en el II Festival Nacional de Narrativa, y me parece que todos los reconocimientos al taller se deben a a la perseverancia, a la terquedad. En mi caso, no asisto ya regularmente al taller, y sin embargo ha seguido funcionando. Antes nos reuníamos en Casa de Arte, hoy lo hacemos en el Centro de la Cultura de Santiago. La intención nuestra (y cuando digo nuestra no estoy pluralizando la primera persona, sino que me refiero a todos los miembros del taller que asisten regularmente cada sábado) es la de juntarnos cada semana y hablar de literatura, nada más. En una ciudad y en un país en el que existen tan pocos lugares para dialogar sobre arte, hemos tratado de construir un espacio. Y quizás, por esa ausencia de intenciones que no sean el amor a la literatura, el sentir un gran vacío sino hablamos sobre literatura, el taller ha sobrevivido tanto tiempo, y por eso empiezan a premiarnos: debido a la perseverancia, a la terquedad.
Caonabó
Cultura y Folklore de Santiago
Esta es la portada del libro de Wilson Inoa, folklorista de Santiago, R. D., que intenta darnos un vistazo de lo que ha sido, y es, el folklore de nuestra ciudad, que, como toda ciudad caribeña, es sumamente rico por lo sincrético. Se repasa la historia y trayectoria de las instituciones culturales de la ciudad, de las tradiciones folklóricas más importantes (el carnaval, por ejemplo, o las danzas folklóricas, que son imprescindibles para nuestra forma de ser), etc. Hace un tiempo ya que el libro se publicó, y su autor me lo había entregado para que yo lo leyera, inédito, y bueno, por fin salió a la luz. Enhorabuena.
UN AGUJERO EN LA PARED
Estación Central de Autobuses, hay un agujero en la
pared. Antes hubo ahí un cajero automático, pero se
estropeó o algo parecido, o quizá es que simplemente
no se usaba, así que vino una camioneta con personal
del banco, se lo llevaron y nunca más lo han vuelto a
poner.
Alguien le dijo un día a Udi que si se pide a gritos un
deseo en ese agujero de la pared, entonces se cumple,
pero Udi no se lo creyó demasiado. La verdad es que
una vez, cuando volvía del cine por la noche, gritó en
el agujero que quería que Dafna Rimlet se enamorara
de él, pero no pasó nada. Y en otra ocasión, cuando
se sentía terriblemente solo, se desgañitó ante el
agujero pidiendo que quería tener un amigo ángel y,
aunque es verdad que después apareció un ángel, no
resultó ser precisamente un amigo, porque siempre
desaparecía cuando Udi realmente lo necesitaba. El
ángel era delgado, encorvado y siempre llevaba
puesto un impermeable para que no se le vieran las
alas. A veces, cuando se encontraban solos, se
quitaba el impermeable y, en una ocasión, hasta
permitió que Udi le tocara las plumas de las alas;
pero cuando había otras personas en la habitación se
lo dejaba siempre puesto. Los hijos de Klein le
preguntaron un día qué es lo que tenia debajo del
impermeable y él les dijo que llevaba una mochila
con libros que no eran suyos, y que temía que se
mojaran. La verdad es que se pasaba el día
mintiendo. Le contaba a Udi unas historias que eran
para morirse: de los distintos lugares del cielo, de
personas que cuando se van por la noche a casa a
dormir dejan las llaves en el contacto del coche, de
gatos que no tienen miedo de nada y que ni siquiera
saben lo que quiere decir "¡Vete!".
Menudas historias inventaba, y encima, juraba por
Dios que eran verdad.
Udi lo quería muchísimo, siempre se esforzaba por
creerle y hasta le prestó dinero alguna vez que lo vio
en apuros. El ángel, por el contrario, no ayudaba a
Udi en nada, y no hacía más que hablar y hablar y
contarle todas esas estúpidas historias. En los seis
años que Udi lo conoció no lo vio lavar ni un solo
vaso.
Cuando Udi estaba haciendo el servicio militar y
realmente necesitaba a alguien con quien hablar, el
ángel desapareció de repente durante dos meses para
después regresar sin afeitar y con cara de no-me-
preguntes-nada. Udi no le preguntó y el sábado se
sentaron tristes y en calzoncillos en la azotea para
calentarse al sol. Udi se quedó mirando las otras
azoteas con cables, los depósitos de agua y el cielo. Se
dio cuenta de repente que durante todos los años que
llevaban juntos no había visto volar al ángel ni tan
siquiera una sola vez.
