Manuel Llibre Otero
-Primera acumulación de palabras en torno a “El Libro de los Ultimos Días”, de Máximo Vega.
(“Esa es
nuestra morada:
la
pureza que se recibe
y la siniestra
semilla que se hunde”
Lezama
Lima: “Los Dioses”)
En el
texto “La sociedad del espectáculo”, Guy Debord afirma que “toda la vida de las
sociedades donde reinan las condiciones modernas de producción se anuncia como
una acumulación inmensa de espectáculos”. En este caso, asistimos a la
presentación de una acumulación, aunque no inmensa, de miradas sobre las
transformaciones de las sociedades modernas y los entuertos que se supone debe
sufrir un joven escritor, caribeño y de provincia, para parir su obra
literaria.
Si un
desafío ha enfrentado Máximo Vega en toda su carrera literaria, ha sido
enfrentar esa indiferencia hacia los objetos y los sujetos que se supone
cotidianamente agotados, tratando de seducirnos al hacernos mirar por lo que no
somos vistos ni alardeamos de ser, sino por todo ese mundo solitario, sórdido a
propósito y un tanto vouyerista, donde nos hace ocupar el lugar de un
apasionado lector de su propia teatralidad, de los accidentes de la vida social
que construimos y que al final, por esos aparentemente fugaces espectáculos
personales de frivolidad, nos reconoceremos, en la ausencia de sentido que crea
la desesperanza o en la reducción de nuestras vidas a todo lo que hemos
considerado la realidad conveniente y que deviene en el conformismo.
Máximo
Vega, en sus cuentos y novelas, es un experimentado escritor que se impone
tortuosas existencias para desentrañar esos espectáculos sociales con su estilo
muy propio de lenguaje austero por cuanto debe ser efectivo y preciso.
Vega,
desde muy temprano, se aparta de los narradores convencionales y trata tan
explícita como cómodamente, temas de conocida polémica sobre la realidad social
tercermundista, crea personajes dominados por los sentimientos desnudos que
motorizan las pasiones verdaderas pero que se ocultan por las socialmente
convenidas, deshila historias donde consigue declaraciones impactantes y
trascendentes sobre cosas que en principio podrían no interesarnos, como el
sueño de los otros, la pelea diaria de los olvidados, el abuso del cuerpo, lo
discursive y puro del lenguaje.
Presentar
un libro siempre es un compromiso, y más si el libro es de un amigo con el que
nos unen tantas vivencias, sueños y desilusiones compartidas. Trataré de pensar
en el casi incomprensible Lezama Lima para hacer una abstracción especulativa
sobre estos textos que aunque no son santos, si son de los últimos días, de los
últimos días del siglo pasado, quizás de los últimos días del purismo para dar
la bienvenida al desarraigo, intentando identificar sus esencias, ya que Vega
escribe parado y sin sombrilla en medio de una tempestad de expresiones donde
dispara una crítica que pareciera estar en contra casi de todo lo que trata y
que no pretende salvar al lector con ese sentido simplificador, de crónica, de
recetario, que muchos lectores esperan encontrar en ensayos y críticas
literarias.
Un
aspecto relevante de los textos contenidos en el libro es una obsession por los
orígenes de las cosas, los personajes y los conceptos que durante su vida de
lector han logrado identificar, conectar con su nivel de pensamiento. En muchos
textos, es evidente la profundización casi a nivel de buzo en los aspectos de
la cultura dominicana, buscando identificar sus esencias, pero dándole
expression “a lo Máximo Vega”, haciendo que esta noción de lo criollo también
se contraponga con el subyugante contexto extranjero y levitando en el fenómeno
que todos conocemos de lo imprevisible que es la dominicanidad y sus
derivaciones, sin que esto logre desembocar en “resentimientos vernáculos”.
Si ha
llegado el fin del mundo, lo cual es inevitable, para qué leer? Somos en buena
medida lo que leemos, o bien buscamos lecturas que coincidan con nuestra visión
del mundo, sin lugar a dudas que a través de esta obra conocer en buena medida
el pensamiento del autor y sus reflexiones sobre la verdadera existencia a
través de sus múltiples y variadas lecturas. La crítica literaria, tan amiga de
encasillarlo todo, obras y escritores, será vencida a pulso por Vega cuando
aborda el análisis de escritores que van desde amigos cercanos hasta grandes
figuras de la historia de la literatura universal. Como si tuviera favoritos,
pero a la vez sin tenerlos, hay un serio problema con la crítica tradicional,
ya que los textos de este libro abordan temas, personajes y aspectos
específicos de las obras donde Máximo los enfrenta a una gama de posibilidades
y a una batería de análisis filosóficos, sociales, sociológicos, como si lo
hiciera sólo por el hecho de un divertimento, alejándose de los
cuestionamientos tradicionales que se hacen todos y entrando en una crítica
literaria más rica y amena, alucinante en ocasiones.
