Es indudable la composición conservadora de la mayoría de las instituciones de la República Dominicana, públicas y privadas. Una de las respuestas que más escuchamos para explicar el problema actual de la violencia en nuestro país, por aquellos que se han apropiado de las más importantes instituciones dominicanas, es que se han perdido los que, según estos entes conservadores, serían los “valores tradicionales”. Una explicación reaccionaria, por supuesto, que nos envía de inmediato al paraíso del pasado. ¿Qué son los “valores tradicionales”? ¿Ir a la iglesia todos los domingos, tal vez, acostarse a las diez de la noche (recordemos aquel infame mensaje balaguerista por la televisión: Son las Diez de la Noche, ¿Sabes Dónde Están tus Hijos?)? O quizás: discriminar a la mujer y a los homosexuales, a los negros y a los pobres, a los haitianos, que deben reconocer cuál es su lugar (vamos a recordar también que en el Teatro Colón, o en el Estadio Cibao, los negros debían sentarse detrás, separados de los blancos y de los mestizos). Cada quien debe saber cuál es su lugar: los hijos, que deben ser educados con la vara y la correa; los gays, que no deberían tener derechos; los budistas, los islamistas, los ateos, los hinduistas, que no son cristianos. También es un “valor tradicional” la idea de que se necesita un gobierno fuerte para evitar los desafueros: no besarse ni acariciarse públicamente, creer en Dios por sobre todas las cosas (lo que significa discriminar a los que no creen en Dios por sobre todas las cosas), desrizarse el pelo para que parezca “cabello bueno” (el otro, el pelo crespo, es “cabello malo”), tener la cortesía falsa de ofender a los demás privadamente, vestirse recatadamente, mandar a matar a los enemigos por cuestiones políticas o económicas sin hacer todo un espectáculo por ello, asesinar a todos los delincuentes en las calles.
¿A qué nos han llevado todos esos “valores tradicionales”? ¿Al progreso, al desarrollo social? ¿Estábamos mejor, o éramos mejores, antes, que ahora? Si necesitamos un cambio de mentalidad para sacar al país de la desazón y la desigualdad social, entonces necesitamos cambiar también todos esos “valores tradicionales” que nunca han servido para nada, a no ser para que algunos reaccionarios prolonguen nuestro atraso reclamando que se vuelva a esos “valores” de nuestra “tradición”. ¿Debemos volver a la época de Trujillo, o a los 12 años de Balaguer, en los cuales se defendían a rajatabla esos “valores tradicionales”? ¿No deberíamos crear otra clase de valores, más humanos, menos discriminantes, más civilizados? Si no dejamos atrás todos esos “valores tradicionales”, la sociedad dominicana continuará fracasando constantemente en algo que ya no creemos que sea su objetivo final: el progreso de la gente, sobre todo de tanta gente pobre que no tiene ninguna oportunidad de ascenso social, por culpa de una burguesía que se aferra a esos “valores tradicionales” (uno de esos valores: el pobre merece ser pobre, el rico merece ser rico). O quizás el objetivo de la República Dominicana sea el de regresar a esos “valores tradicionales” con los cuales habrá muchísima gente pobre también pero... serían pobres privados, íntimos, que tendrán la cortesía de no mostrarse públicamente.
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