-¿Y si volaras un poco?-le dijo al ángel-. Eso te
animaría.
Pero el ángel le contestó:
-Olvídalo, me puede ver alguien.
-Ándale- dijo Udi-, vuela sólo un poco, hazlo por mí.
Pero el ángel se limito a dejar escapar de la boca un
ruido repugnante para después escupir en la azotea
asfaltada un salivajo mezclado con una flema blanca.
-Déjalo-lo provocó Udi-, seguro que no sabes volar.
-Pues claro que sé-se enfadó el ángel-, lo que pasa es
que no quiero que me vean.
En la azotea del frente vieron que unos niños
lanzaban a la calle bombas de agua.
-¿Sabes qué?-sonrío Udi-, hace tiempo, cuando era
pequeño, antes de conocerte, solía subir aquí a
menudo a tirarles bombas de agua a las personas
cuando pasaban entre las marquesinas -prosiguió
Udi, inclinándose sobre la barandilla mientras
apuntaba con un dedo hacia el espacio que había
entre la marquesina de la tienda de comestibles y la
de la zapatería-. La gente levantaba la cabeza hacia
arriba, veía una marquesina y no sabía de dónde le
había caído.
El ángel también se levantó, miró hacia la calle y
abrió la boca para decir algo. De repente Udi le dio
un empujoncito por detrás y el ángel perdió el
equilibrio. No fue más que una broma, no quería
hacerle nada malo, sólo obligarlo a volar un poco, por
divertirse. Pero el ángel cayó los cinco pisos como un
saco de patatas. Udi lo miraba atónito, tendido allí
abajo en la acera. El cuerpo entero sin moverse y sólo
las alas agitándose con una especie de último aliento
de vida. Entonces comprendió finalmente que de
todas las cosas que el ángel le había dicho nada había
sido cierto y que ni siquiera era un ángel, sino sólo un
hombre mentiroso con alas.
Etgar Keret (hebreo, רגתא
תרק; Tel-Aviv, 20 de
agosto de 1967) es un escritor
de cuentos cortos, guionista de
televisión y director de
cine israelí, considerado el
máximo exponente de la
narrativa moderna en hebreo, por
su empleo del lenguaje corriente para contar
historias donde la vida cotidiana, el humor negro,
el surrealismo, lo grotesco y lo infantil forman parte
de un mismo universo.
Sus cuentos, consumidos masivamente en Israel por
un público mayoritariamente adolescente, se han
traducido a más de diez idiomas. En tanto, su carrera
cinematográfica es muy promisoria.
Inició su carrera literaria al
publicar Tzinorot (Tuberías, 1992), una colección de
cuentos cortos que pasó desapercibida.
En 1993 ganó el primer premio en el Festival
Alternativo de Acre por Entebbe: El Musical, que
escribió al alimón con Jonathan Bar Giora. Su
segundo libro, Ga'aguai Le'Kissinger (Extrañando a
Kissinger, 1994), formado por cinco cuentos muy
cortos, fue más exitoso y cobró notoriedad pública.
Keret es también conocido por sus colaboraciones
con numerosos artistas gráficos. En 1999 cinco de sus
cuentos fueron traducidos al inglés y adaptados como
"novelas gráficas", con el título Jetlag.
En cuanto a su experiencia audiovisual, ha
colaborado en numerosos guiones para televisión y
cine. El primer largometraje que dirigió, Malka Lev
Adom (Malka corazón rojo, 1996) obtuvo el máximo
galardón de la Academia de Cine Israelí (equivalente
al Oscar a la mejor película) y ganó el Festival
Internacional de Academias de Cine en Múnich,
Alemania. Además, fue aclamada en diversos
festivales de todo el mundo.
No obstante, su mayor consagración hasta el
momento se dio en 2007, cuando ganó el
premio Cámara de Oro a la Mejor Opera Prima en
el Festival de Cannes por Meduzot (Medusas).
Ha publicado cuatro libros de relatos, una novela,
tres cómics y un libro, todos ellos bestsellers en
Israel. Su obra ha sido traducida a dieciséis idiomas y
ha merecido diversos premios literarios. En sus
relatos se han basado numerosos cortometrajes, e
incluso uno de ellos ganó el American MTV Prize en
1998. Actualmente es profesor adjunto en el
departamento de Cine y Televisión de la Universidad
de Tel Aviv. En 2006 escribió La chica sobre la
nevera, en 2008 Pizzería Kamikaze y en 2011 Un
hombre sin cabeza todas editadas por Siruela.
Tomado de Wikipedia.
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