El libro
es casi una recopilación de artículos y ensayos sobre temas literarios,
exceptuando el abordaje de temas tangenciales como reflexiones sobre el arte
contemporáneo, la cultura, el cine, y algunos aspectos de la identidad del
dominicano. Como toda colección de textos de diferentes intenciones y épocas,
puede asumirse a priori que estamos ante un material heteróclito, nada más
errado ya que el pensamiento de Vega es plasmado en todos los trabajos de
manera ordenada, pero con el atrevimiento que se requiere para tomar la palabra
y pretender situarla como herramienta medular en la reconstrucción inteligente
de obras y lecturas, de personajes amigos o elegidos, de símbolos extraños,
caciques y deidades o de películas al límite de la existencia.
Sin
temor a equivocarme, puedo afirmar, y no por el compromiso de amistad, que este
libro representa un aporte en lo que a la comprensión y reconstrucción de la historia
literaria reciente se refiere, mediante una serie de discursos que en ocasiones
se leen como si se escuchara a viva voz el discurso personal y privado del
narrador que es Vega, reflexionando sobre el panorama literario contemporáneo,
con la misma soltura y elegancia que cuando escribe ficción.
Máximo
no habla en este libro solo de su filosofía de vida, ni de la filosofía como
esa posición totalizadora o que configura una doctrina ontológica cuyo
resultado se vierte inadvertidamente en una colección de ensayos. Este libro es
más espectacular, es la negación de muchas cosas, la muerte de muchas ideas
existencialistas, y la búsqueda de una dudosa redención del escritor únicamente
a través de su propia obra, solitaria, egoísta, desconocida, personal.
De
palabras somos -de verbo y carne estamos hechos-, y Vega alterna la reflexión y
el ensayo con unas pocas crónicas de sus vivencias, con elegantes pero
complacientes notas sobre sus amigos escritores.
Pienso
que el libro de los últimos días constituye una lectura muy rica en imagines y
conceptos, incluso en aportes culturales de significación, aunque densa y
apabullante en ocasiones, un libro muy completo sobre la visión del autor en
torno a la fuerza que gobierna las cosas y la inteligencia en un mundo tan
problematizado, con frases inteligentes, incendiarias y hasta demoledoras de la
realidad que se preconfigura y se acepta como válida.
Otros
temas que trabaja el autor en sus textos es el de la relación noción entre el
arte contemporáneo y su evolución en nuestra cultura. Cierta obsesión por el
destierro del escritor en nuestra realidad y un tanto bosquejando el problema
de la identidad como generación que no ha podido superar las fronteras de las
generaciones precedentes. Mención especial merece el artículo sobre Sacha Tebó,
que presta su imagen para la portada.
Finalmente
está la nostalgia, distante, pero siempre presente, la nostalgia que es inútil,
que no sirve para nada, pero que supone la forma en la que, mediante nuestros
gestos, manejaremos esa gran responsabilidad que el mundo nos impone, la
“insoportable levedad” que nos endilgó Kundera y que mientras más nos
aproximamos a ella supone un mayor reto para superar los miedos del hombre
frente a los problemas de nuestros días.
Máximo
ha construido con este libro una especie de paraíso para sus sombras, pero
siempre con esa curiosidad que causa todo tragaluz de ir a mirar el mundo desde
otra perspectiva. En él no encontrarán ustedes más que fragmentos de salvación
y un poco de material embrujada con la cual bien podrían aderezar su caldo de
brujo donde muchos esperamos aún cocinar algún texto que cobre vida.
Son los
tiempos de la decadencia de los héroes, de asistir al espectáculo de lo
contemporáneo como culpa compartida y no hay mejor excusa que este libro de los
últimos días para lograr establecer un compromiso, una toma de conciencia sobre
el deber del escritor y su particular manera de develar el juego de los
apariencias.
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