Llegan nuevas autoridades al Ministerio de Cultura de la República Dominicana, y con ellas arriba una nueva esperanza que, como siempre, no será cumplida a cabalidad. Pero nuestra intención aquí es reseñar y analizar el pasado, no pronosticar un futuro que no sabemos realmente cómo será. No hay ninguna intención en nosotros de adivinar o profetizar estos 4 años que esperamos de todo corazón que se cumplan trayendo bienestar para el pueblo dominicano.
No obstante, aclarado esto con alguna sinceridad, nuestra intención se concentra en el sector cultural, como se sabe, en los artistas y en los ciudadanos dominicanos que consumen ese arte y esa cultura, y en las condiciones lamentables en que se encuentra en estos momentos un ministerio que ha llegado a desaparecer, que ya no existe, en una especie de acto de prestidigitación que ha dejado a los artistas azorados y abandonados. Y no me refiero sólo al ministerio de la ciudad capital, adonde van dirigidos todos los recursos y los esfuerzos puesto que concentra la mayor cantidad de votantes del país (prácticamente el 50% de la población), sino en la ciudad de Santiago, en la que he decidido vivir a pesar de las tentaciones y los afanes profesionales para tratar de sacarme de aquí: porque, para nosotros, Santiago no es sólo una ciudad sino un sentimiento. Una emoción. Y basándome en ese sentimiento fui director de instituciones culturales en Santiago, y basado en esa emoción amurallada creí con todo el corazón y todas las ganas de creer en algo, que podía ser reformado con mucho trabajo y esfuerzo el sector cultural de mi ciudad y mi país.
Toda la infraestructura de las instituciones culturales de la ciudad se encuentra destruida. Desde el Monumento a los Héroes de la Restauración, que es el símbolo de la ciudad y que fue recuperado durante la gestión del Ministro de Cultura José Rafael Lantigua, hasta el punto de que a través de los medios de comunicación se ha solicitado que, si el ministerio de cultura no tiene recursos para atenderlo, que lo entregue a otra institución del estado con un poco más de capital económico: el Ayuntamiento de Santiago, por ejemplo, o el Ministerio de Turismo. El Monumento a los Héroes de la Restauración no recibe absolutamente ningún subsidio de parte del ministerio de cultura, de manera que todos sus recursos se conseguían con el alquiler de su parqueo a diferentes empresas del espectáculo: ciudades mecánicas, organizadores de eventos artísticos, circos mexicanos o rusos, empresas licoreras. Pero el Ayuntamiento de la ciudad, abrogándose un derecho que no tiene, ha prohibido el alquiler del parqueo, por lo cual el símbolo de la ciudad se encuentra en condiciones tan lamentables que sólo puede apreciarse el verdor de sus jardines cuando cae la lluvia. Y, al mismo tiempo, cuando llueve se encuentra tan lleno de filtraciones que se teme por la condición de los murales de Vela Zanetti y Jacinto Domínguez en sus paredes, y por toda la edificación monumental.
El Centro de la Cultura de Santiago, fundado y organizado para que los artistas de la ciudad no emigraran a Santo Domingo para estudiar arte, de manera que la propia ciudad y la región contara con su propia cantera de artistas, pintores, teatristas, músicos, técnicos calificados, se encuentra en un estado tan lamentable que el decorado de mármol de sus columnas empezó a desprenderse de sus paredes frontales, con el peligro de que cayera sobre los alumnos, visitantes o solicitantes, por lo que hubo que realizar un trabajo de desprendimiento del mármol, lo cual ha dejado ese edificio prácticamente en ruinas. La sala Héctor Incháustegui Cabral se encuentra cerrada debido a las condiciones en que se encuentra. Es la sala de teatro más popular de la ciudad, pequeña, acogedora y con una acústica adecuada precisamente para las obras teatrales, lo que ha dejado a la ciudad no sólo huérfana de teatro -aunque existen otras instituciones de carácter privado que han tomado una iniciativa que debería ser estatal-, sino a los actores, directores y técnicos sin la única sala verdaderamente de teatro de la ciudad. El Teatro Popular del Centro (TPC), ya no existe. El edificio es casi inhabitable. Ha desaparecido su biblioteca, basada en libros de arte, su sala de exposiciones Yoryi Morel y el resto de los grupos culturales que habitan una institución que es patrimonio de la ciudad. ¿Dónde está el Ballet Folklórico de Santiago, el grupo de baile folclórico más importante del país, ganador de Premios El Dorado, del Premio Casandra, de todos los premios que entregaban Freddy Beras Goyco y Meny Almonte, que en estos momentos tiene una directora interina cuyo nombramiento como Directora General no llega nunca? ¿Qué hace el Taller Literario del Centro (TLC), que una vez existió allí?
