Byun-Chul Han, La Sociedad del Cansancio y de las No Cosas

El día de mi cumpleaños del año anterior, 2021, mis amigos y exparejas me enviaron mensajes felicitándome por Whatsapp, sobre todo emoticones e imágenes hechas, descargadas de bancos digitales. Solamente mi mamá me llamó por el teléfono celular para desearme feliz cumpleaños. Debo aclarar que ya no soy un hombre joven. Nadie me visitó, quizás porque pensaban que habían cumplido con la responsabilidad social de recordarme el día en que me trajeron al mundo. Pero soy una persona que ha vivido varias épocas. Añoro las cosas, los objetos, el bizcocho de cumpleaños, las fotografías impresas en papel fotográfico, el viaje anual al estudio para revelarlas en el cuarto oscuro, para tenerlas como recuerdos por el resto de mi vida. Es decir, siento nostalgia por lo físico, por los ritos y las interacciones sociales, aún quiero escuchar voces y tocar personas. Eso significa que continúo siendo un hombre del pasado.

Byun Chul Han es un filósofo nacido en Corea del Sur, aunque sus estudios universitarios los realizó en Alemania, donde se graduó y es profesor universitario. Sus libros se encuentran escritos en alemán, y sus consideraciones se encuentran influenciadas por pensadores, filósofos y escritores europeos. En sus libros La Sociedad del Cansancio, que es su obra más famosa, No-cosas o El legado de Eros, así como en las demás quizás menos conocidas, no menciona en ningún momento las palabras capitalismo o neoliberalismo.

Byun Chul Han es actualmente el filósofo más leído del mundo. Aunque no lo consideramos realmente un filósofo, sino más bien un pensador crítico. Él escribe que sufrimos de un “exceso de positividad” y de una “sobreabundancia de identidad”. Todos los instantes se parecen. Vivimos en un perpetuo presente. No hay espacio para la trascendencia, todo debe hacerse en el aquí y el ahora. Todos nuestros actos se encuentran dirigidos a la productividad. No es que el tiempo se haya acelerado, sino que nuestra memoria no puede reconocer los días como diferentes. Parece como si los días y los meses transcurrieran con rapidez, cuando lo que sucede es que no podemos establecer diferencias en la memoria entre esos meses y esos días. Llega el mes de diciembre y decimos “el año si se ha ido rápido”. En el espacio capitalista y neoliberal, donde todo se encuentra dirigido hacia la productividad y la economía, todo es mercancía, incluyendo la cultura. No existe un factor externo que obligue a los trabajadores a hacer su trabajo, puesto que, efectivamente, creen que son libres. El trabajador se autoexplota, es esclavo de sí mismo. Él lo define como una “explotación sin dominio”. Toda su vida se encuentra dirigida a trabajar, a mejorar económicamente su existencia y la de su familia. Esa necesidad capitalista puede identificarse desde Lutero y su reforma, para quien el trabajo alejaba del pecado, y el ocio “es la madre de todos los vicios”, como decían los griegos. Todos los presidentes de todos los países solamente hablan de economía, porque un jefe de estado no es más que un gerente. Un tecnócrata. Pero un sujeto en esta sociedad “tardomoderna”, como la define Han, es difícil de controlar, porque se siente tan libre y trabaja tanto que cualquier obligación social la percibe como una coerción a sus derechos, a dirigirse a sí mismo.

De acuerdo con la “sobreabundancia de identidad”, todos los libros se parecen. Todos son un mismo libro, porque el lector no quiere nada diferente. Incluso quiere libros que tengan una finalidad práctica, que lo ayuden a “producir” mejor, o que lo informen, porque lo que importa es la “información”, sobre todo si es excesiva. De ahí la popularidad de los libros de autoayuda, que ayudan a producir mejor, a conformarse mejor con el mundo en que vivimos. También la popularidad del coaching y de los expertos en la positividad. Lo mismo puede decirse del cine o de la música: siempre vemos la misma película o escuchamos la misma música, repetida una u otra vez con diferentes voces o personajes, porque eso es lo que quiere el público.

El ser humano de hoy tiene una preocupación excesiva por su salud. Quiere una larga vida aburrida, pero, como él nos dice, está muerto antes de envejecer. No quiere sufrir. No existe un espacio para la disensión, para la controversia, todo debe tener una corrección política. En las redes sociales cuenta con 2000 amigos, pero escoge a las personas de su grupo, que piensen como él. No le interesa los que piensen diferente. Cree que siempre debe estar haciendo algo, que es “negatividad” no hacer nada, porque no está “produciendo” algo. Es víctima y verdugo, dice, prisionero y celador. Esa realidad lo lleva a padecer enfermedades del sistema, que no existían anteriormente: la depresión aguda, el trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH), el trastorno límite de la personalidad (TLP), el síndrome de desgaste ocupacional (SDO). La sociedad lo ha convertido en un esclavo, pero él mismo no lo sabe.




Sus ideas se encuentran influenciadas por otro filósofo, Theodor Adorno, aunque él no lo menciona, que creó la llamada “dialéctica negativa”. El individuo se ha conformado con ser dominado, siempre y cuando se le garantice su comodidad y su tranquilidad. El ser humano se ha convertido en un objeto, incluso en un producto, ya no es más un sujeto, sino una cosa. Puede ser comprado o vendido, como un jugador de fútbol, un actor de Hollywood o un cantante de música popular.

Ahora bien, debemos reconocer que Han universaliza al ciudadano medio “tardomoderno”, puesto que lo define como si fuese común a todos los países y culturas. En realidad, como sucede con muchos intelectuales, pensadores, filósofos europeos, está definiendo al ser humano occidental, europeo y norteamericano. No creo que puedan extrapolarse por completo sus teorías al latinoamericano, asiático, africano: al no occidental, que vive en una sociedad menos capitalista o menos tardomoderna. Puesto que, aunque Latinoamérica pertenece geográficamente a occidente, cuando alguien se refiere a “Occidente” en los medios de comunicación, en libros, en análisis, lo hace con respecto a Europa, Estados Unidos y Canadá. Es posible que también se refiera a Japón, Corea del Sur, Australia, Nueva Zelanda. Es decir, la definición real de Occidente es política y económica, no geográfica. El resto del planeta no es occidental, aunque pertenezca a esta parte del atlas mundial.



Solo un personaje puede escapar a esta realidad social de Han: el poeta. Claro, el “poeta” en un sentido simbólico: todo aquel que se comporte como un poeta. Puesto que el poema se resiste a convertirse en mercancía. En esta sociedad neoliberal, lo que debemos hacer es detenernos, dice Han, y no hacer nada. No producir. A veces, claro. Como el poeta. Por eso la poesía no tiene muchos lectores. En ese no-hacer y no-producir, en esa resistencia del poema a ser otra cosa que no sea poesía, se encuentra su soledad y su sacrificio.

 

Máximo Vega

 

Byun-Chul Han. “La sociedad del cansancio”. Traducción de Arantzazu Saratxaga Arregui. Colección Pensamiento Herder. Herder Editorial, Barcelona, España, 2012.

Byun-Chul Han. “La agonía del Eros”. Traducción de Raúl Gabás. Colección Pensamiento herder. Herder Editorial, Barcelona España, 2014.

Byun-Chul Han. “No-cosas: quiebras del mundo de hoy”. Traducción de Joaquín Chamorro Mielke. Editorial Taurus, Barcelona, España. Edición kindle, 2021.


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