El Gran Teatro Regional del Cibao, que fue pensado y construido como un centro cultural y una sala de espectáculos que sustituyera al Centro de la Cultura de Santiago, que ya quedaba pequeño debido al crecimiento de la región, tiene 8 años detenido en un limbo cultural que no genera ni espectáculos, ni gestión, ni animación cultural. El edificio se encuentra en lamentables condiciones, hundiéndose milímetro a milímetro debido a la falta de mantenimiento, provocando grietas en sus paredes, amén de sus filtraciones, la condición de sus baños y sus alfombras; de la desidia de las autoridades estatales. Llevamos a ingenieros de la OISOE a hacer un levantamiento y a prometernos que eso se resolvería: 4 años después se ha convertido en un edificio que no existe. Ni siquiera sus jardines, descuidados y horribles. Quizás sólo su fachada, para tomarse fotos como fondo para llevarlas a Nueva York o a Europa. Hace años que en el Gran Teatro Regional del Cibao no se realizan actividades de ningún tipo, de manera que se ha convertido, sobre todo su bar Moisés Zouain, en sitio único de conferencias sobre periodismo o marketing (lo cual no criticamos: nos referimos a que es lo único que se realiza allí), farándula o política, puesto que han desaparecido desde hace tanto tiempo, por falta de apoyo, la Tertulia "El Oficio de la Palabra", con su contenido literario; los talleres de apreciación musical del Dr. Stern; las obras pequeñas de teatro en su segunda sala. La Sala de la Restauración ha sucumbido a las goteras, al olor a alfombra vieja y mojada y a la destrucción de sus asientos. Es posible que no sea conocido por la mayoría de los ciudadanos, puesto que no se hace nada con eso, pero el Gran Teatro del Cibao tiene salas para exposiciones de artes plásticas (recordemos que la Bienal de E. León Jimenes se realizó allí hasta que fue trasladada al recién construido Centro Cultural Eduardo León Jimenes), para conferencias, charlas, y para presentaciones de libros. Es decir, como mencionamos con anterioridad, es un completo centro cultural que no se utiliza para nada.
La Escuela de Bellas Artes de Santiago fue fundada con el mismo propósito que el Centro de la Cultura, aunque es anterior. Según nos contó Yoryito Morel, hijo del artista Yoryi Morel, con admiración y nostalgia, el dictador Trujillo se obsesionó con su padre, por lo que le ofreció la creación y la dirección de la Escuela de Bellas Artes de Santo Domingo. Esa propuesta surgió de nuevo en nuestra ciudad, a la que se incorporaron profesores de la talla de Federico Izquierdo, Juan Bautista Gómez, Rosa Idalia García, Danilo de los Santos, el propio Yoryi y su hijo Yoryito Morel, que se convirtió en profesor, Subdirector de la Escuela, y en estos momentos profesor de nuevo, aunque ha llegado a una edad en la que debería ser pensionado. Pero esa graduación sistemática de artistas importantes que forman parte del acervo y la historia de la ciudad terminó una generación después de esa generación segunda (cuando salieron de allí Jairo Ferreira, José German Salcedo, Dionisio Peralta, etc.), de manera tal que ya no se gradúan allí los verdaderos artistas -músicos, teatristas, pintores, bailarines- de la ciudad. El horario de la Escuela de Bellas Artes coincide con el de la tanda extendida de las escuelas públicas, de manera que los estudiantes de los barrios populares no pueden estudiar allí -como debería ser, puesto que se encuentra dirigida a ellos: es una escuela gratuita- sino a los niños y jóvenes clase media alta (los cuales, por supuesto, también tienen todo el derecho de hacerlo). Pero no conocemos a los músicos, los actores, los bailarines, los pintores que han salido de allí desde hace 8 años, no sólo debido a la tanda extendida y a que, por esta razón, la población estudiantil ha ido menguando año tras año, sino porque hay que hacer allí una reingeniería con el pensum de cada materia. El pensum original fue creado por el artista, poeta y músico Manuel Rueda, ya fallecido hace muchos años, por lo que se usa todavía aquel programa antiguo de los Doce Años de Joaquín Balaguer, como si el arte y la pedagogía artística no hubiesen evolucionado, como si viviésemos aún a mediados del siglo XX: no existe una sola computadora en la que se imparta arte digital, por ejemplo, o arte conceptual, o arte contemporáneo; los verdaderos músicos de la ciudad, o los verdaderos actores, directores, bailarines, no son profesores de la Escuela de Bellas Artes, puesto que se paga muy poco dinero, exceptuando a su director, que tiene un sueldo de lujo, y porque no hay un compromiso real con el mejoramiento artístico de la ciudad a través del estado, puesto que ya ningún artista -ni aquellos que dejan ahora las instituciones culturales, que se encuentran allí debido a sus sueldos de lujo, ni aquellos que llegarán- cree en ningún proyecto político actual. Aunque reconocemos la valía y el sacrificio, incluso económico, de aquellos profesores que tienen el valor de aportar a sus alumnos permaneciendo allí.
La Oficina de Patrimonio Monumental no existe en cuanto su director es el único que no devenga un gran sueldo, por lo que tiene que dividir su tiempo entre su profesión verdadera, en este caso la arquitectura, y el trabajo de preservación del patrimonio de la ciudad. Lo cual indica la ignorancia en lo que tiene que ver con esta clase de preservación cultural: ni siquiera el Ayuntamiento cuenta con una oficina de preservación monumental. Más abajo de estas palabras, en un excelente video realizado por el arquitecto George Khoury, experto en Patrimonio Monumental, puede apreciarse la manera en la que se encuentran las casas santiagueras, algunas de ellas con columnas y balaustradas que son endémicas de la ciudad de Santiago y que fueron exportadas al resto del país, pero que desaparecen lentamente debido a la desidia del ministerio de cultura, arrastrando consigo nuestra memoria histórica, arquitectónica, identitaria y cultural.
En fin, los problemas culturales de la ciudad en un ministerio que ya no existe, que ha desaparecido, que no ha cumplido con su labor a pesar de su nómina abultada e inútil, no se resolverán de la noche a la mañana. En el tiempo en que estuvimos allí (fui funcionario y director de instituciones culturales por 14 años, un año y medio como Director Regional de Cultura), nos percatamos de que al gobierno actual, el saliente, presidido por el presidente Danilo Medina -con tres ministros de cultura que nunca se dieron cuenta, ni les interesaba, lo que tenían entre manos-, nunca le interesó la cultura, lo cual demostró con creces a través de sus ministros. El primero, el cantante, publicista y compositor de letras José Antonio Rodríguez, cuyo mayor logro fueron los Proyectos Culturales, a través de los cuales se entregaba dinero a los ganadores de los concursos de los proyectos sin ninguna supervisión, en una mayúscula insensatez administrativa que sólo puede ser posible en un país que se ha convertido en una cleptocracia. También se hicieron con mucha pompa y boato Festivales del Locrio y del Dulce de Leche.
Pero se asoman cambios, se acercan aires nuevos, que ya empiezan a parecernos viejos. Hemos llegado a nuestra etapa local de la incertidumbre y la desconfianza. Los artistas, los escritores, los animadores y gestores culturales nos estamos organizando para que no suceda de nuevo la peor gestión cultural de toda la historia de la ciudad, como se ha calificado a la gestión saliente, exceptuando, por lo menos de manera regional, el año y medio que dirigí la cultura estatal local con todos los inconvenientes, los sacrificios y las luchas, puesto que era preferible abandonar una gestión fallida que continuar cobrando un sueldo sin que hubiese la voluntad política de que se hiciera un trabajo serio, como ha sucedido irresponsablemente con los directores de las instituciones culturales que se han quedado allí sin que la ciudadanía los conozca ni los aprecie, puesto que sus instituciones han desaparecido por completo del mapa local. Cuando abandoné la Dirección Regional Norte de Cultura, el ministerio decidió desasistir los Puntos de Arte que realizamos en los barrios de Santiago, pero nosotros decidimos que íbamos a continuar impartiendo las clases de arte a niños y jóvenes de sectores de alto riesgo, a pesar del propio apoyo estatal del ministerio, por lo que ahí están, contando con más alumnos que la Escuela de Bellas Artes de Santiago y el Centro de la Cultura, en Santa Lucía y La Piña, en Cienfuegos, auspiciados por la Fundación Solidaridad y la Xunta de Galicia, en España, en la Escuela de Arte y Tiempo Libre Mauro Lorenzo que yo coordino. Se han realizado presentaciones de esos niños y jóvenes en las instituciones culturales descentralizadas de la ciudad, y en España. Con muchos sacrificios, sin el apoyo de ningún ministerio ni de ningún ayuntamiento, con el patrocinio, sí, de la Xunta de Galicia, del Club Activo 20-30, del Instituto de Rehabilitación que ha realizado operativos médicos para los niños, jóvenes y ancianos, con el apoyo incondicional de los profesores a los cuales no se les paga la cantidad que se debería, aportando a través de su docencia, hemos hecho un trabajo por encima de las instituciones culturales de la ciudad, que no funcionan, sin que sus directores sientan ningún remordimiento, a pesar de que son denostados diariamente a través de las redes sociales. Eso, al parecer, no les importa ni les indigna.
Tampoco les indigna que los montos del Premio Anual de Literatura sean rebajados año tras año, que la Bienal de Artes Visuales tenga 4 años sin realizarse, que los museos se encuentren cerrados, que los premios de arte y literatura se entreguen en los pasillos de la sede central del ministerio para tomar una foto para la prensa, que se le haya cambiado el nombre de Enriquillo Sánchez al auditorio de la sede central del ministerio por el de Juan Bosch, un humanista, un gran escritor y gestor cultural, un político que es el responsable en estos momentos de la existencia de cuatro partidos políticos, lo cual no es sólo excepcional sino propio de cualquier récord importante. No obstante, Bosch el intelectual, el humanista, el escritor, el político, el poeta, nunca hubiese aceptado un cambio de esa naturaleza.
Los artistas, escritores y trabajadores culturales de la ciudad nos organizamos para que no sea posible que llegue otra gestión del tamaño del fracaso de la que termina. Para que no sólo se ocupen de nosotros cuando llegan las elecciones y se necesita una labor política, levantando falsas esperanzas que no serán cumplidas. Ya eso se terminó. Si los deseos y las esperanzas no se cumplen, ya decidiremos cuál camino tomar, sea cual sea.
El trabajo artístico va dirigido al ciudadano común, a la ciudadanía. Si las instituciones culturales no funcionan, hay algo que no funciona en nuestra identidad local o nacional, más aún teniendo en cuenta nuestra realidad insular y cerrada. No nos reconocemos como dominicanos, nos invaden y atropellan formas culturales foráneas, vecinas, porque no somos capaces de comprender nuestras propias manifestaciones culturales, que son espontáneas de los pueblos, que un Ministerio de Cultura de verdad con mayúsculas no debe tratar de crear o sustituir, puesto que ya existen, esa no es su función. Su función es apoyar, promover, recuperar cuando el caso lo amerite, internacionalizar el arte y la cultura dominicanos. Eso es lo que significa hacer animación y gestión cultural: crear un ciudadano ilustrado, un ser humano mejor, con educación y con cultura.
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